Los asesores que lo
pusieron en ese predicamento habrían debido advertirle, para
empezar, que una petición de perdón leída en un teleprompter no
puede ser creíble ni convincente.
Fuera de eso, ¿qué
esperaba generar? ¿La compasión que no tuvo para con las mujeres
violadas en Atenco? ¿La empatía que le faltó –y le sigue
faltando– con los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa? ¿La
actitud comprensiva de la que ha carecido su gobierno hacia el
movimiento del magisterio democrático? ¿La benevolencia que no ha
tenido con los presos políticos de su sexenio?
De veras: ¿qué
esperaba?