31.10.10

Calacas ni centenarias

De Felipe Calderón

ante el ingenio me rindo
porque no es bueno ni lindo
pero sí que es un chingón
para la composición
y rimador de a deveras:
al ritmo de balaceras
a México ensangrentó
y de jalón se aventó
veintiocho mil calaveras.


La "guerra contra el narco"

El territorio, doliente,
sumido en el descontrol,
con un envase de alcohol
fungiendo de presidente,
y la violencia ascendente,
causada por desaciertos,
en estos tiempos inciertos
un enorme altar ponía
para esto que no es el Día
sino el Sexenio de Muertos


Javier Lozano y el SME

P(i)anista desalmado y mentecato,
secretario con alma de gorila,
por la tierra que pisa, como Atila,
ya no vuelve a brotar un sindicato.

De empresas y patrones es el gato;
a Luz y Fuerza vende y aniquila
y se sabe que tuvo, este mamila,
con el góber precioso un amasiato.

De Napoleón azote se sentía
pero su Waterloo llegó primero
cuando lo capturó la muerte impía;

registro no le dio el sepulturero,
no pudo ir al al panteón, como quería,
y lo echaron nomás al basurero.


Mexicana de Aviación

Empresa valiosa y sana,
Mexicana de Aviación
salió volando al panteón,
pues, con ayuda Lozana
le saqueó toda la lana
un “empresario modelo”.
Azcárraga es el flagelo
y autor de la paradoja:
Mexicana, qué congoja,
por su culpa se fue al cielo.


Las alianzas del PAN y de los chuchos

En la transa eran hábiles y duchos
y tenían tan grandes posaderas,
que idearon fácilmente las maneras
de hacer lana, vendiéndolas, los chuchos.

Acuden al mercado los panuchos
y al ver la suculenta mercancía,
agua la boca ya se les hacía
mirando esos montículos blanduchos.

Después fueron en masa a la Profeco
a quejarse de aquella “Nueva izquierda”
que hizo con ellos un negocio chueco:

no era brava la chucha, no es que muerda;
es que olvidó limpiarse el recoveco
y las nalgas vendió llenas de mierda.


Peña Nieto y su boda

Ésta es la novedad, ésta es la nota:
que en el mundo del entretenimiento
se ha decidido, en plan de experimento,
cruzar a un neandertal y una gaviota.

Ella es tonta y banal. Él es idiota
y en la historia de amor hay un aliento
transa y electoral al cien por ciento
y una peste a Salinas que se nota.

Era el guión a tal punto deplorable
que terminó muy mal este horroroso
producto comercial presidenciable:

La Muerte se prendó del copetoso,
lo desposó, y se transmitió por cable
el casorio solemne al pie del foso.


Diego Fernández de Cevallos
y los “Misteriosos desaparecedores”

Corruptazo y mamón, este hacendado
niño fascista fue, ¡miren qué tierno!
De Salinas fue socio y subalterno,
creció, se hizo barbón, fue diputado;

de viejo lo tuvieron secuestrado
(se ignora si fue el narco, si el gobierno
o un grupo guerrillero sempiterno);
el rescate pagó; fue liberado.

Aunque no estaba demasiado enfermo,
la Parca cruel se lo llevó a su lado
por odioso, por transa y premoderno.

Pero él está feliz pues, condenado,
sus amigotes son, en el Infierno,
Francisco Franco y Pedro de Alvarado.


Los festejos del Bicentenario

Este dispendio monstruoso
que Felipe cometió,
a los próceres turbó
en su honorable reposo;
son, el desfile, el “coloso”
con la cara de Argumedo,
y el patriótico remedo
(¡qué tal la carta culera
forrada en una bandera!)
señas de que andaba pedo.


LA CFE, “empresa de clase mundial”

Dizque es “de clase mundial”
esta empresa agusanada
que no sirve para nada
a la gente en general:
la Comisión Federal
de Electricidad les late
sólo a los que quieren yate,
un Ferrari o un contrato,
al charro del sindicato
y algún publicista orate.


La matanza de los
indocumentados centroamericanos

Al sueño del Primer Mundo
pretendían acceder
y fueron a perecer
en un barracón inmundo.

Yacen en foso profundo
por un gobernante omiso
y el canalla que los hizo
migrantes al Otro Mundo.


El Hamlet michoacano

Creyendo ser el Hamlet michoacano,
entre Ser o no Ser se debatía,
mientras todo el país lo maldecía
poniendo la cuestión en verbo llano:

–¿Ser o no Ser espurio? –Eres tirano
por decisión de infame oligarquía.
–¿Ser o no criminal? –No tarda el día
que en en el bote serás cualquier fulano.

–¿Ser corrupto y ladrón? –Hay muchas quejas
pues el dinero público has mordido
y una cultura rateril reflejas.

–Felipe Calderón: estás perdido;
no te extrañe acabar entre las rejas
si el país en osario has convertido.


Los pinches gobernantes chinos
y el Premio Nobel encarcelado

La dictadura del empresariado
que gobierna en Pekín, ha decidido
mantener preso a un Nobel merececido
pues no vaya a espantarle su mercado.

Cárcel a su mujer también ha dado
por un delito atroz y aborrecido:
es que la criminal, a su marido,
en la austera prisión ha visitado.

Adoptará El Maligno a este gobierno
y no sin cierta dosis de cinismo,
lo volverá modelo del Infierno.

Tiene, esta aberración, de comunismo,
lo que de Satanás el Padre Eterno
y lo que de ángel tiene el Diablo mismo.


Mario Vargas Llosa

Yace Mario Vargas Llosa,
despidiendo un gran hedor
mientras a su alrededor
la élite derechosa
a su calaca espantosa
rinde tributo de amor.
Siendo tan buen escritor,
¡qué necesidad tenía
de ser, de la burguesía,
triste sexoservidor!


Carlos Monsiváis

Azote de gobernantes,
terror de los poderosos,
fueron sus textos jocosos
bálsamo a sus semejantes
pues de famoso y desde antes
de la distinción y el premio,
la independencia del gremio
intelectual se las debe,
y hoy brinda por él, y bebe
un “por mi madre, Bohemio”.


El Cavernal de Guadalajara

El tapatío Cavernal reposa
y sin un feligrés que de él se acuerde,
su nombre entre las décadas se pierde,
y es su carne una birria tenebrosa.

Al pie de su caverna hay una losa
para que el despistado lo recuerde:
“Si eres gay o mujer, el perro muerde;
niños, largo de aquí, que el muerto acosa.”

30.10.10

Del cello


Sin haber sido el primer autor en referise a ello, ni mucho menos, J. E. Adoum, gran narigudo ecuatoriano, le puso nombre a lo gozodoloroso: lo que causa un sufrimiento tan comedido que invita a explorar el dolor sin grandes riesgos (como una irritación leve en la encía que se estremece al paso de la lengua, un moretón que se deja sobar mientras emite un lamento quedito y sordo, un pensamiento tenuemente displacentero que se manosea con fruición) o bien lo extremadamente hermoso y por completo inasible: una zarigüeya que danza un instante ante nuestros ojos y desaparece para siempre, la evocación atormentada del esplendor de Tenochtitlan, el transcurso irremediable de la música que acaricia las entrañas, regresa a la nada de donde salió y deja una nueva cicatriz de posesión insosegada. El sonido del cello.


28.10.10

“Placer, placer y dulzura...”


“Yo soy la locura,
la que sola infundo
placer, placer y dulzura,
y contento el mundo.

Dicen a mi nombre
duro mucho o poco
pero no hay hombre
que piense ser loco...”

El último suspiro
del Conquistador / LIX


Jacinta acababa de cumplir 63 años y empezaba a pensar en jubilarse de su plaza de profesora investigadora cuando cayó en sus manos un folleto publicitario de una agencia de aventuras extremas. Por entonces, la moda en esa materia consistía en lanzarse de una avioneta, sin paracaídas, pero con un pequeño impulsor químico orientado por láser –e inspirado en los sistemas de guiado de las viejas “bombas inteligentes”– hacia un pequeño y profundo cuerpo de agua, en el cual el protagonista terminaba el descenso en una emocionante zambullida. En casi tres décadas de convivencia, su marido había logrado disuadirla de protagonizar aventuras semejantes, pero la capacidad y la voluntad de persuasión se la había ido desgastando con el tiempo, y en esa ocasión fue tibio:

–Cómo crees –le dijo, cuando ella le expuso la idea–. Eso es muy arriesgado.

–Más riesgos he corrido –se jactó ella–. ¿Me vas a acompañar, o no?

Andrés la miró con un fastidio cansado en el que se reflejaban 35 años de rencores: había dejado su carrera científica y académica por seguirla a ella, con sus locuras; se había avenido a convertirse en un profesor gris y mediocre de física en una escuela preparatoria; había abdicado a todo proyecto de paternidad, porque Jacinta se había negado en redondo a tener hijos; sólo pretendía, a cambio de todas esas renuncias, una existencia apacible al lado de ella y unos ratos de silencio para concentrarse en una afición que por momentos se le volvía pasión: el estudio de la historia reciente y el relato, en calidad de aficionado, de algunas situaciones del pasado inmediato. Pero cuando ambos tenían unos días libres y él se preparaba para aprovecharlos, ella aparecía con un viaje disparatado o con una aventura insólita, y echaba por tierra la aspiración de Andrés.

Así que, esa vez, lo pensó por unos instantes, se armó de valor y le respondió:

–Vete tú, si quieres –replicó en tono calmado–. Yo no me voy a tirar de un avión, y además quiero escribir unas cosas.

Jacinta montó en cólera ante aquella respuesta, masculló palabras sobre el eterno egoísmo de su marido, se condolió de sí misma por tener que vivir sola sus experiencias más gratificantes, sollozó un poco, se sirvió un tequila, tomó el control remoto convergente, subió el volumen al máximo para molestar a Andrés, marcó el número de la agencia de viajes e hizo una reservación.

–¿Sólo una persona? –se extrañó la señorita en la pantalla panorámica.

–Sólo una –confirmó Jacinta, con un poco de veneno–. Siempre acabo viajando sola.

En sus adentros, Andrés se revolvió en el hartazgo, pero no dijo nada.

* * *

Tomás pensó que cualquier manipulación adicional en el recipiente que albergaba el ánima de su antiguo Señor podría adulterarla en forma definitiva y rechazó la idea de Manuel, de recubrir con resina el frasco de vidrio.

–No –replicó al científico, de manera resuelta–. Antes de que el envase se rompa, es preciso aposentar el ánima que se encuentra en él en un nuevo cuerpo. Debemos hallar uno...

Jacinta se estremeció al escuchar lo que Tomás proponía: buscar un cuerpo para reencarnar el alma que se encontraba en el frasco. Sintió un estremecimiento de placer al imaginarse a sí misma sacando a bofeteadas a Hernán Cortés de su sueño eterno, obligándolo a contemplar, por segunda ocasión, las ruinas del Templo Mayor, rúbrica principal de su vida destructiva, aterrorizándolo con los objetos de la tecnología moderna y obligarlo, así, a beber una sopa de su propio chocolate: hacerle lo mismo que él había hecho con la pólvora y el acero contra los naturales mesoamericanos. Pero hacía falta un cuerpo, quedaba poco tiempo antes de que el frasco se rompiera y el último suspiro del Conquistador escapara hacia la nada definitiva, y era tan poco probable encontrar en ese lapso un organismo en el cual meter aquella alma pérfida. Entonces se le vino a la mente una idea tan perversa que sintió náusea. ¿Y si...?

Sánchez Lora, por su parte, no salía de su sorpresa al encontrarse en aquel encuentro de locos en el que, por lo visto, se trataban asuntos no menos importantes, y no menos misteriosos, que el homicidio de un comerciante travesti de La Lagunilla. Desde la casa de Jacinta había decidido observar y mantener un perfil bajo. Al principio pensó que todo ese desenfreno estaba relacionado con el asesinato, pero luego fue cayendo en la cuenta de que éste era, más bien, un incidente menor en una historia de mayor alcance.

Desde que escuchó a Tomás, Manuel tuvo la certeza de que Jacinta no le había mentido al contarle que aquel frasco que los reunía a todos estaba relacionado con algo antiguo y trascendente, fuera lo que fuera, y decidió apoyarla.

La doctora Contreras había escuchado muchos disparates a lo largo de su vida, pero aquél, proferido por el hombretón de piel clara que había sido presentado como Tomás, le resultó excesivo. Durante varios días, ella se había zambullido en el análisis del contenido de un frasco, había vislumbrado en él una forma hasta entonces desconocida de organización de la materia, y de pronto aparecía un tipo que proponía insertar esa extraña sustancia en una persona. ¿Para qué? ¿Para cumplir un ritual absurdo y supersticioso que haría abortar un descubrimiento importantísimo en ciernes? Era preciso atajar al tipo:

–Discúlpeme –le dijo, empleándose a fondo en el tono frío y doctoral que la caracterizaba–. Esto es un trabajo científico y hay reglas. Ni siquiera sé quién es usted, ni qué hace aquí, en mi laboratorio. Tenemos un protocolo de investigación y debemos cumplirlo.

–Pues fíjese, doctora –intervino entonces Jacinta, con la mirada turbia y la voz gélida– que la investigación la dirijo yo. Llevo unos cuantos años en ella y el señor tiene razón. Además, el frasco es de su propiedad. Con su permiso, procederemos a retirarlo.

La doctora Contreras se sintió tan ofendida que no supo qué contestar y se quedó con la boca abierta y los labios pálidos de la ira. Con un gesto discreto, Manuel la tomó de la mano y le musitó al oído:

–Aguante vara, colega. Tal vez nos quedemos sin ir a Estocolmo, pero si deja que las cosas sigan su curso, tal vez nos topemos con algo mucho más divertido.

Tomás se revolvió en la desesperación. Sintió que el cumplimiento de su deber ancestral se le iba de las manos, se le perdía en aquel jaloneo entre la científica de sangre fría como iguana y la alocada muchacha que le había robado el frasco y que no dejaba de hacer disparates.

–Hay que encontrar un cuerpo...

–Ya cálmese –le dijo Jacinta–. Yo tengo uno.

Todos voltearon a verla.

–¿Que qué? –gritó la doctora Contreras.

–Pues sí –replicó la muchacha con palabras átonas y la mirada perdida–. A mi mamá ya se le escapó el alma. Su cuerpo está disponible.


(Continuará)

27.10.10

Néstor y lo que viene


por Mempo Giardinelli


Escribo esto en caliente, en la misma mañana de la muerte anunciada de Néstor Kirchner, y ojalá me equivoque. Pero siento dolor y miedo, y necesito expresarlo.

Pienso que estos días van a ser feísimos, con un carnaval de hipocresía en el Congreso, ya van a ver. Los muertos políticos van a estar ahí con sus jetas impertérritas. Los resucitados de gobiernos anteriores. Los lameculos profesionales que ahora se dicen "disidentes". Los frívolos y los garcas que a diario dibujan Rudi y Dany. Todos ellos y ellas. Caras de plástico, de hierro fundido, de caca endurecida. Aplaudidos secretamente por los que ya están emitiendo mailes de alegría feroz.

Los veremos en la tele, los veo ya en este mediodía soleado que aquí en el Chaco, al menos, resplandece como para una mejor causa.

Nunca fui kirchnerista. Nunca vi a Néstor en persona, jamás estuve en un mismo lugar con él. Ni siquiera lo voté en 2003. Y se lo dije la única vez que me llamó por teléfono para pedirme que aceptara ser embajador argentino en Cuba.

Siempre dije y escribí que no me gustaba su estilo medio cachafaz, esa informalidad provocadora que lo caracterizaba. Su manera tan peronista de hacer política juntando agua clara y aceite usado y viscoso.

Pero lo fui respetando a medida que, con un poder que no tenía, tomaba velozmente medidas que la Argentina necesitaba y casi todos veníamos pidiendo a gritos. Y que enumero ahora, porque en el futuro inmediato me parece que tendremos que subrayar estos recuentos para marcar diferencias.

Fue él, o su gobierno, y ahora el de Cristina:

—El que cambió la política pública de Derechos Humanos en la Argentina. Nada menos. Ahora algunos dicen que estar "hartos" del asunto, como otros criticaron siempre que era una política más declarativa que otra cosa. Pero Néstor lo hizo: lo empezó y fue consecuente. Y así se ganó el respeto de millones.

—El que cambió la Corte Suprema de Justicia, y no importa si después la Corte no ha sabido cambiar a la justicia argentina.

—El que abrió los archivos de los servicios secretos y con ello reorientó el juicio por los atentados sufridos por la comunidad judía en los '90.

—El que recuperó el control público del Correo, de Aguas, de Aerolíneas.

—El que impulsó y logró la nulidad de las leyes que impedían conocer la verdad y castigar a los culpables del genocidio.

—El que cambió nuestra política exterior terminando con las claudicantes relaciones carnales y otras payasadas.

—El que dispuso una consecuente y progresista política educativa como no tuvimos por décadas, y el que cambió la infame Ley Federal de Educación menemista por la actual, que es democrática e inclusiva.

—El que empezó a cambiar la política hacia los maestros y los jubilados, que por muchos años fueron los dos sectores salarialmente más atrasados del país.

—El que cambió radicalmente la política de Defensa, de manera que ahora este país empieza a tener unas Fuerzas Armadas diferentes, democráticas y sometidas al poder político por primera vez en su historia.

—El que inició una gestión plural en la Cultura, que ahora abarca todo el país y no sólo la Ciudad de Buenos Aires.

—El que comenzó la primera reforma fiscal en décadas, a la que todavía le falta mucho pero hoy permite recaudaciones récord.

—El que renegoció la deuda externa y terminó con la estúpida dictadura del FMI. Y por primera vez maneja el Banco Central con una política nacional y con record de divisas.

—El que liquidó el infame negocio de las AFJP y recuperó para el Estado la previsión social.

—El que con la nueva Ley de Medios empezó a limitar el poder absoluto de la dictadura periodística privada que todavía distorsiona la cabeza de millones de compatriotas.

—El que impulsó la Ley de matrimonio igualitario y mantiene una política antidiscriminatoria como jamás tuvimos.

—El que viene gestionando un crecimiento económico de los más altos del mundo, con recuperación industrial evidente, estabilidad de casi una década y disminución del desempleo. Y va por más, porque se acerca la nueva legislación de entidades bancarias, que terminará un día de estos con las herencias de Martínez de Hoz y de Cavallo.

Néstor lo hizo. Junto a Cristina, que lo sigue haciendo. Con innumerables errores, desde ya. Con metidas de pata, corruptelas y turbiedades varias y algunas muy irritantes, funcionarios impresentables, cierta belicosidad inútil y lo que se quiera reprocharles, todo eso que a muchos como yo nos dificulta declararnos kirchneristas, o nos lo impide.

Pero sólo los miserables olvidan que la corrupción en la Argentina es connatural desde que la reinventaron los mil veces malditos dictadores y el riojano ídem.

De manera que sin justificarle ni un centavo mal habido a nadie, en esta hora hay que recordarle a la nación toda que nadie, pero nadie, y ningún presidente desde por lo menos Juan Perón entre el 46 y el 55, produjo tantos y tan profundos cambios positivos en y para la vida nacional.

A ver si alguien puede decir lo contrario.

De manera que menudos méritos los de este flaco bizco, desfachatado, contradictorio y de caminar ladeado, como el de los pingüinos.

Sí, escribo esto adolorido y con miedo, en esta jodida mañana de sol, y desolado también, como millones de argentinos, un poco por este hombre que Estela de Carlotto acaba de definir como "indispensable" y otro poco por nosotros, por nuestro amado y pobrecito país.

Y redoblo mi ruego de que Cristina se cuide, y la cuidemos. Se nos viene encima un año tremendo, con las jaurías sedientas y capaces de cualquier cosa por recuperar el miserable poder que tuvieron y perdieron gracias a quienes ellos llamaron despreciativamente "Los K" y nosotros, los argentinos de a pie, los ciudadanos y ciudadanas que no comemos masitas envenenadas por la prensa y la tele del sistema mediático privado, probablemente y en adelante los recordaremos como "Néstor y Cristina, los que cambiaron la Argentina".

Descanse en paz, Néstor Kirchner, con todos sus errores, defectos y miserias si las tuvo, pero sobre todo con sus enormes aciertos. Y aguante Cristina. Que no está sola.

Y los demás, nosotros, a apechugar. ¿O acaso hemos hecho otra cosa en nuestras vidas y en este país? •

26.10.10

Destrudo


Llamar antes de entrar, con voz muy suave;
andar con tiento,
caminar despacio:
el reptil anda suelto,
blande su cola destructiva
y anida en el amor, en el hermano.

Cada cual, cada pecho, cada palma,
una estela de escombros va dejando.

Cada cabeza es una bomba atómica
despierta en la quietud, pero que sueña
con entonar el canto
de su propia explosión,
con estrenar ahora mismo
un final inmediato.

Estamos, inocentes destructores,

en una red de paz que se convierte
en un campo minado
y más nos vale irnos con tiento,
caminar despacio,
quitar a cada término la carga
de uranio.

Es mejor ser corteses: aún somos lagartos.

Modelo de negocio


No se equivocaba Jeffrey Max Jones Jones cuando, hace justamente un año, postulaba que el narcotráfico es un negocio modelo (es decir, “arquetipo o punto de referencia para imitarlo o reproducirlo”) e instaba a los hombres de empresa del sector agropecuario a aprender de los barones de la droga, quienes “han logrado definir el mercado con el gobierno en contra y sin subsidios”. La única falsedad en la que incurrió el entonces subsecretario de Fomento de la Secretaría de Agricultura fue en ese último dato, porque, por medio de los programas gubernamentales Procampo y Aserca, el gobierno federal subsidia (y lo seguirá haciendo, según dijo en marzo de este año el aún subsecretario de Desarrollo Rural, Ignacio Rivera Rodríguez) a esa actividad que, en efecto, resulta paradigmática de los buenos negocios en la economía neoliberal: altas tasas de utilidad, expansión constante, innovación, mercado competitivo, desregulación, reducción de costos y recurso intensivo al outsourcing. Pero la hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud, y el régimen de Felipe Calderón no aguantó tanta transparencia de intenciones: tras ruborizarse por las claridosas palabras de Jones Jones, la administración lo puso de patitas en la calle.

Pero desde mucho antes, y hasta la fecha, la gerencia en turno del régimen oligárquico ha estado trabajando duro para crearles y multiplicarles a los empresarios beneficiados por el neoliberalismo extremo –narcos y otros– oportunidades de negocio: ya sea malbaratando propiedad pública, programando gastos innecesarios e insultantes, permitiendo la explotación inmisericorde de los trabajadores, dejando de cobrar impuestos o incrementando las condiciones de persecución y sordidez necesarias para el florecimiento del tráfico de cosas ilegales, el desgobierno se ha mantenido fiel al precepto de acelerar la concentración de la riqueza en unas cuantas manos, imponer la ley de la jungla en la economía e impulsar la venta de todo lo vendible.

Tras los homicidios de 14 muchachos en Ciudad Juárez, el fin de semana, de los de otros 13, en Tijuana, y de la mayoría de las decenas de muertes violentas ocurridas en el país en estos días, subyace un afán de lucro equiparable al que desembocó en los asesinatos corporativos perpetrados en Pasta de Conchos en febrero de 2006, al que animó la intentona de privatización de la industria petrolera en abril de 2008, al que condujo al robo de los recursos de Luz y Fuerza del Centro en octubre de 2009, al que provocó el saqueo de Mexicana de Aviación o al que se pretendió hacer con la llamada licitación 21, hace unos días: reducir costos, incrementar la competitividad, maximizar las utilidades. Es más barato matar que negociar, más se gana licitando que preservando, menos se gasta en saquear que en reestructurar.

No sean cursis: las vidas humanas son un insumo más en el vasto proceso de acumulación. Lo de menos es que sean de mineros, de chavos enfiestados, de adictos, de niños, de señoras que van pasando, de ancianos o de indígenas. Calderón no se cansa de repetir (lo dijo, por ejemplo, en febrero y abril de 2007, en enero de 2008, en agosto de 2010, y lo reitera cada vez que puede) que su pretendido afán contra la delincuencia “costará vidas”, y lo dice siempre en tiempo futuro, como quien planifica un programa de inversiones. Sería injusto negar que el tsunami de sangre que ha provocado ya rinde frutos: los narcos, los secuestradores, los funcionarios corruptos y los vendedores de armas, hacen fortunas como nunca y hay, en consecuencia, carretadas de dinero disponible para que las instituciones financieras hagan la lavandería a gran escala. Y que no se escatime el logro de la derrama de riqueza, pues en estos años se han multiplicado los puestos de trabajo. Para todos hay: desde los delictivos sicarios y descuartizadores hasta los honestos embalsamadores y los músicos que se contratan para acompañar cortejos fúnebres. El neoliberalismo, llevado a sus últimas consecuencias, está operando el milagro de reactivar la economía.

El negocio principal, el que imprime dinamismo al resto de las actividades productivas, es una aportación de los administradores actuales de la oligarquía mexicana (hay que ir pensando en postularlos para el Nobel de Economía del año entrante): la destrucción del país.

25.10.10

Lunes de Luneta

Y esos a los que les encantan las orejas cortadas en forma de piquito, ¿por qué no practican primero con su hermana, con su hijo o con su abuela?

22.10.10

Extremos del incrédulo

“El mundo real es un universo en movimiento, sistematizado y conectado por las leyes físicas de la materia, aunque este mundo sea una olla hirviendo o el big bang. Parte de ese universo real es un diamante, inmóvil, pulcramente simétrico que nos trae al pensamiento la idea de sistema. Parte de ese universo, también, es un volcán en erupción, ígneo, caliente y tumultuoso.”

(José Villacís: Effectus durat, durante causa)

—Pamplinas. La bronca es que Dios tiene trastorno bipolar.

Para vivir mejor...

21.10.10

El último suspiro
del Conquistador / LVIII


¿Y de dónde había sacado ella esos versos? Nunca se lo preguntó. Con la distancia de las décadas comprendió que aquella tarde, cuando ella los recitó, había ocurrido algo más que un acto de seducción; había sido una verdadera programación, una infección en cámara lentísima que le cambió la vida y se la condujo por un camino muy distinto al que había creído trazar. Terminó por aceptar las limitaciones que le impuso la vida misma y, dentro de ellas, había encontrado un nuevo territorio, no en la literatura, sino en la historia. La soberanía demanda un ámbito preciso para ser ejercida. La creación no puede existir si no se le otorga un espacio y un tiempo precisos. La creación y la libertad –que tal vez sean lo mismo– requieren de la constricción. Durante muchos años siguió acudiendo a aquellos versos:

Tal vez esta oquedad que nos estrecha
en islas de monólogos sin eco,
aunque se llama Dios,
no sea sino un vaso
que nos amolda el alma perdidiza...

* * *

En la alargada mesa del laboratorio Manuel se empeñaba en fabricar una resina sintética. La doctora Contreras, en forma cuidadosamente descuidada, pasó el brazo sobre su hombro y le preguntó con intención juguetona:

–Oiga, Manuel, ¿y usted me puede prestar dinero para el boleto a Estocolmo?

Al oír aquello, el científico paró en seco su actividad, abrió los ojos y volteó a ver a su colega. Sus rostros quedaron separados por unos pocos centímetros.

–¿Perdón? ¿A dónde?

–Pues para cuando tengamos que ir a recibir el Nobel –dijo ella, dándole un empujoncito y esbozando con una sonrisa poco frecuente–. Siempre me he preguntado cómo le hacen los galardonados para pagarse el viaje antes de que les entreguen el cheque.

Manuel se rió con la ocurrencia, pero no dejó de sorprenderse por aquel arranque de buen humor y espíritu campechano de la doctora Contreras. Decidió corresponder con una galantería desfachatada:

–¿Y cómo le va a hacer usted la noche de la ceremonia para verse más guapa que de costumbre?

La doctora Contreras no supo qué responder, se puso colorada, se apartó de su colega y se puso a juguetear con unos tubos de ensayo. A Manuel le dio ternura al ver el pudor de la mujer y la ternura se le volvió una urgencia de piel que no había sentido en mucho tiempo. Se levantó, se acercó a ella y llamó su atención con suavidad:

–Oiga, doctora...

–Dígame, Manuel.

–Tal vez usted y yo seamos demasiado jóvenes para hacer estas cosas... –dijo, mientras la tomaba por los hombros. Pero ella siguió dándole la espalda e ignoró la ironía. En cambio, decidió lanzarle una pequeña estocada:

–¿Cómo está su esposa, Manuel? –preguntó con un tono levemente insidioso y colérico.

–Pues... No sabría decirle, porque no la he vuelto a ver desde que se murió. Hace siete años –respondió él, ufano.

La vergüenza de la doctora Contreras se incrementó de golpe: no recordaba que él hubiese enviudado. No le quedó más remedio que voltear y mirarlo a los ojos desde el fondo de la indefensión. Él decidió aprovechar el momento.

–Pero ese no era el tema de la discusión –dijo, mientras aproximaba su cara a la de ella–. A ver si luego no nos acusamos mutuamente de acoso a menores...

Acercó sus labios a los de la doctora y ella no retrocedió. Fue apenas un primer roce. En eso se escuchó un barullo de voces y de pasos en el pasillo. De inmediato, la doctora Contreras se apartó con rapidez de Manuel y, en un gesto reflejo, se arregló el pelo con la mano.

* * *

Lo había perdido todo: la musculatura, la osamenta, la mirada, el gusto, el oído, el olfato y el tacto; había quedado reducido a una noción de sí mismo, a una neblina rala y medrosa que se mantenía, sin embargo, como el asiento de su persona. ¿Habría algo por venir? ¿Tendría futuro la eternidad?

* * *

Pocos días después, Andrés y Jacinta se casaron y en los meses, años y décadas subsecuentes construyeron una relación horrible.

* * *

Manuel no se arredró cuando Jacinta entró al laboratorio, seguida por Andrés, por Tomás, por Garcí y por Sánchez Lora.

–¡Hola! –saludó a la muchacha con una sonrisa pícara–. ¿Se te multiplicaron los novios en el camino?

–Buenas tardes –respondió ella, sin acusar recibo de la broma–. Manuel, doctora, les presento a Andrés, a Tomás, a... Perdonen, cuáles son sus nombres? –inquirió, dirigiéndose a los otros dos del grupo.

–Perito forense Sánchez Lora, para servirles. Buenas tardes.

–Yo me llamo Garcí.

–Oiga –irrumpió la doctora Contreras, ya dueña de su personalidad habitual–. El trabajo acordado era entre usted, Manuel y yo. ¿Qué hacen todas estas personas en mi laboratorio?

Jacinta iba a responder pero Andrés intuyó que se acercaba un choque de personalidades entre ambas mujeres, contuvo a la que tenía a su lado y tomó la palabra:

–Parece que aquí todos, menos yo, están aquí por algo importante. El señor –y señaló a Tomás– es el propietario del frasco, y el joven –dijo, refiriéndose a Garcí– viene con él. El otro señor está investigando un... Bueno, yo les propongo que nos demos un tiempo para que cada quien se presente.

–Eso está bien –contestó Manuel, sintiendo una inmediata afinidad con el joven– pero no tenemos mucho tiempo. Tengo que preparar un recubrimiento de resina para el frasco.

–¿Qué? –gritó Jacinta, indignada.

–¿Qué pretende hacer? –terció Tomás, con un tono de alarma.

La doctora Contreras intervino y expuso con tono petulante:

–Han aparecido microgrietas en el tejido molecular del recipiente, y...

–Lo que quiere decir la doctora –la interrumpió Manuel– es que el pinche frasco está a punto de hacerse pedazos.

–Debemos buscar un cuerpo en el cual aposentarlo. Ahora mismo –dijo Tomás.

Los presentes lo miraron con expresión de horror.


(Continuará)

19.10.10

Sucesiones


En los primeros días de su régimen, Salinas requería con urgencia de la legitimidad que las urnas le negaron y fue a buscarla hasta Ciudad Madero, a la casa de La Quina. Con el golpe al líder petrolero charro mató tres pájaros de un tiro: exhibió algo que parecía disposición a acabar con los inveterados cacicazgos sindicales, se hizo con el control de ese y de otros sindicatos por medio de la imposición de líderes igual de corruptos que los anteriores, pero que le eren incondicionales y cobró venganza por el respaldo electoral de los petroleros a Cuauhtémoc Cárdenas, ganador de los comicios presidenciales de julio de 1988.

Seis años después, la presidencia enclenque de Zedillo se vio enfrentada a un imperativo similar. Su antecesor había dejado la economía en ruinas y un reguero de sangre: cientos de perredistas asesinados, además de los homicidios de priístas de primera línea cuya responsabilidad, ante la incapacidad o la falta de voluntad del salinato para investigarlos, fue atribuida por la opinión pública al propio jefe del régimen. El actual empleado de transnacionales gringas ganó la elección de 1994 en la literalidad legal, pero con el aplastante apoyo propagandístico y corruptor de la Presidencia, y fue percibido como pelele. Para darse un margen de maniobra y una mínima credibilidad, Zedillo tenía que meter al bote a un delincuente que se apellidara Salinas, y así lo hizo con el más vulnerable de la familia. Mediante el atraco del Fobaproa, el graduado de Yale inició la legalización de la corrupción oficial –“transparencia”, le dicen ahora–, despedazó la economía y encabezó un sexenio cruento, caracterizado por el reestreno nacional de la contrainsurgencia y por las masacres de campesinos, de Aguas Blancas a Acteal.

A pesar de ese saldo negro, que exigía la imputación de responsabilidades penales contra el equipo gubernamental del zedillato, Fox se abstuvo de emprender acciones en este sentido, no porque no fueran procedentes, sino porque no las necesitaba: empezó su gobierno parado sobre un sólido bono democrático, como efecto de la alternancia presidencial entre logotipos y colores distintos, y perdonó incluso a los perpetradores del Pemexgate. En sus primeros cuatro años, el de las botas reprimió con discreción, aunque en 2005 y 2006 el gobierno cometió atrocidades dignas de causa penal en Lázaro Cárdenas, Texcoco-Acteal y Oaxaca. La economía fue sometida a un intenso maquillaje que le permitió una aprobación “de panzazo”, pero la sociedad se sintió agraviada por el intenso enriquecimiento de la esposa y de los hijastros, con el telón de fondo de la desaparición de 75 mil millones de dólares producto de los excedentes petroleros (hasta la fecha, nadie ha sabido explicar con precisión a dónde fueron a parar y, en consecuencia, se aceptan sospechas).

De Calderón se esperaba que actuara penalmente contra los parientes de Fox, no sólo porque había suficientes indicios para ello, sino también por el menguadísimo margen político de su gestión usurpadora. Pero esa misma debilidad impidió al michoacano un ejercicio de deslinde: carecía (carece) de apoyos sólidos fuera de la oligarquía que lo impuso, y de la que su antecesor forma parte; por añadidura, Calderón sabe perfectamente que cualquier gesto de abierta hostilidad contra Fox se le revertiría en la forma de una campechana confesión sobre manejos electorales turbios, urdidos desde el poder, para poner en la Presidencia a quien no ganó los comicios de 2006. Así las cosas, e imposibilitado para gobernar, hubo de conformarse con desgobernar, y en ese afán se inventó, para probar su audacia ante el público, una gesta heroica contra “la delincuencia organizada”, enemigo difuso y confuso que, en última instancia, forma parte de la oligarquía dominante, vía lavado de fortunas. La lucha ha sido muy sangrienta, pero inútil, y en su transcurso se ha perdido lo que quedaba de seguridad pública, estado de derecho, certeza jurídica y normalidad institucional. Y qué decir de las transparentes raterías cometidas día a día por el grupo mediático-político-empresarial que controla las instituciones o de una situación económica que ya no responde ni con inversiones millonarias en maquillaje y publicidad.

Con tales saldos de desastre, Calderón debe tener suficientes motivos de inquietud con el tema de la sucesión y de su futuro en general. Ahora, ante la caída electoral de su partido, le toca negociar su impunidad con algún político priísta inventado por la televisión o con un bateador emergente emanado del gatopardismo camachucho y, lo más complicado, lograr que cualquiera de esos gane unos comicios impolutos. Más difícil es irse que llegar. ¿Y si estuviera acariciando la posibilidad de quedarse?

15.10.10

Javier en la despedida

Nos habíamos quedado solos ella y yo, bajo la luna turca, en la terraza de “Café caliente”, un comedero de Estambul que pretendía ser mexicano, y deglutíamos en silencio una masa nauseabunda remotamente inspirada en los chilaquiles: harina de maíz mezclada con aguacate, crema dulce y trozos de pollo. A la mañana siguiente yo habría de tomar un avión que me llevara de regreso a la Cristiandad y ambos sabíamos que era sumamente improbable un encuentro ulterior. El deslumbramiento inicial, dos o tres convivencias vertiginosas en ciertas ciudades y muchos meses de obsesivos correos electrónicos en modo MS-DOS desembocaban en esa despedida: la vida y el agravio por el brazo baldado de Cervantes se interponían entre nosotros. La inmundicia en mi plato me ayudaba a evitar que se me pusieran los ojos cursis, pues la náusea casi siempre espanta la tristeza. Pero en ese momento algún imbécil que actuaba fuera de nuestro campo visual, creyendo complacernos, tuvo la ocurrencia de enviar por las bocinas del local el sonido de esta rola, precisamente de ésta. El efecto, desde luego, fue rápido y desastroso.


14.10.10

El último suspiro
del Conquistador / LVII


Ella le había alterado la vida en forma brusca e irremediable, y durante muchos años él pensó que aquel cambio había sido pura pérdida: un futuro profesional que prometía ser brillante, el reconocimiento académico y la aceptación en el selecto círculo mundial de la física... ¿A cambio de qué? De un amor sobresaltado y peligroso, al principio, de una permanente sensación de estar en el epicentro de un terremoto, y después, décadas de desencanto y tedio conyugal entre dos seres de ingeniería demasiado distinta; concesiones diarias de él a ella, realizadas con la esperanza inútil de revivir la pasión inicial. Pero cuando se quedó solo, hubo de admitir que ella, de seguro en forma involuntaria, lo había inoculado con la imaginación que a él le había faltado durante toda su vida, hasta que la conoció, que gracias a ella (o a la ausencia de ella) había descubierto esa modalidad de viaje en el tiempo a la que los espíritus cuadrados denominan historia, y que esa actividad terminó por volverse la verdadera pasión de su vida.

* * *

Manuel observó las distintas gráficas que le mostró la azorada doctora Contreras, y se alarmó. En efecto, el fondo de aquel frasco estaba recorrido por grietas microscópicas, quiebres en el ordenamiento molecular del cristal que crecían en forma acelerada. De continuar la expansión, en poco tiempo serían visibles a simple vista. Proyectó el proceso en cámara rápida e imaginó el recipiente craquelado, recorrido por múltiples rupturas por las que, a la postre, se escaparía su extraño contenido. El fenómeno, recordó, es poco frecuente, pero no desconocido, y ocurre en las fases previas a la ruptura en los procesos de fatiga de materiales. Pensó entonces que aquel frasco había llevado una vida agitada, o bien que el gas que contenía experimentaba ciclos de contracción-expansión, lo que sometería a las paredes del contenedor a ciertas presiones... Y si a eso se le agregaba que el conjunto era antiquísimo, como alegaba Jacinta...

–¡Ya sé! –dijo de pronto–. Doctora, tenemos que encapsular esto en resina. Y tenemos que hacerlo rápido, antes de que el gas del interior se nos vaya de pinta.

Hasta ese momento, Manuel había asumido ante su colega una actitud de irreverente pasividad, eludiendo las facetas ríspidas del carácter de la doctora Contreras. Pero en las horas previas los papeles habían ido cambiando de manera sutil, y ahora ella se comportaba como una mujer frágil, asustada por la magnitud y el misterio de lo que iban descubriendo, y vulnerada por la eclosión de un sentimiento de atracción hacia su viejo colega. Se sintió atrapada entre la necesidad de manifestar el deseo de cercanía y la urgencia de asegurar de alguna forma aquella cosa que en cualquier momento podría escapar de su encierro cristalino y perderse para siempre en la atmósfera.

* * *

–He vivido en muchos cuerpos – dijo el almero Tomás.

Tras las desconcertantes presentaciones iniciales a la puerta de la casa, Andrés había ideado lo más sensato para salir de la situación: buscar las llaves en la bolsa de Jacinta, que estaba alelada y no atinaba a reaccionar, abrir la puerta e invitar a los tres desconocidos a que pasaran. Venciendo el cansancio del vuelo trasatlántico, multiplicado por dos horas de agonía en el embotellamiento en el Distrito Federal, fue a la cocina, preparó café, lo distribuyó entre los presentes, servido en las horribles tazas de Eduviges –loza mal prensada que imitaba la porcelana– y se resignó a esclarecer todo aquel embrollo. Sin tener muy claro por dónde empezar, se dirigió al que parecía mayor de los tres, el calvo grandote de piel lechosa:

–Pues platíquenos...

–Entiendo que no me reconozcas –se dirigió a Jacinta el aludido con voz calma y grave– porque me conociste con otra forma. En cuatrocientos cuarenta y cuatro años he pasado por muchas. He tenido un envoltorio de natural, me he metido en el cuerpo de un negro, he vivido como mestizo, y ésta es la tercera o cuarta vez que ocupo un cuerpo europeo. ¿La tercera o la cuarta? –preguntó a su acompañante.

–La cuarta –contestó el asiático, con una sonrisa.

–¿Y usted espera que yo me crea todo eso? –replicó Jacinta, sin convicción, y aferrada a la taza de café como si ésta fuera una cuerda y ella, un náufrago.

–Estuviste hospedada en mi casa –dijo el hombre con suavidad–. Puedo darte las fechas. Puedo repetirte lo que hablaste en sueños. Puedo decirte el color de los zapatos que llevabas, los motivos bordados en el huipil que compraste y que te dejaste puesto todos esos días. Puedo decirte el color del cuaderno en el que hacías tus anotaciones. No debiste robar el frasco de mi almario, porque sólo yo puedo deshacerme de la obligación que guarda.

Al oír aquello, Jacinta se derrumbó en el sillón y el oriental se carcajeó. Sánchez Lora seguía la plática con una mirada perspicaz.

–¿Qué guarda? –preguntó Andrés.

El extraño clavó la vista en Jacinta y ésta asintió con un gesto de la cabeza, como autorizando las palabras que pronunciaría el hombre:

–El alma del capitán Hernán Cortés.

–Está bien: sí, yo tengo su frasco –dijo Jacinta, impresionada por el cambio en el físico de Tomás, y sin poder contener un temblor leve, pero imperceptible–. Así que usted... usted... ha cambiado de...

–No sólo yo. También mis hijos, mi sirviente Garcí... –y señaló al hombre menudo y correoso que estaba a su lado.

–¿Y para qué quiere el frasco? –preguntó ella.

–Tengo el compromiso de volverlo a la vida. Durante varios siglos lo postergué, pero cuando te llevaste el recipiente de su alma me quedó claro que debía terminar con eso y poner fin a su cuidado.

–¡Enfrascar almas! –exclamó Andrés–. Pero... ¿colocar en otros cuerpos? Disculpe, hasta allí no llega mi credulidad.

–¡Lo hace! ¡Lo hace! –le gritó Jacinta, aterrada–. Este hombre es Tomás, te lo juro. No es él, pero sí es él... Habla con otra voz, tiene otra cara... pero es él...

Andrés apretó el antebrazo de Jacinta para contenerla y miró a Tomás con una exigencia muda de explicaciones.

–Es más simple de lo que se piensa –contestó el hombre, captando el gesto–. Cuando encontremos al cuerpo adecuado, resucitaré al Capitán y lo dejaré a su albedrío, se enfade o no.

En eso, sonó el teléfono. Andrés se levantó, cogió el aparato, lo llevó hasta el asiento de Jacinta y se lo entregó. Ésta tomó la comunicación.

–¿Diga...? ¿Manuel?

Los ojos de la muchacha se abrieron con desmesura. Luego exclamó:

–¡Vamos para allá! –gritó, y colgó.

–¿Qué pasa? Preguntó Andrés.

–Que el frasco está lleno de grietas –dijo ella, con la mirada desorbitada, y mirando sucesivamente a Andrés y a Tomás–. Se está rompiendo... ¡Debemos ir para allá!

–¿Mi frasco? –se alarmó Tomás–. ¿Dónde se encuentra?

–Venga –respondió Jacinta, poniéndose de pie–. En el camino le explico.

–Momento –intervino Sánchez Lora–. A mí también tendría que contarme usted algunas cosas...

–Le cuento lo que quiera –respondió Jacinta–, pero en el camino. Nos tenemos que ir.

(Continuará)

12.10.10

Acuse de recibo


El pasado miércoles 6 de octubre, señor Felipe Calderón Hinojosa, recibí en mi domicilio una carta de usted y, adjunta, una bandera de México de manufactura ínfima que contrasta con el fólder de papel satinado en el que está inserta. En uno de sus lados, el envoltorio ostenta un suajado o perforación circular para enmarcar el escudo nacional impreso en la cara siguiente, pero el troquel fue calibrado con un error de más de 15 milímetros, por lo que la insignia queda fuera de centro. En la cuarta cara del fólder se reproducen las cuatro estrofas de la versión oficial actual del Himno Nacional; un punto digno de encomio es que, hasta ahora, se ha resistido a la tentación de insertar en ella los pasajes iturbidistas originales. En el reverso de la carta hay tres franjas horizontales, de color mostaza, las de arriba y abajo, y de color verde botella, la del centro. En la superior se sobreponen los rostros de algunos independentistas, pero con rasgos tan infantiles que parecen obra de un un dibujante de manga; en la central, una frase de Allende que no viene al caso: habla de la falta de relación entre la dimensión de la obra de las personas y el tamaño de las localidades donde nacen; en la inferior, un pequeño acto administrativo para formalizar el dispendio: “Porte pagado / Registro PC09-3990 / Autorizado por Sepomex”. La impresión de las plastas de color exhibe una falla de registro, de modo que en el borde derecho del reverso queda una raya blanca. En el anverso, los márgenes verticales resultan ridículamente estrechos en comparación con los horizontales: error de bachillerato en un diseño. En resumen, al envío, que llegó atrasado, se le nota que fue hecho “al aventón” –expresión mexicanísima– y con sumo desaliño. A ver si un día nos enteramos de cuánto de nuestro dinero fue a parar a manos de unos contratistas chambones sin que se nos diera oportunidad de opinar al respecto.

El contenido, señor Calderón, es impresentable desde el primer párrafo. Tomo por ejemplo esa consigna de “celebrar 200 años de ser orgullosamente mexicanos”, como si alguno de los habitantes del México actual tuviera la edad suficiente para ello, o como si los insurgentes que en 1810 se alzaron en armas contra el poder colonial no hubiesen tenido cosas más importantes que hacer, en aquel momento, que crear por decreto un gentilicio o una nacionalidad. El primero existía en tiempos previos a la Conquista; la segunda, en tanto que formalismo administrativo, surgió en fecha muy posterior a la gesta iniciada en Dolores; una tercera acepción, que es la de identidad, se ha ido forjando en un lapso incierto en cuyos límites no se han puesto de acuerdo los historiadores y los sociólogos: ¿es incorrecto llamar mexicanos a los novohispanos? ¿Ha de estrenarse el calificativo con los súbditos del Imperio proclamado el 28 de septiembre de 1821? Por cierto, en esa fecha se hizo referencia a una “Nación Mexicana que, por 300 años, no ha tenido voluntad propia” y que “sale hoy de la opresión en que ha vivido”. Se podrá entender que, por pruritos ideológicos, Guillermo Prieto y Vicente Riva Palacio no sean autores muy leídos en las altas esferas del régimen, pero no hay pretexto para no consultar, al menos, a Lucas Alamán.

En el segundo párrafo usted comete dislates y omisiones imperdonables: dice que la Bandera Nacional “sintetiza nuestro pasado indígena, nuestra historia y nuestra lucha por la libertad”, como si el primero no fuera parte de la segunda, y como si ésta, la historia, no incluyera, además de movimientos de liberación, gestas fundamentales por la justicia y por la conquista de derechos (empezando por el derecho a comer), para poner fin a los abusos de los poderosos y para tener una vida digna, así como resistencias para impedir que el país resultara destruido por designios foráneos con complicidades oligárquicas locales; tales gestas conformaron, junto con las de liberación, al México que aún nos queda –a pesar de la labor de destrucción sistemática protagonizada por usted y sus antecesores hasta 1988– y están también representadas (no “sintetizadas”) en la enseña nacional.

Por razones de espacio he de pasar por alto su análisis primitivo y beligerante, acaso basado en Wikipedia, del escudo nacional (si uno pone las cosas en su contexto declarativo, le faltó a usted contarnos que la serpiente devorada por el águila representa a López Obrador) y varias afirmaciones shalalá contenidas en su misiva. Pero las buenas maneras recomiendan dar respuesta a (o, cuando menos, acusar recibo de) las cartas. La que usted se atrevió a enviarme, señor Calderón, y dicho sea de mexicano a mexicano, es una vergüenza.



11.10.10

Lo que pasó entre
Chavela y Sócrates

Fue tormenta serena y apacible
en un jardín intenso y agitado.
Fue como recibir lo que se ha dado
con una prendidez indescriptible.

Fue toda una mudanza inamovible;
fue encontrar el futuro en el pasado.
Es la casualidad que ha derribado
la puerta donde habita lo imposible.

Fue noche deslumbrante y es mañana
que invita a no salir en todo el día;
es viento celestial y carne humana.

Fue dolor que al dolerse se reía;
es un ritual de comunión profana
entre vida, canción y poesía.

7.10.10

El último suspiro
del Conquistador / LVI


La sensación de abismo bajo sus pies inexistentes: la había experimentado cuando la laguna hirvió de guerreros aztecas dispuestos a vengar la matanza del Templo Mayor y él se encontraba cercado, junto con un puñado de hombres, en el palacio de Axayácatl, y hubo de ordenar una huída silenciosa y nocturna, no sin antes amarrar los hocicos de los caballos para que los relinchos no los delataran a los oídos de los defensores de la ciudad. Una anciana sin nombre que salió a tomar agua los divisó, dio aviso a los mexicanos y éstos no tardaron en lanzar sobre los fugitivos una nube de flechas. Evocó su propia angustia y la dificultad de cada paso sobre la Calzada de Tacuba. De no haber sido por Martín de Gamboa, quien lo rescató y lo subió a su montura, habría sucumbido allí mismo, propinando mandobles a las tinieblas y con los pies enredados en los intestinos de sus compañeros muertos. Volvió el recuerdo amargo y vergonzoso –la vergüenza de la huída sería siempre más poderosa que el orgullo de la victoria posterior– y supo que, fuera donde fuera que se encontrase, tenía que salir de allí.

* * *

Poco antes de cumplir 50 años, Rufina conoció al último amor de su vida, al que habría de ser su asesino.

* * *

–Oiga, Manuel: hay algo que me preocupa –dijo la doctora Contreras cuando volvieron al laboratorio.

–¿Qué es, doctora?

–Ese frasco se está rompiendo –dijo ella, con un lenguaje llano que no le era característico.

–¿Qué?

–Pues sí –dijo ella, bajando la vista–. Es que... En estos días estuve analizando también el recipiente...

–No me diga que le tomó muestras –se alarmó él–. ¿Pues qué hizo, doctora?

–No, no... –respondió ella a la defensiva, sintiéndose un tanto culpable por haber excedido el acuerdo inicial de no alterar en nada el objeto del estudio–. Sólo lo pasé por un instrumento de corrientes inducidas y detecté algunas microgrietas en la base. Parecen fallas por fatiga... Y están creciendo.

* * *

La información fue reproducida en las secciones de notas curiosas y de sucesos extraños de dos periódicos locales: un individuo con condición de muerte cerebral había desaparecido, sin dejar rastros, del Hospital General de Comitán. Se trataba de un hombre de 62 años, sin familiares directos, de oficio comerciante y de origen español, aunque naturalizado mexicano. En un país en el que decenas de personas caían víctimas de la violencia descontrolada y en el que el secuestro y la desaparición forzada habían alcanzado una frecuencia sin precedentes, nadie le dio importancia al incidente.

* * *

Cuando llegaron a la casa de Eduviges, después de padecer un embotellamiento horrendo, Jacinta y Andrés observaron a tres hombres desconocidos frente a la puerta del inmueble. Jacinta temió que estuvieran allí para comunicarle una mala noticia relacionada con su mamá, quien permanecía internada en un hospital, en estado de coma. Se bajó precipitadamente del taxi, se enredó con la correa de su propia bolsa de mano y estuvo a punto de caer al piso, pero uno de los hombres se acercó a ella con agilidad y la detuvo. Ella se recompuso como pudo, pero perdió el impulso para encarar a los sujetos.

–¿Está usted bien? –le preguntó el que la había auxiliado.

–Si, gracias –dijo ella, con sequedad, mientras Andrés se encargaba de pagar al conductor y de bajar su equipaje del vehículo.

–¿Es usted Jacinta Dionez? –preguntó el hombre.

–Sí –respondió la aludida–. ¿Y usted...?

–Sánchez Lora, perito forense, para servirle.

Al escuchar aquella presentación, el cerebro de Jacinta trabajó con rapidez: su madre había muerto y le habían enviado a aquel hombre para que le informara el deceso. Pero... ¿un forense? ¿Autopsia? ¿Por qué carajos? ¿Cómo se atrevían?

–¡Ay, no! ¡Mi mamá! –exclamó, fuera de sí–. ¿En dónde está? ¿Dónde la tienen?

–¿A quién? –preguntó el hombre, a su vez, con extrañeza.

Andrés dejó su maleta en la acera y se apresuró a abrazar a la mujer, mientras los otros dos observaban la escena.

–¡Pues a mi mamá! –gritó Jacinta–. ¡A Eduviges Manzano! ¿Por qué la sacaron del hospital? ¿Qué le hicieron?

–A ver, cálmate... –la interrumpió Andrés, y tendió la mano a Sánchez Lora.

–Qué tal. Soy Andrés Zetina.

Con desconcierto, el perito respondió el saludo.

–No tengo idea de qué me habla la señorita –le dijo a Andrés, a renglón seguido.

Éste, por su parte, no sabía qué hacer: si consolar a su novia, que había estallado en un llanto convulsivo, o si atender a aquellos hombres.

–¿Ustedes vienen con él? –preguntó al grandote y al asiático, mientras señalaba a Sánchez Lora.

–No –respondió el rubicundo. Estamos aquí por otro asunto.

Andrés sintió que la situación escapaba a su control y tuvo miedo. ¿Qué querían aquellos extraños?

–A ver –dijo, mientras jalaba aire, tratando de serenarse–. Vamos por partes. ¿Qué se le ofrece a usted, señor...?

–Sánchez Lora –completó el forense–. Yo quiero platicar un momento con la señorita Dionez. Estoy investigando dos muertes, y creo que ella puede haber sido... testigo de una de ellas.
Jacinta moqueaba desconsolada y no pareció darse cuenta de la situación, pero Andrés captó de inmediato: aquello tenía que ver con el asesinato del tlacuache al que Eduviges le había regalado el frasco. Se estremeció al pensar en los nuevos problemas en los que los metería aquel recipiente, pero logró aparentar calma y afrontar los hechos.

–Está bien –dijo, y encaró a los otros:

–¿Y ustedes...?

El hombre grande y grueso, de piel muy blanca y calvicie avanzada, dio un paso al frente y le dijo a Andrés con voz grave y tranquila:

–Yo vengo a recuperar un objeto que está en poder de ella y que me pertenece. Me llamo Tomás.

Al escuchar aquello, Jacinta paró en seco de llorar, echó una mirada al desconocido y le gritó con voz temblorosa:

–¡Usted no es él!

El aludido no respondió. Andrés apretó el hombro de la muchacha para que se contuviera y se dirigió al tercero, el joven correoso y magro que parecía asiático:

–¿Y usted?

–Yo me llamo Garcí y estoy aquí acompañando a mi amo –respondió, y terminó la frase con una carcajada.

(Continuará)

5.10.10

Síndrome de Estocolmo


El michoacanazo y sus secuelas dejan al calderonato ante una encrucijada ineludible: o sufre de una ineptitud inconmensurable en materia de procuración de justicia (y en otras, claro) y ya podemos dar por perdida la guerra contra la delincuencia, o bien es una dictadura mendaz que siembra droga en los bolsillos de sus opositores para hacerlos a un lado y ganarles elecciones a la mala.

Por lo pronto, y a reserva de que el desgobierno federal demuestre que actuó de buena fe y que no guardaba contra los imputados un designio distinto al de hacer cumplir la ley, lo ocurrido a 34 de los 35 funcionarios y alcaldes michoacanos encarcelados por Calderón se parece mucho a una privación ilegal de la libertad o, más precisamente, a un secuestro de Estado, cuya recompensa no se pensó en pesos ni en dólares sino en sufragios. La debilidad de las acusaciones deja entrever que el propósito principal de Medina Mora y de García Luna no era llevar a los capturados ante un tribunal, sino exhibirlos en la televisión.

La diferencia entre esto y las tradicionales prácticas autoritarias del priísmo es que las segundas eran operadas con mayor perversión, refinamiento y sentido político. Pero, en el fondo, la criminalización por muestreo del perredismo michoacano no es diferente a las acusaciones infames montadas contra los presos políticos del 68, a las persecuciones echeverristas y lopezportillistas de dirigentes sociales, al quinazo salinista o a las órdenes de aprehensión dictadas por el zedillato contra reales o presuntos militantes zapatistas, con el panista Lozano Gracia como ejecutor.

Cuando ocupó la presidencia, Fox copió sin pudor ni astucia aquellas formas de hacer política: persiguió judicialmente a López Obrador y fabricó contra dirigentes de San Salvador Atenco y de Oaxaca unos delitos tan falsos que los acusados ya están libres.

La parcialidad de la procuración de justicia en tiempos de Calderón es escandalosa. La criminalización regular de opositores políticos y sindicales contrasta con la impunidad que se otorga a integrantes del gabinete y a gobernadores panistas sospechosos, por un sinnúmero de indicios, de múltiples acciones delictivas.

Las distorsiones judiciales para mantener el control político son uno de los elementos (además de la corrupción, la política económica depredadora, el manejo patrimonialista de los recursos públicos, el recurso al fraude electoral) que permiten afirmar que de 2000 a la fecha el único cambio experimentado por el régimen antidemocrático es de logotipos y colores. La resistencia al desgobierno panista es la expresión de una lucha más larga y de mayor aliento contra un grupo político, empresarial y mediático que controla el país y sus instituciones cuando menos desde 1988 y que incluye a los priísmos representados por Peña Nieto y Beltrones, al grupito gestor del calderonato, a la mafia gordillista y a delincuencias menos presentables. La pretensión de aliarse a una de ellas para cerrar el paso a otras equivale a hacer migas con el Cártel del Pacífico para enfrentar al del Golfo, como algunos sospechan que ha venido ocurriendo.

En esas andan, por cierto, Manuel Camacho, Jesús Ortega y sus seguidores (“camachuchos”, para abreviar): tratando de convencer a medio mundo de que para derrotar a Drácula hay que irse a la cama con el Hombre Lobo, o al revés; a lo que puede verse, ya se les olvidó que el objetivo principal era más bien demoler la casa de los sustos. Significativamente, sus aspavientos contra Peña Nieto son fingidos: la prueba es que, en su discurso, la figura central de enemigo no la ocupan el PRI y el mexiquense, sino López Obrador y el movimiento aglutinado en torno a él.

La descolocación es tan grotesca y obvia que parece fruto de una grave indigencia intelectual o bien de una transacción político-pecuniaria como las que documentadamente realiza el calderonato. Pero como no queremos ser mal pensados, supongamos mejor que los camachuchos padecen de eso que se conoce como síndrome de Estocolmo y que consiste, para decirlo en lenguaje llano, en el cariñito y la complicidad que el rehén desarrolla hacia su secuestrador: en este caso, Felipe Calderón, principal responsable del golpe político-policial contra el perredismo conocido como michoacanazo.

4.10.10

40 años sin Janis

Janis Joplin (19 de enero de 1943 – 4 de octubre de 1970)

Fiesta y dolor, amor y droga dura,
las vísceras a flor en la garganta,
la fiebre de absoluto la atraganta
y mata al cuerpo, mas la voz perdura.

Alma sin protección ni vestidura,
libérrima y esclava, se levanta
a través de las décadas, y canta
a la felicidad y a la amargura.

Íngrima en su figura tumultuaria,
aunque la muchedumbre la ovaciona
ella vuelve a su casa solitaria.

Niña que se rebela y se abandona,
tránsfuga de la vida rutinaria
y entrañable difunta cuarentona.

3.10.10

La pedofilia que
uno agradecía


jean bertola - la maitresse d'école por bisonravi1987

Un ensayo de traducción:

En el plantel en donde cursé la secundaria
la maestra aplicaba métodos de vanguardia.
Qué dulce, mas qué breve, resultó el tiempo aquel
cuando nuestra hada buena reinaba en el plantel.

Antes que ella llegara, éramos distraídos,
muy malos estudiantes, chambones y cretinos,
y de todas las prendas que te imagines tú,
las orejas de burro eran la más común.

Pero aquella maestra, con método avanzado,
ofreció darle un beso al más aventajado:
un beso, nada menos, al alumno de diez:
un beso libertino o de lengüita, pues.

Algo cambió de pronto; la escuela fue distinta:
a partir de ese día nadie se fue de pinta;
las orejas de burro, negocio floreciente,
en meses sucesivos no tuvieron ni un cliente.

En el último día de aquel ciclo escolar,
el director no pudo la sorpresa ocultar
y la buena maestra enrojeció a su vez
pues todos los alumnos se sacaron un diez.

A la hora del recreo, la maestra cumplió
la promesa que meses antes realizó:
tanto tardó en besar a cuarenta graduados
que ese día salimos bastante retrasados.

Al director idiota no le gustó el sistema,
la dulce profesora fue objeto de anatema.
No le sirvió de nada su expediente brillante
y le llegó un oficio de cese fulminante.

La flojera hizo entonces su reaparición
y hasta el mejor alumno volvió a ser un chambón;
en el curso siguiente, nada que festejar,
pues todos nos hallábamos en último lugar.

En el plantel en donde cursé la secundaria
la maestra aplicaba métodos de vanguardia.
Qué dulce, mas qué breve, resultó el tiempo aquel
cuando nuestra hada buena reinaba en el plantel.

1.10.10

Un enigma


La profesión de amor al mundo
tiene un precio elevado:
una herida que duele en forma proporcional
al tamaño del amor.

Eso yo no lo sabía
cuando era más listo pero menos sabio
que ahora
y quería llegar
por el camino rápido
al fondo de las cosas.

Poco a poco, se aprende
que van juntos la cáscara y el fondo,
que camino y destino son siameses,
que realidad y fantasía
conforman la argamasa universal
de nosotros, los vivos.

Qué fácil, qué imposible es el camino
al corazón de los asuntos.

Radiografía de la
"izquierda moderna"

ARTÍCULO “AMLO Y PEÑA NIETO”, DE

FERNANDO BELAUNZARÁN (1857 PALABRAS)







Asunto Palabras %
Criticar a AMLO 1290 69
Defender a JC Godoy 194 10.4
Violencia y drogas 123 6.6
Criticar a FCH 115 6.2
Chismes de futbol 109 5.8
Desastres y cambio climático 20 1
Referencia del autor en TW 4 0.2
Cabeza Intermedia 2 0.1









ADJETIVOS DESFAVORABLES APLICABLES A AMLO (14):

Mezquino, rabioso, vehemente, calculador, frío, enmascarado,arrebatado, visceral

ambicioso, mesiánico, obsesionado, pragmático, “Tartufo tropical”, “guardián de

la castidad ideológica”







ADJETIVOS DESFAVORABLES APLICABLES A FHC (2):

Burdo, faccioso