1. Del Frente Plural Ciudadano y del Centro de Pastoral Obrera de Ciudad Juárez:
Cd. Juárez, Chih., a 23 de junio de 2011
A las y los firmantes del Pacto Nacional Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad en Cd. Juárez
A las y los mexicanos
A la comunidad internacional
A la solidaridad de los Medios Populares y Comunitarios
El pasado 10 de junio de 2011, en el monumento a Benito Juárez, en Cd. Juárez, Chihuahua, se firmó el Pacto Nacional Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad, contenido que emergió de quienes en esperanza y confianza, se unieron a una Caravana que posibilitaba ir más allá del abrazo y el consuelo del dolor compartido, porque invitaba a decir la palabra negada y acallada en la exigencia de una justicia ausente.
Cientos de víctimas surgieron del anonimato y se unieron con los habitantes de una ciudad victimizada, con luchadores y defensoras sociales, con trabajadores, estudiantes y artistas. A cada testimonio y a cada llanto, todos y todas gritamos solidariamente, No estás solo, no estás sola.
Este preámbulo y conclusión de sufrimiento compartido, fue el impulso para proponer, discutir y acordar en las mesas de trabajo en Ciudad Juárez, una realidad bien sabida, que los asesinatos, las desapariciones, los secuestros y las extorsiones que vemos en el acontecer de los días, tienen profundas raíces que les permitieron emerger, crecer y expandirse.
Se habló de las y los desaparecidos, que forman parte del gran negocio de la trata de personas, y de la ineficacia y desprecio de las autoridades para atenderlos; del rechazo a la reforma a la Ley Federal del Trabajo que condenaría a las y los trabajadores a buscar mejor ingreso dentro de otras formas –lícitas o no- que precarizarían la vida ya precaria del obrero, del ayudante, y también del maestro, y la enfermera entre muchos otros, y también de los pocos que estudian para nunca ejercer su carrera, porque no hay trabajo.
Se rechazó la estrategia de guerra y la militarización como aplicación del terror por parte del Estado en la supuesta guerra contra el narcotráfico.
En la simulación de brindarnos seguridad, se señaló que las y los ciudadanos debemos enfrentar el abuso, la arbitrariedad y la inaceptable ineficacia de militares y policías, experiencia que se repite en muchas ciudades y comunidades de México; Juárez es el ejemplo incuestionable de ello.
Las y los jóvenes defendieron el derecho a existir en la igualdad de las oportunidades que no tienen y el derecho de ser lo que quieren ser, sin que gobernantes y políticos les busquen ocupación y acomodo.
Defendieron su derecho a rechazar la militarización porque son las mejores presas para elevar los índices de presuntos culpables que las fiscalías necesitan, en la creación de chivos expiatorios para justificar la existencia del enemigo a vencer.
Las y los caravaneros, de la frontera sur a la frontera norte, fustigaron que se entregue la riqueza del país, entre otras, a empresas transnacionales mineras, que en su afán de lucro, despojan a personas y comunidades del patrimonio de años y contaminan suelo y agua, para obtener enormes ganancias para unos pocos y el soborno de los muchos que lo permiten y legitiman.
Se rechazó la Ley de Seguridad Nacional porque es permiso para nulificar los derechos humanos de la población, para otorgar amplio poder directo y discrecional al Ejecutivo sobre las fuerzas militares y para la continuación y aumento de las víctimas colaterales.
Se discutió sobre los delincuentes de cuello blanco, la democracia simulada, el voto blanco y la pasiva actuación legal para evitar el lavado del dinero, que con eficacia pudre instituciones y funcionarios, empresas e inversionistas, gobiernos y gobernantes.
Fueron muchos los dolores y más las exigencias, las acciones y las propuestas para el país que demandamos, para la vida que nos niegan y para la paz que anhelamos, voces que emanaron de las y los muchos que llegaron.
No hubo ni pretendida, ni simulada alteración en las mesas, basta de ese discurso absurdo y engañoso. En cada grupo participaron activamente defensores reconocidos, ahí estuvo Don Raúl Vera, Miguel Concha, Clara Jusidman, Víctor Quintana, Víctor Orozco, y muchos y muchas otras, que con simpatía o no a los resolutivos, fueron testigos de las discusiones y acuerdos generales, ellos mismos pueden lealmente dar cuenta de la secuencia de cada mesa y que en ningún momento reclamaron la palabra de la plenaria y del Pacto firmado y celebrado en el Monumento a Juárez.
Por todo lo anterior:
A quienes participaron con su exigencia y anhelo de una mejor Patria, les decimos: su palabra en Juárez sí es Pacto Ciudadano que nos compromete, reconocemos su valor y honramos su palabra. Les invitamos a continuar el diálogo en sus comunidades, en sus grupos y ciudades, para dar agenda a los acuerdos y propuestas en forma coordinada.
A los y las compañeros de Puebla les expresamos nuestro apoyo en su lucha en contra de la base militar; y a quienes en la distancia se unieron a la palabra de Juárez les reiteramos nuestra solidaridad a su causa.
A quienes imponen las decisiones de arriba hacia abajo y de pocos sobre muchos, les decimos que nosotros y nosotras preferimos otras formas, horizontales y democráticas de decidir.
A las y los que llegaron y partieron de Juárez, a nuestra dolida y valiente ciudad, a quienes dudan y a quienes se decidieron, les repetimos, no están solos, no están solas, estamos unidos en el ya basta de sangre y seguiremos juntos y juntas hasta la paz y la justicia, hasta la vida digna.
A quienes hoy se manifiestan contra la guerra de Felipe Calderón, les decimos: cuentan con nosotros, y a la distancia nos solidarizamos en el rechazo a un dialogo desigual con el gobierno y sin garantías de cumplimiento.
¡Refrendamos el Pacto Nacional Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad, firmado en Ciudad Juárez el 10 de junio del 2011!
¡No a la militarización!
¡No a la reforma a la Ley Federal del Trabajo!
¡No a la reforma de la Ley de Seguridad Nacional!
2. De Magdalena Gómez:
De la movilización al movimiento: ¿cuestión de agendas?
La trascendencia de la Caravana del Consuelo ha sido ampliamente analizada: el enorme acierto de colocar la mirada en las víctimas y sus familias, que también lo son. Las voces de los sin voz que se escucharon en el amplio recorrido en ruta hacia Ciudad Juárez, el epicentro del dolor, como bien lo han definido. En todo ello Javier Sicilia se convirtió en el emblema al fundir su duelo en el de todas y todos a quienes de manera directa les ha golpeado la brutal e irresponsable guerra, porque los verdaderos daños colaterales los está sufriendo la sociedad entera. La caravana, por tanto, vale por sí misma y forma parte ya de la historia social de nuestro país. Importa dejar clara esta valoración incuestionable porque parece necesario ahora colocar la reflexión en los desafíos e incluso contradicciones y riesgos que se perfilan al transitar hacia la construcción de un movimiento. ¿Con qué alcances? Cual parteaguas premonitorio, la reunión organizada el pasado 10 de junio en Ciudad Juárez concluyó con una serie de planteamientos que provocaron el desconcierto primero y rechazo explícito después por parte de Javier Sicilia y los copromotores más cercanos. Los puntos divergentes más fuertes se centraron en la petición del retiro inmediato del Ejército, el juicio político a Felipe Calderón, elemento que daba cuenta de una posición de no diálogo. Con ello se desató una campaña de ciertos medios descalificando a los supuestos duros, radicales, fundamentalistas.
Es ciertamente preocupante el argumento de que el plan que se firmaría, el verdadero, era el anunciado en el Zócalo el pasado 8 de mayo, con seis puntos que ahora vemos que eran no negociables. Y lo es porque ese mismo día se informó que eran la base para que se diera una amplia discusión. En esa lógica la Asamblea Juarense por la Paz con Justicia y Dignidad se pronunció, entre otros puntos, por: 4. Que la desmilitarización del país sea una demanda que no tenga margen de negociación. De eso depende el alto al derramamiento de sangre que atestiguamos cotidianamente 5. Que las seis exigencias que el Movimiento Nacional Ciudadano propone sirvan para dar sustento a los debates e intercambios en Juárez y a los cuales puedan agregarse otra serie de demandas (30 de mayo de 2011).
Si colocamos la mirada en el histórico proceso de elaboración de los acuerdos de San Andrés, sabemos que se inició con el enunciado de los temas y su contenido se definió sobre la base del diálogo. Lo que se está planteando acá es un tanto absurdo, pues independientemente de la justicia que entrañan los seis puntos de mayo, su definición dista mucho de expresar un proceso previo de amplio debate. Así las cosas, se ha dicho que en la reunión del 10 de junio pasado se produjeron simples relatorías y que en todo caso lo ahí expresado se podría considerar la Declaración de Ciudad Juárez, pero el Pacto Nacional es el del 8 de mayo (El Economista, 14/6/11).
Lo cierto es que esos deslindes públicos expresan que Javier Sicilia ha definido una ruta de diálogo con el Estado, específicamente con el ocupante de Los Pinos, llevando, eso sí la voz de las víctimas y exigiendo o esperando respuestas acordes con la paz, la justicia y la dignidad. Esta posición es, por supuesto, legítima aun cuando no exenta de contradicción con lo expresado duramente el propio 8 de mayo en el Zócalo: “¿Por qué se permitió al Presidente de la República y por qué decidió éste lanzar al Ejército a las calles en una guerra absurda que nos ha costado 40 mil víctimas y millones de mexicanos abandonados al miedo y a la incertidumbre?
Por eso les decimos que es urgente que los ciudadanos, los gobiernos de los tres órdenes, los partidos políticos, los campesinos, los obreros, los indios, los académicos, los intelectuales, los artistas, las iglesias, los empresarios, las organizaciones civiles, hagamos un pacto, es decir, un compromiso fundamental de paz con justicia y dignidad. Ahora yo pregunto: ¿por qué se sorprenden de la demanda de juicio político y de la convicción de que el pacto se construiría en ese proceso? Quienes acompañaron a la Caravana del Consuelo y plantearon otras propuestas seguramente no pretendían imponer agendas, simplemente se movían en una lógica distinta. Por ejemplo, me pareció importante que los pueblos indígenas de viva voz exigieran que se cumplan los acuerdos de San Andrés.
Se ha insistido mucho y con razón en la no violencia, y en ese asunto central no se observaron contradicciones en los documentos de las mesas de trabajo en la ciudad fronteriza. Tampoco en el referente ético, que no parece estar en cuestión. Las diferencias políticas que se observan no pasan por que unos sean éticos y otros no. Reconocer a las víctimas y aplicar la no violencia y la resistencia es crucial, pero no es incluyente de la vasta problemática que entraña un pacto nacional en lógica de refundación.