Con
la excepción de María de Jesus Patricio, postulada por el Congreso
Nacional Indígena, las decenas de candidatos independientes que se
inscribieron para contender por la Presidencia conforman un operativo
de dispersión del voto opositor o bien un semillero de planes B
(Margarita Zavala, El Bronco) ante la muy probable perspectiva
de que alguno de los candidatos oficiales no logre subir en las
preferencias electorales.
La
ex primera dama y el aún gobernador de Nuevo León tienen sendos y
prolongados historiales de pertenencia a un régimen que, de 1988 en
adelante, ha saqueado y ensangrentado al país, ha entregado a manos
privadas los recursos naturales propiedad de la nación, ha
depauperado en forma deliberada a la mayoría de la población, ha
convertido a la delincuencia organizada en un sector económico por
derecho propio, ha acanallado el ejercicio de la política, ha
demolido la soberanía nacional y ha desintegrado el tejido social en
múltiples regiones y ámbitos. Ni la una ni el otro han llevado a
cabo un ejercicio formal de deslinde y, en consecuencia, sus
protestas de “independencia” tienen tanta credibilidad como los
propósitos de probidad y transparencia que de cuando en cuando
formula Peña Nieto.
Por
varias razones, Marichuy es un caso aparte. De entrada,
pertenece a un sector antirrégimen, responde a una
representación política muy bien definida –la de diversas
comunidades indígenas– y tanto ella como sus postulantes han
dejado claro desde un principio que su participación en la elección
presidencial no tiene como propósito llegar al gobierno sino
divulgar su propuesta política y propiciar la organización en torno
a ella.
Los
demás son pescadores de ocasión. Carecen de trabajo político como
no sea, en el mejor de los casos, el de cierta presencia mediática,
y de programas coherentes de gobierno. Todos ellos se amparan en el
hartazgo ciudadano por el resultado catastrófico de tres décadas de
políticas neoliberales y comparten la incoherencia de pretender
incursionar en la política hablando mal de ella. Se apoyan en el
discurso maniqueo y simplón que divide a los seres humanos entre
“políticos” y “ciudadanos”, entendiendo a los primeros como
los que han dedicado su vida a las tareas gubernamentales,
legislativas y partidistas, y a los segundos como palomas
inmaculadas. Como si para ser político no hiciera falta, antes que
nada, ser ciudadano, como si fuera posible una vida ciudadana
marginada de la política y como si la corrupción fuera un asunto
exclusivo de quienes, de una manera o de otra, trabajan en el ámbito
de la institucionalidad pública.
Pero
el extremo más grotesco de este discurso no está en el ámbito de
los “independientes” sino en la escenificación de la triple
alianza PRD-PAN-MC, que pretende engatuzar a la ciudadanía con el
cuento de que es un frente “ciudadano” cuando en realidad es un
mero negocio del poder por el poder y uno de los empeños de la
continuidad neoliberal, antidemocrática y corrupta marcada por los
sexenios prianistas y a la que en fechas más recientes se adhirió
el perredismo y, de última hora, el dantismo.
La
chamba de candidato “independiente” a la Presidencia dejará,
desde luego, buenos réditos: si se consiguen los cientos de miles de
firmas exigidas para figurar en las boletas y recibir dineros del
INE, el negocio está asegurado; incluso en caso contrario, las
campañas correspondientes serán una intensa cosecha de relaciones
públicas que dejará al protagonista bien posicionado; por
añadidura, en vísperas de la elección del año entrante vendrá la
subasta de declinaciones en favor de alguno de los candidatos del
régimen. Habrá buenas pagas, sea en metálico o, en caso de que el
grupo en el poder logre mantenerse allí, en forma de nombramientos a
direcciones generales o, con suerte, a una subsecretaría.
En el fondo, esta colección de ciudadanos “independientes” concentra lo peor de lo peor de la mentalidad pragmática e inescrupulosa que ellos mismos atribuyen a los “políticos”. A ver cómo les va.
En el fondo, esta colección de ciudadanos “independientes” concentra lo peor de lo peor de la mentalidad pragmática e inescrupulosa que ellos mismos atribuyen a los “políticos”. A ver cómo les va.