11.8.19

Manifiesto de la Comisión Organizadora para la Renovación de las Dirigencias de Morena


A la militancia de nuestro partido,
a los ciudadanos comprometidos con la Cuarta Transformación:

Morena se ha convertido en el partido de la esperanza y la transformación nacional. A más de un año de su triunfo histórico en julio de 2018, conserva el prestigio moral que se ganó como reducto organizativo e ideológico en contra de la corrupción neoliberal, bastión de la honestidad política y, desde luego, plataforma electoral del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador. Nuestro partido fue un instrumento primordial de la revolución de las conciencias y de la insurrección cívica que tuvo lugar el año pasado para acabar con el régimen oligárquico.

No puede desconocerse, sin embargo, que Morena pasa por una crisis que puede llevarlo a perder su identidad e incluso a la desaparición. Se ha señalado que como consecuencia paradójica de su triunfo histórico, perdió de golpe a su máximo dirigente y a la gran mayoría de sus cuadros políticos; asimismo, la conquista de la Presidencia de la República colocó a la organización en un vacío existencial, toda vez que la victoria electoral y la defensa del triunfo habían sido vistas por buena parte de la militancia como propósito máximo y último de nuestra lucha.

Hasta el 1 de diciembre del año pasado no se realizó en las filas del partido una reflexión articulada sobre el papel de Morena en tanto que partido gobernante ni sobre su sitio en el proceso de la transformación nacional. De julio de 2018 a la fecha la identidad política de Morena se ha visto diluida en la indefinición y el inmovilismo y acaso por ello el partido se ha concentrado casi exclusivamente en obtener triunfos electorales y no se ha manifestado en solidaridad con los movimientos sociales y las causas justas ni se ha movilizado en defensa de las políticas presidenciales. Lo más grave, en ese mismo lapso han ido apareciendo en nuestra organización, así sea en forma embrionaria, fenómenos y actitudes característicos de los partidos del viejo régimen: el tribalismo, los cacicazgos y caudillismos, el patrimonialismo, el sectarismo y la utilización de la estructura partidista como trampolín para obtener candidaturas y como vía para escalar posiciones políticas y administrativas.

Por otra parte, en tanto que partido en el gobierno, el partido está sometido a la presión de grupos externos que buscan tomar por asalto al partido para ponerlo al servicio de intereses contrarios al ideario morenista. Sería iluso pensar que, en el contexto de la intensa y virulenta reacción ante los primeros episodios de la Cuarta Transformación, la oligarquía reaccionaria no vería a Morena como una organización susceptible de ser desviada y tripulada en perjuicio del nuevo gobierno.

Éste es el contexto en el que el partido llega a la renovación de sus dirigencias estatales y nacional. Es una coyuntura en la que se enfrentan las mejores virtudes y los peores vicios partidistas y en tales condiciones es indispensable que el proceso se realice con transparencia, altura de miras, civismo, honestidad y fraternidad. De ser así, Morena refrendará su credibilidad y su prestigio ante la sociedad; en cambio, si el proceso se caracteriza por actitudes inmorales, golpes bajos, politiquería y uso desbordado o hasta ilegal de recursos para promover a los aspirantes, el partido perderá de manera irremediable su condición de referente moral en la vida pública del país. Una catástrofe de estas magnitudes no sólo sería demoledora para Morena sino que también causaría un daño grave a la presidencia de AMLO y a la Cuarta Transformación.

En este contexto crítico, el pasado 7 de julio esta Comisión de Organización recibió la encomienda del Consejo Nacional de Morena, de coadyuvar al Comité Ejecutivo Nacional y a la Comisión Nacional de Elecciones en la organización de la renovación de las dirigencias estatales y nacional. En concreto, le fue encargada la tarea de elaborar la convocatoria, las reglas y los procedimientos internos, así como establecer el padrón de afiliación que se empleará en dicho proceso. Para llevar a cabo esa tarea, nos hemos fijado el propósito de llevar adelante un proceso regular, transparente, confiable, unitario, ajeno a las disputas personales y centrado, en cambio, en la confrontación y el debate de ideas. Este último punto resulta fundamental, habida cuenta de la crisis de identidad programática que afecta al partido.

Esta Comisión expresa su determinación de ceñirse meticulosamente al Estatuto del partido y con base en sus términos emitirá en su momento la convocatoria correspondiente; no ignora, sin embargo, el que dicho estatuto, redactado en un momento en el que Morena se encontraba en la oposición, no es el marco más adecuado para dar curso a los procesos de renovación de autoridades en las nuevas circunstancias y que se requiere de una nueva normativa interna para impedir que el partido se vea secuestrado por lógicas antidemocráticas del viejo régimen. Aunque el asunto está fuera de sus atribuciones, esta Comisión deja asentada su convicción sobre la necesidad de que un próximo Congreso Nacional reforme el Estatuto a fin de incluir reglas más estrictas para la adhesión, incorporación y permanencia de militantes y para garantizar la honestidad de quienes lleguen a puestos de dirección o sean postulados a cargos de elección popular.

Es hora de privilegiar la unidad, la visión de futuro y los objetivos superiores de nuestro partido por sobre los intereses individuales y facciosos y de refrendar el prestigio y la autoridad moral que nos hemos ganado con el pueblo como promotores y defensores de sus mejores causas. Esta Comisión exhorta a militantes y dirigentes del partido a comportarse a la altura del proceso social, político e histórico que hemos encabezado y del que somos protagonistas destacados y, finalmente, hace un llamado respetuoso y fraterno a quienes han sido aliados electorales pero no militantes de nuestra organización a que se abstengan de intervenir en los procesos internos de Morena.

Fraternalmente,

Los integrantes de la Comisión de Organización para la Renovación de las Dirigencias de Morena:

Dip. Reyna Celeste Ascencio Ortega
Armando Bartra
Bernardo Bátiz Vázquez
Dip. Erika Vanessa Del Castillo Ibarra
Enrique Dussel Ambrosini
Senadora M. Citlalli Hernández Mora
Pedro Miguel
Blanca Montoya
Dip. Lucio Ernesto Palacios Cordero
Senador José Alejandro Peña Villa
Senadora Ana Lilia Rivera Rivera


México, 11 de agosto de 2019

23.7.19

Tatuaje en la piel del tiempo


Puedo estar en medio de una manifestación o en un paseo solitario en el bosque, cargando bolsas del súper o echando la hueva en casa, atascado en la pasión o masticando el bocado amargo del desamor, abrumado por la carga de trabajo en la compu o platicando con la banda, o tratando de reparar una puerta (casi siempre las descompongo más) o escribiendo tonteras o mentando madres en medio de un embotellamiento, pero la verdad, la verdad, nunca me siento solo.

Supongo que eso se debe a que desde hace tiempo me he dejado habitar por los demás: amistades, amores, compañeros, jefes y subordinados, familiares contemporáneos, autores amados, ancestros y descendientes a los que no conoceré, e incluso algunos que me detestan cordialmente y a los que, por supuesto, no les echaré a perder ese deporte.

Tengo una madre y un padre biológicos, como nueve padres y madres adoptivos, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, soy chozno de treinta y dos personas y sesenta y cuatro tatara-tatarabuelos cruzaron sus destinos en mí hace seis generaciones. Tal vez algún día tenga nietas o nietos y es probable que algún morboso del futuro me lea o me escuche cuando esté bien muerto.

Todos queremos dejar una marca en la historia. En el fondo, el mismo impulso que guía al faraón a ordenar la erección de su pirámide funeraria es el que, milenios más tarde, lleva a un turista idiota a escribir en ella con marcador permanente: “aquí estuvo Beto”. Entre uno y otro de esos extremos las posibilidades son casi infinitas. Mi manera de dejar un tatuaje en la piel del tiempo, como la de tantos, es preservar y devolver a los otros –de ser posible, mejorado– algo, lo más que se pueda, de lo muchísimo que he recibido de ellos y ser un eslabón entre los que duermen y los que no han despertado aún, entre los de la cola de las tortillas y los del salón de acuerdos, entre los que no tuvieron tiempo de intercambiar mensajes, entre los que ríen y los que rabian.

Tengo en común con ellos el amor a las libertades y la aversión a las prohibiciones, la certeza de la bondad innata de los humanos, el horror a la inequidad y la opción preferencial por el colectivo: trabajamos, cantamos y construimos mejor en comunidad que por separado y si no cuidamos a los integrantes más débiles de la manada, tarde o temprano nos comeremos a mordidas unos a otros.

Sé perfectamente que uno siempre acaba mal (es decir, más tieso que un pan del año pasado), que los países siempre acaban mal (de Babilonia a Yugoslavia), que el planeta siempre acaba mal (o sea, reventado por desastres telúricos, climáticos y astronómicos) y que el universo siempre termina del nabo (valga decir, disuelto en el caldo de la entropía), pero todos esos sucesos están fuera de mis atribuciones y facultades y no voy a estar tronándome los dedos por su advenimiento inexorable. La vida, que es el espacio en donde uno puede hacer algo, por simple que sea, es aquí y ahora. Aquí confluyen en mí, en ti, en nosotros y en ustedes, los que duermen y los que no han despertado, los listos y los tontos, los hambreados y los bulímicos, los plomeros y los astrónomos. Felicidad es una palabra muy grandota y difusa, pero digamos que en ese nudo de semejantes nunca me siento solo.

7.7.19

Mensaje al Consejo Nacional de Morena


Morena está en crisis. La culpa es de todos en general, de nadie en particular y, sobre todo, de las circunstancias.

Me permito exponer algunos hechos:

1. En los años, meses y días previos a la elección de julio estuvimos dedicados a las tareas de difusión, propaganda, organización territorial y preparativos para la defensa del voto. A las bases y a las dirigencias de nuestro partido les faltó tiempo y energía para reflexionar sobre la manera en que Morena habría de desempeñarse como partido en el gobierno. Y hasta ahora no lo tenemos claro.

2. Más grave aun, carecemos de definiciones programáticas precisas y no vinculadas a las del plan de gobierno de AMLO. Y si pretendemos llegar con una mínima coherencia al 2024 y seguir más allá, debemos construir una visión de largo plazo del país y del mundo que queremos. En otros términos, es preciso dilucidar si la Cuarta Transformación es un proyecto unisexenal y si en él Morena agotará su historia o si, por el contrario, debemos abocarnos a la tarea de construir una institución política con un perfil propio y perdurable.

3. Esto resulta por demás urgente si se considera que ya no tenemos a Andrés Manuel. En agosto de 2018 él asistió por última vez a una reunión de Morena, al Congreso Extraordinario. Sería iluso y hasta perverso pensar que desde Palacio Nacional el Presidente sigue ejerciendo la jefatura máxima en el partido. Asumo, pues, que perdimos a nuestro principal fundador, referente y dirigente, y me temo que no hemos procesado esa orfandad.

4. Entre el 2 de julio y el 30 de noviembre del año pasado, Morena perdió a la mayor parte de sus cuadros, los cuales se fueron a cargos de elección popular o a puestos gubernamentales. El vaciamiento del partido es inocultable.

5. Como consecuencia del triunfo de julio, el partido está recibiendo este año recursos desmesurados: proporcionales a la votación que alcanzó el año pasado pero, lo sabemos, excesivos, al igual que el financiamiento público que perciben todos los otros partidos. Por eso hemos pugnado desde hace tiempo por reducir en 50% las prerrogativas de los institutos políticos. Este punto resulta particularmente preocupante porque, como a todos nos queda claro (espero), semejante inyección de recursos abre de manera inevitable un margen propicio para las disputas internas, las ambiciones personales y los procesos de descomposición.

* * *

En estos primeros siete meses de la Cuarta Transformación Morena ha sido testigo de lecciones nacionales y mundiales de buen gobierno pero ha asistido también al envilecimiento de algunos de sus cuadros en el poder; muchos de sus militantes han tenido sus primeros contactos con el mundo de la administración pública y han podido constatar algunas de las insuficiencias propias para hacer frente al aparato gubernamental que heredamos: atrofiado, disfuncional y corrompido; y lo han hecho, en la mayoría de los casos, desde una situación de impotencia ante el tamaño de la transformación que se requiere.

Se equivocan, por cierto, quienes creen que tomamos el poder; hemos logrado hasta ahora tomar la Presidencia, pero en el aparato gubernamental libramos contra el viejo régimen una lucha oficina por oficina, escritorio por escritorio, oficio por oficio.

Es en estas circunstancias que el partido debe llevar a cabo su próximo congreso nacional, a sus congresos estatales y los procesos de renovación de sus dirigentes. El rumbo y el futuro de nuestra organización está en juego. En esos procesos se definirá si somos capaces de rescatar y consolidar nuestro perfil como una entidad política única en el mundo o si sucumbimos a las dinámicas que destruyeron al PRD o, peor aun, a las que confluyeron en la formación del PRI. Si no logramos conducir nuestro reacomodo con base en principios; si recurrimos al agrupamiento tribal y faccioso, al uso indebido de posiciones, a las disputas por los cargos sin más contenido que el deseo de poder, a las trampas electoreras y a duelos entre personalidades, habremos encontrado en la victoria nuestra derrota final.

Por el contrario, si somos capaces de encauzar nuestra vida interna por lineamientos éticos, si logramos anteponer el futuro del partido a nuestras aspiraciones y ambiciones personales y si podemos poner en el centro las propuestas y no el interés de grupos, consolidaremos la organización ejemplar y de nuevo signo que tanto necesita el país para dignificar su vida pública.

Quienes concurran a los procesos de renovación de dirigencias tienen ante sí la obligación moral de constituirse en ejemplos de honestidad intelectual, política y –no sobra decirlo– administrativa; de dar a la militancia puntos de referencia de altura de miras, espíritu de servicio, aptitud de conciliación y conductas entregadas a los objetivos superiores; de renunciar a las prácticas de la politiquería, los golpes bajo la mesa, la intriga y la seducción y compra de voluntades; de comportarse en todo momento con generosidad, fraternidad y espíritu unitario.

Las bases, por su parte, deben abstenerse de actuar con base en relaciones de amistad o interés, denunciar conductas indebidas y no conformarse en rebaños. Somos una organización de mujeres y de hombres libres y eso significa, en primer lugar, que no aceptamos más atadura que la de nuestra conciencia personal. Que exijan, pues, a quienes aspiran a dirigirlas, ideas y propuestas, no favores ni promesas de cargos.

En este espíritu propongo algunas ideas generales de cara al inminente proceso de renovación de dirigencias:

1. Que todo aspirante a un cargo en el Comité Ejecutivo Estatal o el Comité Ejecutivo Nacional anuncie con anticipación su deseo de participar en el proceso y que se obligue a presentar por escrito una semblanza personal basada en hechos, su visión general de los asuntos más relevantes su entidad, el país y el mundo, así como una explicación detallada de lo que piensa hacer en el cargo en caso de resultar electo.

2. Que se organice una página web con el propósito de exponer y difundir los documentos referidos en el párrafo anterior, ordenados por entidad y por cargo en disputa.

3. Que todos los aspirantes a puestos de dirección que se desempeñen en algún cargo ejecutivo del partido o en un puesto de representación popular pidan licencia temporal con antelación suficiente como requisito para contender en los comicios internos.

4. Que el padrón de militantes se mantenga cerrado a fin de evitar la incursión de grupos externos al partido que pudieran inclinar los procesos en favor de algún aspirante.

5. Que por cada cargo que esté en juego en todos los niveles de la estructura partidista se organice como mínimo un debate entre los aspirantes, quienes deberán elegir por consenso a un moderador; que tales debates sean videograbados y difundidos entre la militancia en la página web señalada en el punto 2.

6. Que se prohíba al interior de Morena, en este proceso y en los sucesivos, el “marketing político”, es decir, las campañas de imagen y posicionamiento; la publicidad en medios impresos y electrónicos y en redes sociales; la producción de volantes, banderines, lonas, trípticos, gorras, camisetas, bolígrafos y demás utilitarios; que se priorice, en cambio, la difusión, impresa y digital, de los programas y propuestas de cada uno.

7. Que la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia habilite para el proceso oidores encargados de atender y conciliar, cuando se pueda, las eventuales discordancias entre aspirantes.

8. Que se discuta en el partido la pertinencia de incluir los puntos anteriores en la próxima modificación al Estatuto para hacerlos de cumplimiento obligatorio y que en lo inmediato se establezcan en un acuerdo político como marco para regular la próxima contienda por los cargos de dirección. Ya la militancia de Morena se hará su propio juicio de quienes se nieguen a suscribirlo y de quienes, habiéndolo suscrito, falten a su palabra.


Ciudad de México, 7 de julio de 2019.