1.9.09

La diferencia


Sabrá Dios cómo va a terminar eso, pero el asunto de Juanito será recordado, a lo sumo, como una anécdota menor. La descomposición del régimen y las bajezas personales fermentan en una suerte de picaresca sin humor poblada por muchos personajes como ese. Pero el dominio de la izquierda en la capital de la República, con todos sus errores y sus miserias, va mucho más allá de esos episodios tristes y exasperantes: se concreta en obra pública y vialidades, en pensión para adultos mayores, en promoción del desarrollo económico incluso en tiempos de crisis, en útiles escolares gratuitos, en la fundación de universidades, en cultura y recreación para las mayorías depauperadas, en dignificación de las personas. No es fácil eludir el nudo en la garganta cuando uno se entera que en el Festival por los Derechos LGBT (Lésbico, Gay, Bisexual, Travesti, Transexual y Transgénero), que tuvo lugar el sábado anterior en la glorieta del Metro Insurgentes, el Gobierno del Distrito Federal mandó poner una manta con esta leyenda: “Sal del clóset, el GDF te apoya”.

El hecho es conmovedor, en primer lugar, por razones locales: hasta hace cosa de una década, la autoridad capitalina, representada en patrullas de policía, no tutelaba los derechos de los ciudadanos no heterosexuales, sino que se dedicaba a cazarlos en razzias infames, a extorsionarlos en las barras del Ministerio Público, a tolerar y alentar la discriminación de género y de preferencia sexual, a sospechar por inercia que cualquier homosexual asesinado en un crimen de odio se merecía la muerte. Esos hábitos mentales horrendos distan mucho de haber sido erradicados de los niveles inferiores de la administración, pero se ha operado una revolución en las tendencias generales de la autoridad capitalina que obedece a la transformación cultural y cívica de la ciudadanía y acusa recibo de las añejas luchas sociales. El Distrito Federal conmemoró en abril pasado el segundo aniversario de la despenalización local del aborto. En los 28 meses transcurridos desde esa reforma legal histórica, la sociedad no se ha caído a pedazos, como auguraban los jerarcas eclesiásticos de varias religiones, las cifras de interrupción de embarazos no deseados se mantienen estables y siguen sin abrirse los restaurantes en cuyas mesas, según los peores augurios, habrían de ofrecerse fetos al orégano. En cambio, miles de mujeres se han salvado de una muerte injusta y estúpida, de las secuelas irreparables que solían dejar los abortos sucios de la vieja clandestinidad, y de la imposición, en sus vidas, de transformaciones indeseadas, prescritas por una moralina hipócrita y rancia.
Sin caer en la autocomplacencia y cerrar los ojos ante los rezagos, las insensibilidades, las injusticias y las corruptelas que prevalecen en las oficinas públicas del Distrito Federal: cuando la autoridad pública envía un mensaje de aliento y respaldo a un sector de la población que ha sido perseguido, despreciado y escarnecido por siglos, es momento de ver lo que hemos logrado. La opción preferencial por los diversos, por las oprimidas, por los desamparados de la economía y por los discriminados, es un logro institucional histórico del que pueden enorgullecerse los chilangos. Sería mezquino atribuir la obediencia de ese mandato social a uno solo de los gobiernos de izquierda que han administrado la ciudad a partir de 1997: todos ellos, independientemente de simpatías personales o de desvíos lamentables de sus protagonistas, ha hecho su contribución.
Esta manera humanista de gobernar es una seña inequívoca de diferencia frente a los gobernantes reaccionarios federal y locales –panistas y priístas son básicamente lo mismo-- que pretenden negar, como si siguiéramos en el Virreinato, la soberanía personal y los derechos básicos (empezando por los reproductivos) de los individuos, que se roban el dinero de la obra pública y los programas sociales y que dejan al arbitrio de la beneficencia privada el reparto de patitas de pollo para que subsistan los más hambrientos.

Más allá de episodios miserables, está a la vista la diferencia de actitudes entre la siempre insatisfactoria y exasperante izquierda y una derecha multicolor que existe para el beneficio personal de sus miembros y para preservar el poder y el principio de autoridad. En quince estados de la República los legislativos estatales han creado o reforzado prohibiciones totales contra el aborto que, entre sus consecuencias más extremas, llegan a condenar a las mujeres violadas a escoger entre la cárcel o una maternidad forzada. Y todavía los panuchos, los tricolores y los verdes, se dan el gusto de horrorizarse ante los talibán afganos por lindar con la barbarie. Qué diferencia.

7 comentarios:

Revolucionario dijo...

En definitiva, nos hace falta mucho camino, pero indudablemente hay señales que muestran que es posible avanzar.
Vivimos en un país extremo complejo, producto de nuestra naturaleza dividida desde siempre, desde antes de la llegada de los Españoles, no siento que las cosas hayan cambiado sustancialmente desde el virreinato a la fecha, lo que han cambiado son los tiempos, y desde Juárez hasta nuestros días, damos un paso pa delante y 4 pa tras.
Exelente post

Ministry of Silly Walks dijo...

Pienso que pese a las decepciones, los egos y los fracasos individuales, los ciudadanos sabemos de qué lado está esta izquierda y aunque no soy capitalina, me uno a la satisfacción de las luchas que se van ganando.

LaSusodicha dijo...

Hace unos meses me tocó presenciar algo muy bizarro en el metro: una pareja gay iba haciéndose arrumacos como cualquier pareja hetero puede tambien hacerlo. Todos ibamos muy quitados de la pena, hasta que un hombre de mediana edad (50 quizá), entró al vagón, y al ver la romántica escena estalló en una perorata casi ininteligible de tan histérica. Lo único que nos quedó claro fue su clamor por la expulsión de ese par de "pecadores". Todos lo ignoramos. El tipo siguió alegando sinsentidos hasta que nos hartó. Algunos usuarios lo invitamos a desalojar el tren y el tipo no paró de desgañitarse, entónces más usuarios se unieron al reclamo hasta que conseguimos echarlo, no sin cierto apasionamiento. La pareja gay siguió como si nada, beso y apapacho, y yo me sentí feliz de que sus derechos se respetaran...¿en cuántas ciudades de éste muy católico México podemos deleitarnos con una escena semejante?.
Amo la ciudad de México!
Estuvo muy chido este post.

Anónimo dijo...

Chingon post.


K

maría de lourdes aguirre beltrán dijo...

El ciudadano chilango, es admirable, pues lucha por sobrevivir en condiciones adversas, y ha desarrollado un tejido social en donde te sientes protegido.En cuanto cae una gota de lluvia, surgen cientos de vendedores de mangas, si hace calor, volteas y encuentras agua para apagar la sed, si tienes hambre, sucede lo mismo.En el metro ví que una persona se cayó de la escalera, y de inmediato hubo personas que la auxiliaron.
¡¡Viva chilangolandia!!

pk dijo...

jajaja. qué buena manta aquella en el metro insurgentes.
saludos, capitán!

ALXDELFVTVRO dijo...

La diferencia se percibe todavía más cuando vemos la proliferación de leyes antiaborto aberrantes como las de Querétaro y Guanajuato. Aunque yo creo que esos avances en lo institucional son reflejo de otros mucho más importantes en el seno de la sociedad capitalina. Salud.