17.2.08

Al culpable de todo


Hace nueve años, los albaneses de Kosovo eran perseguidos sin misericordia por los matones de Milosevic, en tanto que los aviones de la OTAN, con una crueldad comparable o superior, machacaban a los civiles serbios, los otros inocentes del conflicto. Escribí esto:

Al culpable de todo:

Si un día te agrede Milosevic, no le pidas a nadie que te defienda. Escóndete en el bosque, disfrázate de serbio, refúgiate en otro país pero, sobre todo, procura permanecer vivo, porque de lo contrario no podrás hallarle ningún sentido a nada y tu lengua y tu garganta ya no podrán articular ese idioma distinto por el que ahora te persiguen ­para darte muerte­ miles de combatientes henchidos de patriotismo y afán de venganza.

En nombre tuyo y de tu vida, decenas de aviones de alta tecnología cruzan los cielos balcánicos, depositan huevos de muerte en ciudades aterradas y agitan y propician el avispero paramilitar que te amenaza. Obedecen a decisiones de Estado que no tienen mucho que ver con tu duro pan de refugiado, con tu tractor salvado de las llamas, con tu condición íngrima y polvorienta en este mundo. Qué saben de ella los perfumados políticos de Bruselas ­Mercedes Benz con chofer, aire acondicionado, pluma Montblanc para firmar las órdenes de ataque, perro de raza en el hogar­, cuánto puede importarles. Qué fáciles son las decisiones humanitarias cuando se tiene el respaldo de una maquinaria bélica moderna y poderosa, cuando los bombardeos de beneficencia se producen a cientos o miles de kilómetros de distancia y cuando se dispone de todas las comodidades de la vida moderna, salvo de un espejo para descubrir la estupidez propia.

Pero tú sabes que el rostro de Milosevic no es un aeropuerto, ni un radar, ni una batería antiaérea, ni un sofisticado puesto de comando, sino un rambo serbio, casi tan sucio de tierra como tú, y con el cerebro lleno de bilis patriótica y la mochila repleta de parque para el fusil Kalashnikov que desea tu muerte. Para esa advocación de Milosevic, tú tienes la culpa de los incendios y de los cráteres que marcan el sitio de aterrizaje de los misiles, tú eres el responsable de los destrozos en la bella Belgrado, tú eres el rostro accesible de la OTAN, tú eres merecedor a la tortura, al descuartizamiento y a la incineración.

Los aviones de la Alianza Atlántica nada pueden contra tu verdugo. Mientras más daño le inflijan, mayor será el odio que te profesa. Si lo vencen en la guerra formal, recurrirá a las bombas caseras, al cuchillo de la cocina, a sus propios dientes. Sólo las medidas civilizatorias pueden derrotar la fobia.

Tus zapatos rotos y tu andar perdido y hambriento por las montañas de la frontera albanesa no serán obstáculo para que unos u otros, o ambos, terminen acusándote de todo, hasta de ser el causante de la tercera guerra mundial.

Sería lo menos importante. Ante los espejismos de la antigua Yugoslavia y el Kosovo independiente que te prometen para el futuro, este planeta hostil es tu única patria, y la vida, tu única certeza. Por ti, por mí, por todos, no dejes que te la quiten. Algún día, en Dobrinje, en Kukes, en Holanda, en las afueras de Belgrado o Tirana, en Honduras o en Washington, podrás sembrar para siempre tu pan de refugiado.


Ayer, bajo la ocupación militar de la OTAN, los otrora perseguidos kosovares decretaron una independencia nacional muy bien representada por esta imagen:



Ojalá que el nuevo país instantáneo no sea un espejismo. Ojalá que ahora no sean los serbios habitantes de Kosovo los que se vean obligados a abandonar sus hogares. Ojalá que no haya un muerto más. Ojalá que todo eso. Pero tengo mis dudas.

2 comentarios:

Champy dijo...

Excelente esta vez como siempre amigo.

Tienes tus dudas.

Yo y mi pesimsismo.

Kosovo, Palestina, Oaxaca, Nepal....

Y aqui un imbécil panista está por levantar un muro... lo sabías?

Pedro Miguel dijo...

Gracias, Champy. Y mira, la pendejez de Zeferino Salgado es universal. Justo por estos días, en mi barrio defeño, la delegación derribó un muro que habían construido los condóminos de un multifamiliar de interés social para "defenderse" de los que habitamos al lado, tan pobres y jodidos como ellos, y a quienes, por supuesto, nos consideran peligrosos delincuentes.
Abrazo.