Wikipedia: “Tras la muerte del Papa, el prefecto de Roma ordenó a Lorenzo que entregara las riquezas de la Iglesia. Lorenzo entonces pidió tres días para poder recolectarlas, pero trabajó para distribuir la mayor cantidad posible de propiedades a los pobres, para prevenir que fueran arrebatadas por el prefecto. Al tercer día, compareció ante el prefecto, y le presentó a éste los pobres, los discapacitados, los ciegos, a los leprosos, y a los menesterosos, y le dijo que ésos eran los verdaderos tesoros de la Iglesia. El prefecto entonces le dijo : ‘Osas burlarte de Roma y del Emperador,y padecerás. Pero no creas que morirás en un instante, lo harás lentamente y soportando el mayor dolor de tu vida’. Según la leyenda, Lorenzo fue quemado vivo en una hoguera, concretamente en una parrilla, cerca del campo de Verano en Roma. Se dice que mandó, en su sufrimiento, que lo voltearan, para asarse bien; y antes de exhalar, exclamó: ‘la carne ya está asada, pueden comer ya’.”
Hace unos días, al pie del monasterio de San Lorenzo del Escorial, Hugo Gutiérrez Vega me declamó una copla popular mexicana, previa advertencia sobre la inexactitud de corte antisemita (en realidad, el pobre hombre fue achicharrado por los romanos) consignada en ella:
San Lorenzo, en la parrilla,
les gritaba a los judíos:
“¡Echen más leña, cabrones,
que tengo los huevos fríos!”
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