31.5.11
Se llama golpismo
Uno ya no sabe si Televisa es una oficinota de imagen para la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSPf)o si ésta es el brazo armado de esa empresa, o si ambas cosas. Tras el fin de la serie “El equipo” –un infomercial en 13 capítulos, coproducido por ambas para convencer a la audiencia de que la Policía Federal y su responsable administrativo y político inmediato, Genaro García Luna, son la neta del planeta–, el corporativo de Emilio Azcárraga organizó otro equipo de emergencia para acudir en auxilio de ese funcionario, luego que éste aceptó –y usó– una condecoración otorgada por el gobierno colombiano sin contar con el permiso del Legislativo y, con ello, se pasó la Constitución por el arco del triunfo.
El 25 de mayo, un segmento de 22 minutos del programa Tercer Grado, con participación de Leopoldo Gómez, Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret de Mola, Carlos Marín, Denise Maerker y Joaquín López Dóriga, fue dedicado a hacer chunga de la Carta Magna –cuyo artículo 37, fracción III, fue calificado por los comentaristas de “desmedido”, “ridículo”, “anacrónico”, (Maerker) “estúpido” y “baboso” (Marín),–, y a minimizar la infracción de García Luna como un “error de procedimiento”, “deficiencia”, “falta de pulcritud”, incumplimiento “de un protocolo” y un “descuido de formas”, expresiones también empleadas para calificar las violaciones a los derechos humanos, a las garantías individuales y al Código Federal de Procedimientos Penales cometidas por la Policía Federal en varias de sus actuaciones.
En boca de los participantes en el programa, la demanda de que García Luna sea removido del cargo es “política” y la esgrimen los opositores al régimen que encabeza Felipe Calderón, o bien es expresión de un atavismo opositor que viene desde la petición del movimiento estudiantil de 1968 de la destitución del general Cueto (López Dóriga), o incluso de la tradición de los sacrificios humanos prehispánicos (Marín). Según Loret de Mola, los reclamos opositores “ya se despacharon a dos procuradores generales” y ahora se han vuelto un “antigenarismo” porque no se puede exigir la dimisión del propio Calderón y porque “les da miedo” (no dijo a quiénes) pedir la remoción de los secretarios de Defensa y de Marina. Ese “antigenarismo” es profundamente injusto, sin embargo, porque “la eficacia de García Luna está fuera de duda” y la Policía Federal es una corporación “modelo”, la “mejor con la que cuenta el país” (Gómez Leyva).
O sea: se trató de hacer pasar como presentable una doble violación a la Constitución: la que cometió el propio García Luna al recibir la medalla colombiana, y la que comete la institucionalidad en su conjunto al incumplir la sanción prevista en la propia Carta Magna. Se llama golpismo, pero hay que ver con cuánta enjundia quienes construyen esos alegatos abogan, a renglón seguido, por una “cultura de la legalidad”. Según esas piruetas argumentales, el cumplimiento o no de las disposiciones constitucionales y legales es sólo una cuestión de buenos modales. De paso, quienes defiendan la aplicación y la vigencia de la normativa vigente en materia de derechos humanos –pisoteados con tanta frecuencia por la PF– son opositores trasnochados de 1968 o de 1857, si no es que añorantes de los tributos a Huitzilopochtli.
Cuánto descaro, y qué endebles los intentos por hacer pasar a García Luna como “el gran policía”. Al margen de su desprecio por la Carta Magna, independientemente de su documentado –y presumiblemente, ilegal– entreguismo hacia Washington, dejando de lado su inexplicable casota de 20 millones de pesos en Jardines de la Montaña, olvidando incluso los atropellos cometidos por la Policía Federal –relacionados, o no, con su afán de servir a los intereses de los accionistas de Televisa– , el señor es el responsable de la seguridad pública en un país en el que las muertes relacionadas con delincuencia organizada (delito federal bajo su competencia) se han incrementado, de 2007 a 2010, en 540 por ciento, en promedio estatal (considerando desde el descenso de 50 por ciento en Yucatán, hasta el incremento de cinco mil por ciento en Colima, pasando por el alza de 5 por ciento en el DF), según los datos que se presentan en el sitio web de eso a lo que llaman (ha de ser un mero anacronismo de lenguaje constitucional) “Presidencia de la República”. Tales resultados tendrían que ser suficientes para ponerlo de patitas en la calle.
Lo demás ya habría debido sido bastante para hacerlo comparecer ante instancias administrativas y penales, si es que las leyes fueran respetadas. Pero no: el golpismo –ese recurso que permite a los funcionarios decir que la legalidad vale madres y que pueden hacer lo que quieran– avanza, impulsado por televisos y pefepos. ¿Qué sigue?
24.5.11
Desinformación
La noticia se dispersó como pólvora y en unas horas, un centenar de medios nacionales de diverso calibre la habían recogido:
"Un misil antiaéreo de 90 centímetros de largo fue encontrado por personal de Protección Civil de este Municipio luego de atender un incendio registrado en una fábrica de cosméticos. 'El hallazgo se registró después de las 8 de la mañana durante un incendio en un taller donde se fabrica rímel, ubicado en la Calle Zaragoza de la Colonia Las Granjas', informaron fuentes del Ayuntamiento capitalino.
'Al llamado de emergencia acudieron varias unidades de bomberos de Cuernavaca y personal de Protección Civil municipal, quienes realizaron los trabajos para controlar el siniestro'.
El artefacto fue asegurado por elementos del Ejército mexicano.
'El encargado de la fábrica, de nombre William Andrés Hernández Martínez, de 25 años de edad, fue asegurado por el personal militar por la posesión del explosivo', informó la Secretaría de Protección y Auxilio Ciudadano de Cuernavaca.”
Eso consignó Reforma, y otros diarios y medios en línea se expresaron en términos similares. Lo único malo es que jamás hubo tal “misil antiaéreo”. Lo que las autoridades encontraron en el lugar del incendio fue un proyectil falso (dummy round) M368 para la pieza de artillería anticarro M40. El objeto no puede ser disparado, como lo indica claramente la leyenda "inert", y se emplea para entrenar a los efectivos encargados de manejar esa clase de arma.
La desinformación a veces empieza en la ignorancia de los informadores. ¿O se trata de sembrar terror para justificar más autoritarismo, más represión y más cerrazón militarista del régimen? Quién sabe.
Cañón sin retroceso M40
Da igual
Qué pena, pero en este lado del charco da igual que sean los socialistas o los populares, porque unos y otros han sido metiches, insolentes e irrespetuosos en el manejo de las relaciones de España con América Latina. Ambos han procurado mantener o imponer términos favorables al saqueo y la depredación de los recursos humanos, financieros y naturales de esta zona del mundo. Los dos bandos han conspirado contra los proyectos de desarrollo independiente encabezados por Evo, por Chávez y por los hermanos Castro y no han querido entender que si a veces el presidente venezolano hace el ridículo, y si los jerarcas cubanos son un tanto patéticos, ambas cosas son asunto de los venezolanos y de los cubanos, no de los ocupantes temporales de un remoto palacete necolásico que, en descripción de alguien que vivió allí durante 14 años, es “una tarta de nata montada con toques de purpurina” y en el que un día durmieron, arropados con edredones de jefes de Estado, Saddam Hussein y Leónidas Trujillo.
Uno sabe bien que, cuando piensan, hablan y actúan hacia América Latina, González, Aznar y Ródriguez Zapatero no ven un conjunto de sociedades esperanzadas, desgarradas y casi siempre oprimidas, sino mercados para Telefónica, campos petrolíferos explotables para Repsol, condiciones de saqueo financiero para BBVA y Santander, indios guatemaltecos asesinables para Unión Fenosa, subcontratación y corruptelas para Eulen, ventas de publicidad disfrazada de información oficial para Prisa. En la época actual, España no tiene empresas: es un conjunto de corporativos privados el que tiene a España, y el gobierno de ese país es un equipo multidisciplinario de relaciones públicas, penetración de mercados, gestión de crisis y control de daños. Lo cual, por supuesto, no es un fenómeno exclusivo de la madrastra patria: ahí tienen el caso de Obama, quien con tal de preservar los cotos de Halliburton y de Blackwater en Asia central es capaz de sostener, en público y sin ruborizarse, que la guerra es la paz, como ya lo decía el Gran Hermano en la novela de George Orwell.
Lo que es más triste es que a un sector creciente de la propia sociedad española le de lo mismo que la cabecita parlante se apellide Rajoy o Zapatero. Mejor dicho: lo más triste es que Rajoy y Zapatero sean lo mismo ante tantas cosas sustantivas, que el primero haya sobrevivido sin novedad al bao de inmundicia que organizó su propio partido, que el segundo empiece a comportarse igual que el presidente de Yemen ante las protestas sociales y que la sucesión en el gobierno ocurra entre ellos, es decir, que no ocurra casi nada: el jaloneo es sólo por el poder.
Tal vez así pueda entenderse el hecho insólito de que en varios pueblos de Almería (Benitaglia, Sufli, Turrillas...) el PSOE no haya recibido ni siquiera los votos de sus propios candidatos. Para qué molestarse con esos dos adjetivos mentirosos con los que quieren distinguirse las dos fuerzas españolas dominantes: los socialistas obreros son en realidad capitalistas neoliberales, como los del Partido Popular, y éstos, al igual que los aún gobernantes, son profundamente antipopulares en sus estrategias económicas y sociales.
Si en la hora actual hay espíritu democrático en España, éste no se encuentra, de seguro, en La Moncloa ni en el Palacio de las Cortes, sino en la Asamblea del Sol, sita en la plaza madrileña del mismo nombre y en otras de España. Con todo el cansancio y el calor acumulados durante más de una semana de cuestionamiento frontal al sistema, a contrapelo de la improbabilidad de advenir, aquello sigue siendo un hervidero de ideas, sueños, igualdad y fraternidad, y el primer cuestionamiento social al régimen posfranquista.
Significativamente, para ellos Rajoy o Zapatero también han terminado por ser más o menos lo mismo.
19.5.11
Masacres subrogadas
Ariel Sharon ya no lo recuerda porque sus neuronas están en camino a la disolución total y, como dijo recientemente Stephen Hawking, el cerebro es una computadora que deja de funcionar cuando sus componentes fallan. La de Sharon dejó de funcionar abruptamente el 4 de enero de 2006, cuando sufrió una hemorragia masiva. Desde entonces, el cuerpo del criminal de guerra permanece tirado en una cama en su residencia situada en el desierto del Neguev, a la espera del fallo generalizado y definitivo. Hawking se enfadaría si oyera hablar de justicia divina, pero el hecho es que esa materia gris que urdió tantas masacres terminó ahogada, a su vez, en una ola de sangre.
Pero el 14 de septiembre de 1982, cuando el presidente electo Bashir Gemayel fue asesinado en Beirut, Sharon estaba despierto y en pleno uso de sus facultades mentales, y comandaba, en su condición de ministro israelí de Defensa, la invasión de las tropas de su país a Líbano. De inmediato, y pasando por alto un compromiso de Tel Aviv con Washington, ordenó el despliegue de dos divisiones para controlar el oeste beirutí, y 24 horas después, los campos de refugiados palestinos en la zona habían sido totalmente rodeados por las fuerzas invasoras, las cuales aseguraron con tanques todas las entradas y salidas e instalaron puestos de observación en los edificios aledaños.
Hacia el mediodía del miércoles 15, Sharon y el jefe de Estado Mayor israelí, Rafael Eitan, tuvieron un encuentro con los líderes de las milicias falangistas (cristianas) bajo el mando de Elie Hobeika, y los incitaron a entrar al campamento de Sabra y Chatila con la supuesta misión de localizar y capturar a combatientes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) para entregarlos a las fuerzas israelíes. Los atacantes llegaron a Sabra y Chatila por centenares, a bordo de vehículos israelíes, provistos con fusiles de asalto, hachas y cuchillos, además de bolsas para cadáveres que les fueron entregadas por los invasores, y entraron al campo a eso de las seis de la tarde. Durante toda esa noche, los soldados de Israel iluminaron con bengalas el área, y el campo estuvo tan brillante “como un estadio durante un partido de futbol”.
Los integrantes de las milicias falangistas permanecieron en Sabra y Chatila hasta la mañana del sábado 18. Uno de los primeros periodistas que ingresaron al campo ese día, tras la salida de los atacantes, fue el casi legendario Robert Fisk. Y escribió este testimonio:
Había mujeres tiradas en las casas, con las faldas alzadas hasta la cintura y las piernas abiertas, niños con la garganta cortada, filas de jóvenes con disparos en la espalda, alineados ante paredones. Había bebés –ennegrecidos, porque habían sido masacrados más de 24 horas antes y sus pequeños cuerpos estaban ya en estado de descomposición– arrojados entre montones de basura, junto a latas de raciones del ejército de Estados Unidos, equipo del ejército israelí y botellas vacías de whisky.
Por una callejuela a nuestra derecha, a no más de 50 metros de la entrada, había una pila de cadáveres. Más de una docena, jóvenes cuyos brazos y piernas se habían enlazado en la agonía. Todos habían recibido disparos a quemarropa en la mejilla, y el proyectil había arrancado una línea de carne hasta la oreja antes de entrar al cerebro. Algunos tenían heridas rojas o negras en el lado izquierdo de la garganta. Uno de ellos había sido castrado, su pantalón estaba desgarrado y un enjambre de moscas revoloteaba sobre sus intestinos expuestos. Estos muchachos tenían los ojos abiertos. El más joven tendría sólo 12 o 13 años. Vestían pantalones vaqueros y camisas de colores, la tela absurdamente apretado sobre la carne, ahora que los cuerpos comenzaban a hincharse por el calor. No habían sido despojados de sus pertenencias. Alrededor de una muñeca ennegrecida, un reloj suizo daba la hora correcta, con la segunda manecilla aún girando, aún desperdiciando las últimas energías de su dueño muerto.
En el otro lado de la calle principal, por un sendero entre los escombros, vimos los cuerpos de cinco mujeres y de varios niños. Las primeras eran de mediana edad y sus cadáveres yacían en un montón de escombros. Una yacía de cara al cielo, con el vestido desgarrado y la cabeza de una niña asomándose sobre su hombro. La niña tenía el pelo corto, negro y rizado, y sus ojos nos miraban sin tristeza. Estaba muerta.
Una de las mujeres estrechaba a un bebé. El proyectil que le atravesó el pecho había matado también al pequeño. Alguien le rajó el estómago, cortando hacia un lado y luego hacia arriba, acaso con el propósito de matar a su hino no nacido. Los ojos de la mujer estaban muy abiertos, y su cara oscura, congelada en el horror.
Otra niña yacía en la calle como una muñeca desechada, con el vestido blanco manchado de barro y polvo. No habría tenido más de tres años de edad. La parte posterior del cráneo le había sido arrancada por una bala.
¿Y dónde estaban los asesinos? O, para usar el vocabulario israelí, ¿dónde estaban los terroristas?
Las cifras oscilan entre 350 y tres mil 500 muertos. Estados Unidos, Europa y, por supuesto, el gobierno israelí, hicieron todo lo necesario para encubrir a Sharon. En enero de 2002, Hobeika amenazó con revelar, ante un tribunal de Bruselas, el papel de Sharon en la masacre. Unos días más tarde, el genocida libanés murió en un atentado con bomba en el suburbio beirutí de Hazmiyeh. El gobierno belga, por su parte, modificó su legislación penal para evitar que el chacal de Sabra y Chatila fuese juzgado por crímenes de guerra. Su carrera política se recuperó del tropiezo, llegó a la primera magistratura de Israel y 24 años después de aquel genocidio, un chorro de sangre le inundó el cráneo y le nubló la conciencia para siempre. Lo que queda de Ariel Sharon avanza hacia la desintegración total, en la cama de una lujosa residencia en el Neguev.
Las (ya disueltas) milicias falangistas en Líbano hicieron el trabajo sucio a los invasores israelíes, quienes no querían aparecer ante el mundo como abiertamente genocidas. Trabajo subrogado, le llaman.
Durante mucho tiempo, pareció inconcebible que grados de barbarie semejantes pudiesen ocurrir en México, pero ya no.
De este lado del mundo, el gobierno de Estados Unidos se empeña en impedir el paso hacia su territorio a millones de latinoamericanos que acuden en busca de trabajo. Jamás ha pretendido cerrar del todo el flujo migratoio de indocumentados, porque éstos son indispensables para su economía, a la que paortan mano de obra barata. La idea consiste, simplemente, en regular el flujo a conveniencia.
Qué mal se vería –cosas de imagen internacional– que las autoridades de Washington instalaran nidos de ametralladora a lo largo de su frontera con México y que se disparara desde ellos contra todo aquel que intentase cruzar la línea divisoria.
Pero aquí están los Zetas y el Cártel del Golfo, asistidos a veces (¿sólo a veces?) por agentes del Instituto Nacional de Migración, para hacer el trabajo sucio. En agosto de 2010, 72 migrantes (entre ellos, 14 mujeres) procedentes de El Salvador, Honduras, Ecuador y Brasil, fueron acribillados por criminales en San Fernando, Tamaulipas. La masacre hacía obligatoria una investigación a fondo, el desmantelamiento de las redes criminales que la perpetraron y la intensificación de la vigilancia gubernamental en la zona. Pero no: meses más tarde, otro numeroso grupo de migrantes (casi 200), esta vez compuesto por mexicanos, fue exterminado en esa misma localidad por los mismos delincuentes, o bien por otros.
Menos chamba para la Migra. Entre los policías estadunidenses y el flujo migratorio se ha establecido un filtro previo sumamente eficaz, y el gobierno de Washington ni siquiera tiene que ensuciarse las manos asesorando o apertrechando a los criminales.
18.5.11
El corrido del que
queremos corrido
Genaro García Luna,
policía de postín,
anda con sus federales
buscando a quién reprimir.
Atropella a los civiles
y a las personas de bien
pero ante los delincuentes
parece que se hace güey.
Genaro es buen policía
sólo en la televisión,
pues con cámaras y ensayos
las cosas salen mejor.
En cambio, cuando se trata
de actuar en la realidad,
Genaro García Luna
ni siquiera sabe hablar.
De cada cien delincuentes
que ante jueces presentó,
la libran noventa y siete
sin ninguna acusación.
Tal vez seamos mal pensados
y nada tenga que ver,
pero sus cuentas engordan
y se la pasa muy bien.
Él es un hombre impasible,
no le importa el qué dirán,
y como Arturo Durazo
ya se siente general.
Veintiún millones de varos
su casita le costó.
De dónde sacó la lana
es un misterio mayor:
si no le acompleta el narco
le acompleta Calderón;
total, será con recursos
propiedad de la nación.
Genaro entregó a los gringos
toda la seguridad
y de la soberanía
organizó el funeral.
Amenaza a periodistas
y se burla del país
pues lo protege un espurio
que es presidente balín.
A México ha sometido
a una masacre bestial,
pero nunca ha molestado
al señor Chapo Guzmán.
Con perdón de Gorostiza,
mereciera este infeliz
que le pusieran de apodo
Genaro el Muerte sin fin.
Mas, como a todo maleante
le va a llegar el final,
pues se pide su renuncia
en la gran marcha de paz.
Lo exigió Javier Sicilia,
lo repitió la nación:
¡despide a García Luna
o te vas tú, Calderón!
_____________
Agregados tuiteros:
El título y la siguiente estrofa son de @lamatria:
Por toditas las regiones,
víctimas del femicidio,
esperan verlo llegar
a las puertas del presidio.
@Citlallixochitl:
Ya piensan en censurar
todos los narcocorridos,
y no vamos a aguantar
al que queremos corrido.
@Bairely:
Por qué no le vas llegando
si el puesto te queda grande.
Vete muy lejos, que a todos
nos tienes hasta la madre.
@julialeduc:
Va contra Golfos y zetas
pero al Chapo lo protege.
A la hora de hacer cuentas
prefiere al sinaloense.
17.5.11
Dialogar con quién
Otra cosa es el diálogo o la negociación con el calderonato.
Hay numerosas razones para afirmar que la actual administración infringe, en forma regular y sistemática, el marco legal, incumple con sus obligaciones constitucionales y propicia, con ello, graves y masivas violaciones a los derechos humanos y sociales y a las garantías individuales.
Más allá de las omisiones o infracciones gubernamentales en esas materias, muchos indicios permiten sospechar que la estrategia de seguridad en curso es una fachada sangrienta para ocultar la connivencia del equipo gubernamental con la delincuencia organizada. Ejemplos: el encubrimiento del Cártel del Pacífico en detrimento de sus competidores; los numerosos delincuentes que han trabajado como altos mandos en la Secretaría de Seguridad Pública y en la Procuraduría General de la República; la renuencia oficial a investigar el lavado de dinero masivo; los narcotraficantes en las nóminas de Aserca y de Procampo; la tolerancia y la impunidad otorgadas a Mario Marín, Ulises Ruiz y otros de esa especie; el trasiego, pese a todo, de centenares de toneladas de cocaína por las fronteras sur y norte; el incremento de los secuestros en lo que va de esta administración; la connivencia de numerosos funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM) con los grupos armados que extorsionan, esclavizan y exterminan a migrantes indocumentados. Y sí: las presumibles complicidades con la criminalidad organizada no se limitan a las autoridades federales, sino que incluyen a las estatales y a las municipales de diversos sitios.
Pero falta lo más grave: hay elementos de juicio para suponer que la adopción de la estrategia actual y la firma de la Iniciativa Mérida fueron la formalización de un proyecto de desestabilización originado en Estados Unidos para llevar a México a circunstancias que justificaran –a ojos del mundo, y hasta de algunos mexicanos– la intervención directa de Washington en la seguridad pública y nacional de nuestro país, algo que, de acuerdo con los documentos de WikiLeaks difundidos por La Jornada, ya ocurre. Diversos funcionarios estadunidenses se han referido a la pertinencia de aplicar en México estrategias de guerra formuladas para Irak (se lo dijo Dennis Blair al general Guillermo Galván Galván el 19 de octubre de 2009, http://bit.ly/mcb6uK, y lo repitió el almirante Michael Mullen en enero de 2011. Si las palabras no bastaran, están los hechos, y entre éstos, la complicidad de diversas dependencias de Washington en el contrabando de armas de fuego destinadas a los cárteles mexicanos y su inexplicable tolerancia a los narcos que operan en territorio estadunidense.
Los movimientos sociales que aspiran a detener el baño de sangre en curso harían bien, pues, en aplicar la consigna, propagada con extrema hipocresía desde el propio régimen, de “no negociar con la delincuencia”. No hay que hacerlo, en efecto, ni siquiera con la que pretende compararse con Churchill.
Sin abandonar las manifestaciones y las protestas pacíficas y legales –como las dos movilizaciones nacionales recientes, encabezadas por Javier Sicilia– ni los encuentros de la sociedad consigo misma, es preciso también avanzar en otros caminos, igualmente legales y pacíficos, para cortar el nudo gordiano de la impunidad y promover procesos judiciales contra los principales responsables –por acción, por omisión o por ambas– de los crímenes de lesa humanidad que ocurren en México: Felipe Calderón y los integrantes de su gabinete de seguridad, y los cabecillas de las organizaciones criminales que ejercen su control sangriento en extensas regiones del país. Consulten las razones y los fundamentos de esta iniciativa y, si les parece pertinente, fírmenla.
16.5.11
Juicio internacional a los
responsables de la guerra
Una vía legal, pacífica y civilizada para detener el baño de sangre: llevar a juicio por crímenes de guerra a Felipe Calderón, Joaquín Guzmán Loera, Genaro García Luna, Guillermo Galván Galván y otros responsables de la guerra. ¡Súmense!
10.5.11
Régimen tocado
El calderonato ya no tiene para dónde hacerse. El clamor ciudadano, inocultable, ha reconocido la raíz de la violencia en las acciones gubernamentales, y el régimen no pudo distorsionar (ni con Televisa, ni con sus membretes Causa Ciudadana o México Unido contra la Delincuencia) el mensaje de la Marcha Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad. Con todo y el desmadre de la espontaneidad y de un liderazgo que no pretendió serlo, las palabras pronunciadas en el Zócalo capitalino y en otras plazas del país y del mundo, y la inmensa mayoría de las consignas escritas en mantas y pancartas, apuntaron a la responsabilidad del gobierno federal por el baño de sangre y por la violencia desbocada que padece la población. Amplios sectores de la sociedad han caído en la cuenta de un hecho que la izquierda sabía desde siempre: que el principal factor de violencia contra la gente ha provenido, históricamente, del poder público y de sus derivaciones caciquiles, charras y paramilitares.
No hubo forma de edulcorar los reclamos ni de diluir o desviar los señalamientos directos contra Felipe Calderón, Genaro García Luna y el resto, por la ofensiva criminal que sufren millones de mexicanos. En la arena de disputa política que fueron las movilizaciones de ayer, quedó despejado, por lo pronto, el peligro de que la exasperación de la gente fuera transformado en respaldo a los intentos de “mano dura” y autoritarismo agravado, como ocurrió en las marchas previas “contra la inseguridad”, convocadas por las mafias televisivas y los membretes oligárquicos.
Como parte de los intentos del régimen por minimizar los daños causados por las marchas y concentraciones, no faltaron las voces “ciudadanas” que achacaron a éstas el propósito de ”pactar con los narcos”. Tal despropósito fue desmentido por la amplitud de las protestas, por la lucidez de sus reclamos y por los testimonios irreprochables de algunos –sólo unos cuantos– de quienes han perdido a seres queridos a manos de alguno de los bandos delictivos, entre los cuales las fuerzas públicas desbocadas y descontroladas no es el menos importante. Pero no estaría de más recordar que quien ha pactado desde siempre con las organizaciones del narcotráfico ha sido, precisamente, el responsable de combatirlas, es decir, el gobierno federal, el cual, en su tramo presente, parece aplicado a impulsar el control monopólico del mercado por uno de ellos en detrimento de los demás.
La hipocresía del calderonato está tocada. La exigencia formulada por Javier Sicilia de que se despida a García Luna pone a la administración ante una disyuntiva de difícil solución: o sacrifica al cerebro de toda su estrategia de ocultamientos y simulaciones sangrientas o enfrenta la pérdida de los últimos rescoldos de credibilidad y, con ella, los pocos márgenes que le quedan para no parecer una dictadura.
Falta camino por andar. Es preciso, por ejemplo, poner en el centro de la conciencia colectiva la relación causal que va del modelo económico impuesto hace tres décadas al actual clímax de crueldad y destrucción humana. Se requiere, además, construir vías y cursos específicos de acción para forzar a quienes detentan el poder público a cumplir con sus obligaciones constitucionales de proteger la vida humana y garantizar la seguridad pública. Una propuesta específica es enjuiciar –en instancias internacionales, porque las nacionales están cerradas a piedra y lodo– a quienes han sido omisos en su deber de llevar a juicio al 90 por ciento de los presuntos delincuentes y han propiciado o permitido masacres. Habrá que esperar a ver hasta dónde llega la capacidad del calderonato para simular que escucha a la población (se sospecha que no llegará muy lejos). Y, en lo inmediato, hay que procesar y dar cauce al formidable debate político generado por la Marcha Nacional y las movilizaciones paralelas y por las propuestas de Sicilia, quien ha sido, por lo pronto, un valioso portavoz del dolor y del hartazgo colectivos.
8.5.11
Nuevo pacto o fractura nacional
Javier Sicilia*
Hemos llegado a pie, como lo hicieron los antiguos mexicanos, hasta este sitio en donde ellos por vez primera contemplaron el lago, el águila, la serpiente, el nopal y la piedra, ese emblema que fundó a la nación y que ha acompañado a los pueblos de México a lo largo de los siglos. Hemos llegado hasta esta esquina donde alguna vez habitó Tenochtitlan -a esta esquina donde el Estado y la Iglesia se asientan sobre los basamentos de un pasado rico en enseñanzas y donde los caminos se encuentran y se bifurcan-; hemos llegado aquí para volver a hacer visibles las raíces de nuestra nación, para que su desnudez, que acompañan la desnudez de la palabra, que es el silencio, y la dolorosa desnudez de nuestros muertos, nos ayuden a alumbrar el camino.
Si hemos caminado y hemos llegado así, en silencio, es porque nuestro dolor es tan grande y tan profundo, y el horror del que proviene tan inmenso, que ya no tienen palabras con qué decirse. Es también porque a través de ese silencio nos decimos, y les decimos a quienes tienen la responsabilidad de la seguridad de este país, que no queremos un muerto más a causa de esta confusión creciente que sólo busca asfixiarnos, como asfixiaron el aliento y la vida de mi hijo Juan Francisco, de Luis Antonio, de Julio César, de Gabo, de María del Socorro, del comandante Jaime y de tantos miles de hombres, mujeres, niños y ancianos asesinados con un desprecio y una vileza que pertenecen a mundos que no son ni serán nunca los nuestros; estamos aquí para decirnos y decirles que este dolor del alma en los cuerpos no lo convertiremos en odio ni en más violencia, sino en una palanca que nos ayude a restaurar el amor, la paz, la justicia, la dignidad y la balbuciente democracia que estamos perdiendo; para decirnos y decirles que aún creemos que es posible que la nación vuelva a renacer y a salir de sus ruinas, para mostrarles a los señores de la muerte que estamos de pie y que no cejaremos de defender la vida de todos los hijos y las hijas de este país, que aún creemos que es posible rescatar y reconstruir el tejido social de nuestros pueblos, barrios y ciudades.
Si no hacemos esto solamente podremos heredar a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños una casa llena de desamparo, de temor, de indolencia, de cinismo, de brutalidad y engaño, donde reinan los señores de la muerte, de la ambición, del poder desmedido y de la complacencia y la complicidad con el crimen.
Todos los días escuchamos historias terribles que nos hieren y nos hacen preguntarnos: ¿Cuándo y en dónde perdimos nuestra dignidad? Los claroscuros se entremezclan a lo largo del tiempo para advertirnos que esta casa donde habita el horror no es la de nuestros padres, pero sí lo es; no es el México de nuestros maestros, pero sí lo es; no es el de aquellos que ofrecieron lo mejor de sus vidas para construir un país más justo y democrático, pero sí lo es; esta casa donde habita el horror no es el México de Salvador Nava, de Heberto Castillo, de Manuel Clouthier, de los hombres y mujeres de las montañas del sur -de esos pueblos mayas que engarzan su palabra a la nación- y de tantos otros que nos han recordado la dignidad, pero sí lo es; no es el de los hombres y mujeres que cada amanecer se levantan para ir a trabajar y con honestidad sostenerse y sostener a sus familias, pero sí lo es; no es el de los poetas, de los músicos, de los pintores, de los bailarines, de todos los artistas que nos revelan el corazón del ser humano y nos conmueven y nos unen, pero sí lo es. Nuestro México, nuestra casa, está rodeada de grandezas, pero también de grietas y de abismos que al expandirse por descuido, complacencia y complicidad nos han conducido a esta espantosa desolación.
Son esas grietas, esas heridas abiertas, y no las grandezas de nuestra casa, las que también nos han obligado a caminar hasta aquí, entrelazando nuestro silencio con nuestros dolores, para decirles directamente a la cara que tienen que aprender a mirar y a escuchar, que deben nombrar a todos nuestros muertos -a esos que la maldad del crimen ha asesinado de tres maneras: privándolos de la vida, criminalizándolos y enterrándolos en las fosas comunes de un silencio ominoso que no es el nuestro-; para decirles que con nuestra presencia estamos nombrando esta infame realidad que ustedes, la clase política, los llamados poderes fácticos y sus siniestros monopolios, las jerarquías de los poderes económicos y religiosos, los gobiernos y las fuerzas policiacas han negado y quieren continuar negando. Una realidad que los criminales, en su demencia, buscan imponernos aliados con las omisiones de los que detentan alguna forma de poder.
Queremos afirmar aquí que no aceptaremos más una elección si antes los partidos políticos no limpian sus filas de esos que, enmascarados en la legalidad, están coludidos con el crimen y tienen al Estado maniatado y cooptado al usar los instrumentos de éste para erosionar las mismas esperanzas de cambio de los ciudadanos. O ¿dónde estaban los partidos, los alcaldes, los gobernadores, las autoridades federales, el ejército, la armada, las Iglesias, los congresos, los empresarios; dónde estábamos todos cuando los caminos y carreteras que llevan a Tamaulipas se convirtieron en trampas mortales para hombres y mujeres indefensos, para nuestros hermanos migrantes de Centroamérica? ¿Por qué nuestras autoridades y los partidos han aceptado que en Morelos y en muchos estados de la República gobernadores señalados públicamente como cómplices del crimen organizado permanezcan impunes y continúen en las filas de los partidos y a veces en puestos de gobierno? ¿Por qué se permitió que diputados del Congreso de la Unión se organizaran para ocultar a un prófugo de la justicia, acusado de tener vínculos con el crimen organizado y lo introdujeron al recinto que debería ser el más honorable de la patria porque en él reside la representación plural del pueblo y terminaran dándole fuero y después aceptando su realidad criminal en dos vergonzosos sainetes? ¿Por qué se permitió al presidente de la República y por qué decidió éste lanzar al ejército a las calles en una guerra absurda que nos ha costado 40 mil víctimas y millones de mexicanos abandonados al miedo y a la incertidumbre? ¿Por qué se trató de hacer pasar, a espaldas de la ciudadanía, una ley de seguridad que exige hoy, más que nunca una amplia reflexión, discusión y consenso ciudadano? La Ley de Seguridad Nacional no puede reducirse a un asunto militar. Asumida así es y será siempre un absurdo. La ciudadanía no tiene por qué seguir pagando el costo de la inercia e inoperancia del Congreso y sus tiempos convertido en chantaje administrativo y banal cálculo político. ¿Por qué los partidos enajenan su visión, impiden la reforma política y bloquean los instrumentos legales que permitan a la ciudadanía una representación digna y eficiente que controle todo tipo de abusos? ¿Por qué en ella no se ha incluido la revocación del mandato ni el plebiscito?
Estos casos -hay cientos de la misma o de mayor gravedad- ponen en evidencia que los partidos políticos, el PAN, el PRI, el PRD, el PT, Convergencia, Nueva Alianza, el Panal, el Verde, se han convertido en una partidocracia de cuyas filas emanan los dirigentes de la nación. En todos ellos hay vínculos con el crimen y sus mafias a lo largo y ancho de la nación. Sin una limpieza honorable de sus filas y un compromiso total con la ética política, los ciudadanos tendremos que preguntarnos en las próximas elecciones ¿por qué cártel y por qué poder fáctico tendremos que votar? ¿No se dan cuenta de que con ello están horadando y humillando lo más sagrado de nuestras instituciones republicanas, que están destruyendo la voluntad popular que mal que bien los llevó a donde hoy se encuentran?
Los partidos políticos debilitan nuestras instituciones republicanas, las vuelven vulnerables ante el crimen organizado y sumisas ante los grandes monopolios; hacen de la impunidad un modus vivendi y convierten a la ciudadanía en rehén de la violencia imperante.
Ante el avance del hampa vinculada con el narcotráfico, el Poder Ejecutivo asume, junto con la mayoría de la mal llamada clase política, que hay sólo dos formas de enfrentar esa amenaza: administrándola ilegalmente como solía hacerse y se hace en muchos lugares o haciéndole la guerra con el ejército en las calles como sucede hoy. Se ignora que la droga es un fenómeno histórico que, descontextualizado del mundo religioso al que servía, y sometido ahora al mercado y sus consumos, debió y debe ser tratado como un problema de sociología urbana y de salud pública, y no como un asunto criminal que debe enfrentarse con la violencia. Con ello se suma más sufrimiento a una sociedad donde se exalta el éxito, el dinero y el poder como premisas absolutas que deben conquistarse por cualquier medio y a cualquier precio.
Este clima ha sido tierra fértil para el crimen que se ha convertido en cobros de piso, secuestros, robos, tráfico de personas y en complejas empresas para delinquir y apropiarse del absurdo modelo económico de tener siempre más a costa de todos.
A esto, ya de por sí terrible, se agrega la política norteamericana. Su mercado millonario del consumo de la droga, sus bancos y empresas que lavan dinero, con la complicidad de los nuestros, y su industria armamentista -más letal, por contundente y expansiva, que las drogas-, cuyas armas llegan a nuestras tierras, no sólo fortalecen el crecimiento de los grupos criminales, sino que también los proveen de una capacidad inmensa de muerte. Los Estados Unidos han diseñado una política de seguridad cuya lógica responde fundamentalmente a sus intereses globales donde México ha quedado atrapado.
¿Como reestructurar esta realidad que nos ha puesto en un estado de emergencia nacional? Es un desafío más que complejo. Pero México no puede seguir simplificándolo y menos permitir que esto ahonde más sus divisiones internas y nos fracture hasta hacer casi inaudibles el latido de nuestros corazones que es el latido de la nación. Por eso les decimos que es urgente que los ciudadanos, los gobiernos de los tres órdenes, los partidos políticos, los campesinos, los obreros, los indios, los académicos, los intelectuales, los artistas, las Iglesias, los empresarios, las organizaciones civiles, hagamos un pacto, es decir, un compromiso fundamental de paz con justicia y dignidad, que le permita a la nación rehacer su suelo, un pacto en el que reconozcamos y asumamos nuestras diversas responsabilidades, un pacto que le permita a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños recuperar su presente y su futuro, para que dejen de ser las víctimas de esta guerra o el ejército de reserva de la delincuencia.
Por ello, es necesario que todos los gobernantes y las fuerzas políticas de este país se den cuenta que están perdiendo la representación de la nación que emana del pueblo, es decir, de los ciudadanos como los que hoy estamos reunidos en el zócalo de la Ciudad de México y en otras ciudades del país.
Si no lo hacen, y se empeñan en su ceguera, no sólo las instituciones quedarán vacías de sentido y de dignidad, sino que las elecciones de 2012 serán las de la ignominia, una ignominia que hará más profundas las fosas en donde, como en Tamaulipas y Durango, están enterrando la vida del país.
Estamos, pues, ante una encrucijada sin salidas fáciles, porque el suelo en el que una nación florece y el tejido en el que su alma se expresa están deshechos. Por ello, el pacto al que convocamos después de recoger muchas propuestas de la sociedad civil, y que en unos momentos leerá Olga Reyes, que ha sufrido el asesinato de 6 familiares, es un pacto que contiene seis puntos fundamentales que permitirán a la sociedad civil hacer un seguimiento puntual de su cumplimiento y, en el caso de traicionarse, penalizar a quienes sean responsables de esas traiciones; un pacto que se firmará en el Centro de Ciudad Juárez -el rostro más visible de la destrucción nacional- de cara a los nombres de nuestros muertos y lleno de un profundo sentido de lo que una paz digna significa.
Antes de darlo a conocer, hagamos un silencio más de 5 minutos en memoria de nuestros muertos, de la sociedad cercada por la delincuencia y un Estado omiso, y como una señal de la unidad y de la dignidad de nuestros corazones que llama a todos a refundar la Nación. Hagámoslo así porque el silencio es el lugar en donde se recoge y brota la palabra verdadera, es la hondura profunda del sentido, es lo que nos hermana en medio de nuestros dolores, es esa tierra interior y común que nadie tiene en propiedad y de la que, si sabemos escuchar, puede nacer la palabra que nos permita decir otra vez con dignidad y una paz justa el nombre de nuestra casa: México.
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* Discurso pronunciado el domingo, 8 de mayo de 2011 en el Zócalo de la CiIudad de México, en la culminación de la Marcha Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad
6.5.11
Por qué “No más sangre”
“Los analistas y medios de comunicación de siempre empiezan ya a edulcorar y unificar el mensaje de la marcha multitudinaria del próximo domingo 8 de mayo en solidaridad con Javier Sicilia. Con el fin de reducir los daños para Felipe Calderón y su gobierno, las imágenes y reportajes que desde ahora se preparan resaltarán las expresiones de rechazo a los criminales y la corresponsabilidad de la sociedad. El repudio directo al gobierno y su fallida estrategia bélica recibirán un trato marginal, y se buscará relacionar estas expresiones con oscuros “intereses políticos” o simplemente descalificarlos como “grupúsculos de resentidos sociales”. El objetivo será construir una escenografía para que Calderón salga al día siguiente a "reconocer la gran importancia" de la manifestación y por enésima vez se comprometa a "trabajar con la sociedad" en la búsqueda de soluciones a la violencia.”
El jueves por la noche, Felipe Calderón confirmó, por anticipado, la predicción del analista: manifestó su “respeto” a la Marcha y afirmó que esa protesta “revitaliza la acción ciudadana como una vía fundamental para superar inercias e impulsar las decisiones y los cambios que requiere nuestro país en temas fundamentales, como la seguridad y la justicia” y reiteró que su administración “es sensible a los ciudadanos y a su exigencia de tener un México sin violencia, por lo que las acciones de las fuerzas de seguridad están encaminadas a proteger a los ciudadanos y lograr el objetivo de tener un México de paz y justicia”. (Lo de menos es que, sólo unas horas antes, hubiese dado pruebas fehacientes de lo contrario: que su régimen calumnia a quienes protestan por la estrategia criminal de seguridad pública, al deslizar que están a favor de los delincuentes, y que es perfectamente impermeable a los reclamos ciudadanos, al reiterar por enésima ocasión, con manotazos, gritos en cadena nacional y cejas alzadas, que se mantiene la línea de acción autoritaria y militarista.)
Los esfuerzos oficiales por infiltrar, cooptar y utilizar la magna marcha que tiene por consigna principal “Estamos hasta la madre”, recurren a diversos instrumentos, además de los penosos desplantes calderonistas: como dice Ackerman, ahí estará la masa de los medios gobiernistas tratando de convertir el oro del descontento ciudadano en la mierda del respaldo a nuevas y más graves medidas totalitarias: la fantasía erótica de la derecha es, en el momento presente, poder decir que cientos de miles o millones de personas repudian a la delincuencia y exigen la profundización de la “mano dura” y de la pena de muerte.
Es inevitable recordar las movilizaciones previas, conducidas por Televisa y los membretes oligárquicos, que, uniformadas de blanco, exigieron a los criminales clandestinos lo que habrían tenido que exigir a las autoridades públicas: el fin de la violencia delictiva, el fin de la impunidad, el combate frontal a la corrupción en los ámbitos policiales, empresariales y gubernamentales, y la adopción de una estrategia eficiente para defender las garantías individuales, no para atropellarlas de manera masiva, como ocurre ahora. La táctica de endosar responsabilidades indeclinables del gobierno (federal, estatal y municipal) a la ciudadanía pasa por torcer la lógica legal e institucional hasta el punto en que los funcionarios corruptos, ineptos y traidores que han llevado al país a este baño de sangre, acaban siendo héroes inocentes que exigen la “comprensión” y el “apoyo” de una población masacrada y aterrada.
Condenar a la delincuencia porque delinque equivale a criticar a la lluvia porque moja. Lo indicado, ante la infracción de la ley, es que las autoridades disuadan, identifiquen, persigan, capturen y finquen cargos a los presuntos delincuentes; a los jueces atañe el definir su culpabilidad o su inocencia y exonerarlos o aplicarles el castigo legal que corresponda.
Asimismo, es absurda y cínica la demanda –sostenida por servidores públicos y por los membretes ciudadanos a su servicio– de endurecer y agravar las penas establecidas en la legislación para los criminales; absurda y cínica, porque antes de modificar las leyes habría que empezar por cumplirlas en sus términos actuales, algo que, simplemente, no sucede: los promedios de impunidad por delitos del fuero común y del federal andan, en nuestro país, en el 80 por ciento, o más. Daría lo mismo que se incorpore a los códigos penales los azotes, las mutilaciones y el empalamiento. O no: habida cuenta de la perversidad con la que suelen operar en la actualidad policías, ministerios públicos y jueces, ocurriría que miles de inocentes serían azotados, mutilados y empalados en estricta observancia al estado de derecho.
Las razones arriba expuestas son un ejemplo de lo que México Unido contra la Delincuencia (MUCD) llama, en su texto de adhesión a la marcha del domingo, “conceptos con un sesgo ideológico que es difícil que suscribamos plenamente”, es decir, argumentos de por qué esa marcha debe ser plural, sí, pero inequívocamente anti gubernamental. La fantasía de ese membrete y del régimen al que sirve consiste, en cambio, en convertir esta magna jornada de protestas en una nueva “manifestación de blanco”, encabezada por pirruros aterrados, y orientada a diluir las responsabilidades oficiales por la circunstancia trágica a la que ha llevado al país.
De manera inevitable, muchas personas honestas experimentan incomodidad al participar en una manifestación que cuenta con el “respeto” de Calderón (oh, gracias, señor, como si no fuera su régimen el que nos ha obligado a tomar las calles y las carreteras como medida última para seguir vivos) y con la adhesión indeseable del MUCD y de otros instrumentos “ciudadanos” del poder autoritario y de la derecha. En efecto, tenemos algunos infiltrados: de acuerdo con los elementos de juicio disponibles, el MUCD es de García Luna, García Luna es del régimen y el régimen es de los delincuentes. Acotación al margen: según este funcionario, es “impensable que se diga, desde la sociedad civil, que la estrategia o que la visión o que el enfoque de ataque (al crimen) es equivocado” (sic). Estoy de acuerdo con él: el enfoque no es equivocado, pero sí mentiroso: a juzgar por resultados, de lo que se trataba era de legitimar al régimen y de crear una base social de apoyo para sus intenciones autoritarias por medio de la promoción del terror, lo que, a su vez, requería que el gobierno diera un decidido impulso a la ingobernabilidad y al descontrol.
Lo que sería impensable, desde una perspectiva ética, sería no solidarizarse con el llamado de Javier Sicilia, formulado desde el fondo de la honestidad y del dolor y expresado con una lucidez nada común en estos tiempos, y no sumarse a la Marcha Nacional y a las movilizaciones conexas y subsiguientes. El que escribe resolvió su incomodidad personal adhiriéndose al llamado de No más sangre, una consigna ideada por Rius, concretada por varios de sus colegas moneros, y difundida, en rechazo a la guerra calderonista, en enero pasado. Hace más de cuatro años que muchos venimos advirtiendo sobre la improcedencia y la perversidad de la actual estrategia “contra la delincuencia organizada”, protestando por los atropellos contra civiles que cometen las fuerzas del orden en ese contexto y advirtiendo sobre los vínculos entre el modelo económico, la corrupción inveterada y la impunidad gubernamentales con el auge de la criminalidad y la disolución institucional que hoy padecemos. Hace más tiempo que nos movilizamos por las muertas de Ciudad Juárez, por las y los activistas asesinados en Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Chihuahua, por las primeras “bajas colaterales” de esta guerra criminal. Por eso me concentraré y marcharé bajo el emblema “No más sangre”, el domingo, a partir de las 11, en la explanada de Bellas Artes, para posteriormente marchar, con herman@s, amig@s y demás gente querida, y con la indignación viva, pero también en forma solidaria, respetuosa y amorosa, y sin confrontar a nadie, al Zócalo capitalino.
5.5.11
Juzgar a los culpables
Durante años han ocurrido, de manera regular, extorsiones, violaciones, secuestros, homicidios, asaltos y mutilaciones contra migrantes centro y sudamericanos sin que ninguno de los niveles de gobierno hiciera nada por evitarlo. Fue el poder público, pues, el que hizo posible el enorme margen de desprotección que ha servido de contexto para que los grupos delictivos menos presentables decidieran incursionar, primero, y hegemonizar, después, el negocio de la carne humana migrante: los agentes de diversas corporaciones policiales que durante décadas han estado abusando de los extranjeros le enseñaron a los Zetas el camino y la fórmula de la fortuna.
La respuesta de políticos y funcionarios a la pesadilla que quedó al descubierto en San Fernando fue aprobar una nueva Ley de Migración que, lejos de proteger a los migrantes, como se afirma en su exposición de motivos, los criminaliza de diversas maneras en su articulado y abofetea, de paso, varios artículos constitucionales relacionados con la no discriminación, la libertad de tránsito y el acceso a la justicia, como lo señalaron el día mismo de la aprobación diversas organizaciones no gubernamentales. Dijo Fabianne Venet, del Instituto de Estudios y Divulgación sobre Migración (Inedim), el engendro legislativo carece de mceanismos para hacer efectiva la protección de los derechos humanos de los viajeros, pero, eso sí, otorga facultades a la Policía Federal y otras corporaciones para efectuar verificación migratoria.
Desde luego, no son sólo los migrantes quienes padecen los tradicionales abusos de los cuerpos policiales y las novedades atroces que proliferan a la sombra de la guerra de Felipe Calderón: la segunda fosa descubierta en San Fernando estaba llena de cuerpos de migrantes mexicanos. Pero quienes se quedan en sus lugares de origen o residencia habitual tampoco se salvan del naufragio de la seguridad pública, como bien lo han aprendido en carne propia juarenses, regiomontanos, acapulqueños y vecinos de medio país.
Pero falta la otra parte de la pinza: a mayor, más bárbara y más frecuente violencia delictiva, mayor es la propensión de las fuerzas públicas supuestamente encargadas de contrarrestarla a atropellar los derechos humanos: los de los presuntos delincuentes, por supuesto, pero también los de los infortunados que se encuentran en el entorno.
El ímpetu de destrucción, la semilla de la crueldad y el gusto por la muerte conforman una serpiente que engorda al morderse la cola. Javier Sicilia se quejaba hace un par de semanas, con una precisión dolorosa, que Calderón y Genaro García Luna sólo tienen imaginación para la violencia. De seguro, al decirlo, no tenía en mente a Enrique Peña Nieto, quien en alguna ocasión ha propuesto que se estudie la implantación de la pena de muerte no sólo contra narcotraficantes, sino también contra consumidores de droga. “¡Quiero todos los juguetes!”, manoteaba Calderón; los capos le tomaron prestada la idea y hoy disponen de misiles antitanque y de armas antiaéreas. La fantasía sórdida del mexiquense se hizo realidad poco después, cuando empezaron las masacres de adictos en centros de rehabilitación, en Ciudad Juárez.
El vaso está colmado desde hace tiempo: desde las muertas de Juárez, desde la masacre de Villas de Salvárcar, desde los estudiantes regiomontanos asesinados por el Ejército, desde el multihomicidio que tuvo entre sus víctimas a Juan Francisco Sicilia, en Cuernavaca. El vaso se colma todos los días, y ya no sólo estamos hasta la madre de la violencia y de la guerra, sino también de la impunidad, la corrupción, el autoritarismo, la avaricia y la estupidez que las impulsan. Estamos hasta la madre de que el jefe del Ejecutivo se haga el valiente, primero, y después el llorón, y acuda a la sociedad con la peculiar exigencia de que ésta se haga corresponsable de la inseguridad y del desastre. Estamos hasta la madre de que el gobierno diga que se encuentra empeñado en un combate contra el narcotráfico, cuando todos los elementos de juicio disponibles indican que más bien promueve a una de las firmas que participan en el mercado.
La respuesta a todos estos clamores es un intento por concederle al gobierno facultades adicionales para que cometa más abusos de los que ya comete. Los promotores de esa porquería de reforma a la Ley de Seguridad Nacional (peñanietistas como Navarrete Prida, para empezar) ignoran la historia: durante más de medio siglo, el principal factor de violencia contra la población ha sido el poder público de los tres niveles y sus aliados –caciques, charros, empresarios y delincuentes sin adjetivos–; para proteger a la gente de la violencia, tendría que empezarse por redefinir y acotar las facultades del gobierno y por establecer mecanismos de contención y sanción, hoy inexistentes, a los gobernantes que violenten los derechos humanos. Tendría que empezarse por investigar y castigar las muertes inocentes causadas por la estrategia de Calderón; las atrocidades que perpetraron los cuerpos policiales en San Salvador Atenco-Texcoco, Oaxaca y Lázaro Cárdenas, en el sexenio pasado; las masacres campesinas cometidas por el zedillato; los centenares de opositores exterminados en el periodo de Salinas, y así, hasta la masacre del 2 de octubre de 1968. Otro dato histórico que desconocen o soslayan los promotores de esa reforma es que la principal amenaza a la seguridad nacional de México ha provenido, desde siempre, de los afanes expansionistas e injerencistas de Estados Unidos. Y no ven, desde luego, los engarces entre esas constantes y la actual guerra “contra las drogas” que le ha sido impuesta al país por medio de la Iniciativa Mérida.
Este domingo 8, una vasta porción de la sociedad tomará las calles para manifestar su repudio a la violencia y a la participación de las autoridades en ella. Algunos buscamos dar a esa exasperación un cauce legal, pacífico y con probabilidades de éxito, y pensamos que la acción social procedente es impulsar procesos judiciales –nacionales e internacionales– contra los gobernantes responsables de la tragedia en la que está sumido el país. Con este propósito, nos congregaremos a partir de las 11 am en la Explanada de Bellas Artes, en donde habrá producción de mantas, pancartas y consignas hasta que llegue la marcha principal: nos uniremos a ella con espíritu solidario y marcharemos al Zócalo con una propuesta: llevar a juicio a los responsables políticos y penales de esta guerra. Ahí nos vemos.
A la opinión pública
Ante la emergencia nacional causada por la descontrolada violencia delictiva, las masivas violaciones a los derechos humanos, la corrupción generalizada y la incapacidad de las autoridades para restaurar la paz pública, presentamos las siguientes consideraciones:
Como ciudadanos estamos obligados a respetar la ley, pero carecemos de atribuciones y de facultades para exigirle a la delincuencia que rinda cuentas.
En cambio, el marco legal de México es claro en cuanto a la obligación de las autoridades políticas de rendir cuentas de sus acciones a la sociedad.
Por ello, nos uniremos a las movilizaciones nacionales y a la marcha convocada por la Red por la Paz y la Justicia y el poeta Javier Sicilia para el próximo domingo 8 de mayo.
La legislación establece también, en forma inequívoca, las obligaciones de los poderes ejecutivos federal y estatales, así como de los municipios, en materia de preservación y restauración de la paz y la seguridad públicas.
El Artículo 89 Constitucional, en su fracción VI, es meridianamente claro en cuanto a las facultades y responsabilidades del Ejecutivo Federal como garante de la seguridad, la paz y la vigencia del estado de derecho. La situación catastrófica en que se encuentra México es consecuencia de una larga cadena de omisiones e irresponsabilidades de funcionarios de los tres niveles de gobierno que han faltado a sus obligaciones legales en materia de seguridad pública y mantenimiento de la legalidad y que se resume en una palabra: impunidad.
Consideramos que, para enfrentar la barbarie que se cierne sobre el país, debemos empezar por exigir y promover procesos judiciales contra esos malos servidores públicos, en las instancias nacionales e internacionales correspondientes.
Con ese propósito, invitamos a quienes desde hace meses, y desde diversas posturas ideológicas y políticas, se han venido expresando con las consignas No Más Sangre y Basta de Sangre, a reunirse el domingo 8 de mayo, a partir de las 11 de la mañana, en la Explanada del Palacio de Bellas Artes, en donde habrá producción colectiva de mantas, pancartas y consignas y otras actividades culturales, para posteriormente incorporarnos con plena solidaridad a la Marcha Nacional por la Paz y la Justicia.
NO MÁS SANGRE
México, D.F., 4 de mayo de 2011
Elena Poniatowska, Eduardo del Río (Rius), Jesusa Rodríguez, Rafael Barajas (El Fisgón), Antonio Helguera, José Hernández, Epigmenio Ibarra, John M. Ackerman, Pedro Miguel, Maria Fernanda Campa Uranga, Patricio.
3.5.11
Auto sacramental
Según el viejo chiste, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, un joven en uniforme nazi se disponía a asesinar de manera rutinaria a un polaco fichado por la Gestapo. Entonces bajó del Cielo un ángel y le dijo al oído al matarife:
—No lo hagas.
—¿Por qué no? —respondió el nazi—. Es sólo un polaco.
—Ese hombre está destinado a ser Papa —le explicó la aparición.
—¿Y eso a mí qué? —se impacientó el joven asesino.
—Que tú vas a heredar el cargo, idiota —dijo el ángel, y desapareció.
Pasada aquella conflagración, las derechas fascistas y las no tanto se unieron frente a un nuevo enemigo común y bajo las banderas del anticomunismo. Decenas de criminales de Estado del Tercer Reich encontraron refugios fáciles gracias a los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Inglaterra, a todo mundo se le olvidó la portentosa contribución de Daimler Benz en la construcción de la máquina alemana de exterminio y a Franco le fueron perdonadas sus estrechas amistades con Hitler y con Mussolini a cambio de que cediera a Washington unos pedazos de territorio español para instalar allí bases militares. Esa entente discreta hizo posible, entre otras cosas, que un viejo nazi austriaco, Kurt Waldheim, ocupara la Secretaría General de la ONU y unió a los protagonistas del chiste (la situación es apócrifa, pero verosímil) en una línea sucesoria de conservadurismo extremo al interior de la Iglesia Católica. El que fuera joven nazi acabó beatificando al resistente polaco que destacó, más que como pontífice, como uno de los principales dirigentes políticos de la derecha mundial en el último cuarto del siglo XX. Y es que Joseph Ratzinger no sólo le debe la carrera al fallecido sino que vive y vivirá bajo su sombra y seguirá medrando –no es el único– del formidable capital mediático acumulado por Karol Wojtyla.
Dicen los que saben que, como teólogo, el alemán tiene más gracia que el polaco. Pero esta beatificación exprés y aparentemente disparatada –¿alguien cree realmente en los milagros de Juan Pablo II?– no es asunto de religión sino de posicionamiento y de marketing.
La ceremonia del domingo fue una oportunidad para vender autoridad empacada de manera engañosa como santidad. La restauración mundial de la que Wojtyla fue coprotagonista –del brazo de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Augusto Pinochet– se ha quedado sin fachadas y hoy se presenta como lo que siempre fue: un proyecto de ambición mundial, corte totalitario y declinaciones criminales en guerras de saqueo colonial, mafia y narcotráfico, lavado masivo de dinero, privatizaciones corruptas, endoso de poder político al empresarial, allanamiento de las soberanías, pensamiento único. En ese contexto, el hoy beatificado se erigió en cruzado medieval contra las libertades y las soberanías individuales, la diversidad sexual, la ciencia, los derechos de las mujeres, la teología de la liberación y sus adeptos, las comunidades eclesiales de base, las campañas de prevención del sida, el Estado laico y los movimientos progresistas en general. También solapó, con plena conciencia, a delincuentes como Marcial Maciel, no necesariamente porque aprobara las prácticas pederastas sino porque la Legión de Cristo era (y es) una mina de influencias y de dinero. Ah, pero Juan Pablo II era tan encantador...
Casualmente, tras el baño de beatitud oficiado en Roma, el domingo se vio felizmente coronado por la destrucción del Maligno, y la jornada informativa adquirió, con ello, aires de auto sacramental. La venturosa muerte de Osama Bin Laden es rumor desde el 26 de diciembre de 2001, cuando Fox News reportó que el gran terrorista había fallecido pacíficamente, a consecuencia de una complicación pulmonar, en las montañas afganas de Tora Bora. Un lustro después, en septiembre de 2006, la prensa francesa dio a conocer un memorándum secreto de los servicios de inteligencia de su país en el que se informaba de la muerte del cabecilla en Pakistán. En noviembre de 2007, unos meses antes de su propio asesinato, la política paquistaní Benazir Bhutto se refirió, en una entrevista concedida a la BBC, a un tal Omar Sheij, “el hombre que mató a Osama Bin Laden”. Antier, por enésima vez, el presidente de Estados Unidos lo dio por muerto. AP difundió, urbi et orbi, una supuesta foto del cadáver que data de 2006, o antes, cuando el terrorista más buscado del mundo fue acribillado no mediante cuerpos especiales de la Infantería de Marina, sino por medio del Photoshop. Después, Washington informó que el cadáver del saudita satánico había sido “enterrado en el mar”, en un “funeral islámico”. Y ya.
Fue un domingo intenso y ameno, pero en el Cielo no cambiará nada y en la Tierra, tampoco.
2.5.11
El falso cadáver de Osama
Es gracioso que medios "serios" como CNN, El País, El Mundo, etc., estén publicando una supuesta foto del cadáver de Osama Bin Laden sin verificar su autenticidad. La imagen, en cuestión, fue inventada por alguien en 2006 para ilustrar la noticia, también falsa, de que Bush anunciaba la muerte del ideólogo de Al Qaeada a manos de torturadores "extranjeros", es decir, no gringos. Aquello era una burla a las ambigüedades y los eufemismos empleados por el asesino Bush para hacer presentable la tortura cambiándole de nombre. La historia completa (junto con el macabro photoshopazo) está aquí.
1.5.11
Amenazas contra Al Jazeera en Siria
La versión recibida, en inglés, dice así:
The Syrian government has been pressuring Al Jazeera staff in Damascus and the Syrians in Doha, threatening them and their families and pushing people to resign or leave the country.
En todo el mundo se vive una escalada de violencia contra l@s periodistas que buscan informar sin distorsiones. Y uno se pregunta con qué cara podrían condenar por esto a las autoridades sirias los gobiernos occidentales que mantienen una feroz ofensiva policial, judicial y propagandística contra WikiLeaks y su fundador, Julian Assange.
La Ley de Seguridad Nacional
Con tanta gente furiosa
por la matanza bestial,
proponen una espantosa
ley de terror policial.
Hoy, nos cambian la jugada;
la Ley de Seguridad
la quisieran reformada
y causar más mortandad,
La urdieron el PRI y el PAN
en distintas comisiones:
Calderón se une, en el plan,
a Manlio Fabio Beltrones.
Aunque el autor se haga güey,
va contra la sociedad
esa mencionada ley
y contra la libertad.
Pretenden, los mentecatos,
lanzar a la fuerza armada
sobre marchas, sindicatos
y población desarmada,
Si no consiguen matarnos
ni hacernos otras maldades,
al menos buscan quitarnos
derechos y libertades.
Tal es la feroz respuesta
del régimen criminal,
a la gente que protesta
por la matanza bestial.
Para cuidar a los ricos
pretenden esta reforma,
y echarnos a los milicos
observando tiempo y forma.
Pues no tiene que ver nada
con vencer al criminal
ni con esa tan mentada
seguridad nacional.
Más les vamos a gritar,
aunque el grito no les cuadre,
que tanto desgobernar
ya nos tiene hasta la madre.
Si de cuerpos hay un chingo,
Calderón es responsable;
el representante gringo
así lo asentó en un cable.
Y si la soberanía
esta siendo mancillada,
es porque la oligarquía
la mantiene hipotecada.
Si Krauze, en tono falaz
argumenta desde el podio
que “esos que quieren la paz
es porque están lleno de odio”,
ya le contesta la gente,
molesta ante tal cinismo:
“Si te matan a un pariente
a ver si dices lo mismo”.
“Nosotros no propusimos
esta estupidez atroz
y nunca se la pedimos
en la carta a Santa Clos.”
Hay que comprar, en resumen,
un hisopo de algodón
para sacarle el cerumen
a Felipe Calderón.
Tenemos, pues, que gritar,
y hacerlo a todo volumen,
a ver si logra escuchar
y se le mueve el cacumen.
Que ya nos tiene cansados,
que de sus tácticas, paso;
de sus cuerpos desmembrados
no queremos ni un pedazo.
Decimos varios millones
de furiosos ciudadanos:
Ya basta de violaciones
a los derechos humanos.
Esta absurda cantilena
jalada de los cabellos,
mejor que nos la haga buena
y que “se maten entre ellos”:
Genaro García Luna,
Calderón, Chapo, Lazcano,
váyanse todos a una
al infierno, y de la mano.
Ya dejen de salpicar
de sangre nuestras paredes.
Si les encanta matar,
elimínense entre ustedes.
Por nuestra parte, exigimos
que dejen, los diputados,
de andarse con tantos mimos
y manden comunicados
para iniciarles ya mismo,
de modo leal y certero,
dejando el influyentismo,
un juicio de desafuero.
Pues tienen que responder
ante el pueblo y la nación,
por su traidor proceder
y por esta matazón.
Ya no queremos más muerte
pues estamos por la vida
y para ustedes, la suerte
tiene fecha definida:
De la libertad en aras,
lucharemos sin desmayo
y nos veremos las caras
el próximo 8 de mayo.