28.4.08

Prohibiciones absurdas


El 24 de febrero, ya instalado en la sucesión de su hermano, Raúl Castro anunció que levantaría algunas de las “prohibiciones absurdas” que se han ido acumulando sobre los cubanos desde hace mucho tiempo y por distintas razones. La primera en caer fue la de adquirir libremente algunos artefactos electrónicos como televisores, reproductores de DVD, hornos de microondas y computadoras. Se informó que en forma paulatina, conforme se incremente la producción de electricidad en la isla, será posible comprar sin restricciones equipos de aire acondicionado, regaderas y calentadores eléctricos (abril de 2009), así como tostadores, hornos y estufas de electricidad (abril de 2010). A principios de este mes, dieron la vuelta al mundo las fotos de cubanos que hacían cola para adquirir líneas de telefonía celular, y se permitió el acceso de nacionales a hoteles de primera clase, hasta entonces reservados a los extranjeros. Vienen más desregulaciones: la de la compra de insumos por los agricultores y una reducción de la tramitología en vigor para entrar y salir del país. Es inevitable, pero no necesariamente reconfortante: ahora los cubanos se forman en fila no sólo para recibir beneficios gratuitos y obligatorios, sino también para consumir y para pagar, igual que en el capitalismo.

Unas semanas después, el lunes antepasado, el hermano menor de Fidel dejó muy en claro que la imposibilidad de manifestarse no está incluida en la lista de las prohibiciones absurdas: mujeres y familiares de presos políticos que se llaman a sí mismas “Damas de blanco”, fueron desalojadas a la fuerza por la policía cuando se manifestaban en la Plaza de la Revolución, en La Habana. Su demanda principal es la liberación de medio centenar de individuos que fueron capturados en 2003, acusados de colaborar con Estados Unidos para debilitar el régimen, sometidos a juicios sumarios y condenados a penas de hasta 28 años de prisión.

Tal vez en algunos casos, o en todos, los cargos sean ciertos; eso es otro asunto. Pero, ¿saben?: hasta los traidores a la patria y sus parientes tienen derechos humanos, porque éstos son universales e imprescriptibles, y negar la libertad de expresión y manifestación es señal de barbarie, aunque se haga en nombre del socialismo.

Los avances educativos, de salud, de justicia social en general, logrados por la Revolución Cubana, serán impresionantes y conmovedores. El bloqueo y la perpetua agresión estadunidense contra la isla son abominables; el gobierno de Washington es, por mucho, el principal violador de los derechos humanos en el mundo; en México crecen la miseria y la desigualdad, impulsadas por una oligarquía ladrona que secuestró el poder público; Álvaro Uribe es asesino, paramilitar y narco; Lula y Bachelet abandonaron sus principios y se echaron en brazos del neoliberalismo. Pero nada de lo mencionado hace menos impresentables, en Cuba, la perpetuación del autoritarismo ni una sucesión en el mando del Estado que recuerda el más reciente cambio de rey en Arabia Saudita.

A ver si el beneficiario de ese relevo no pretende conducir la transición “a la china”, es decir: abrir la economía a la miel y a la hiel del capitalismo y dejar intacta la dictadura. En el país asiático, una casta divina que sigue conservando el nombre de Partido Comunista –oh, la fuerza de las tradiciones— logró implantar el peor de los mundos posibles: opresión con stress de competitividad y desigualdades sociales, televisores de plasma para algunos y garrotazos en la cabeza para otros.

Un dato alentador es que la Cuba de hoy es un hervidero de ideas y debates, que el gobierno no ha podido o no ha querido sofocar esa efervescencia y que la sociedad y sus individuos parecen dispuestos a participar y a hacerse escuchar. Ojalá que logren sacudirse las inercias del poder, que sean ellos quienes determinen cuáles de las prohibiciones son las más absurdas y desechables, que ganen libertad sin perder logros sociales. Se lo merecen.

27.4.08

Corrido de las Adelitas


Lazaro Cardenas dice,
sereno y despreocupado:
“Al transcurso de diez años
todo quedará pagado.
Tengo un pueblo mexicano
que no me queda ni duda;
desde el más niño al más viejo,
todos me ofrecen su ayuda.
En la mujer mexicana
hay patriotismo y orgullo:
se deshace de sus joyas
para ofrecerlas al cuño.”

Cástulo Prado
El corrido del petróleo
Mayo de 1938

Aquí les traigo noticia
que en abril de 2008
salieron las Adelitas
en defensa del petróleo.
Desde el 18 de marzo
Obrador dijo a la audiencia:
“Ya van a dar el albazo,
preparen la resistencia”.

Con los dueños del dinero
Calderón tiene pendientes
pues sabe que lo impusieron
contra el voto de la gente.
Como no pudo mostrar
sus raterías inmundas,
ya nos quería engañar
con cuentos de aguas profundas.

Lo sabe quien lo asesora
y lo sabe Calderón:
su ley privatizadora
viola la Constitución
Y sin embargo, el Pelele
manda la ley al Senado;
y pide que se la aprueben
sin haberla ni mirado.

Claudia Sheinbaum, con su gente,
corre a parar el albazo:
“Notifíquenle a su jefe,
señores, que aquí no hay paso.”
Van las “Enaguas Profundas”,
van los “Círculos de Estudio”,
ya las brigadas se juntan
contra la ley del espurio.

Corean las Adelitas
enfrente de Andrés Manuel
una consigna que cita
el honor de estar con él.
Andrés Manuel les rebota
con algo que dice así:
“Con tanta mujer patriota,
el honor es para mí.”

Mientras tanto, en el Senado,
legisladores del Frente
se subieron al estrado
en forma muy consecuente.
“No se me arruguen, señores”,
les dicen las Adelitas;
“no vayan a ser traidores,
el país los necesita.”

Las Adelitas avanzan
y se plantan en la sede;
“si quieren vender la Patria,
con nosotras no se puede”.
“Y si el país nos lo pide,
o si algo se necesita,
México, no se te olvide
que aquí están tus Adelitas.”

La resistencia civil
cierra el paso a los traidores:
miren cómo llora Creel
en los brazos de Beltrones.
Larios, muy enfurecido,
regaña a una marioneta
que tiene gran parecido
con la tal Ruth Zavaleta.

No sé que traigo en los ojos
que veo puro cabrón,
y todos, puestos de hinojos
frente a Gamboa Patrón.
El Pelele, que es cobarde,
va perdiendo las maneras:
“¡Qué debate, ni qué madres,
ya voten mi chingadera!”

La conjura se te apesta,
usurpador Calderón,
y estás perdiendo la apuesta
de vender a la Nación.
Si se te arruina el negocio
vas a tener mucho miedo
pues tus patrones y socios
te la van a hacer de pedo.

Vamos a ver de qué lado,
señores, masca la iguana,
y no hay que dar por sentado
lo que pasará mañana.
Pero de sus buenas gentes
México se vanagloria
y estas mujeres valientes
ya son parte de la Historia.

Se dirá por muchos años
esta verdad evidente:
ellas tienen más tamaños
que el espurio presidente.
Vuela, vuela, palomita,
abre tus alas al sol.
Más vale ser Adelita
que sirviente de Repsol.

25.4.08

Aniversarios

DF: Año I de la Despenalización

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4 años de navegar


No había caído en la cuenta hasta que Juve me lo recordó por medio de un mensaje de celular: el 25 de abril de 2004 apareció en La Jornada la primera navegación. Qué remordimiento con lectores y lectoras que me han tenido (o ya no) tanta paciencia.

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La niña Sofía

24.4.08

Árbol de oficios


  • Dos mensajes sin entregar

Los agravios entre automovilistas pueden ser más profundos y lacerantes que un asesinato, una violación o el saqueo de un pueblo, pero suficientes horrores vivimos como para hablar de éste. Digamos mejor que tienen, por fortuna, una contraparte esperanzadora: el grueso e instantáneo puente de fraternidad que se establece cuando el contenido humano de un vehículo se detiene, baja de su vehículo y auxilia a un prójimo en problemas. Hay que ser muy desalmado para no haber estado nunca en uno de los lados de ese puente y tener un pacto especial con la Diosa Fortuna para no haber pisado nunca el otro. Hace años, en una noche de aguacero me tocaba ser el desamparado del episodio y lidiaba con una tonelada y media de fierro viejo a la que se le había muerto la batería en pleno carril central. Un automovilista desconocido se estacionó atrás de mí, encendió las luces de emergencia de su unidad, mucho más presentable que la mía, se apeó de su coche y se empapó conmigo mientras acordábamos la mejor forma para empujar la máquina difunta con la fuerza de la viviente. Cuando la carcacha quedó en un lugar seguro y ambos chorreábamos, le pedí su dirección para enviarle una nota de agradecimiento. Hizo un leve gesto de negación con la cabeza, abordó su vehículo y sus luces traseras se perdieron en la noche y en la lluvia. Ojalá que ahora le llegue el fragmento que aún recuerdo de lo que le escribí y no pude enviarle:

Hermano desconocido
que me ayudaste a empujar
un viejo coche vencido
en Prolongación de Uxmal:
si Dios es más que un pedazo
de madera o de papel,
cuando te mueras, un auto
habrá de llevarte a Él.

El progreso es fugaz. Al amparo de la cultura automovilística, que tiene menos de un siglo (si tomamos como su arranque en serio el del célebre Modelo T de Henry Ford, en 1908) han surgido, florecido y declinado oficios múltiples: vulcanizadores que trabajan con el invento más antiguo de la humanidad y que en el nombre de su oficio llevan la significación de un dios cojo y temperamental; hojalateros, fecundos en maquillajes milagrosos y hasta en efectos especiales; despachadores de gasolina solícitos o indiferentes; talabarteros que fueron antes y que hoy en día son artesanos de los forros (asientos, puertas, techo) o de las vestiduras, como se dice en México, otorgando dignidad sacerdotal a las butacas de la carcacha; cerrajeros benditos que nos abren las puertas del paraíso cuando dejamos las llaves adentro y que luego nos cobran su destreza como si fueran cirujanos de coronarias; expertos eléctricos que casi nunca son expertos y cuya intervención escapa al horizonte de nuestra cultura científica y tecnológica; cambiadores de frenos y de amortiguadores, rectificadores de cigüeñales y, por supuesto, mecánicos propiamente dichos, es decir, quienes descienden a las profundidades esenciales, oráculos de los cien mil kilómetros, señores del movimiento, auscultadores del hierro lubricado, actuarios del suministro de agua y gasolina, verificadores del aceite, oteadores del viento artificial que refresca al radiador, impulsores del sistema de encendido, orfebres de los platinos, genios de las bujías.

No he terminado: además de los propiamente clínicos, muchos otros oficios lícitos e ilícitos proliferan en las ramificaciones del árbol automovilístico: taxistas, auto y micro y metro buseros, ajustadores de seguros providenciales, vendedores arrogantes, revendedores, ladrones de partes y ladrones de automóviles completos, acomodadores de valet parking, limpiavidrios, policías de tránsito, directores generales de vialidad, ponedores de candados inmovilizadores, expertos en rines y tapones, tenderos que ofrecen lo último de lo último en sonido, video, seguridad y ornamentos abiertamente frívolos para el automóvil, blindadores de modelos de lujo, abridores de techos corredizos y hasta pilotos de Fórmula Uno, cargados de testosterona no refinada y siempre resueltos a romperse la crisma y a hacer pedazos las finas máquinas que tripulan.

El avance (¿seguro que es avance?) en el diseño de los automóviles ha dejado fuera de la jugada a incontables artesanos que se quedaron sin materia de trabajo o que han debido recapacitarse en otros menesteres en la medida en que la evolución anatómica de los vehículos deja fuera órganos y miembros antes indispensables, los convierte en piezas desechables que no admiten arreglo una vez que fallan o prescribe la inviabilidad de reparaciones mayores. Se me vienen a la memoria los cromadores de defensas, los encamisadores de cilindros, los cambiadores de espreas para un carburador desvencijado. Hoy en día, por razones de estricta economía, es casi impensable la vieja y aparatosa intervención quirúrgica a corazón abierto de un cambio de motor.

Hay cientos (¿o ya son miles?) de especialidades consagradas al cuidado, la reparación y la corrección del cuerpo humano, que van del salón de belleza y la peluquería a los hospitales oncológicos, pasando por divanes, gimnasios, temascales, centros de desintoxicación, despachos de ortopedia y pedicura, sillones de dentista y de oftalmología, farmacias y secciones enteras de supermercado cargadas de afeites, desodorantes, medicinas, vendas, inhaladores, almohadas con acento en las cervicales y sillas que consienten a las lumbares.

La existencia de una cantidad equivalente de ejércitos de trabajadores y sus respectivas vituallas y aparatos para suprimir gruñidos o malestares espirituales de los automotores da cuenta, además, de un sitial marcadamente antropomórfico en lo colectivo y en lo individual, pues no son pocos los coches que alcanzan nombre propio y hasta un lugar en el álbum fotográfico de la familia. “Antaño estábamos en contacto con una usina complicada, pero hoy hemos olvidado las revoluciones de un motor. Cumple su función, que es girar, como un corazón late, y tampoco prestamos atención a nuestros corazones”, escribía Saint-Exupéry tras reflexionar sobre la progresiva imitación de las curvas de un seno o de un hombro por las formas de carenados y fuselajes: “Parece que la perfección no se alcanza cuando no queda más por añadir, sino cuando ya no hay nada que restar. Al término de su evolución, la máquina se disimula”.

Pero esa es otra historia. Al igual que el cuerpo, el cachivache de cuatro ruedas genera y demanda legiones de individuos a su servicio. Entre los oficios automovilísticos y paraautomovilísticos están los franeleros, cuidadores y “viene-viene”, de los que casi todo mundo afirma que son una plaga, un universo de parásitos o unos profesionales de la extorsión, o las tres cosas. Me abstengo de compartir esas acusaciones porque mayor daño causan, más zánganos son, y con peores maneras extorsionan, los altos funcionarios del gobierno, los cuales, sin embargo, hacen como que nadie les dice nada.

Una vez me topé con uno de esos franeleros, el cual, en el esplendor del descaro, echaba una siesta, acostado sobre el cofre del automóvil que había jurado defender con su vida, sin reparar en la fragilidad de la lámina de los modelos modernos ni en nada de nada. Le tomé una foto, le escribí unos versos con la intención de entregárselos más tarde y no lo volví a ver nunca. Muchos posts atrás le dejé su foto con un mensaje. Espero que lo haya visto.


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Agregado del 25/04/08: como lo advierte Yo merita en un comentario a este post, la primera frase del texto dice algo sumamente estúpido .

22.4.08

La campaña

Toma de la tribuna de San Lázaro por diputados panistas.
28 de noviembre de 2006. Foto de José Carlo González


Esta es la gran revelación en lo que el milenio lleva de transcurrido: la resistencia civil es hija de Hitler, émula de Mussolini, ahijada de Pinochet, biznieta de Victoriano Huerta. Un misterio es que el spot linchador se salte a Franco, o será que ese es de veras entrañable y no se le quiere asociar con el enemigo tradicional y eterno (la cápsula recuerda el primer tramo de una pastorela mexicana: identifica al Maligno con sus distintas caras y muestra las trampas que éste emplea para evitar que nazca el Santo Niño de la Privatización). Los opositores a la entrega del petróleo “son fascistas”, confirman el diagnóstico algunos opinadores, al encontrar el síntoma inconfundible de la toma de tribunas parlamentarias. Otros medios inventan una sección informativa titulada “El secuestro del Congreso”, o algo así, y agrupan bajo ese encabezado genérico la menudencia informativa que genera la disputa por la industria petrolera.

Es raro que no se les haya ocurrido un encabezado igual cuando la diputación panista tomó la tribuna de San Lázaro (28/11/2006), para consumar otro secuestro célebre –el del Poder Ejecutivo— que se preparaba desde mucho antes del 2 de julio de ese año. A diferencia de la toma pacífica de este 10 de abril, en aquella ocasión los blanquiazules recurrieron a los coscorrones y curulazos, como quedó documentado en la prensa: véase la foto del panista Francisco Domínguez (La Jornada, 29/11/2006) mientras patea a un legislador del Frente Amplio Progresista (FAP). Ni los opinadores ni Guillermo Velasco Arzac, alias Jenofonte, se acuerdan del incidente. Enrique Krauze lo interpretó a su manera: los diputados en general, pero “sobre todo los del FAP, han manchado el nombre de México con el estigma de la violencia y la incivilidad” (Reforma, 3/12/2006).

También resulta curiosa la presteza con que informadores, opinadores y panistas se apresuran a deslindarse de los términos del spot, pero se quedan con sus contenidos y los reproducen sin escrúpulo: si López Obrador no es equiparable a Hitler, Mussolini, Pinochet y Huerta (la comparación es tan delirante y grafitera que provoca rubor hasta en quienes están de acuerdo con ella), cuando menos él y sus seguidores pecan de caudillismo, golpismo, violencia y totalitarismo. Botón de muestra: por culpa de la resistencia civil “nuestra democracia está en peligro” y “nuestra paz está en riesgo”, grazna la propaganda de Jenofonte. “El haber tocado el funcionamiento del poder legislativo es un acto que violenta el orden democrático inadmisiblemente”, afirma Enrique Krauze. Y uno se pregunta: ¿No se sentirán un poquito incómodos metidos en la misma bañera argumental esos dos, el ultraconservador cavernario y el liberal ilustrado? O visto de otro modo: ¿Qué motiva a Velasco Arzac y a Krause a volverse colegas de cruzada sin morir (de vergüenza) en el intento? ¿Tendrán algo que ver en esta afinidad los vínculos institucionales entre Coparmex y Televisa? ¿Es pinza o mera compañía de ruta?

Es comprensible que al primero se le escapen algunas consideraciones finas y hasta una que otra obviedad. Del segundo cabría esperar que ahondara en ellas y que dejara de confundir la ética política con la etiqueta legislativa. Por ejemplo: las instituciones, Congreso incluido, son representaciones, deformadas poquito o mucho, del país. Y a mayor descomposición del Estado, más literales y bruscas se vuelven esas representaciones. Por eso tenemos una Presidencia que se ve forzada a usar puertas traseras, accesos laterales o agujeros de ventilación para ingresar a los recintos y a los debates (el spot de “aguas profundas” fue el equivalente conceptual del ingreso furtivo de Calderón a San Lázaro, el 1/12/06). En esa perspectiva, es posible que el actual momento parlamentario represente con más fidelidad que cualquier otro el estado real del país: fracturado, paralizado y con una crisis institucional pavorosa que no empezó el 10 de abril de este año sino el 2 de julio del antepasado.


Francisco Domínguez, vicecoordinador de la bancada de Acción Nacional,
arremete contra el diputado perredista Faustino Soto, durante la toma de
la tribuna parlamentaria que protagonizaron los legisladores del blanquiazul por el temor de que los del sol azteca se les adelantaran en ocuparla.
Foto de José Carlo González

20.4.08

1914-1998


Somos bien poca cosa y, no obstante, la totalidad nos mece, somos un signo que alguien hace a alguien, somos el canal de transmisión: por nosotros fluyen los lenguajes y nuestro cuerpo los traduce a otros lenguajes. Las puertas se abren de par en par: el hombre regresa. El universo de símbolos es también un universo sensible. El bosque de las significaciones es el lugar de la reconciliación.

Octavio Paz

Genio arrogante, canalla iluminado: se te recuerda y se te admira.

17.4.08

Adieu, le grand-père nègre


Partir.
Asi como hay hombres-hiena y hombres-pantera,yo
seré un hombre-judío,
un hombre cafre
un hombre-hindú-de-Calcuta
un-hombre-Harlem-sin -derecho-a-voto
El hombre-hambre,el-hombre -insulto,el hombre-tortura
se le podria
prender en cualquier momento,molerlo a golpes-matarlo
por completo
sin tener que rendirle cuentas a nadie.

----- o -----

Aimé Césaire (26 de junio de 1913 - 17 de abril de 2008) ha vuelto de manera definitiva al país natal.

Un abrazo, Anne-Marie.

14.4.08

Pedir perdón

Si uno juzgara los actos de los gobernantes, de los altos funcionarios y de los políticos en general, únicamente por las palabras que emiten, llegaría a la conclusión de que no se equivocan nunca. El mundo podrá mudar de sentido en formas radicales y exigirles que digan, hoy, lo contrario de lo que afirmaron antier, pero ellos son infalibles y no ha de esperarse, en consecuencia, que sus labios pronuncien la expresión “me equivoqué”. Y si no pueden decir ni eso, más incapaces son de articular el vocablo “perdón”.

Allá ellos: o no lo necesitan, porque tienen quebrados los tubos que conectan la lengua con la conciencia, o bien se pierden de las delicias del remordimiento sanado.

Estamos a la vista de un iceberg: con los expedientes de los mandamases y mandamientos pillados en pleno delito se podría llenar, por ejemplo, el monumento al analfabetismo moral llamado “Biblioteca José Vasconcelos”; pero con las certezas no procesadas de las raterías que se cometen durante un año en las oficinas públicas se podría empedrar una autopista de seis carriles que comunicara a América con Europa por la parte más ancha del Atlántico. En contraste, las disculpas emitidas por aquellos integrantes de la clase política que cometen delitos, irregularidades administrativas, incorrecciones éticas o llanas estupideces, son perlas raras, por no decir inexistentes. Por más que uno se exprima la memoria, debe remontarse hasta aquel lejano (y demagógico) perdón solicitado a los pobres del país por López Portillo, durante su informe de 1982. Si se considera la tranquilizadora ausencia de disculpas, debe pensarse que en los 26 años transcurridos desde entonces, los pobres han desaparecido, o bien que nadie en el gobierno ha vuelto a agraviarlos.

Una tercera posibilidad es que el manual de hacer política prohíba, en sus mandamientos fundamentales, pedir perdón a los gobernados y representados: eso significa ceder espacios al enemigo, deteriorar la imagen propia. Un político nunca comete errores, no es mezquino jamás, debe ser tan inimputable como un jefe de Estado, como un Papa o como un deficiente mental.

En esta lógica, fue extraño escuchar hace unos días a Rafael Correa, presidente de Ecuador, quien, ante los deudos de los cuatro jóvenes mexicanos asesinados en suelo ecuatoriano por los soldados de Álvaro Uribe, expresó su “preocupación al preguntarme si no hubiéramos podido hacer algo más para conservar la vida de sus hijos”. Mal político ha de ser ese Correa, que ventila en público sus conflictos morales. Más vale tomar como ejemplo a su homólogo mexicano, quien considera que su actuar es correcto, “haiga sido como haiga sido”, o a los seis ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que, sin experimentar culpas posteriores, exoneran de toda responsabilidad legal a un gobernador que protege pederastas y conspira para violar derechos humanos.

La ausencia de todo rastro de autocrítica en la clase política nacional no es, pues, arrogancia, sino eficiencia. Los problemas se desvanecen en el momento en que las responsabilidades se declaran inexistentes: no puede haber corrupción si no hay corruptos, no hay robo sin ladrón, no hay homicidio sin asesino.

Pensándolo bien, de qué serviría pedir perdón, si estamos en el mejor de los mundos posibles.

12.4.08

La real Y.

Hace unos días recibí un mensaje que anunciaba un supuesto nuevo blog de Yamina. Caí en la trampa y lo anuncié aquí en un post. El blog en cuestión es apócrifo, por lo que ofrezco disculpas a ella y a ustedes. Los auténticos blogs de Yreal son:


Brigadistas:

Nos vemos en el

La cita se adelantó una hora porque Catedral programó campanadas a las 11 por la muerte de Corripio Ahumada.


El petróleo es de México, no de los Mouriño

10.4.08

Que vivan las Adelitas




... Y que, así sea por una vez en la vida, quienes están en las cámaras obedezcan a quienes están en las calles.

9.4.08

Doctor Merolico


  • El anuncio de Calderón
  • “Atrás de la raya...”
La noche del martes, Felipe Calderón dijo en cadena nacional: “La solución a los grandes problemas del país deben (sic) darse en el debate respetuoso, en el análisis sereno y objetivo, acerca de lo que sea mejor para México. La situación por la que atraviesa Petróleos Mexicanos ha sido materia de una amplia discusión en las últimas semanas y meses. Esta iniciativa recoge las principales inquietudes vertidas por la sociedad en esta deliberación.”

Define Mauricio-José Schwarz: “Un merolico es alguien que puede hablar durante larguísimo tiempo soltando un rollo asombroso, interesante, incluso apasionante... y absolutamente vacío [...] Hace promesas de maravillas sin fin que verá la gente en unos minutos, captura el interés de los peatones, habla de todo lo humano y lo divino [...] Pero en el intermedio entre nada y nada, ofrece en venta algo (la crema de concha nácar, desparasitadores para las lombrices intestinales o curas para la memoria como el Fosfovitacal y mejunjes similares) o incluso captura la atención del público con fines más directos”.

Del mensaje de Calderón: “Sí es posible fortalecer a Pemex y contar así con recursos para vivir mejor: más escuelas, medicinas, clínicas, hospitales, caminos, carreteras, puentes, agua potable, drenaje, electricidad, vivienda. Con la reforma, por ejemplo, tendríamos los recursos necesarios para crear preparatorias y universidades, a fin de que ningún joven mexicano se quede sin estudiar una carrera técnica o profesional por falta de oportunidades. Hay muchos jóvenes que no tienen espacio en la preparatoria o en la universidad y podemos arreglar este problema. Sí es posible que el petróleo siga siendo una palanca de prosperidad que nos permita superar definitivamente la pobreza y garantizar la educación y la salud de todos los mexicanos.”



Herófito Rodríguez Conde señala que el charlatán es un tipo “que habla mucho y sin sentido, o que habla sin discreción, o que es un parlanchín, hablador, cotorra, parlador, sacamuelas, embaucador, embustero, engañador, farsante, impostor, ladino, mentiroso, timador, baladrón, bocazas, buhonero, chicharra, engañador, facundo, gárrulo, histrión, indiscreto”, o bien un individuo “que nos quiere vender el remedio o la medicina a las muchas tribulaciones del cuerpo y el alma”. Y agrega: “Pueden existir múltiples interpretaciones de la palabra y la figura del charlatán, pero podemos convenir su definición como la de el sujeto que se toma las cosas serias a broma, sobre todo las que incumben o afectan a los intereses fundamentales de la gran mayoría de los ciudadanos [...] a pesar y por encima de toda la ‘elevada’ investidura que se suelen otorgar este tipo de personajes”.

El de Los Pinos, en su alocución de ayer: “El día de hoy, en uso de las atribuciones que me señala la Constitución General de la República, presenté ante el Congreso de la Unión una propuesta de reforma para aprovechar al máximo el potencial de nuestra industria petrolera y fortalecer a Petróleos Mexicanos.”

Claudia Agostoni apunta que el término merolico deriva del apellido de Rafael Meraulyock o Meroil-Yock, un polaco que llegó a Veracruz en 1864 o 1865, y que “afirmaba ser un ilustre médico, un diestro dentista y poseer fármacos infalibles para todas las enfermedades conocidas y por conocer. Los habitantes del puerto, asombrados ante el ilustre médico, quien vestía una larga túnica ‘entre griega y oriental’, acudían a él en multitudes; el motivo: anunciaba ser el portador del famoso aceite de San Jacobo, un elixir infalible para ‘la curación de todos los flatos, dolencias, cólicos, malos humores, asperezas de la piel y hasta para la extirpación completa de callos y callosidades’”. Cuenta Francisco Flores, en su Historia de la medicina en México, que ya en la capital de la República, el doctor Merolico, “tirado en soberbia carroza y con acompañamiento de músicas, hacía extracciones de muelas, disparando al momento de hacer la operación, probablemente con objeto de sorprender al descuidado paciente para que sintiera menos el dolor”.

El martes, poco antes de que llegara al Senado la iniciativa calderonista, las representaciones del PAN y del PRI en esa cámara aprobaban un punto de acuerdo para respaldar el despliegue militar en Chihuahua, a pesar de las denuncias de violaciones a los derechos humanos perpetradas por uniformados en la entidad.



Hace año y medio, Juan Antonio Isla publicó en La Jornada Semanal la semblanza de un merolico que “llamó la atención por su disfraz, sus botas de charol, sus grandes mostachos, pero especialmente por el discurso en el que hilvanaba frases rotundas para persuadir sobre las bondades de su producto. El hablantín usaba una gran cantidad de frases chistosas, pobladas de alimañas rastreras, para deshonrar a sus posibles competidores. En su diatriba acompañaba a las palabras con el movimiento incesante de unas manazas enormes, y en sus ojos bailaban las pupilas como saliéndose de su órbita. Mientras tanto, una ardilla amaestrada recogía los óbolos de los incautos hipnotizados por la labia contumaz”.

Del mensaje en cadena nacional del martes: “La buena noticia, mexicanas y mexicanos, es que sí es posible aumentar la capacidad para encontrar nuevas reservas petroleras, que sí es posible ampliar la capacidad de producción de Petróleos Mexicanos en beneficio del país. Afortunadamente, tenemos la capacidad y el potencial para enderezar el rumbo.”

Schwarz cuenta que una vez, en la Avenida de los Misterios, observó a un vendedor de concha nácar que decía: “Usted va a ver, usted va a mirar, usted va a observar, usted va a contemplar cómo esta víbora se va a poner rígida, totalmente tiesa, recta y derechita como una varita de nardo. Nomás le pido que se quede detrás de la raya, porque estoy trabajando; sí señores, trabajando honradamente, con honestidad y dignidad aquí ante ustedes y su buena voluntad, para ganarme el pan para mis hijos, no como otros que nomás se aprovechan de la gente para robarles sus objetos invaluables de valor sentimental o emocional o económico.” Infiere el autor que el truco consistía en que, cuando el vendedor hacía esa recomendación, varios de ellos se llevaban la mano al lugar donde los guardaban. “Otro personaje, situado detrás, y del que quizá sólo por malpensado deduje que era cómplice del merolico, pasaba la vista sobre el grupo y seleccionaba a las presas más fáciles. Tres minutos después, el público babeaba fascinado por la verba del vendedor y ya todos se habían olvidado de la cartera o el monedero, lo que aprovechaba el presunto cómplice para pasar ágilmente, como pizcando algodón, zumbándose las carteras de los dos o tres que la tenían más a mano”.



Unos días antes de la presentación de la reforma energética, la presidencia le encargó a Juan Camilo Mouriño el trabajo de cabildearla ante “aproximadamente 300 personajes del ámbito político, empresarial y social”, consignó La Jornada en su edición del 3 de abril.

Ante el anuncio de protestas y bloqueos por parte de las brigadas en defensa del petróleo, el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna declaró que la Policía Federal Preventiva (PFP) sería desplegada “donde tenemos identificadas áreas estratégicas que no se las puedo decir porque le daría ventaja a los criminales” (sic), y el martes, la sede del Senado amaneció acordonada por efectivos antimotines provistos de vallas metálicas: atrás de la raya, por favor, damitas y caballeros, que estoy chambeando, y aquí están los los links, vea, para que no le digan, que no le cuenten.


4.4.08

“Nido de guerrilleros”

Hallaron los plumíferos comprados
de El Urinal, Deforma y el Mileño,
con muy poco rigor y poco empeño,
un dato que los tiene embelesados:
que el campus de la UNAM es semillero
de un grupo terrorista y guerrillero.

Que Bin Laden despacha en Rectoría,
que Hizbollah dirige Arquitectura,
ETA está en Difusión de la Cultura,
las FARC manejan la cafetería
y Corea del Norte, que se sepa,
diseña los programas de la Prepa.

En Contabilidad, se da por hecho
que se estudian manuales subversivos;
en Trabajo Social hay explosivos,
misiles antiaéreos, en Derecho,
y en Química (la nota es objetiva),
armas de destrucción cruel y masiva.

Lo escrito por tamañas eminencias
es una información verificada;
viene de buena fuente: fue filtrada
en el CISEN y en otras dependencias;
la confirma un discurso que suscribe
el narcopresidente Álvaro Uribe.

Por si faltara un hecho fehaciente,
el lema de la UNAM se ha revelado
como un mensaje turbio y encriptado
y lo que dice verdaderamente
es horrible, vulgar y subversivo:
“Por mi Raza hablará el cuerno de chivo”.

Ay, desinformadores, es muy fea
la forma en que con ese desatino,
al régimen corrupto y asesino
de Uribe facilitan la tarea
y el modo en que a tal sátrapa extranjero
le vendieron la pluma y el trasero.

Cuatro jóvenes muertos, mexicanos,
a ustedes les importan un pepino.
Conceden la razón al asesino
y le limpian la sangre de las manos
pensando que su mancha es muy distinta:
que en las manos de ustedes sólo hay tinta.

Podría ser el clásico dilema:
el que publica un hecho deformado
obra por idiotez o por malvado.
Pero ustedes cambiaron el esquema:
ya pueden contemplarse, en sus espejos,
malos al mismo tiempo que pendejos.

3.4.08

Cosas de La Innombrable

Letrina rural

  • Inodoros de alta tecnología
  • La vida empieza en lágrimas y caca...

La modernidad es paradójica: abomina de la mierda y todo lo relacionado con ella, pero en la historia de la humanidad no ha habido proyecto civilizatorio más benévolo para con las necesidades finales del vientre. Vean, si no, la invención del papel higiénico, su perfeccionamiento hasta grados conmovedores de acolchonamiento, suavidad y resistencia, la producción de inodoros con diseños Bauhaus y Lamborghini y hasta con asientos iluminados, la construcción sin precedentes de desagües, la fabricación de plantas para el tratamieno de aguas negras, los extractores domésticos de olores, las aerosoles perfumandos que empiezan a volverse parte indispensable de los sanitarios domésticos, los adminículos nipones que emiten un poderoso sonido de agua corriente para que no se escuchen los rugidos del parto fecal.

“La era de los inodoros de alta tecnología comenzó en Japón en 1980 con la introducción de la Washlet G Series por TOTO, y desde 2002, casi la mitad de los hogares japoneses disponen de ese tipo de inodoro, excediendo a la cantidad de hogares con un ordenador personal. Aunque el indoro parece como uno occidental a primera vista, tiene una serie de funciones adicionales, tales como secador, calentador de asiento, opciones de masaje, controles de ajuste del chorro de agua, apertura automatizada de la tapa, activación de la cisterna tras el uso, paneles de control inalámbricos, calefacción y aire acondicionado para la habitación, etc. Las funciones son accesibles a través de un panel de control que o bien está a un lado de la taza o en una pared próxima, a menudo trasmitiendo las órdenes de forma inalámbrica”, platica Wikipedia.

Al tiempo que los esconde, esteriliza y deodoriza, nuestra cultura despliega un vasto arrullo amoroso para los excrementos. Nos ha acostumbrado, también, a mirar con horror hacia el pasado y a evocar la amarga vida de quienes tenían que cagar al aire libre, entre un hervidero de hormigas, o bien en letrinas secas, entre el zumbido de las moscas, y desprovistos, por supuesto, de tratamientos especiales para el colon y de tabletas antidiarréicas, desamparados tecnológicos a la hora del aseo íntimo. Me sabe mal recordarlo, pero hasta hace no muchos años el periódico cortado en trozos era un sucedáneo modesto del papel higiénico; la gente se quejaba por la consistencia y por la textura poco absorbente, pero no oí que nadie protestara por haberse embarrado de tinta lo que se limpiaba de otra cosa. Peor habrá sido la esponja remojada en agua salada, de uso colectivo, que se empleaba en Roma, o las hojas de lechuga, habituales en el siglo IX. Benditos sean, pues, los chinos, a quienes se atribuye el invento del moderno insumo.


El Rey Cuitláhuac, con su característico glifo en forma de zurullo

Esta suerte de piedad discreta para con los defecantes procede, tal vez, de la noción de inevitabilidad del acto, en el mismo rango que respirar, beber líquidos, comer y dormir. En un texto que recorté y perdí, Umberto Eco proponía un buen inicio para entender los derechos humanos en el respeto a tales obligatoriedades fisiológicas: violas los derechos humanos de alguien, en primer término, cuando le impides que respire, que beba, que coma, que sude, que duerma, que haga caca. Hasta donde sé, el único que se atreve a justificar una contravención a esta lógica evidente es George Walker, empeñado en no comprender que la privación del sueño se llama tortura.

El problema es que, mientras más comodinos y apapachados a la hora de dar rienda suelta a la tripa, más fóbicos nos volvemos, y más pánico nos causa entrar en contacto –visual, olfativo, táctil y sonoro, por no hablar del otro posible— con la hija de nuestras entrañas una vez que es expulsada de ellas. Y es que, en el fondo, todos los artilugios, circunloquios, mecanismos y habitáculos construidos en torno al acto de cagar, están concebidos para borrar de la faz de la tierra, a la brevedad, el resultado de la acción y sus diversas manifestaciones; para desentendernos y poner, entre ellos y nosotros, barreras infranqueables de tiempo, distancia, tierra, agua y sustancias químicas.

El sueño de la razón higiénica se viene abajo en forma estrepitosa cuando llega la hora de recolectar una muestra para exámenes de laboratorio. Habituados y entrenados para no contaminarnos nunca con excremento, la circunstancia de la muestra pone de cabeza nuestro orden cotidiano, porque entonces es la caca la que debe ser preservada de la menor contaminación; le llega el turno de ser colectada, en un mundo diseñado más bien para desecharla; ahora es la estrella, la protagonista y la dueña de la palabra y del saber, en tanto que nosotros debemos conformarnos con ser sus choferes: la llevamos, en coche o en autobús, hasta el laboratorio, azorados porque no hay recipiente, bolsa, bolsillo, medio de transporte, gesto o actitud corporal que dignifique nuestra vergonzosa situación de portar, fuera del organismo, un pedacito de mierda.


Panel de control de un inodoro japonés


Aun en el lenguaje, preferimos alejarnos de ella: se considera inadmisible el anuncio “voy a cagar” e incluso el culterano “voy a defecar”; parece grosero incluso mencionar por su nombre al mueble (retrete, letrina, inodoro, escusado), y hasta recurrimos al eufemismo equívoco “voy al baño”, como si fuéramos a regresar duchados; últimamente he oído por ahí evasiones verbales y ñoñismos insoportables, como el afectado “tocador” (¿acaso la vas a tocar?), el tecnocrático “servicios”, el aristocratizante “trono” o la lesa traición idiomática “dobleú ce”. Y conste que el pánico a llamar a las cosas por su nombre no es reciente: ya los monjes reclusos hablaban de asistir a los “oficios humildes” en cada ocasión en que querían vaciar la tripa.

Al mismo tiempo, una veta apestosa y regocijante recorre la literatura, de Roma en adelante, y estalla en flores nauseabundas, pero muy hermosas, como los textos clásicos de Quevedo (“La vida empieza en lágrimas y caca”), Rabelais y Montaigne, los modernos de Joyce, los antropológicos de Alfredo López Austin (Cuerpo humano e ideología), los de divulgación de Julieta Fierro (El libro de las cochinadas), el artículo espléndido de Jaime Campmany.

“No vayas al retrete si te estás cayendo de sueño, ni te metas en la cama si no aguantas más las ganas de cagar. En el primer caso, te dormirías cagando, y en el segundo, te cagarías durmiendo”, dice Ernesto Maruri, y le asiste la razón. Más allá del sueño, la defecación en los tiempos actuales resulta difícilmente compatible con otras actividades físicas, pero puede llevarse bien con las intelectuales, las espirituales y algunas artísticas: la reflexión, la oración, el dibujo, la escritura y, por supuesto, la lectura. La proliferación de lap tops y de conexiones inalámbricas de banda ancha permite prever que, en un futuro próximo, la computadora portátil rivalizará con el libro, la revista y el periódico como compañía socorrida en el inodoro, y entonces el chat, los videojuegos y los videos amenizarán (si es que no lo hacen ya entre las muy nuevas generaciones) las expulsiones de materia inmunda. Ah, y no son recomendables el bel canto ni las conversaciones telefónicas porque las contracciones del vientre dificultan el control preciso de las cuerdas vocales y producen inflexiones extrañas y hasta sospechosas.

De estos asuntos se puede escribir un libro y hasta una enciclopedia. Pero para leer en una sesión de inodoro basta con lo aquí expuesto. Y no olviden lavarse las manos.



--¿Qué ves en la figura?

--Un niño que ésta defecando en una letrina con la puerta cerrada.
--¿Por qué debemos defecar en una letrina?
--Porque así eliminamos las heces en un lugar que no contamina a las personas ni al medio ambiente, y lo hacemos sin que nadie nos vea.
(Dirección de Salud, Lima Norte)

2.4.08

Acuso recibo, Felipe Calderón

Y te mando un pésame por el nivel mental de tus huestes:

Anónimo said...

LA DERECHA LLEGO PARA LIMPIAR A LA ANTIPATRIA(ROJOS, COMUNISTAS, SOCIALISTAS Y TODA FAUNA NOCIVA DE IZQUIERDA COMO USTEDES!!
YA DEJEN DE ATACAR A LA DERECHA, QUE PUEDE SER MUY CABRONA!
YA DEJEN DE ATACAR A MEXICO !!!
¡¡¡BAJO ADVERTENCIA, NO HAY ENGAÑO!!!
ARTURO ROLDAN CAMPOS!!

(Comentario puesto el 1 de abril de 2008, a las 11:17 pm, aquí.)

1.4.08

Distribuir la riqueza


Parece ser que la de Salinas fue la última presidencia formal que contó con un programa de gobierno: iba desde el asesinato de opositores (e incluso de partidarios cercanos, sospecha la sociedad) hasta la adquisición de parvadas completas de intelectuales, pasando por la reconversión de los mecanismos redistributivos tradicionales en agencias oficiales de caridad electorera y por la reconfiguración de las mafias corporativas. El plan fue la culminación de la Presidencia imperial, de acuerdo con la expresión acuñada por una de las adquisiciones más exquisitas de aquel periodo. Ese último programa de gobierno, que llegó a Los Pinos sobre la cresta de un fraude electoral escandaloso, sentó las bases para que la derecha ganara, de manera legítima, las dos elecciones presidenciales siguientes. Por ese entonces el dogma neoliberal generalizado sembraba por el mundo la especie de que para repartir riqueza primero había que crearla (recuerden que en los años ochenta del siglo pasado la riqueza total del planeta ascendía a cero) y Salinas le agregó al postulado algunos matices de su cosecha: por ejemplo, para ser ricos primero teníamos que estar convencidos de que lo éramos, y con ese propósito nos llevó al Primer Mundo. Lamentablemente, cuando despertamos, la riqueza ya no estaba ahí.

Debe reconocerse al doctor Zedillo el mérito histórico por el abandono de un instrumento de poder tan obsoleto como el programa de gobierno y su remplazo por algo más moderno: el plan de negocios. Para repartir riqueza primero hay que crearla, y para crearla, antes debe agrupársele en unas cuantas manos, fue la aportación de aquel modesto economista y lustrador de calzado. En el marco de sálvese quien pueda (el pescuezo presidencial primero, tengan la amabilidad) heredado del salinato, el plan de negocios de Zedillo fue necesariamente improvisado, pero pese a todo el consejo de administración de la época, conformado por priístas y panistas, logró repartir 56 mil millones de dólares de deudas privadas entre el conjunto de la población. El principio redistributivo estaba de nuevo en marcha, y el que operara con números rojos en vez de negros era apenas un detalle que ya podría corregirse con sólo cambiar de tinta.

Vicente Fox, el Ilustrado, fue el primero que tradujo su plan de negocios al lenguaje popular: “bocho, changarro y tele”; a medio sexenio el modelo automovilístico aludido fue descontinuado, el foxismo olvidó la consigna y acuñó otra, igualmente fantástica: “Enciclomedia”. Su plan de negocios conyugal (para distribuir la riqueza primero hay que ponerla en manos de los hijastros) fue manejado con discreción a fin de evitar turbulencias innecesarias. A estas alturas del calderonato algunos se estarán preguntando si al país no le habría ido menos peor con la mamá de los hijitos al frente del gobierno federal, que era la segunda parte del plan foxista. Pero la sociedad en su conjunto –oh, ingrata— repudió la posibilidad y el resto es historia conocida: la oligarquía evitó la entrega de la Presidencia a quien la ganó, y haiga sido como haiga sido, un joven mayordomo despedido terminó como príncipe heredero.

A Felipe Calderón hay que reconocerle el mérito de la improvisación adaptable y sobre la marcha, sobre todo ahora, cuando los acontecimientos adquieren un ritmo vertiginoso: el plan de negocios ha pasado de rebasar por la izquierda, a derrotar al narco, de eso a escarbar en aguas profundas y tal vez esta semana nos enteremos que todo es más simple: para distribuir la riqueza pública entre Hildebrando y Juan Camilo, primero hay que regalársela a Repsol, Halliburton y compañía. Luego no digan que no evolucionamos.