19.9.13
Revertir la catástrofe
Es una cosa de símbolos. Festejamos el cumpleaños del país el 15 de septiembre porque en esa fecha el subversivo Miguel Hidalgo convocó a la gente a luchar por la independencia nacional, pero si fuéramos más realistas celebraríamos el 22 de octubre, día en que el Congreso de Chilpancingo promulgó, en plena guerra independentista, el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Méxicana. O tal vez sería más prudente adelantar el festejo al 4 de octubre porque en esa fecha, pero de 1824, se proclamó la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos y, derrotado el extravío imperial de Iturbide, arrancó formalmente la vida de la república independiente.
Pero la conciencia colectiva acomodó el nacimiento de la nación el 15 de septiembre. Es falso lo que propalan ahora algunos, que el origen de la fiesta se deba a que Porfirio Díaz la adelantó para hacerla coincidir con su propio cumpleaños. La primera vez que la celebración se pasó del 16 al 15 fue en 1846, y en tiempos de la invasión francesa Benito Juárez “daba el grito” el día 15, no el 16, en donde lo agarrara la huída de las tropas francesas.
La semana pasada el 15 de septiembre encontró al país en una circunstancia particularmente difícil. La oligarquía gobernante ha copado la mayor parte de las instituciones públicas –el Ejecutivo Federal, el Legislativo, el Judicial, el IFE, la mayoría de los gobiernos estatales, los partidos políticos mayoritarios– y las ha puesto al servicio de la ofensiva de los grandes capitales contra el país y su gente.
Agotadas las mediaciones por la insensibilidad y la sordera de los poderosos, el recurso a la fuerza pública se convierte en un instrumento de gobierno cada vez más frecuente. Las corporaciones armadas son lanzadas contra los inconformes pero pierden día tras día la confrontación con las organizaciones delictivas. No se persigue al narco, sino a los pueblos que se arman para impedir que sus territorios caigan en manos de los narcos. Se expulsa del Zócalo a los revoltosos del presente para conmemorar la revuelta de los revoltosos independentistas, convertidos en estampita, fetiche y estatua de mármol desprovista de significados reales.
Se falsifica la historia para justificar las adulteraciones constitucionales que legalizarían la entrega de la industria petrolera a manos privadas, una entrega que de cualquier forma ya es práctica cotidiana, aunque ilegal; si se hiciera realidad la desnacionalización petrolera que pretende el peñato, ello se traduciría en un recorte adicional a la de por sí mermada soberanía nacional, porque las corporaciones energéticas transnacionales recibirían en concesión enormes territorios sobre los que impondrían su ley; una nueva expropiación resultaría mucho más difícil que la que llevó a cabo el general Cárdenas porque hoy en día el gobierno tendría que someterse, en sus diferendos con transnacionales estadunidenses y canadienses, a comités de arbitraje foráneos, y no a los tribunales nacionales.
Se pretende, además, mediante una reforma fiscal, darle a los bolsillos populares una mordida de 240 mil millones de pesos anuales, no para hacer un gobierno más eficiente ni más pródigo, sino para seguir manteniendo los lujos, la corrupción y la capacidad de cooptación electoral de la clase política.
En lo que constituye un paso definitorio en el proceso de demolición del sistema de educación pública, el gobierno hizo aprobar una reforma laboral disfrazada de educativa que generó una gran inconformidad en los sectores organizados e independientes del magisterio. Decenas de miles de mentores de diversos puntos de la república marcharon sobre la capital y permanecen en ella para hacer patente su descontento. En respuesta, el poder oligárquico organizó una campaña de desprestigio y denuesto contra los profesores y buscó capitalizar en contra de ellos la molestia de muchos capitalinos afectados en sus traslados diarios por las movilizaciones magisteriales.
Luego vino una provocación policial –cualquiera puede ver en Youtube los videos que muestran a la Policía Federal escoltando hasta la plaza a columnas de presuntos civiles que marchan con gran disciplina sin que se sepa contra quíén o para qué– para buscar una respuesta violenta por parte del movimiento magisterial. Se consiguió, en cambio, provocar una vasta oleada de solidaridad social hacia los maestros, solidaridad que se expresa tanto en la realización de marchas de apoyo como en el acopio de víveres, medicinas y ropa para el campamento instalado en el Monumento a la Revolución.
Por añadidura, estas fechas patrias tienen como telones de fondo la pobreza imparable de millones de personas, la agudización de las carencias educativas y de salud, la desintegración social creciente, el desánimo de la ciudadanía y la violencia delictiva que ha sido parcialmente ocultada a la opinión pública por instrucciones de la Presidencia, pero que dista mucho de haber amainado en relación con el calderonato.
Sobre este panorama se abatió la lluvia: un huracán y una tormenta tropical simultáneos descargaron sus aguaceros, devastaron grandes regiones de ambos litorales y sumieron a cientos de miles de personas y a centenares de poblaciones en una situación desesperada. Ante la tragedia, la respuesta de las autoridades ha sido básicamente televisiva, y muy rápido han surgido los datos del descuido y el desdén oficiales que empeoraron en mucho el desastre humano causado por los meteoros.
El país está anegado, desgajado, hambreado, despojado de derechos y seguridad, amenazado y reprimido, violentado en todos sus ámbitos, y muchas personas tienen el corazón adolorido, el ánimo por los suelos y ninguna esperanza de mejora.
Es justamente el estado de ánimo que necesita generalizar el régimen oligárquico para terminar de imponer su nuevo ciclo de “reformas estructurales”: menos derechos, menos propiedad nacional, mayores impuestos y tarifas, mayor deuda compartida por el colectivo y mayor riqueza concentrada en manos privadas. O, por decirlo de otra manera, esta ofensiva antipopular es como los virus: a mayor debilidad en el ánimo del organismo en el que se introducen, mayores son sus probabilidades de éxito.
Desde luego, no todo está perdido y el país es recuperable, a condición de que sus habitantes –y, especialmente, los más lúcidos– se sacudan la depresión y empiecen a marchar, a luchar, a salir a flote, a organizarse, a revertir la catástrofe. Éste es el país que hay que recuperar y ésta, la vida que debe dignificarse. No hay otro. No hay otra.
17.9.13
Expropiación del grito
A partir del fraude perpetrado en la elección presidencial de 2006 por Vicente Fox, Elba Esther Gordillo, Luis Carlos Ugalde y otros, y de la imposición de Felipe Calderón en Los Pinos, la ceremonia del Grito de Independencia del 15 de septiembre se convirtió en un escenario de confrontación y disputa entre el poder oligárquico y sectores sociales organizados y movilizados. En aquel año, con el Zócalo capitalino ocupado por el plantón en apoyo a Andrés Manuel López Obrador –despojado haiga sido como haiga sido de su triunfo electoral–, Fox se empecinó en encabezar, en ese mismo espacio, el ritual. A la postre el plantón fue levantado en vísperas del desfile militar, el guanajuatense terminó cediendo y se fue a gritar a Dolores Hidalgo, y la ceremonia en la ciudad de México fue presidida por el entonces jefe de Gobierno capitalino, Alejandro Encinas, quien dio el grito desde el balcón del Palacio del Ayuntamiento.
En los dos años siguientes el lopezobradorismo convocó al Grito de los libres, los primeros de ellos realizados en el propio Zócalo. Fueron memorables los intentos del calderonato por acallar a los disidentes mediante potentes equipos de sonido y shows de clara manufactura televisiva. A propósito de eso, de unos años para acá se han invertido los papeles: de un evento institucional que la televisión se encarga de transmitir, se ha pasado a la producción, desde el poder público, de una escenificación apta para ser transmitida.
Calderón terminó su sexenio mal habido en medio de un baño de sangre y de corrupción, y con la opinión en contra de la mayor parte de la gente. El año pasado, tras el surgimiento de #YoSoy132, no podía irle bien en la ceremonia del 16 de septiembre. Y no le fue: hay que acordarse de aquel rostro desencajado y aquella mirada perdida con la que el michoacano hubo de observar y escuchar, desde el balcón presidencial de Palacio, cómo le gritaban ¡asesino! y le iluminaban la cara con señaladores láser de color verde.
En el caso de Enrique Peña Nieto el repudio social antecedió su desaseado triunfo electoral y lo ha acompañado fielmente durante los meses que lleva en el despacho, y no podía esperar que le fuera mejor que a Calderón en su estreno como oficiante del ritual republicano. Y además, la plancha del Zócalo estaba ocupada por miles de maestros afiliados a la CNTE que exigen la derogación de la reforma laboral, disfrazada de educativa, impuesta por el peñato. De modo que, tras enviar contingentes de policías antidisturbios y columnas de provocadores a desmantelar el campamento magisterial, Peña se organizó un espectáculo de autoexaltación con miles de acarreados mexiquenses –hay reportes de que también hubo poblanos y veracruzanos– a quienes se dio prioridad para ingresar a una plaza más vigilada que nunca antes. El blindaje fue tan meticuloso que el Estado Mayor Presidencial ubicó y zangoloteó a un chavo que, desde la plancha del Zócalo, había alumbrado a Peña con un láser.
Pero ni esos grupos traficados por el aparato corporativo ni los escasos ciudadanos independientes que acudieron al Zócalo fueron suficientes para llenarlo ni para acallar los gritos de muera el mal gobierno que tampoco la televisión pudo extirpar de las pistas de audio de las grabaciones. Ese grito, por cierto, tan hermano del que pronunció el cura Hidalgo hace 203 años, se repitió en diversas plazas del país.
El contraste inevitable fue la fiesta cívica organizada por los maestros en lucha en su campamento del Monumento a la Revolución, reunión de ciudadanos libres que conmemoraron, con bailables y música oaxaqueña, el inicio de una gesta del vulgo –prole, se les dice ahora–, por el vulgo y para el vulgo.
En su empeño por defender su usurpación de un festejo eminentemente popular, el poder público y sus ideólogos han tratado de desvirtuar los orígenes de la ceremonia (véase los recientes artículos de Pedro Salmerón al respecto, por ejemplo), muy a tono con esa campañita presidencial que, a últimas fechas, nos quiere vender a un Lázaro Cárdenas privatizador y casi casi formado en Harvard. Pero eso tampoco ha servido de nada: paulatinamente, la fiesta ha regresado a sus legítimos propietarios: la prole, la banda, los nacos, la raza. Lo que se hace en el Zócalo año tras año es un esfuerzo inútil, costoso y tonto por mantener un símbolo de esplendor presidencial que ha desaparecido y que no volverá.
Qué bueno. Pensándolo bien, desde antes de que los neoliberales tomaran el poder por asalto ya resultaba ofensivo un festejo dividido entre los perfumados que asistían a la recepción oficial en Palacio y la chusma de abajo a la que se regalaba un espectáculo de fuegos artificiales y de confeti. No es buena cosa conmemorar el inicio de la Independencia con una práctica que escenifica y representa una estratificación más bien virreinal de la sociedad.
Compañeros de ruta
De una plática con Paco Ignacio Taibo II
Hace cosa de 40 años una chava muy combativa y un poco mayor que yo, al sorprenderme en plena lectura de Rimbaud, me clasificó como pequeñoburgués decadente y me auguró que la revolución proletaria me fusilaría.
Actualmente la autora de esa profecía –incumplida, por fortuna para mí, y para desgracia de la revolución proletaria– trabaja como gestora del PRI. Yo, por mi parte, sigo más o menos en lo mismo que en aquel entonces: leyendo a Rimbaud y tratando de aportar un milésimo de grano de arena a la transformación social.
He aprendido, eso sí, a no dejarme intimidar por ultras de temporada. Los de hoy tienden más al anarquismo (bueno: a eso que llaman anarquismo y que es como el esmog de la autopista que bordea el cementerio de Bremgarten-Friedhof y tizna la tumba del pobre Bakunin) que al maoísmo, y ya no suelen amenazar con el paredón porque eso se ha vuelto políticamente incorrecto. En todo lo demás la ultra sigue idéntica a sí misma.
Anda, querido activista intachable, accede a marchar por un rato al lado de este viejo reformista, que tal vez logremos hacer algo juntos antes de que nuestros caminos vuelvan a separarse. No te impacientes. Ya madurarás un poco y encontrarás hueso.
15.9.13
Viva México
Marcha de maestros en Xalapa previa al plantón ferozmente reprimido en la
madrugada del 13 de septiembre. Gracias por la foto a @claucruzg y @KarimeRiv
Vivan las semillas que germinan en silencio. Vivan los brotes que resisten la sequía y la tormenta. Vivan los tallos que se doblan, sin quebrarse, bajo la presión del viento. Vivan las ramas que avanzan y se entrelazan. Vivan los troncos que se robustecen. Viva el bosque completo.
Vivan los que salen a las calles y a las avenidas por primera vez en la vida.
Vivan los que han pasado toda la vida en las calles y no se han fatigado.
Vivan los que conservan el corazón limpio después de tantos fraudes.
Vivan las que escarban en la cáscara de la derrota hasta encontrar la victoria.
Vivan los que persisten, las que advienen, los incansables.
Vivan los abandonados de los que se acuerdan sólo para cobrarles impuestos.
Vivan las que actúan, las que cantan, las que danzan, las que pintan, las que toman video, las que escriben, las que operan, las que conducen, las que compran y venden con honestidad.
Vivan los que proyectan, los que suman, los que reparan, los que venden su trabajo sin vender la conciencia.
Vivan los que viajan son olvidarse de llevar los principios en el equipaje.
Vivan los sedentarios que siembran sus principios y se quedan a cuidar la cosecha todo el tiempo que sea necesario.
Vivan quienes no hacen escarnio de la pobreza y la dignidad.
Vivan las que ven venir la tormenta y en vez de hincarse se organizan.
Vivan los campesinos expoliados.
Vivan los asalariados que deben su salario antes de recibirlo.
Vivan los informales que convierten su incertidumbre en el pan de cada día.
Vivan los jubilados que pierden día tras día la carrera contra la inflación.
Vivan las niñas y los niños a los que se pretende dejar sin patria ni futuro.
Vivan las adolescentes que no alcanzaron lugar en la prepa.
Vivan los jóvenes excluidos de las universidades públicas.
Vivan los alumnos sin escuela, los maestros sin aula, los enfermos sin hospital, los servidores públicos sin presupuesto, los médicos sin medicinas, los artesanos sin taller, los comerciantes sin mercancía. Vivan todos aquellos que hacen milagros para sobrevivir.
Vivan los profesionistas que se ajustan a su manera digna de vivir.
Vivan los inquilinos angustiados que no ajustan para la renta.
Vivan los funcionarios que no roban ni engañan.
Vivan los legisladores que votan en contra de las reformas estructurales.
Vivan los dirigentes que no se venden.
Vivan los investigadores que no le temen a la verdad.
Vivan los informadores que redactan sus notas entre amenazas de muerte.
Vivan los que siguen viviendo en Estados Unidos para mantener a sus familiares en México.
Vivan los migrantes mutilados por La Bestia, extorsionados por la policía, vendidos como esclavos a los delincuentes, enterrados lejos de su patria.
Viva la Cooperativa Pascual. Vivan todas las cooperativas.
Viva la industria petrolera propiedad de la Nación.
Viva la UNAM. Viva el Poli. Viva la UAM. Viva la UACM. Vivan todas las universidades públicas de todos los estados.
Viva la Constitución de 1917.
Vivan los trabajadores de Mexicana. Viva el SME. Vivan los mineros. Vivan las comunidades zapatistas.
Viva la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Viva MORENA.
Libertad para Alberto Patishtán.
Derogación de las reformas antipopulares impulsadas por el peñato.
Toda la solidaridad con los maestros en pie de lucha.
Alto a la represión.
Viva la raza. Viva la banda. Vivan los pelados. Viva la prole.
Vivan los siempre insumisos.
Vivan los muertos de todos los sexenios. Vivan las asesinadas de Ciudad Júarez, del Estado de México y de todos los rincones dolientes del país. Vivan los mineros de Pasta de Conchos. Vivan las víctimas de la homofobia. Vivan los niños sacrificados en la Guardería ABC.
Viva Cuauhtémoc. Viva Gonzalo Guerrero. Viva fray Bartolomé de las Casas. Viva Francisco Tenamaztle. Viva Jacinto Canek. Viva Gaspar Yanga. Viva Gabriel Teporaca. Viva fray Servando Teresa de Mier. Viva Francisco Primo de Verdad. Viva Miguel Hidalgo. Viva Josefa Ortiz de Domínguez. Viva José María Morelos. Viva Leona Vicario. Viva Epigmenio González. Viva Francisco Xavier Mina. Viva Vicente Guerrero. Viva el Batallón de San Patricio. Viva Benito Juárez. Viva Guillermo Prieto. Viva Ignacio Zaragoza. Viva José Santos Degollado. Viva Melchor Ocampo. Viva Mariano Escobedo. Viva Vicente Riva Palacio. Viva Ignacio Manuel Altamirano. Vivan Ricardo y Enrique Flores Magón. Viva Juana Belén. Viva Emiliano Zapata. Viva María Arias Bernal. Viva Aquiles Serdán. Viva Belisario Domínguez. Viva Francisco Villa. Viva Elisa Acuña. Viva Antonio Díaz Soto y Gama. Viva María Talavera. Viva Elisa Griensen. Viva Felipe Carrillo Puerto. Viva Lázaro Cárdenas. Viva Francisco J. Múgica. Viva Heriberto Jara. Viva Rubén Jaramillo. Viva Benita Galeana. Viva Valentín Campa. Viva Demetrio Vallejo. Vivan Frida Kahlo y Diego Rivera. Viva José Revueltas. Viva Heberto Castillo. Viva Carlos Montemayor. Viva Carlos Monsivais. Viva Bety Cariño. Viva Samuel Ruiz. Viva Carlos Fuentes. Viva Arnoldo Martínez Verdugo. Viva José María Pérez Gay. Viva Daniel Cazés. Viva José Emilio Pacheco.
Viva el arte. Viva el amor. Viva la terquedad vital. Viva la honestidad. Viva la congruencia. Viva la solidaridad. Viva el espíritu unitario. Viva la vida.
Viva México. Viva México. Viva México.
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