Hay quienes fuman hashish en páginas arrancadas del Nuevo
Testamento y luego formulan la teoría de que Jesús de Nazaret no murió en el
Monte Calvario sino que sobrevivió a la crucifixión y que falleció, años
después, en Cachemira. Esta exégesis pacheca no le hace falta a ese territorio
para estar empapado de sacralidad hinduista y musulmana; de hecho, es una de las
regiones del planeta con mayor índice de santuarios y templos por hectárea.
Hasta para los laicos, la zona tiene la santidad de la civilización primigenia,
pues domina, a su izquierda, el valle del Indo, cuna de culturas y convivencias
urbanas de más de dos milenios de antigüedad. Aparte, Cachemira, atravesada por
la cordillera del Himalaya, está flanqueada por los picos más altos del mundo:
el K2, al oeste, del lado paquistaní, y el Everest, hacia el oriente, en la
frontera indo-nepalí. En el mapa político, la provincia colinda con Pakistán,
al oeste, con Afganistán, al norte, con China, al nororiente, y con India, al
sur.
La región ha sido disputada en varias guerras entre
Islamabad y Nueva Delhi y la moneda sigue en el aire. Las comunidades locales,
hinduistas e islámicas, no requieren de conflictos bélicos internacionales para
diezmarse mutuamente, pero las guerras les ayudan y matan, además, a soldados
indios y paquistaníes y empobrecen a las dos naciones en disputa.
Recientemente, ambas salieron con la novedad de que portaban armas nucleares
entre sus harapos y que, en última instancia, estaban dispuestas a usarlas para
reivindicar sus derechos históricos sobre esa tierra montañosa repleta de
mezquitas, templos y monasterios.
De acuerdo con The World Factbook 1998 de la CIA, el PIB por
habitante de Pakistán es de 2 mil 600 dólares y el de India, de mil 600 (sólo
para comparar, las cifras correspondientes de México y Suiza son,
respectivamente, 7 mil 700 y 23 mil 800). La tasa de analfabetismo en Pakistán
es de 62 por ciento, y en India, de 52 por ciento (México, 10.4 por ciento;
Suiza, 1 por ciento). Pakistán tiene una tasa de mortalidad infantil de 93.48
por millar, e India, de 63.14 (México, 25.82; Suiza, 4.92). La deuda externa
paquistaní equivale a más de 4 veces las exportaciones totales anuales, la de
India, a 2.6 veces (México, 1.46; creo que Suiza no tiene deuda externa
propiamente dicha). En Pakistán hay un teléfono por cada 53 personas, en India,
uno por cada 82 (México, uno por cada 8 habitantes; Suiza, uno por cada 1.4).
Pero los recursos que ambos países necesitan desesperadamente para impulsar la
educación, la salud, el bienestar y la infraestructura, fueron destinados a los
laboratorios nucleares y a los bancos de pruebas de los misiles que entregan a
domicilio flores de fuego de 50 kilotones.
Las nubes en forma de hongo resuelven de golpe los problemas
de miseria y de marginación y provocan emigraciones masivas e inmediatas a
cualquiera de los Paraísos religiosos y a las páginas de la gloria eterna de
las historias patrias.
La provincia, dividida por un armisticio en 1972, volvió a
calentarse hace una semanas cuando combatientes musulmanes, apoyados por tropas
regulares paquistaníes, incursionaron en las montañas del lado indio, se hicieron
fuertes en la Colina del Tigre, que domina al poblado de Kargil, y cortaron las
líneas de abastecimiento de varias localidades. Desde entonces, ambos bandos
combaten con aviones de ataque y sostienen duelos de artillería. Los muertos,
en uno y otro lado, suman cientos. En estos días, los generales de Nueva Delhi
mandan el mensaje de que no seguirán limitándose a contener la invasión y que,
si ésta persiste, lanzarán, a su vez, incursiones en territorio de Pakistán. La
delicada circunstancia tiene con el Jesús en la boca --aunque no haya muerto en
Cachemira-- a los gobiernos occidentales, y Washington empieza a ejercer
presiones diplomáticas y económicas sobre Islamabad --su aliado-- para que
retire sus tropas. Ojalá que las gestiones sean fructíferas. Los hongos
atómicos arruinarían los monasterios, el paisaje nevado del Himalaya, las
gargantas de los muecines que convocan a la oración, los ojos de los alpinistas
que frecuentan la zona y el corazón y el espíritu de todos los humanos.