17.1.07
Te felicito, ETA
14.1.07
La vida sigue
- Cantores de Somalia
- Otras músicas prohibidas
La incesante guerra ha llevado al destierro a los músicos de Somalia. Los cantos han dejado de escucharse en los pozos de Afmadow y se han trasladado a las calles y bares de Toronto, de Londres y de Miniápolis. Uno de los cantantes más conocidos es el rapero K’naan, nacido en Mogadiscio en 1978 e hijo de un emigrante que consiguió trabajo de taxista en Nueva York y desde allí enviaba a su casa discos de hip-hop. A los 13, K’naan, que significa viajero, logró salir, con su madre y sus hermanos, rumbo a la urbe de hierro. Vivieron en Harlem, se trasladaron luego a Ontario, y ya instalado en Canadá el muchacho dejó la escuela y se dedicó a rapear. Lo hizo tan bien que en 2001 fue invitado al concierto realizado en Ginebra con motivo del 50 aniversario del Alto Comisionado de la ONU para Refugiados. Allí lo escuchó el consagrado senegalés Youssou N’Dour, quien lo incorporó al proyecto Building Bridges, lo que le permitió a K’naan recorrer el mundo y ganar la fama.
Mariam
Pero antes de K’naan viene Maryam Mursal, única niña en una familia musulmana de cinco hijos y quien, de adolescente, mandó la tradición al carajo y se atrevió a volverse cantante profesional en la capital somalí. Tras criticar al tirano Mohamed Siad Barre, se le prohibió presentarse en público durante dos años, tiempo en el que se ganó la vida conduciendo un taxi por las calles de Mogadiscio. Cuando empezó la guerra civil, Maryam tomó a sus cinco hijos y emprendió una larga huída, a pie, al vecino Djibouti, en donde finalmente encontró asilo en la embajada danesa. La artista reside actualmente en Dinamarca y es considerada la figura central del llamado jazz somalí, en el que se integran el blues, el soul africano y los ritmos de origen árabe. Escuchen parte de la historia contada por los labios dulces de la propia Maryam.
Magool
Pero antes de Maryam viene la memorable Magool, ya fallecida, quien nació en Beledweyne el 2 de mayo de 1948 con el nombre Halima Khaliif Omar. A mediados de los años setenta, en tiempos de la guerra contra Etiopía, cantó himnos patrióticos; luego entonó cantos islámicos que no le gustaron al gobierno y partió al exilio. Volvió en 1987 para protagonizar, en Mogadiscio, el concierto más exitoso de la historia de Somalia: 15 mil personas se dieron cita para escucharla en el estadio de la ciudad. Fue partidaria de Mohamed Farra Aidid, el líder rebelde que derrocó a Barre y que fue objeto de una cacería humana por parte de la Fuerza Delta y los Rangers estadunidenses, quienes en la búsqueda de Aidid perpetraron una matazón en la capital somalí (entre 500 y mil muertos) y sufrieron 91 bajas en aquella “batalla de Mogadiscio” que fue posteriormente mal contada en la película La caída del Halcón Negro (Black Hawk Down). El 19 de marzo de 2004 Magool murió en un hospital de Ámsterdam.
Cuántas censuras diversas y contrastadas: son jarocho, cantantes somalíes, taquies andinos, Entartete musik (“música degenerada”, según los nazis), narcocorridos mexicanos, rock and roll, tango argentino, canciones que hablan de drogas, de sexo o de las islas Malvinas que no pasan al aire por la señal de la civilizada BBC... Pero la canción es como la vida: no importa cuán espeso sea el cemento, que a la larga una semilla germinada en las sombras acabará reventándolo.
Y la vida sigue. Por debajo de las ceremonias oficiales, de las buenas costumbres, de las malas noticias, de la mediocridad, la simple estupidez o la crueldad infinita de los poderosos, ha comenzado un año nuevo. Deseo tardíamente que sea bueno y cálido. Vuelvo aquí, vuelvo al blog y al correo. Qué cerca estamos ya de la primavera.