29.3.16

Ofensiva autoritaria



A principios de este mes la Suprema Corte declaró incosntitucional el artículo 287 del Código Penal del Distrito Federal –a cuya sombra el gobierno de Miguel Ángel Mancera ha encarcelado a varias personas–, que castiga con penas de seis meses a dos años de cárcel el delito de ultrajes a la autoridad, sin especificar qué cosa significa tal ultraje y que permite, en consecuencia, cualquier abuso de interpretación por parte de policías, ministerios públicos y jueces. Falta, sin embargo, que la máxima instancia de justicia elimine en definitiva esa norma del marco legal nacional.

Unos días más tarde, con la votación de todas las fracciones representadas en el congreso local, salvo la de Morena, se aprobó en el estado de México la ley Atenco, un ordenamiento urdido por el gobierno de Eruviel Ávila y orientado a dar manga ancha a la represión y al uso discrecional de la fuerza en contra de manifestaciones públicas. De acuerdo con esa ley, para que la policía pueda disolver por los medios que le dé la gana cualquier expresión ciudadana, bastará con que la considere ilegal o contraria a la paz y el orden público. Más aún, la ley Atenco autoriza a los efectivos policiales a disparar sus armas de fuego en caso de amenaza de muerte y en defensa propia y de terceros, disposición alarmante si se considera el grado de pudrición de las fuerzas públicas mexiquenses, no pocos de cuyos efectivos trabajan además para la delincuencia organizada.

La ley Atenco –obligada referencia a la represión criminal desatada hace una década por Enrique Peña Nieto y Vicente Fox en contra del pueblo de San Salvador Atenco y de quienes allí se encontraban– tiene un correlato federal: el afán del régimen de aprobar una ley reglamentaria del artículo 29 constitucional para facultar a la Presidencia a solicitar al Legislativo la suspensión de garantías y decretar estados de excepción ante riesgos a la paz pública, la seguridad o una amenaza al Estado e incluso para hacer frente a crisis económicas que por su gravedad puedan generar alteraciones al orden público. Con ello el Ejecutivo federal tendría manga ancha para dejar en suspenso los derechos de manifestación, asociación, circulación y libertad de expresión, entre otros. En el colmo del cinismo la iniciativa afirma que interrumpir la vigencia de las garantías y derechos humanos puede ser una forma de tutelarlos.

Resulta meridianamente claro que el régimen oligárquico se preparara a hacer frente, con una cobertura de legalidad, al descontento generalizado larvado por su propia corrupción, su propia ineficacia y su propio entreguismo. Sin necesidad de dictar estados de excepción, en extensas regiones del país las garantías individuales y los derechos humanos y colectivos están suspendidos de facto por la connivencia de funcionarios con la delincuencia organizada o, en el menos peor de los casos, por la absoluta incapacidad de los gobernantes para hacer frente a la inseguridad y la violencia criminal. La política económica de rapiña protagonizada por Peña y su grupo están llevando al país a una crisis económica sin precedentes que tendrá, por supuesto, consecuencias sociales en forma de estallidos de hartazgo. Sólo falta que los funcionarios en turno terminen de desplumar al erario y lo dejen sin los ya menguados recursos de los programas asistencialistas-electoreros de Sedesol y otras entidades. O un tercer fraude electoral al hilo –después de los de 2006 y 2012–, única manera imaginable de que la oligarquía se mantenga en el poder en 2018.

Así pues, ante el panorama devastador que dibujan sus propias proyecciones, el régimen trabaja a marchas forzadas para construir un marco legal abiertamente despótico y represivo. Por si aún no hubiera quedado clara la línea divisoria entre Morena y las franquicias electorales del grupo en el poder, la votación de la ley Atenco del Congreso mexiquense la dibujó con nitidez: con la excepción del mencionado, la aprobaron todos los partidos allí representados, incluidos el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano. Desde su participación en el Pacto por México, el de la Revolución Democrática ya había marcado la línea de la simulación: operar para el peñato en las cámaras y rasgarse las vestiduras ante los medios. Y así le hicieron los tres en esta ocasión, sin tomarse la molestia de una explicación pública para semejante traición a sus respectivos electorados, los cuales de seguro no esperaban que sus representantes participaran en la construcción de un marco legal a la represión discrecional de las movilizaciones populares.

22.3.16

Obama en Cuba:
buena onda y presiones



En su viaje a Cuba Barack Obama ha recurrido a los instrumentos diplomáticos de la simpatía, el desenfado y el buen humor. Atributos importantes, sin duda, porque después de medio siglo de hostilidad anticubana el aterrizaje del avión presidencial de Estados Unidos en el aeropuerto José Martí resultaba una operación particularmente crítica y riesgosa, y ojalá que los servicios de inteligencia no busquen más allá de la metáfora, porque ésta se refiere a los riesgos políticos, no a atentados terroristas.

La pista es estrecha: Obama tiene en Estados Unidos la siempre viva animadversión de republicanos y cubanoestadunidenses y en Cuba, el recuerdo y el recuento de la agresión sistemática de Washington en contra de la isla y sus efectos y consecuencias. Tal vez lo segundo no resulte muy visible porque ahora las expresiones de hospitalidad y simpatía resultan abrumadoras, tanto en la realidad como en la cancha mediática, pero eso no quiere decir que la herida histórica de cinco décadas de intentos de aniquilación pueda cicatrizar por efecto de una visita presidencial.

Tal vez por eso el habitante de la Casa Blanca ha procurado mantener en sus mensajes públicos una cuidadosa fórmula de 33 por ciento de respeto, 33 por ciento de injerencismo y 33 por ciento de buena onda.

En un punto el mandatario estadunidense ha ido más allá de ese equilibrio: en entrevista con ABC News transmitida ayer afirmó que Google expandirá el acceso a Internet en Cuba y que ello forma parte de los anuncios que realizará: que esa empresa “tiene un acuerdo para comenzar a establecer más acceso a Wifi y banda ancha en la isla”. Google, por su parte, anunció en su blog un acuerdo con el Museo Orgánico de Romerillo para exhibir allí productos suyos como Cardboard y Chromebooks y agregó que la exhibición es “sólo un comienzo” para “traer una variedad de servicios a Cuba –incluyendo potencialmente proveedores de Wi-Fi y banda ancha–“ y para “aumentar y mejorar el acceso a Internet”.

El presidente Raúl Castro, en la declaración conjunta, midió cuidadosamente sus palabras: “A partir de las decisiones adoptadas por el presidente Obama para modificar la aplicación de algunos aspectos del bloqueo, empresas cubanas y sus contrapartes estadunidenses trabajan en la identificación de posibles operaciones comerciales que se pudieran concretar en el marco aún restrictivo de las regulaciones en vigor. Algunas se han materializado, especialmente en el área de las telecomunicaciones, ámbito en el que nuestro país cuenta con un programa basado en sus prioridades de desarrollo y en la necesaria soberanía tecnológica que garantice el uso apropiado de éstas al servicio de los intereses nacionales.”

Las operaciones de las que habló el mandatario cubano se refieren básicamente a telefonía, a la licencia estadunidense para telecomunicaciones desde terceros países hacia Cuba, la llegada a la isla de Netflix –que es meramente simbólica, dadas las restricciones de ancho de banda y las que afectan a los pagos internacionales–, y unos contratos de servicio entre Etecsa, la empresa estatal cubana de telecomunicaciones, con algunos proveedores de Estados Unidos.

Ya en enero del año pasado Raúl Castro se quejaba de que Obama liberalizaba a conveniencia el embargo económico aún vigente: “Podría utilizar con determinación sus amplias facultades ejecutivas para modificar sustancialmente la aplicación del bloqueo, lo que está en sus manos hacer, aun sin la decisión del Congreso. Pudiera permitir en otros sectores de la economía todo lo que ha autorizado en el ámbito de las telecomunicaciones con evidentes objetivos de influencia política en Cuba.”

Más de un año después, Obama adelanta en forma unilateral un supuesto acuerdo –su existencia no ha sido confirmada por el gobierno cubano– para que Google (o Alphabet) ofrezca acceso a Internet en la isla cuando lo único en firme, por ahora, es una exposición. Se trata claramente de una forma de presión para lograr la apertura cubana en un terreno particularmente sensible y estratégico.

En la precariedad de su infraestructura internética Cuba ha encontrado una de las pocas virtudes de la pobreza: ha conseguido escapar al aparato de vigilancia gubernamental y corporativo que permite a funcionarios y empresarios estadunidenses espiar a cientos de millones de personas y entidades en buena parte del planeta. La exclusión es una fortaleza de la soberanía y la seguridad nacional. ¿Significa eso que los cubanos deban seguir siendo usuarios marginales de las redes? No, por supuesto. Tal vez sean capaces de concebir y desarrollar redes que no estén al servicio prioritario de inversionistas y de oficinas de inteligencia extranjeras. No sería la primera vez que el país caribeño mostrara al mundo un camino nuevo.

15.3.16

Construir medios


A
yer hace un año el poder político-empresarial cerró filas en contra de Carmen Aristegui y operó la vergonzosa liquidación de un espacio informativo insustituible para la sociedad: el noticiero matutino de Carmen Aristegui en MVS. Meses antes, en noviembre de 2014, una investigación del equipo de Aristegui Noticias había revelado la existencia de una mansión valuada en siete millones de dólares, propiedad del contratista gubernamental Grupo HIGA, cuya posesión había sido reconocida por la esposa de Enrique Peña Nieto, Angélica Rivera, en un reportaje de la revista Hola!

Apenas dos meses antes había ocurrido en Iguala la agresión criminal de agentes del Estado en contra de estudiantes normalistas de Aytozinapa y el peñato se encontraba acorralado por los indicios crecientes de su corresponsabilidad –así fuera en grado de omisión– en ese acto de barbarie. Iguala marcó el punto de inflexión en la imagen de Peña, hasta entonces blindada por toneladas de maquillaje mediático –incluida la célebre portada de la revista Time que lo proclamaba salvador de México– e inmune a los efectos de una extremada impopularidad. Pero todo el aparato mediático –el nacional y el extranjero– no pudo, con su enorme poder, salvar al régimen priísta de la evidencia de su propio rostro atroz, sangriento y corrupto reflejado en el espejo de las torturas, los asesinatos a mansalva, las desapariciones de 43 muchachos, la connivencia con la delincuencia organizada, la fabricación de culpables y de mentiras tan escandalosas como la “verdad histórica” de Murillo Karam y, como remate, la insensibilidad, la torpeza y el cinismo de Peña Nieto.

En esa circunstancia, el hallazgo periodístico de la Casa Blanca de Peña y de su mujer vino a derrumbar lo que hubiera podido quedar de fachada a un gobierno que se presentaba como paladín de la eficacia, la transparencia, la democracia y la modernidad. La mansión de Las Lomas no sólo es impresentable porque constituye una transacción triangulada entre un gobernante y uno de sus contratistas principales sino también porque exhibía la carencia de escrúpulos de un individuo, cabeza de régimen, incapaz de comprender el agravio que representa la riqueza extrema en un país que tiene a la mitad de su población –o más– sumida en la pobreza más injustificable y cuyos gobernantes sin excepción, de Salinas en adelante, han propiciado e intensificado la concentración de beneficios en unas cuantas manos, en detrimento del resto de los habitantes.

La ofensa de la verdad resultó intolerable para el peñato y lo que siguió es bien conocido: se presionó a los dueños de MVS y a la postre éstos esgrimieron un pretexto pueril para ordenar el cierre definitivo del noticiero de Aristegui. El control de daños corrió a cargo de un patiño presidencial (Virgilio Andrade) que operó, en el asunto Casa Blanca, en forma semejante a como lo hizo Jesús Murillo Karam con Iguala: elaborando un relato que eximía a Peña (y a su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, a quien también se le descubrió una fastuosa propiedad facilitada por Higa) de cualquier responsabilidad legal.

El asunto lleva a preguntarse si es posible romper de alguna forma la armadura mediática del régimen, una idea que alentó en 2012 al movimiento #YoSoy132, el cual vio con claridad meridiana que la democratización del país es imposible si no se lleva a cabo una democratización de los medios. La tarea no parece fácil: las frecuencias de radio y televisión y las redes de cable están reservadas, de facto, para la élite económica, única representada y mandante de este gobierno; los pocos y marginales espacios de difusión que le quedan al Estado están sometidos a una férrea censura y obligados a proyectar el discurso oficial como verdad única; los medios impresos –cuya tecnología era hasta hace poco la única relativamente asequible a proyectos sociales independientes de los poderes fácticos y del Estado– viven un declive inocultable y enfrentan el difícil desafío de su tránsito a lo digital.

El desarrollo tecnológico ha creado, sin embargo, un terreno en el que es posible romper el monopolio del discurso y ha empezado a erosionar el poderío de los medios electrónicos tradicionales. El acceso a ese terreno empieza a masificarse y ya es posible construir en él espacios de difusión independientes y capaces, en principio, de contrarrestar el enorme peso mediático de la oligarquía gobernante. Ya están surgiendo.

5.3.16

Eso que te odia



A veces te odia porque eres judío
y otras veces te odia porque eres palestino.
(Antes, hallaba insoportable
que fueras numantino, albigense,
bruja, negro o gitano.)
Puede ser que te deteste
porque resistes y defiendes tu tierra
o que te abomine porque reclamas tus derechos.
Busca exterminarte porque te niegas a cambiar de religión
o porque abrazas otra religión
o porque no tienes religión alguna
o porque comes tal cosa, o porque no comes tal otra,
o porque bebes cerveza,
o porque no consumes cerveza de su marca.
Si eres pobre te odia casi siempre;
si eres indio y campesino hará cuanto pueda
por borrarte de la estadística;
si eres mujer que hace lo que quiere,
si eres hombre que llora sin vergüenza,
si organizaste un sindicato libre,
si eres joven y quieres estudiar,
si eres viejo y pretendes jubilarte,
si no vendiste tu dignidad,
si te le ríes en su cara,
si lo descubres,
si buscas destronarlo,
querrá tu destrucción.
Así es eso. Y no cambia
aunque aprenda a comer en juego de seis cubiertos,
aunque se ponga una corbata,
aunque se diga democrático
y haga todo lo imaginable
por limpiarse la sangre y la mierda
en su tina con grifos de oro.
Así es eso.
Tú tienes dos deberes:
no dejarte matar de forma alguna
(tiene tantas maneras,
desde el secuestro y la tortura
hasta la compra y las adulaciones)
y no acabar siendo una cosa
semejante a eso que te odia.

3.3.16

Tributo a un hombre de letras




Leemos. Salvo en casos de extremada precariedad (no ha de confundirse con pobreza, porque hay pobres de solemnidad que leen más y con mejor provecho que ciertos individuos prominentes), en esta civilización el texto escrito sigue siendo, a pesar de todo, un objeto simbólico indispensable para relacionarnos con el mundo. Es, por así decirlo, el conocimiento hecho carne, el logos materializado. Poco importa ya que sea impreso en papel, estampado en acrílico o ingeniosamente emulado mediante los pixeles de una pantalla electrónica de cualquier especie.

Leemos y escribimos con toda suerte de dispositivos –del bolígrafo al teclado, real o virtual– y al realizar ambas actividades echamos mano de conjuntos tipográficos de uso generalizado. Salvo por lo que se refiere a la escritura a mano y su posterior lectura, empleamos caracteres diseñados y trazados por otras personas para el empleo masivo y rara vez reparamos en ellos. La acuciante búsqueda del significado de las palabras escritas no nos deja tiempo para fijar la atención en particular en una jota, en una zeta, en una efe. Tampoco solemos hacerle caso a la fuente en la que leemos o escribimos y casi siempre nos da igual si es compensada o no, y si se trata de una egipcia, una gótica o una humanista. Pensamos, a lo más, que está muy pequeña y es, por ende, de difícil lectura, o que es demasiado grande y que no nos va a caber el texto en la hoja de papel, la pancarta o el anuncio.

Sin embargo, las características tipográficas de un texto inciden de una manera sutil en nuestra aceptación o rechazo, en nuestra comprensión o nuestro pasmo y hasta en el estado de ánimo con que leemos algo. Baste, para demostrarlo y evidenciar la incomodidad, con llevar las cosas hasta cierto extremo y emplear una fuente que puede parecer genial para un anuncio o un logotipo pero que resulta inadecuada para componer un cuerpo de texto.

Bien: tras la invención de las fuentes hay personas que trabajan como hormigas con el lápiz, el pincel, el punzón metálico y el programa de diseño, se rompen la cabeza comparando trazos para encontrar los más armónicos y legibles y formar, con ellos, nuevas fuentes tipográficas. Si hacemos a un lado la extendida metonimia y acudimos a la literalidad, son ellos los verdaderos hombres (y mujeres) de letras.

El primero y el más grande es sin duda el buen Juan Gutenberg, quien para la edición de su primera obra, la llamada Biblia de 42 líneas, inventó la primera fuente tipográfica del mundo: la llamada textura, que imita la escritura de los monjes copistas a los que se propuso superar, con su invento, en velocidad y capacidad de producción. El alemán creó también una cursiva gótica bastarda con la que fue compuesta la Indulgencia de Maguncia. La proliferación de imprentas de tipos móviles dio lugar al diseño y la fundición de nuevas tipografías: la manual humanista, la minúscula carolingia, el tipo romano y la llamada romana de letra blanca.

Otro hombre de letras destacadísimo, contemporáneo nuestro, es Hermann Zapf, quien murió el 4 de junio del año pasado en Darmnstadt, Alemania, ya nonagenario. Nacido el 8 de noviembre de 1918 en Núremberg y conoció desde muy niño el hambre de la gran depresión. En la escuela se interesó por temas científicos y tecnológicos y a edad temprana construyó un receptor para escuchar la radio por las noches, bajo las sábanas y a escondidas de sus padres, con su hermano, cuatro años mayor que él. Para ocultar aquella actividad fabricó detectores que los alertaban si se movía la manija de la puerta.

A los 12 años diseñó alfabetos codificados –mezcla de tipos cirílicos con runas germánicas– para comunicarse con su hermano de manera encriptada. Al terminar la escuela, en 1933, pretendió estudiar ingeniería eléctrica, pero su padre perdió el empleo “y tuvo tremendos problemas con el nuevo régimen –apunta el propio Zapf en su autobiografía, en referencia al régimen nazi–: había estado involucrado con los sindicatos y en marzo de aquel año fue enviado al campo de concentración de Dachau por un corto tiempo”.

“Dadas las circunstancias políticas, no se me permitió ingresar al Instituto Politécnico de Ohm, en Núremberg, y no fue sino hasta 30 años después, en Estados Unidos, que pude cumplir mis sueños de juventud con la tecnología de computadoras”. De modo que el joven Zapf tuvo que optar por volverse aprendiz en una empresa que no le preguntara por las posturas políticas de su familia. Así, en 1934 empezó a trabajar de corrector en la imprenta Karl Ulrich.

Tras visitar una exposición itinerante de Rudolf Koch, nuestro personaje se interesó en el trazado de caracteres y leyó Das Schreiben als Kunstfertigkeit (La habilidad de la caligrafía) del propio Koch, así como el clásico Writing, Illuminating and Lettering de Edward Johnston. En 1938 Zapf cambió de trabajo y empezó a colaborar en el taller de Paul Koch, en Fráncfurt, al tiempo que estudiaba artes gráficas y grabación con punzones con el maestro grabador August Rosenberg. Juntos elaboraron el libro Pen and graver, que contenía 25 alfabetos caligráficos, y que no fue publicado sino hasta 1949, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

La participación de Zapf en la wehrmacht del Tercer Reich fue marginal. Llamado a filas en 1939 y enviado a la línea Siegfred, enfermó del corazón y fue rápidamente descartado. Pero en abril de 1942 el Reich empezó a echar mano de todos los ciudadanos, cardiacos o no, para enrolarlos. Zapf fue integrado al cuerpo de artilleros, donde su torpeza llevó a los oficiales a un estado de desesperación. Fue ubicado como cartógrafo en el Primer Ejército y enviado a Burdeos, donde le encomendaron el trazo de la frontera franco-española. Al término del conflicto el tipógrafo fue capturado por las fuerzas francesas, las cuales lo trataron con consideración, por considerarlo un artista y lo enviaron a casa en cuestión de semanas. De vuelta al Núremberg destruido, Zapf trabajó como profesor de caligrafía.

En 1947 la fundición Stempel, de Fráncfurt, le ofreció una plaza de jefe del taller artístico de la empresa. Aun sin haber cumplido 30 años y sin ningún certificado de estudios, Zapf se abrió paso en la industria mostrando su cuaderno de trazos. En 1949 publicó el libro Feder und Stichel (Pluma y punzón, en colaboración con August Rosenberg), recopilación de 25 alfabetos caligráficos que le valió un vasto prestigio como hacedor de letras.

En 1951 Hermann se casó con la caligrafista Gudrun von Hesse, quien desarrolló una carrera propia y destacada en el diseño de fuentes (Ariadne, Calligraphic 810, Carmina y Shakespeare, entre otras). En los años siguientes trabajó para diversas editoriales: Suhrkamp, Insel, the Book Guild Gutenberg, Hanser, Dr. Ludwig Reichert, Philipp von Zabern y otras. “Por un asunto de principio, nunca trabajé para agencias de publicidad”, asentó en su reseña autobiográfica. Posteriormente se trasladó a Estados Unidos, donde colaboró con firmas como Linotype, Hell, ITC y Bitstream. En 1977 fundó Design Processing International, Inc. en Nueva York. En esa empresa partició en el desarrollo de software de diseño tipográfico.

Sus obras más trascendentes son sin duda las fuentes Palatino, Antiqua y Optima, usadas en cientos de millones de publicaciones, anuncios, aparatos y dispositivos en todo el mundo. La primera es considerada la fuente más plagiada del siglo XX. La prodigiosa Zapfino es una fuente que permite crear, con tipografía digital, textos caligráficos en los que las letras quedan unidas entre sí por un trazo continuo. Y no hay tipógrafo que no haya usado la colección de viñetas llamada Zapf Dingbats.

Las letras están en deuda con este tipo.


1.3.16

Notas del latrocinio


La revisión a la cuenta pública de 2014, dada a conocer hace unos días por la Auditoría Superior de la federación (ASF), constituye una radiografía precisa de la corrupción monumental que caracteriza al gobierno de Enrique Peña Nieto. Aunque para cubrir el hueco causado en la renta petrolera por la privatización y por la caída de los precios del crudo el régimen se ha ensañado en el incremento de impuestos a las grandes mayorías, durante 2014 el Sistema de Administración Tributaria dejó de cobrar o devolvió más de 1.2 billones de pesos (el 7 por ciento del producto interno bruto) a un puñado de grandes empresas. “No es momento de reducir los impuestos”, dice Luis Videgaray, refiriéndose, claro, a asalariados, profesionistas, pequeños comerciantes y otros ciudadanos de a pie, mientras favorece con devoluciones en efectivo, exenciones y créditos fiscales a los capitales a los que rinde cuentas el peñato. Por estos días se anunció un recorte de más de cien mil millones de pesos al presupuesto de Pemex –lo que se traducirá en una reducción en la producción de cien mil barriles diarios. De manera coincidente, la ASF recibió la denuncia de un fraude por caso el triple de esa suma (271 mil 751 millones, para ser precisos) al Fideicomiso de Cobertura al Pasivo Laboral y de Vivienda (Ficolavi) de los trabajadores petroleros.

Las empresas mineras que destrozan el territorio nacional no pagan nada al Estado si tienen menos de cien hectáreas concesionadas, y únicamente 500 pesos anuales por hectárea, si tienen más de cien. Se cobra por superficie, no por lo extraído, o sea que la tarifa es la misma, independientemente de que extraigan oro o carbón. Pero un tercio de esas compañías no paga ni siquiera eso gracias a que ni el SAT ni la Secretaría de Economía se ocupan de realizar los cobros correspondientes.

Además de la expoliación de los bolsillos ciudadanos, para cubrir los enormes huecos que la corrupción deja en las finanzas públicas se recurre a un endeudamiento obsceno e injustificable que en los tres primeros años del peñato le ha costado al país cerca de 25 mil millones de dólares anuales para cubrir los intereses –sólo los intereses– de los empréstitos foráneos.

En mayo del año pasado Andrés Manuel López Obrador calculaba que el latrocinio asciende a unos 500 mil millones de pesos al año. Se quedó corto. Unos meses más tarde, Julio Millán Bojalil, presidente del Grupo Corporación Azteca, dijo que la corrupción le cuesta al país cerca de 740 mil millones. Los empresarios saben de lo que hablan porque no sólo se trata de los beneficiarios de contratos sucios, como los grupos Higa y OHL, o Autotraffic, la empresa de las fotomultas de Miguel Ángel Mancera, sino también de los que tienen que pagar los moches, las comisiones, las mordidas y las extorsiones de un sistema que LydiaCacho describe con precisión en su expresión local de Quintana Roo y que se extiende por todo el territorio nacional. En Veracruz, por ejemplo, además de fosas clandestinas, desapariciones y asesinatos, hay dos agujeros por 700 millones de pesos (fondo de pensiones de los trabajadores del Estado) y dos mil millones (presupuesto que el gobierno local debe entregarse a la Universidad Veracruzana), aunque Javier Duarte, responsable de aplicar y cuidar el dinero público en la entidad, jure que él no se ha robado “ni un centavo”.

Una parte del balance sale a la luz en sumas que van de unos cuantos millones a más de un billón. El otro lado apenas muestra su punta del iceberg en las residencias de lujo, en el avión presidencial, en los cientos de millones de pesos que los máximos funcionarios del Poder Judicial se embolsan con toda impunidad, en los quinientos millones de pesos que derrocha el INE en una injustificable renta de automóviles o en elcaviar, el salmón y la champaña con que se regalan los funcionarios “encargados de combatir la corrupción” en sus viajes al extranjero y que su jefe, el cara dura de Virgilio Andrade, considera que “cumplen con la normatividad”.

Claro que el robo del dinero público no se inventó hace tres años: baste con recordar las raterías del ultraderechista Jorge Serrano Limón, perpetradas al amparo de aquella inescrupulosa “pareja presidencial”, o el cochinero de la Torre de Luz de Felipe Calderón. Pero si para los gobernantes anteriores el latrocinio era un complemento inocultable del ejercicio del poder, el peñato lo ha convertido en su esencia. Y las pruebas brotan por todas partes.