27.5.10
El gato, la rata y el martillo
Artículo de Lorenzo Meyer
La "nueva política" del presidente Obama con relación a las drogas no es tan nueva. Se parece a la que México intentó en los 1930 pero que entonces Washington combatió
Martillazo
Pudimos haber sido de avanzada en la política contra las adicciones, pero Estados Unidos nos paró en seco hace 70 años y hoy son ellos los que se presentan como innovadores. Una pequeña anécdota ilustra bien lo que le pasó a México con un intento imaginativo de administrar la drogadicción. Al tratar de auxiliar a un gato que había acorralado a una rata, alguien lanzó un martillazo pero de tan mala manera que en vez de pegarle a la rata le pegó al gato; el resultado fue que ese felino nunca más volvió a intentar cazar roedores.
Pues bien, en los 1930, México empezó a diseñar una política propia e innovadora con relación al consumo de drogas, con un enfoque no del todo distinto al que hoy propone el presidente Barack Obama, pero un martillazo lanzado desde Washington en 1939 hizo que el innovador no volviera a intentarlo.
El tema
En su discurso del 20 de mayo ante el Congreso de Estados Unidos, Felipe Calderón felicitó al presidente norteamericano por su reciente iniciativa para reducir el consumo de drogas en su país, el mayor demandante de esos productos ilegales. Si Calderón hubiera acudido a la historia, hubiera tenido que observar que el enfoque de Obama tenía antecedentes en México. Aunque claro, eso no hubiera cuadrado con su actual política sobre el tema, que sigue apegada a la que tradicionalmente Washington ha alentado en el exterior: prioridad al combate a la producción y distribución de drogas, lo que ha conducido al violento callejón sin salida donde nos encontramos hoy.
El proyecto frustrado
El cardenismo fue un entorno propicio para imaginar formas de mejorar la situación de las clases mayoritarias. Sin embargo, la disparidad de poder entre México y el vecino del norte y una relación bilateral ya afectada por la expropiación petrolera de 1938, y que había tensado al máximo las variables que le daban forma, llevaron a que las autoridades sanitarias de nuestro país abandonaran sus intentos por diseñar una política propia frente a los drogadictos, una que, sin dejar de combatir la producción y trasiego, ponía el acento en el control y tratamiento de la adicción.
El proyecto mexicano fue idea del doctor Leopoldo Salazar Viniegra, responsable de la Dirección de Toxicomanía y estudioso de los efectos de la marihuana en la conducta del adicto. De su investigación concluyó, en contra de lo afirmado por Harry J. Anslinger, comisionado de la Oficina Federal de Narcóticos (FBN) del gobierno de Estados Unidos, que esa substancia, por sí misma, no convertía a sus usuarios en dementes ni menos les inducía directamente a seguir conductas de violencia criminal. Salazar Viniegra no sólo atacó las ideas prevalecientes sobre una planta que se consideraba maléfica pero que él suponía que también podría ser útil en la industria textil, sino que fue más lejos. Para impedir que los adictos a las drogas -los "viciosos"- se convirtieran realmente en criminales en su afán por obtener los recursos para comprar los narcóticos en un mercado controlado por narcotraficantes -mercado aún pequeño- él mismo, como médico, firmó recetas para que varios adictos adquirieran sus drogas en farmacias, es decir, en el mercado legal. Su idea era que el Estado se organizara para proporcionar pequeñas dosis de droga a los toxicómanos -vía el Hospital de Toxicómanos, por ejemplo- mientras se les hacía participar en un proceso de rehabilitación (Luis Astorga, El siglo de las drogas, 1996, pp. 43-46, 50-55). Despenalizar bajo supervisión el consumo individual de sustancias como la marihuana, la heroína y la cocaína quizá hubiera abierto la puerta a un tipo de relación positiva entre autoridades y toxicómanos y la hubiera cerrado a la relación entre estos últimos y los narcotraficantes. Esto no hubiera resuelto el problema mismo, como no se ha resuelto el del alcoholismo o el tabaquismo, pero sí hubiera permitido administrarlo de manera menos violenta y más constructiva de lo que finalmente fue.
México, al concluir su cambio revo- lucionario, se convirtió en uno de los países que más problemas presentó a la política antidrogas diseñada por Estados Unidos, cuyos cimientos fueron los acuerdos de Shanghai y de La Haya, de 1909 y 1912, respectivamente, y cuya meta era acabar con la drogadicción prohibiendo y combatiendo la producción y comercialización de las drogas. Por tanto, a partir de 1930 la FBN se encargó de presionar por la vía diplomática y pública a México, hasta que logró, entre otras cosas, que en agosto de 1939 Salazar Viniegra fuera despedido como responsable de la política hacia los drogadictos y reemplazado por alguien que siguió las líneas demandas por Washington (Encyclopedia of the New American Nation, Narcotics Policy).
En México ha revivido la idea de despenalizar el uso de montos mínimos de droga, pero ésa ya no es la política central ni tiene la audacia de la propuesta original de Salazar Viniegra que hacía del Estado el regulador del consumo de un usuario al que, además, buscaba rehabilitar.
La propuesta de Obama
En el documento de 127 páginas que el presidente norteamericano presentó el pasado día 11, titulado "Estrategia nacional para el control de drogas, 2010" (National Drug Control Strategy, 2010), se señala que cada día 8 mil norteamericanos consumen por primera vez alguna droga prohibida y que corren el peligro de incorporarse a los 20 millones de sus conciudadanos que ya usan ese tipo de sustancias y de los cuales 7.6 millones son drogadictos duros. Evitar esa "primera vez" o cortar esa conducta en sus etapas iniciales es el centro de una nueva política que considera el uso de drogas una enfermedad con bases biológicas, como el alcohol.
En la introducción del documento de Obama se señala que si bien el gobierno mantiene su decisión de combatir la producción y tráfico de drogas, especialmente en la frontera sur, se ha ordenado a la agencia responsable de la política antidrogas, la ONDCP, que rediseñe su enfoque en las áreas de prevención y tratamiento de las adicciones de aquellos que lo soliciten. A esto, el presidente norteamericano le llamó un enfoque balanceado. Según los apéndices, del gasto total de Washington en su lucha contra las drogas, y que ascenderá a 15 mil 552 millones de dólares en 2011, el 36% se dedicará a las áreas de prevención y tratamiento, lo que en realidad es apenas un modestísimo aumento de 0.6% respecto de 2009. Sin embargo, en este enfoque destacan las campañas de convencimiento y de rehabilitación, pues la meta ya no es sólo acabar a sangre y fuego la estructura de proveedores sino también atacar el corazón del mercado de drogas prohibidas por el lado de la demanda, disminuyendo la clientela del mercado ilícito.
La propuesta también es modesta en términos cuantitativos, pues busca reducir el universo de consumidores en sólo 15% en los siguientes cinco años, especialmente entre los jóvenes y los usuarios sistemáticos. La idea central es prevenir la adicción mediante la continuación de las políticas tradicionales de combatir la producción y comercialización de las drogas dentro y fuera de Estados Unidos pero, a la vez, creando o reforzando la información y detección temprana de uso de sustancias que conducen a la adicción, aumentando la calidad y cantidad de los programas para tratar a los ya adictos -tratamiento individual, familiar y colectivo- así como el desarrollo de sustancias que los programas médicos puedan ofrecer para sustituir a la droga misma.
Conclusiones
Obviamente, una conclusión tiene que ver con los costos de una soberanía limitada. En este caso, la presión norteamericana impidió a México intentar una política que permitiera a los enfermos de adicción a las drogas sobrevivir sin tener que caer en una relación de dependencia frente al crimen organizado. En segundo lugar, el que México tendría que aprovechar el enfoque de Obama para repensar su propio esquema de la política antidrogas y volver a considerar las posibilidades de dar la prioridad a la descriminalización y al tratamiento por sobre el enfoque tradicional que impuso Estados Unidos al mundo en el pasado.
Finalmente, el doctor Salazar Viniegra hubiera apoyado el enfoque del presidente Obama, lo hubiera considerado un triunfo personal sobre el dogmático y poco imaginativo Anslinger, que tras su larga estadía al frente de la FBN, dejó como herencia hacer del combate a la oferta de drogas el eje de la estrategia nacional e internacional de Washington en detrimento de la alternativa no violenta: erosionar la demanda por la vía del Estado como educador y responsable del tratamiento.
(Reforma, 27 de mayo de 2010)
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
De acuerdo que en enfoque mexicano de antaño fue innovador e interesante. Pero tengo unos comentarios:
1. El enfoque actual sobre la producción y distribución tiene una lógica económica. Es decir, entre más droga incauten, más sube el precio. La idea es de que el precio suba más allá del poder adquisitivo de los jóvenes, cuando ya no compararían. Se asume que los adictos se forman de jóvenes entonces la lógica es que a la larga disminuiría la adicción.
2. Con la misma lógica económica, se nota que legalizar el consumo—ya sea por leyes que permiten el consumo de cantidades pequeñas o por las clínicas, etc etc—aumentaría el tráfico ilegal. Esto es porque la legalización del consumo elimina el riesgo al consumidor mientras el riesgo sigue siendo igual para los productores y distribuidores. Se supone que con menos riesgo para el consumo, el mercado aumentaría. El riesgo de producir y distribuir representa un premio para los que quieren correrlo. Esta política entonces sería contraproducente si se trata de reducir el consumo.
3. La sociedad nunca eliminaría el consumo de drogas. Han encontrado evidencias del consumo del opio entre los restos de Sumaria, por ejemplo, de hace 3,500 años. El uso de drogas nació con la civilización. Es parte de la civilización, no algún agregado nocivo que se puede eliminar en aras de algún motivo de pureza moral, etc etc. Por decirlo así, Homero tomaba opio cuando recitaba la Iliada y su público también.
4. La intervención de los EEUU es doblemente destructiva. Primero, se trata de la guerra de drogas que todos conocemos, con su saldo de muertes y destrucción masiva de la cohesión social. Pero también se trata el sistema de valores en que se basa la droga. Éste originó al finales del siglo XIX con la izquierda de la época, cuyo ideología, como hoy, se basaba de mejorar la sociedad desde arriba. En aquel entonces la izquierda (en EEUU) estaba penetrada por religiosos del corriente llamado evangélico. De acuerdo con ellos, no debemos buscar la felicidad fuera de una relación personal con dios. Así que la droga constituye un pecado. Además, se pensaba que el uso de las drogas merma la capacidad productiva de la sociedad. Constituye un "problema social" que el estado tiene obligación de corregir.
5. Arriba (4) es más o menos la lógica. Según esta lógica, se nota el fracaso total de la criminalización y posterior "guerra" de las drogas, ya que éstas han destruido y mermado la capacidad productiva de la sociedad mucho más que las drogas podrían hacer, ni en las más febriles imaginaciones de Anslinger.
6. El sistema de valores arriba (4) es ajena a México y a la mayoría del mundo, que aceptaba el uso de droga para lo que es: una manera de mitigar la vida "bruta, enferma y corta." O sea, durante milenios la gente sabía usar la droga de manera responsable. Este es el derecho que nos han quitado. No somos niños que necesitemos a mamá para decirnos qué hacer. Podemos decidir nosotros mismos.
7. Conclusión: el estado maternal es el problema, no las drogas.
Roque Nuevo: Encuentro espléndida tu síntesis: "El uso de drogas nació con la civilización..."
Me parece injusto que le eches a la izquierda la culpa por la prohibición. ¿Qué tienen que ver con eso Thoreau, Debs, los abolicionistas, los sindicalistas y socialistas del Siglo XIX? No te equivoques: la izquierda (desde los jacobinos, que le dieron nombre) en adelante, ha sido histórica y medularmente anticlerical y partidaria de las libertades individuales, y el marxismo ha abogado desde sus orígenes (August Bebel, Paul Lafargue, Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontai...) por la soberanía de los individuos sobre sus propios cuerpos; sin esa premisa, no puede haber
empancipación de los trabajadores
El Estado es una mierda, pero es el único instrumento de convivencia que tenemos. Mientras no sea posible abolirlo (y en eso están de acuerdo todas las izquierdas, desde Baboeuf hasta el espléndido Martin Buber ¡tan necesario en estos tiempos!, pasando por Marx) debemos convertirlo en garante de las libertades individuales.
El enemigo de las libertades ha sido siempre la derecha: la derecha religiosa, la derecha colonialista, la derecha oligárquica y hasta la derecha de la izquierda, que es el estalinismo.
Publicar un comentario