30.5.13

Yolanda y el comeperros


 
Yolanda Romero Núñez, originaria de Tlacotalpan, Ver., llegó a Tultitlán, Edomex,  hace 13 años, y se dedica a rescatar perros callejeros. Se define como “protectora activista de todos los animalitos” y encabeza una organización llamada “Por nuestros hermanos sin voz” que rescata, acoge y da en adopción a perros en desgracia e intercede incluso por burros maltratados; opera un albergue para animales en Tula, Hidalgo; acepta donaciones monetarias, vía transferencias bancarias o PayPal, así como en especie: alimento y medicinas para mascotas, material de limpieza, objetos varios y material de construcción, y realiza rifas y festivales para recaudar fondos. En el sitio web de su organización (todas las citas de esta entrega son literales) Romero Núñez lanza llamados angustiosos: “Por favor apoyen, en verdad ya no tenemos mucho alimento y hay mucho por hacer, y si no somos nosotros, ¿quién? El gobierno lo único que hace es matarlos cruelmente. ¿Por qué no persiguen a los delincuentes?”

La página alerta contra “grupos que siempre están difamando esta loable labor poniéndonos rocas en el camino y utilizando el 'nombre' sólo con una palabra distinta a nosotros para que la ayuda no llegue a por nuestros hermanos sin voz, en verdad estamos atravesando una situación muy difícil de alimento y apoyo para nuestros pequeños por esta gente que es un grupo de Polanco pero ya las autoridades están investigando porque nosotros estamos legalmente constituidos por el bien de todos y el bienestar de mis animalitos tendremos que proceder en contra de quien resulte responsable”.

La organización cuenta con su propia página en Facebook –más de 60 mil seguidores– y en ella hay un amplio catálogo de animales en adopción, promoción de eventos y muchas fotos de la activista en sus tareas de rescate y de cuidado.




Llama la atención una serie de entradas sobre un mismo tema: “Un tipo llamado Jou o Michelle que se come a los perros, así como se come a los perros podría comerse a un niño, él sigue libre. Si desean buscar una solución a esto y que definitivamente el individuo deje de matar a los perros pueden llamar a Yolanda 04455-3408-8421 para dar una solución”.

El comeperros de Tultitlán ha sido denunciado al menos desde 2009, como lo indica una carta enviada a Calderón cuando era presidente, y a Peña Nieto, cuando era gobernador mexiquense, en la que se pedía que aquel “ indigente adicto y violento” fuera internado en “un lugar donde pueda recibir la atención que necesita”.

En el grupo animalista de Facebook las cosas toman otro cariz. La entrada referida va acompañada por fotos de un hombre en evidente situación de calle e indigencia que realiza gestos amenazantes a la cámara, así como por una colección truculenta de cadáveres de canes enteros o mutilados, carbonizados algunos de ellos. Escribe Romero Núñez: “Ya tiene 5 años que (…) lleva matando a los animalitos en el tiradero de basura de Tultitlán, por una u otra razón no le hacen nada y también le falta el respeto a la gente. Anteriormente El Jou desangraba del cuello a los perros y los dejaba toda la noche desangrando para matarlos y comerlos después sacando su hígado. Ahora descaradamente los mata y los hierve para cocerlos vivos” (sic). No sé quién defiende a El Jou porque siempre se sale con la suya, ya lo han detenido pero siempre lo dejan libre”.




Al pie de las fotos proliferan centenares de comentarios. Uno solo de los participantes pone en cuestión la veracidad de la historia. Otros tres, sin justificar los hábitos alimenticios de El Jou, se compadecen de él. Muchos otros señalan que el vagabundo es un caníbal en potencia. El resto son execraciones divididas a partes iguales entre quienes proponen que el hombre sea encarcelado o encerrado en un hospital psiquiátrico y los que sugieren, proponen o exigen su asesinato. Los autores son usuarios variopintos de Facebook: amas de casa, empleados de corporativos, chavas estudiantes, abogados, comerciantes, dentistas, señoras de la tercera edad. En sus perfiles igual ponen imágenes de Jesucristo, rostros de Hello Kitty, siluetas de Transformers y hasta citas apócrifas de Saramago. Los nombres o los apodos de usuario no tienen importancia. He aquí algunos –sólo unos cuantos– de los comentarios, copiados con toda literalidad:

–Pónganse a pensar que hoy son los perritos, mañana puede ser uno de nosotros. Violencia genera Violencia, lo que deberían de hacer es desaparecerlo... ejem...ups!!! digo, mandarlo a un psiquiatrico y que no salga nunca más de ahí !!!!

Ay q ir a donde vive!!! hacer justicia por nuestra propia mano si la autoridad le vale madre pues que vea que a nosotros no! Agarrarlo dormido y quemarlo vivo al puto.

Para la policia no son cargos suficientes, asi ke mas facil sera darle un escarmiento a mano propia y darle a probar a ese hdp lo ke se siente ser torturado.

Entre varios le podemos poner la putiza de su vida, le podemos romper las piernas a batazos o pasarle el carro en las patas y nos damos fuga.

No hay nadie q le de un tiro a ese desgraciado en la frente, q maldad tan grande por dios.



Cada tanto, la responsable del sitio sube una foto de perro descuartizado, más espeluznante que la anterior, y atiza:

Le quitó las tripas, se los come por dentro, no tiene piedad por ellos, por favor hagan algo para detener a este hombre.

Y los comentarios arrecian:

Q se junten varios cabrones y se lleven un bote con gasolina lo busquen lo roseen y le prendan fuego.

Lo unico que se le puede hacer es darle una putisa o apoyar a Yolanda con lo que pide, pero lo que sino sirve de nada es maldecirlo por facebook eso no logra nada mejor actúen, lo que quieran hacer cuentan conmigo.

Posiblemente la mejor solución sea dejarle un perro, que ya esté muerto, lleno de veneno para ratas para que sea su último alimento.

... Deberían dejarlo inmóvil cosa que no se pueda mover y echarle algún tipo de comida en el cuerpo o algo asi para que los perros se lo coman vivo al infeliz.

Amarrenlo al ogt y quémenle las manos.

Si las autoridades no hacen nada nosotros siiii sera mejor para todos y sobre todo para estos hermosos animalitos si desaparece. [matenlo , matenlo, matenlo!!!!!!!! ] yo apoyo.

Es un peligro no solo para estos animalitos indefensos que no tienen la culpa sino para las personas de bien por favor únanse varias personas y entre todas cójanlo y amarrarlo con alambre de púas las manos y cocerle la lengua para que no siga haciendo daño.

Y por que no le cortan el pene y que c lo tragueee ese hijo de la vil putaaaaaaaa y despuest lo hacen pedazitooooooooooz lentamenteeeeee”... 

Maldito viejo estupido y asqueroso ay que atropeyarlo con un camion de basura y echarlo ahi mismo que se joda el ojete de mierda...

Una participante lanza una pregunta: 

¿Alguien ha pensado alguna vez que dentro de estos sujetos que parecen repudiables vive alguien que también sufre?”

De inmediato, otra la fulmina:

Ya porfa en buena onda tus argumentos dan hueva, ahorita lo q importa es resolver este problema no tus teorías llenas de sentimentalismos absurdos. Bórrate ya.

Y alguien más remata:

Ps si tanto te molestan los comentarios llevatelo a tu casa (…) aver si cuando mate a alguno de tus familiares te parece bien, pendeja.

Gracias a la labor de Yolanda Romero Núñez, muchos perros de Tultitlán están a salvo. Pero hay un humano que, si fuera más que un invento para movilizar a personas de buen corazón, podría encontrarse en peligro de muerte: le dicen Michelle o El Jou, come perros y vive en la calle.


Ilustraciones: detalles de The Four Stages of Cruelty, de William Hogarth (1751), y Facebook

28.5.13

Avances y no tanto


Hace poco más de 30 años, en la elección presidencial de 1982 Arnoldo Martínez Verdugo fue candidato presidencial por el Partido Socialista Unificado de México (PSUM). En esa ocasión el Partido Revolucionario de los Trabajadores postuló para el cargo a Rosario Ibarra de Piedra. Fue la primera vez que partidos de izquierda independientes (digo independientes, porque el PPS y el PARM se sumaron a la candidatura de Miguel de la Madrid Hurtado) concurrían, con registro, a unos comicios presidenciales, y la segunda que se presentaban a las urnas (la primera fue la elección legislativa de 1979). Fue el arranque de algo nuevo y la culminación de un largo (y a veces, áspero) debate sobre los caminos a seguir para enfrentar los intereses empresariales y corporativos y lograr una transformación del país a favor de la sociedad. También fue la culminación parcial de un esfuerzo unitario que llevó a la disolución del Partido Comunista Mexicano para conformar, con otras cuatro organizaciones, el efímero PSUM. Martínez Verdugo fue uno de los motores principales de ese proceso y un resuelto impulsor de la participación en procesos electorales y de la unificación de las izquierdas.

Para aquella época los resultados no fueron malos: la candidatura de Martínez Verdugo (PSUM) recibió 3.48% de los sufragios, y la de Rosario Ibarra de Piedra (PRT), 1.76%. Sumados esos porcentajes a los obtenidos por fuerzas que se decían progresistas, a las izquierdas le reconocieron el 6.9% del sufragio (1 millón 580 mil votos). Sólo seis años después, las fuerzas de izquierda, agrupadas esa vez en el Frente Democrático Nacional, y con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza, ganó la presidencia y el candidato oficial, Carlos Salinas hubo de ser impuesto en ella mediante un escandaloso fraude electoral. La cifra oficial de la entonces Comisión Federal Electoral dio a la izquierda poco más del 30 por ciento de los votos (casi 6 millones de sufragios). O sea que, con todo y fraude, el avance electoral de las fuerzas progresistas había sido espectacular.

Tampoco hay razón para confiar en la precisión de los resultados en los comicios presidenciales siguientes: tras el de 1994 el propio Ernesto Zedillo reconoció que las campañas se habían realizado con reglas inequitativas; en 2000 los sufragios por el PRI fueron ilícitamente inflados mediante inyecciones de dinero público (el Pemexgate, la más célebre); en cuanto al de 2006, el fraude a favor de Calderón fue tan descarado como el de 1988 a favor de Salinas, o más, y está mejor documentado. Aun así, la izquierda electoral, agrupada en la Coalición Por el Bien de Todos (CPBT) obtuvo el mejor resultado electoral de su historia, tanto en votos totales como en porcentaje.

Parte importante de ese esfuerzo fue José María Pérez Gay, fallecido el domingo pasado, quien actuó como articulador entre las organizaciones políticas que apoyaban a AMLO y sectores académicos, intelectuales y artísticos. Vaya aquí un humilde reconocimiento a esos dos personajes desaparecidos, Arnoldo y José María, por su participación y su entrega en la lucha por transformar a México.

El año pasado se repitió la historia. La campaña priísta, caracterizada por la manipulación y la mentira mediáticas, culminó con una inversión de miles de millones de pesos para inducir votos e inflar el caudal de sufragios a favor de Peña Nieto hasta fabricarle un margen de 8 por ciento sobre López Obrador.... Y en las cifras oficiales la izquierda volvió a batir su propio récord: casi 16 millones de votos.

En resumen: en tres décadas (y según las muy distorsionadas cifras oficiales) la izquierda electoral ha pasado de 6.9 al 31.59 por ciento en las preferencias electorales y de 1 millón 580 mil votos a 15 millones 897 mil. Si se descuenta el crecimiento del padrón electoral, eso representa un crecimiento de 500 por ciento. Si en México existiera una democracia real, habría razones para el optimismo y para seguir apostando todo a la vía electoral, en la confianza de que más temprano que tarde la izquierda habría de lograr una victoria sobre el PRIAN. Pero no: en tres elecciones presidenciales, una de cada dos, el régimen oligárquico le ha arrebatado el triunfo a la mala. Así la verdadera oposición llegara a obtener la mayoría absoluta de los votos reales, el aparato político del régimen seguiría haciendo trampa.

Descontadas las vías violentas, que hoy tienen menos margen que nunca por la paramilitarización creciente en muchas regiones del país, no parece quedar más alternativa que impulsar la organización social desde abajo, mantener la independencia ante el régimen (por ejemplo, absteniéndose de firmar Pactos por México) y seguir participando en procesos electorales para ganarlos y defender los triunfos mediante movilizaciones pacíficas, sí, pero realmente masivas, organizadas y generalizadas.


Los gustos de
Mark Zuckerberg


Si entendí bien, señores administradores del Facebook, ustedes tienen la instrucción de censurar fotos como ésta, de Manuel Álvarez Bravo:



En cambio, toleran y hasta alientan la proliferación en su sistema de imágenes como esta otra, de autor anónimo:


No pasa nada. Es sólo cuestión de preferencias estéticas y de actitudes ante la vida. Las del patrón de ustedes quedan muy claras.



20.5.13

La invasión de Polonia


Luis Alberto Quevedo (Rinconete)


Junto a los opositores, futurólogos y economistas independientes, los medios son la última trinchera que impide que el fascismo nos domine por completo. El mecanismo es relativamente sencillo: Alguien comenta que CFK nunca negó que quiera invadir Polonia. Otro lo escribe en Clarín. TN entrevista a los opositores para que opinen sobre ese terrible proyecto y, quién sabe, incluso los convencen de lanzar un petitorio al respecto. Se produce el esperado escándalo y muchas voces moderadas exigen que CFK desmienta que quiera invadir Polonia. Ella, en su soberbia, mantiene el silencio. L.A. Romero, retoma esta sospecha y nos alerta sobre "este clima de agitación nacionalista".

Kovadloff denuncia que la presidenta se aleja del mundo libre y retoma con la invasión, "una de las más peligrosas obsesiones del hitlerismo". Luego en TN, Bonelli y Alfano ponen cara de crisis mundial y le preguntan a Ricardito Alfonsin y a Binner si "les parece normal que la presidenta quiera invadir un país independiente como Polonia, con el que mantenemos lazos históricos de amistad y relaciones diplomáticas fluidas, sin siquiera declarar la guerra". "Digo, no es normal...¿No?", concluye Bonelli. Ricardito explicará entonces que está de acuerdo, que "es un escándalo". Y mencionará la doctrina yrigoyenista de neutralidad y no intervención y el petitorio que acaba de lanzar el Comité Nacional contra la invasión de Polonia y "todo eso que ustedes mencionan". Algún constitucionalista independiente explicará que no se puede invadir Polonia sin antes solicitar la opinión no vinculante de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, mientras que el doctor Gil Lapiedra declarará que ésta es una crisis institucional grave o incluso terminal. Por último, cuando por fin no ocurra la invasión, Mariano y su Chihuahua cordobés invitarán a Marcos Novaro, quien explicará la raíz fascista del peronismo y la enorme victoria que "el verdadero progresismo" ("no el que el gobierno nos quiere hacer creer que es") ha llevado a cabo contra la Presidenta, al frenar un proyecto "contrario al derecho internacional y a los DDHH que ellos dicen defender".

Alguien mencionará la fuerte campaña en twitter y FB contra la invasión ("¡¡FUERA YEGUA DE CRACOVIA!!"),y concluirá, citando a Manuel Castells, que la democracia "pasa hoy más por las redes sociales que por las urnas". Mariano el Latinista hablará de los beneficios de haber detenido la invasión para la república, la democracia e incluso, para la libertad. "Siento que esta ha sido nuestra batalla de Stalingrado. Hemos logrado frenar al Tirano".

Concluirá con los ojos húmedos. Finalmente, CFK no invade Polonia. Conclusión de Clarín: "La presión de los medios impidió la invasión."


(Vía Adolfo Dunayevich. Tomado de aquí.)

16.5.13

Fashion is fusion



Cuando era joven y me ganaba la vida escribiendo ajeno conocí a individuos comunes y a individuos extraños. De entre los segundos, el más peculiar es uno de apellido Ricaurte que por aquellos tiempos regenteaba una agencia de publicidad y que me puso a redactar decenas de cuartillas para siete proyectos distintos por las cuales no me pagó un centavo. O sea que era tramposo pero muy embaucador y su esnobismo apantallaba. Tenía una rara habilidad para hacerte sentir importante y privilegiado por enterarte antes que nadie más de las tendencias que estaban a punto de sacar al mundo de su órbita y por colaborar en un plan que habría de trastocar  las relaciones comerciales planetarias; te hacía creer que tenía contactos en segundo grado con estadistas y magnates; en fin, te seducía y te negreaba y luego, previo aviso, desaparecía durante tres semanas para “cerrar el trato” y tú te quedabas ese tiempo revisando los anuncios de bienes raíces y de coches porque te parecía importante ir planeando en qué ibas a invertir la lanota que te ibas a ganar. Al cabo de ese tiempo reaparecía con la nueva de que el proyecto había experimentado un “giro radical” y había que hacerle ajustes, y tú aceptabas aquella postergación –sólo son unos meses– para empezar a ganar a la semana lo que hasta entonces ganabas al año. Eso le pasó a media docena de amigos míos. Cuando por fin senté cabeza –en términos laborales, se entiende– Ricaurte desapareció de mi radar.

Me localizó hace unos meses y, con el ímpetu desconsiderado de siempre, me citó en su despacho para platicarme de un proyecto importantísimo. Decidí seguirle la corriente, no porque sus ideas alocadas me generaran alguna expectativa sino porque sentí curiosidad de verlo en acción, ya con los ojos de la experiencia –o, cuando menos, del escarmiento– y porque seguía sin entender los mecanismos que había empleado ese hombre para timar a tanta gente ni el sentido de ponerla a trabajar en planes que no cristalizaban nunca.

Entré a su despacho, el mismo de siempre, pero con el valor agregado de un olorcillo a rancio, y una señorita despampanante me recibió en la recepción. Me hizo esperar la consabida media hora y cuando me hizo pasar al despacho, me impresionó el golpe de vejez en la persona de Ricaurte: tenía la piel muy sobrada y de su antigua cabellera de beatle sólo quedaban unas hebras de plata adheridas al cráneo. Él no acusó recibo de mi sorpresa, me indicó con un gesto que tomara asiento y me espetó:

Fashion is fusion.

Me le quedé viendo y no me esforcé en fingir que entendía el sentido de sus acertijos ni que me regocijaba con la luz cegadora de la verdad.

–¿O sea? –aventuré con prudencia.

–Te has vuelto un poco lerdo en estas décadas –se encogió–. Antes me captabas las ideas al vuelo.

–Perdona –le repliqué–. Es que lejos de tu influencia uno se abotaga.

No vio o no quiso ver la ironía y se lanzó a explicarme que en el mundo actual la política, la cultura y los negocios estaban dominados por las mezclas y las hibridaciones. Bastaba con echar una mirada a lo que la gastronomía y a la música.

–¿Ya ves? –remachó–: Fashion is fusion.

Recordé que estaba allí para hacer un poquito de antropología, así que me hice el deslumbrado.

–Oh, tienes toda la razón. ¿Y cómo piensas aplicar ese principio?

–Piensa en el mejor negocio legal del mundo, después de vender el agua –me desafió, sintiéndose cómplice de sí mismo.

–No sé. La energía...

–También en ese campo aplica: mira los coches híbridos, por ejemplo... Pero mi producto es mucho mejor. Fundemos una religión.

Confieso que, a pesar de mi voto de escepticismo hacia Ricaurte, el disparate me sorprendió. Entre otras cosas, porque tenía razón: operar una organización religiosa puede generar dividendos altísimos y, en una buena cantidad de países, libres de impuestos. Traté de hilvanar:

–¿Una iglesia fusion?

–Ah, regresaste –se congratuló–. Exactamente. A primera vista podría parecer que la gente tiene cada vez menos necesidades de alivio espiritual y que las que tiene ya están cubiertas por toda clase de cultos. Pero con una iglesia que combine elementos de otras, puedes ir reuniendo feligresías y expandir el mercado del nuevo producto.

–Órale. ¿Y para qué soy bueno? –inquirí, a sabiendas de que no iba a ser bueno para nada porque no tenía ni las ganas ni el tiempo ni la desvergüenza que aquella empresa requería.

Como siempre, Ricaurte fue muy puntual. Me pidió tres documentos a los que llamó “la cosmogonía”, “las escrituras” y el “plan organizacional”.

–Del plan de negocios me encargo yo –dijo, en lo que era una sutil mención de mi idiotez irremediable en asuntos de números.

De golpe, la idea me pareció divertida. Así fuera como ejercicio de escritura y de imaginación, podía resultar interesante el trabajo de concebir una nueva religión a partir de cero. De modo que, como en los viejos tiempos, fingí prestancia, me levanté y le dije:

–Cuenta con ello. En una semana tienes una primera propuesta de las tres cosas.

–Sabía que seguirías siendo el mismo –dijo él, levantándose, a su vez. Me estrechó la mano con tal fuerza como si quisiera provocarme fracturas múltiples y yo abandoné su oficina sin más trámite.

La consigna de Ricaurte, fashion is fusion, me dio vueltas en la cabeza en el camino de vuelta a casa y esa tarde descuidé mis obligaciones para concentrarme en la elaboración de algunas notas:


Tareas: explorar todos los sincretismos religiosos posibles y ubicar patrones en ellos. Construir un dios con las manos perforadas de Cristo, como signo de entrega por los demás; la barriga de Buda, como símbolo de serenidad, y el empeine de Tezcatlipoca; esto último, para articular con las búsquedas del yo, el psicoanálisis, etc. (para la cosmogonía).
Tareas: Redactar textos sembrados con frases como 'Soy. Y miro y existo' – formada por palabras cuyo número de letras da el número π (3.1416) para que luego los ministros puedan descubrir correspondencias y apantallar a los fieles (para las escrituras).
Senescal no es un grado o cargo religioso pero como tal fue popularizado por El Código da Vinci y puede usarse en ua jerarquía híbrida: alim (como seminarista, diácono, o algo así), ministro (jefe de iglesia), senescal (obispo) arcipreste (arzobispo), babalao (pontífice) (para el plan organizacional).

Durante tres días me consagré (nunca mejor dicho) a anotar estupideces de ese estilo (unas 20 páginas) y dormí tres horas diarias en promedio. Luego la vida me reclamó en forma terminante porque no le estaba haciendo el menor caso y decidí parar. En ese momento me cayó encima la verdad como un plato de sopa caliente arrojado desde el piso de arriba: el poder de manipulación de Ricaurte derivaba de su capacidad para involucrarlo a uno en cosas completamente inútiles, pero divertidas. 

El siguiente misterio se desvelaba solo: cuando ponía a trabajar al prójimo en proyectos que no servían para maldita la cosa, Ricaurte no lo hacía por interés monetario, sino por divertirse y por hacer que los otros se divirtieran. El tercer enigma era de qué carajos vivía, pero eso ya no era asunto mío. Con una gran satisfacción regresé a mis rutinas cotidianas habituales. A la semana siguiente el número telefónico de Ricaurte apareció tres o cuatro veces en el identificador de llamadas. Opté por no contestarle el teléfono porque desde un punto de vista aquel tipo era un gran filántropo pero, visto desde otro ángulo, era un gran cabrón. Y ya no quise saber nada más de él.


14.5.13

¿Y Calderón?



La condena por genocidio que cayó el viernes pasado en Guatemala sobre el general Efraín Ríos Montt –emblema del sadismo cuartelario contrainsurgente que azotó a América Latina en los años 70 y 80 del siglo pasado en el contexto mundial de la guerra fría– fue recibida en México con esperanza y con renovada simpatía hacia las víctimas de las dictaduras militares en el país vecino. No era para menos porque es un acto de justicia y de civilización, y porque abre un boquete histórico en las paredes de la impunidad y sienta un precedente para castigar a los muchos otros asesinos de masas que se han encaramado, de la forma que sea, en el poder.

Además, el fallo, era inevitable, hizo voltear la vista hacia los esfuerzos –estériles, hasta ahora– para sancionar a algunos de nuestros propios gobernantes asesinos, desde Luis Echeverría, ejecutor de la guerra sucia, hasta Felipe Calderón, pasando por Ernesto Zedillo, responsable de varias masacres campesinas. También es inevitable que la frustración se centre sobre todo en el segundo, no sólo porque la guerra que él organizó sigue su curso implacable en el país –aunque la actual administración le haya metido sordina– sino también porque los muertos de su responsabilidad suman decenas de miles.

Sin duda, Efraín Ríos Montt y Felipe Calderón Hinojosa son individuos y casos muy distintos. Por ejemplo, el primero se graduó en la tristemente célebre Escuela de las Américas, en donde maestros ex nazis y torturadores instruían a aspirantes a gorilas, mientras que el segundo estudió en la Escuela Libre de Derecho; el guatemalteco llegó a la jefatura de Estado por medio de un cuartelazo, en tanto que el michoacano fue impuesto mediante un fraude electoral; Ríos Montt sólo pudo sostenerse 15 meses en el poder y Calderón logró terminar los seis años de su espuriato; el general se desenvolvió como engranaje de la política anticomunista de Washington, que pasaba por el exterminio de poblaciones indígenas en Guatemala, y el abogado hizo de ejecutor de la estrategia estadunidense “contra” (es decir, por) las drogas, que en la administración anterior llevó a la tumba a decenas de miles de mexicanos. Para la Casa Blanca el segundo fue un aliado más sumiso que el primero. Por lo demás, uno y otro experimentaron, en algún momento de sus respectivos mandatos, una suerte de llamado divino, y da la impresión de que se creyeron instrumentos de Dios en la lucha contra el mal en el mundo. Ninguno de ellos fue capaz de avanzar un milímetro por el camino de la rectificación y menos aun por el de la contrición. Ahora el primero está preso y el segundo está en Harvard.

Pero quédese Ríos Montt en su celda del cuartel de Matamoros, en la ciudad de Guatemala, y vayamos con Calderón; de entre los malos presidentes que ha padecido México de 1988 en adelante, es él quien más claramente encaja en el perfil de genocida. En numerosas ocasiones, el michoacano y sus colaboradores inmediatos manifestaron su determinación de acabar por los medios que fuera (matándolos, por ejemplo, o alentado que “se mataran entre ellos”) con “los criminales”, y particularmente, con los individuos involucrados en el narcotráfico. Esto no es un propósito sino un despropósito, delictivo por donde se le vea, por cuanto la tarea constitucional de la autoridad no es matar infractores sino perseguirlos, detenerlos y presentarlos ante un juez.

El problema no es sólo que la estrategia aplicada por Calderón haya tenido una concepción criminal sino también que se proyectó a un grupo conformado por entre medio millón y varios millones de mexicanos, dependiendo cómo se delimite el universo de la “delincuencia organizada”. Es decir, el calderonato planeó –y ejecutó, hasta donde le fue posible– el exterminio de presuntos infractores y le pareció razonable pagar por ello un costo de vidas inocentes, esas a las que se denominó “bajas colaterales”; a la postre, fueron una proporción mucho mayor a “nueve de cada diez” de los caídos, si no es que la mayoría. Y en estricto sentido jurídico, todos los muertos de la guerra calderonista son muertos inocentes porque no tuvieron la oportunidad de desvirtuar acusaciones formales ante un tribunal.

Cuántos muertos hacen un genocidio. Qué cantidad de objetivos humanos conforma un proyecto genocida. Bien: entre 2006 y 2012 se aplicó en México uno que buscaba suprimir a uno de cada 200 habitantes, por lo menos.

No va a ser fácil, sin duda, forzar el tránsito de Calderón de su cátedra de Harvard a una rejilla de prácticas. La consumación de la hazaña social, en el caso de Ríos Montt tomó treinta años. La respuesta depende, en buena medida, de la determinación con la que el ofendido colectivo diga (cómo no recordar a Roque Dalton): “es mi turno”.

7.5.13

Ejemplo del extravío



Las válvulas migratorias del mundo contemporáneo están diseñadas, en términos generales, para facilitar el libre tránsito de empresarios y turistas a cualquier país y acotar o impedir la llegada de pobres procedentes de las economías más débiles a las más poderosas. Los turistas llegan con dinero para gastar –mucho o poco– y los empresarios, con capital para invertir o mercancías y servicios para vender. Los obstáculos migratorios del sur hacia el norte están diseñados para quienes viajan sólo con su fuerza de trabajo. Por eso cualquiera que tenga pasaporte canadiense, estadunidense o mexicano puede transitar hacia el sur del continente sin restricción alguna, en tanto que centro y sudamericanos tienen que cumplir con requisitos severísimos en los consulados de esos tres países si es que quieren llegar a ellos con los papeles en orden, o bien arriesgarse a cruzar el Suchiate y/o el Bravo a la buena de Dios.

Hace ya tiempo las autoridades mexicanas aceptaron desempeñar el papel de policía migratoria externa para Estados Unidos y Canadá y hasta para Europa y Japón: “Los extranjeros de naciones que requieran visa (mexicana) estarán exentos de la misma, cuando acrediten ser residentes legales permanentes en Estados Unidos, Canadá, Japón, Reino Unido o Espacio Schengen”, concede la Secretaría de Relaciones Exteriores en su página web. Somos, pues, una especie de primer dique de control para atrapar a latinoamericanos –o africanos, o ciudadanos de países a los que Washington considera sospechosos de algo– que buscan hacerse una vida en el vecino del norte. Con el tiempo México ha ido eliminando el requisito de visa para argentinos, beliceños, costarricenses, chilenos, panameños, paraguayos, peruanos, uruguayos y venezolanos, pero se mantiene –unilateralmente– para oriundos de Antigua y Barbuda, Bolivia, Dominica, Ecuador, El Salvador, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Santa Lucía, Santo Tomé y Príncipe, San Vicente y Granadinas, Saint Kitts y Nevis y Surinam. Y claro, a uno se le cae la cara de vergüenza cuando desembarca en cualquiera de esos países, muestra en el puesto de control migratorio su pasaporte mexicano, sin visa ni nada, y escucha: “Pase”.

Pero obviemos por un momento lo vergonzoso de la asimetría en el condicionamiento del ingreso al país y dejemos de lado el hecho de que la reducción de los extranjeros a la condición de indocumentados se traduce en situaciones de total indefensión, que propicia toda suerte de atropellos por parte de las autoridades y que alimenta a la delincuencia organizada. Además, resulta que esa política migratoria sale carísima: el Instituto Nacional de Migración (INM) informa que cada año se gasta mil millones de pesos en detectar, perseguir, capturar, fichar, internar y deportar a extranjeros indocumentados, procedentes, en su gran mayoría, de cuatro países centroamericanos (La Jornada, 6/5/2013, p. 10).

Referencias: en 2011 el Fondo de Cultura Económica tuvo un presupuesto de 200 millones de pesos; los programas federales de Promoción y Fomento de Libros y la Lectura y Nacional de Lectura fue de 152 millones; el programa de Universidad Virtual recibió 200 millones; las actividades culturales recibieron un subsidio federal de 2.5 millones en Sinaloa, de tres millones en Tamaulipas y de 12 millones en Chihuahua, por mencionar sólo tres entidades afectadas por la violencia. Los institutos de la Frontera Norte y de la Frontera Sur tuvieron subsidios federales, entre ambos, por un total de 439 millones de pesos; un programa que buscaba la reinserción académica de jóvenes integrantes de bandas y pandillas recibió 13 millones de pesos en 2010 y se canceló en 2011. Un año antes había pasado otro tanto con una partida presupuestal para financiar becas de educación media y superior a hijos de migrantes internos.

Otro dato: según el ayuntamiento de Madrid construir una escuela básica equipada en esa ciudad cuesta el equivalente en euros a 13 millones de pesos mexicanos; Aun suponiendo que aquí costara lo mismo, si se considera el sobreprecio impuesto por la corrupción, el hecho es que por andar persiguiendo y deportando a hermanos en desgracia se ha dejado de construir 77 escuelas cada año. De ese tamaño son el extravío, la torpeza y la inmoralidad.