De una plática con Paco Ignacio Taibo II
Hace cosa de 40 años una chava muy combativa y un poco mayor que yo, al sorprenderme en plena lectura de Rimbaud, me clasificó como pequeñoburgués decadente y me auguró que la revolución proletaria me fusilaría.
Actualmente la autora de esa profecía –incumplida, por fortuna para mí, y para desgracia de la revolución proletaria– trabaja como gestora del PRI. Yo, por mi parte, sigo más o menos en lo mismo que en aquel entonces: leyendo a Rimbaud y tratando de aportar un milésimo de grano de arena a la transformación social.
He aprendido, eso sí, a no dejarme intimidar por ultras de temporada. Los de hoy tienden más al anarquismo (bueno: a eso que llaman anarquismo y que es como el esmog de la autopista que bordea el cementerio de Bremgarten-Friedhof y tizna la tumba del pobre Bakunin) que al maoísmo, y ya no suelen amenazar con el paredón porque eso se ha vuelto políticamente incorrecto. En todo lo demás la ultra sigue idéntica a sí misma.
Anda, querido activista intachable, accede a marchar por un rato al lado de este viejo reformista, que tal vez logremos hacer algo juntos antes de que nuestros caminos vuelvan a separarse. No te impacientes. Ya madurarás un poco y encontrarás hueso.
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