30.11.10
Tono de despedida
Uno comprende que los políticos no anden muy sobrados de espíritu autocrítico, pero las distorsiones de la realidad formuladas por Calderón van un poco demasiado lejos pues no agravian sus únicamente a la verdad, sino que también son sumamente lesivos para lo que queda de vida política en el país, así se trate de la vida política acanallada, corroída por intereses ilegítimos y disminuida por cacicazgos y cotos de poder antidemocráticos que en estos diez años, lejos de haberse diluido, se han consolidado. O será que Gordillo Morales y Romero Deschamps son apellidos imaginarios, emanados de una pesadilla paranoica. Ah, y eso sin mencionar que si las expresiones de humanismo en el México actual son el foxismo y el calderonato, entonces el país está irremediablemente condenado a algo peor que la barbarie.
Así sea por su mendacidad desmesurada, el canto de Calerón al panismo gobernante tiene un tono de réquiem, de poder que se vuelve insostenible así sea por la extremada incoherencia de su propio discurso. El problema es que algo ha de venir después y que, con una alocución tan maniquea y falaz, Calderón hace más problemático, áspero y amargo el final de su gestión.
Y es que, a estas alturas el país ya no está para otorgar legitimidades tardías y ni siquiera para denegarlas: el debate nacional ha de ser, más bien, cómo salir del estado de postración, descomposición y desintegración en el que lo están dejando Fox y Calderón: entre bodas telenoveleras, charcos de sangre y millones de exasperados. Por inclusión, ese mismo debate tendría que desarrollarse hasta en las filas del panismo, en las cúpulas del empresariado legal y en una clase política que está muy próxima a escuchar, de boca de la sociedad, la misma consigna que cimbró a Argentina hace unos años: “que se vayan todos”.
Cuando al calderonato aún le falta, nominalmente, un tercio de periodo que se antoja eterno, el balance del domingo tiene más tono de réquiem que de testamento, porque al grupo gobernante ya se le hizo demasiado tarde para rectificar y, en la medida en que sus estrategias políticas, económicas, sociales y de seguridad han conducido a otros tantos fracasos, ya no tiene capacidad para proponer –y menos, para ejecutar— soluciones: cada acto gubernamental constituye, más bien, la génesis de un problema adicional para un país ya agobiado por ellos.
Se puede mentir en muchos ámbitos y de muchas maneras, y hasta es posible lograr que algunos o muchos se traguen la mentira. Pero faltar a la verdad en un testamento político o en una despedida del poder –y lo que dijo Calderón el domingo tiene mucho de eso, a menos que de veras pretenda aferrarse, más allá del 2010, a la silla presidencial, en una forma tan ilegítima y torcida como llegó a ella— implica despejar toda duda razonable sobre las intenciones con las que se ha ejercido el poder. En el caso del primer presidente panista y de su sucesor impuesto, lo han hecho de mala fe.
25.11.10
El último suspiro del
Conquistador / LXIII
Con una energía propia de un saludo marcial, la doctora Contreras tendió el brazo a Manuel. Éste la tomó por el codo, con suavidad, y le dijo en voz alta a Andrés:
–La doctora y yo nos retiramos de esta historia. Jacinta tiene mi teléfono, por si necesita algo.
Para aquel momento, la plática entre Andrés y Sánchez Lora ya había derivado a la situación general del país.
Manuel y la doctora tomaron el elevador a la planta baja, caminaron hacia la salida y en el vestíbulo se cruzaron con un hombre que entraba a paso rápido y desgarbado, y cuyos rasgos llamaron la atención del científico.
–¿Viste a ese cuate? –musitó por lo bajo a la doctora Contreras–. Su cara me recuerda a...
Pero ella no estaba dispuesta a ir tan rápido y lo interrumpió:
–Oiga, ¿no se le hace que es demasiado pronto para tutearme?
Salieron al aire libre y se perdieron entre la vida.
Cuando Andrés y Sánchez Lora terminaron de referirse las razones por las que cada cual se encontraba allí, el segundo volteó a Garcí, quien hasta ese momento había permaecido en silencio.
–¿Y usted? –inquirió el perito forense.
–Yo soy sirviente del señor Tomás –contestó el aludido, agregando una risita a su respuesta.
En ese momento Andrés vio pasar frente a él a un hombre sesentón, espigado, de nariz delgada y oblonga, pómulos de triángulo, frente abombada y labios carnosos. Le sorprendió el parecido de aquella cara con la de Jacinta. El hombre no reparó en los tres que estaban sentados; fue directamente a la recpeción y allí, con un gesto lóbrego y apesadumbrado, se dirigió a la edecán:
–¿La habitación de la señora Manzano de Dionez? –inquirió con sequedad.
Andrés se quedó de una pieza al escuchar la pregunta y su cabeza trabajó rápido: ese tipo era un pariente próximo. ¿Un hermano mayor? ¿Un tío de Jacinta?
Cuando quiso levantarse de su asiento para presentarse ante el desconocido, éste ya se alejaba, con pasos presurosos y atolondrados, en dirección a los elevadores. Andrés sintió un desasosiego devastador.
El cuerpo de Eduviges se quedó viendo la lámpara de neón incrustada en el cielo raso. Jacinta y el almero Tomás, por su parte, permanecieron, como hechizados, mirando cómo aquel organismo, que hasta unos momentos antes permanecía inerte y flácido en la cama de hospital, había alzado el torso y abierto los ojos.
Se solazó en la luz por largo rato. Pensó que la contemplación de ella es fácil y plácida porque no hay nada que ver: basta con dejarse inundar por el caudal blanco, dejar que entre por los ojos hasta los rincones del cuerpo más alejados. ¿Y el cuerpo? ¿Había vuelto a tener carne? Quería mirarse a sí mismo, pero lo asaltó la evocación de una pesadilla: siglos antes, eternidades antes, había regresado de la nada para encontrarse en un envoltorio carnal despreciable y ajeno. La imagen de ese episodio borroso le hizo sentir mareo y náusea: no había comercio más sucio con otro individuo que sumergirse en su cuerpo, estar en contacto interno con sus vísceras, mezclado en su saliva y en el resto de sus humores, sentir su culo y sus cojones como si fueran los propios, respirar su aliento y compartir las legañas de los ojos y el sarro de los dientes y la manteca viscosa de las orejas. Tuvo miedo de mirarse pero se forzó a bajar la vista y lo que fue observando le pareció cosa de hechicería: muros de superficies extremadamente satinadas; puertas de madera sin labranza ni artesonado, y tan lisas que parecían manchas de color pintadas en la pared; y en la que tenía a su izquierda, una oquedad enorme por la que entraba un rugido como el que haría un ejército de guerreros de otro mundo, un ronroneo de lamentos bajos y esporádicos que le puso la carne de gallina. ¿Y la carne? Alzó la mano izquierda hasta la altura de los ojos y se horrorizó: había resucitado en el cuerpo de un animal; aquello era una garra pequeña y arrugada. Permaneció unos momentos observando su propia extremidad. Trató de concentrarse en el examen de la mano y corrigió la impresión: no, aquello era una mano... de mujer. Escuchó voces que murmuraban algo a su derecha, pero no les hizo caso. Con una rabia tan torpe como inconmensurable, utilizó esa extremidad para levantar la frazada que cubría su cuerpo y, luego, para rasgar el camisón que llevaba puesto. Se vio el torso y descubrió dos tetas flácidas cuyas aréolas se perdían en un mar de arrugas...
Cuando Jacinta y Tomás vieron que el cuerpo de Eduviges iniciaba un reconocimiento de sí mismo, se voltearon a ver, el uno a la otra. El brujo tomó a Jacinta del brazo y, sin decir palabra, la condujo con prisa hacia la puerta de la habitación. La muchacha, aterrada y conmocionada, se dejó llevar. Pasaron casi corriendo frente al puesto de trabajo de las enfermeras del piso y, al llegar al vestíbulo de los elevadores, se toparon de frente con un hombre que salía de uno de ellos. Jacinta, al verlo, se quedó clavada en el suelo.
–Papá...
–¿Dónde está? ¿Dónde está? –preguntó con ansiedad el recién llegado.
Jacinta se le acercó, lo abrazó con prisa y le rogó:
–No debes verla... Por lo que más quieras, vámonos de aquí.
–¡Tengo que ver a tu madre, Jacinta! Me he portado tan mal con ella... Estoy arrepentido. Quiero decirle que... la otra... ya no existe en mi vida... –se revolvía el hombre, con angustia.
–Papá: está... muerta –dijo la muchacha, con dificultad para encontrar la palabra precisa. La que empleó tuvo un efecto contrario en su padre.
–¡La quiero ver! ¡Debo pedirle perdón! –gritó el sujeto, mientras se zafaba del abrazo de su hija, con tanta violencia, que la muchacha trastabilló y cayó al suelo de rodillas. Pero él no reparó en eso y corrió por el pasillo hacia la habitación.
–¡No debiste abandonarla, estúpido! –le gritó Jacinta, ya completamente descontrolada y entre sollozos.
–Ya no hay nada que hacer –dijo Tomás con firmeza a la muchacha –. Déjalos que encuentren su destino.
Tuvo que arrastrarla hasta el elevador.
Dominado por un pánico furioso, alzó las caderas, se vio el bajo vientre cubierto por unas bombachas cortas y dirigió sus manos torpes a la unión de los muslos. Se palpó la entrepierna y encontró sólo pliegues de carne. La impresión lo postró. Un temblor intenso sacudió sus extremidades arrugadas y por unos momentos su cuerpo permaneció en aquel lecho, moviéndose con frenesí como una cucaracha panza arriba, mientras su espíritu se hundía en un remolino de ira y desesperación.
–¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Ayúdame! –se escuchó decir, con una voz femenina y destemplada.
Y luego oyó una voz de hombre:
–¡Eduviges! ¡Estás viva!
Con la mirada aún turbia observó a un hombre magro y alto que, con los ojos llenos de lágrimas, se aproximaba a la cama.
–Perdóname, mi amor –sollozó el desconocido, mientras se echaba encima de él y lo abrazaba. Luego, sin mediar palabra, empezó a besarlo en la boca.
23.11.10
Qué pena...
... tener que citar en extenso la Constitución, pero es necesario para cotejarla con los acontecimientos y ver si se cumple o no, y en qué medida. En el gobierno de Felipe Calderón sólo uno de los 21 primeros postulados constitucionales, sólo el 12 (que prohíbe la concesión de títulos nobiliarios) logra plena observancia. En los hechos, el acatamiento a los restantes está total o parcialmente suspendido, ya sea por por las propias autoridades o por entidades que la autoridad no quiere (poderes económicos) o no puede (poderes delictivos) controlar.
El Artículo 1° de la Carta Magna dice que las garantías constitucionales “no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los casos y con las condiciones que ella misma establece”. El 2° “reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y las comunidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a la autonomía”en diversas materias. El 3° prescribe: “La educación preescolar, primaria y la secundaria conforman la educación básica obligatoria.”
El 4° apunta que “toda persona tiene derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y el espaciamiento de sus hijos”, a la protección de la salud” y “a un medio ambiente adecuado para su desarrollo y bienestar.” El 5° señala que “nadie puede ser privado del producto de su trabajo, sino por resolución judicial”. El 6° establece que “la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa” y que “el derecho a la información será garantizado por el Estado.”
El 7° dice: “Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia.” El 8° señala que “los funcionarios y empleados públicos respetarán el ejercicio del derecho de petición, siempre que ésta se formule por escrito, de manera pacífica y respetuosa”. El 9° indica: “No se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito”.
El 10 estipula el derecho de los habitantes a poseer armas en su domicilio, con excepción de las reservadas para el uso exclusivo de las Fuerzas Armadas. El 11 establece el derecho a viajar por el territorio nacional “sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte, salvoconducto u otros requisitos semejantes”. El 12 dice que en México no se concederán títulos de nobleza.
El 13 afirma que “nadie puede ser juzgado por leyes privativas ni por tribunales especiales, que “ninguna persona o corporación puede tener fuero, ni gozar más emolumentos que los que sean compensación de servicios públicos y estén fijados por la ley” y que “cuando en un delito o falta del orden militar estuviese complicado un paisano, conocerá del caso la autoridad civil que corresponda.” El 14 indica que “nadie podrá ser privado de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos”. El 15 prohíbe los convenios de extradición en los que se “alteren las garantías y derechos establecidos por esta Constitución”.
El 16 señala: “Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente” y apunta que “no podrá librarse orden de aprehensión sino por la autoridad judicial y sin que preceda denuncia o querella de un hecho que la ley señale como delito”. El 17 indica que “ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho”. El 18 dice que “sólo por delito que merezca pena privativa de libertad habrá lugar a prisión preventiva” y que “el sitio de ésta será distinto del que se destinare para la extinción de las penas y estarán completamente separados”.
El 19 afirma que “ninguna detención ante autoridad judicial podrá exceder del plazo de 72 horas, a partir de que el indiciado sea puesto a su disposición, sin que se justifique con un auto de vinculación a proceso.” El 20 establece que “el proceso penal tendrá por objeto el esclarecimiento de los hechos, proteger al inocente, procurar que el culpable no quede impune y que los daños causados por el delito se reparen”, que toda persona imputada tiene derecho “a “que se presuma su inocencia mientras no se declare su responsabilidad mediante sentencia emitida por el juez de la causa”, y que “queda prohibida y será sancionada por la ley penal, toda incomunicación, intimidación o tortura”. El 21 dice que “la investigación de los delitos corresponde al Ministerio Público y a las policías, las cuales actuarán bajo la conducción y mando de aquél”.
Qué pena: vivimos bajo un régimen anticonstitucional.
22.11.10
Lunes de Luneta
18.11.10
El último suspiro
del Conquistador / LXII
Manuel observó a la doctora Contreras y vio en ella a una mujer recia pero desamparada. Vio reflejados en sus rasgos severos la huella de los obstáculos que habría debido sortear para hacerse independiente, para escapar del acecho familiar, que de seguro la habría querido llevar a un matrimonio de conveniencia y a la aniquilación de su soberanía; imaginó el tesón que habría debido empeñar aquella mujer para hacerse una vida independiente y para construirse una posición respetable en la academia. “En la actualidad –pensó– esas cosas las consigue cualquier chava, pero en nuestros tiempos era diferente.” Hay esfuerzos físicos que desarrollan la musculatura del cuerpo, pero la clase de esfuerzos mentales que habría debido empeñar una mujer de su generación para ser una profesionista libre dejan su huella en los músculos del rostro. El de la doctora Contreras permitía figurarse, bajo una piel vencida por los años, la reciedumbre de una carne macerada por las tensiones y las batallas libradas en solitario contra los padres, contra las amigas íntimas, contra los pretendientes devoradores, contra los colegas que no quieren verse subordinados a una mujer más apta y capacitada que ellos, contra la urdimbre de las instituciones que anhelan biografías regulares y normalizadas. Manuel imaginó también que los ángulos agudos de aquella cara eran testimonio de un déficit de confianza y de ternura, de comunicación y de compañía, tanto como un acuse de recibo de las agresiones, las intrigas y la hostilidad de su entorno. “Eso no se consigna en los currícula”, pensó con tristeza. Luego observó el cuello de la mujer, moreno y duro, paseó la mirada por su cuerpo esbelto y experimentó una oleada de deseo como no la había sentido en muchos años, tan intensa que su cuerpo se agitó de manera tenue, pero perceptible. Algo debió percibir ella, pues levantó la vista y sus ojos se toparon con los de Manuel. Él se ruborizó, pero no perdió el impulso.
–Venga tantito –le dijo, tomándola del brazo con suavidad, y conduciéndola hacia el pasillo, lejos de Andrés de Sánchez Lora y de Garcí–. Doctora, yo creo que usted y yo podríamos estar en un sitio mucho más divertido que éste.
–¿Pero usted no piensa más que en diversión? –le replicó ella, sin el tono colérico y terminante que le era habitual.
–Piénselo: esto ya resultó todo un éxito.
–Usted está loco: está a punto de escapársenos un descubrimiento tan importan...
–Fue un éxito porque nos permitió un encuentro, colega –la interrumpió él, enfatizando las sílabas de lo que decía–. A usted y a mí. Mire: ahora mismo estoy adivinando nuestro futuro...
–Está loco –repitió ella, con una risita.
–No – dijo él, haciendo gestos cómicos sobre una bola de cristal imaginaria–. Veo un restaurante italiano...
–¿Y luego? – preguntó ella, resignándose a deglutir el anzuelo.
–¿Y luego? Veo... una agencia de viajes...
–¿Y después?
–Algo que se mueve... Algo grande, grande... Es un barco... ¡Ya sé! ¡Es un crucero!
–¿Y quiénes van a bordo? –inquirió ella, ya metida de lleno en el tablero del juego que él había propuesto.
–Va mucha gente... Y entre ella, va una investigadora emérita del Politécnico...
–¿Y quién más? –interrumpió ella con impaciencia infantil.
–Un investigador jubilado de la misma institución...
La doctora Contreras se sintió atrapada entre dos impulsos encontrados: por una parte, deseaba dejarse seducir por su viejo colega pero, por la otra, sus alarmas internas, construidas y reforzadas durante décadas, se dispararon.
–¡Ay, los hombres! –exclamó al fin, consciente de que estaba dándole un manotazo al juego de Manuel– Siempre saboteándole la carrera a una...
Manuel estaba preparado para tal reacción; depuso el tono juguetón y repuso con seriedad:
–No, doctora, no le saboteo nada: usted ya consiguió todo lo que se proponía.
Ella se quedó callada por un momento y cayó en la cuenta de que su interlocutor tenía razón.
–Está bien –repuso con aire resuelto y enérgico–. Para empezar, lléveme a ese restaurante italiano, y ya luego veremos. Pero sáqueme rápido de aquí, antes de que me arrepienta.
Tras una convulsión, el cuerpo de Eduviges permaneció inerte. Tomás y Jacinta empezaron a inquietarse e intercambiaron miradas de zozobra. Pero de pronto la piel flácida que rodeaba la quijada de la mujer en coma empezó a inflarse, fue adquiriendo un tono rosáceo y luego, viró al rojo. Sus miembros, recorridos por tremores, se movieron en desorden. El cuerpo abrió un ojo y lo cerró. A continuación, de la garganta de la mujer tendida manó un borboteo profundo, su boca se abrió en forma desmesurada y la columna vertebral se le arqueó hacia arriba de manera antinatural. Jacinta no pudo con la impresión; se echó a temblar y se refugió, con la cara hacia la pared, en una esquina de la habitación.
–No tengas malos sentimientos –dijo Tomás–. Esto ya no es tu madre.
Intempestivamente, el organismo aludido recobró la postura horizontal, para luego alzar el torso con tal velocidad que la cabeza quedó inclinada hacia atrás
y entonces su neblina terminó de despejarse. Lo que no era había fluido, como por un río subterráneo, mientras la nada se partía en pedazos a sus espaldas, y volvía a ser él. No era que las sensaciones lo invadieran, sino que él penetraba en el interior de las sensaciones y éstas quedaban adheridas a su alrededor, como si fueran piezas de vestido. Lo oprimieron todas a un tiempo y sintió la necesidad urgente de moverse, de hablar, de mirar, de oír, de paladear, de olfatear, de tocar, de respirar, de evacuar el vientre. La niebla de la eternidad fue reemplazada por una luz omnipresente y extraña que no había visto nunca, aunque su blancura parecía velada por algo que era suyo, por algo que él dominaba como había dominado extensas tierras e incontables vidas. Si tan sólo pudiera recordar la manera de darle órdenes, de gritarle “¡apártate! ¡deja que me solace en esta luz que es la primera de mi vida!”
Bajo la mirada atenta de Tomás, el cuerpo de Eduviges abrió los párpados de golpe y se quedó viendo, con una mueca de hipnosis, la lámpara de neón del techo. Su boca vomitó algo verduzco, pero el cuerpo no se inmutó. Parecía extasiado en aquella contemplación.
Aquella luz blanca, brillante y fría, sin parangón en el mundo que había conocido, iluminó sus rincones más oscuros, sus recuerdos más remordidos, sus secretos más ásperos, y entró en un estado de beatitud que le era igualmente desconocida. Experimentaba, por primera vez en la eternidad, sensaciones reales, no la mera evocación hueca de ellas, empezaba a sentirse y se atrevió a pensar que, sin saber cómo ni en qué momento, poseía un cuerpo. Con la audacia que le había sido característica, hizo contacto con él y se estremeció al percibirlo. Era resurrecto en medio de la luz celestial. A pesar de todos sus pecados y de todas sus atrocidades, lo había logrado, esta vez sin proponérselo: había alcanzado la salvación. Con ella, recuperaba la carne. Recobraría el verbo.
–¡He llegado al Paraíso! –exclamó el cuerpo de Eduviges, sin dejar de ver la lámpara fluorescente del techo.
16.11.10
El jugador
El pasado día 8, Calderón se jactó –como si fuera mérito suyo– de que la prensa mexicana puede criticarlo “abiertamente, incluso en el exceso del escarnio o la burla”. No dijo nada sobre las infinitas burlas que el país le ha tolerado a él y no se ha dado cuenta, al parecer, que es él, el propio Calderón, el que ha hecho escarnio sistemático de la institución presidencial: alguien que, tras hacerse del control de las instituciones, las emplea como juguetes bélicos, sacrifica a la gente para satisfacer sus ansias lúdicas y encima pretende que se le agradezca la gestión, no es un estadista, sino un individuo execrable y peligroso.
Él lo que quería era tener juguetes, pero la guerra ha dejado de ser un juego, el Estado ha perdido la capacidad de garantizar la vida, la integridad y los bienes de quienes residen en el territorio nacional y la política ya casi no ofrece vías para recomponer al país porque, con el propósito de monopolizar el control del gobierno y de los organismos autónomos, la oligarquía ha roto los vínculos entre representantes y representados; la mayor parte de los legisladores y funcionarios no actúan en función de las necesidades de los votantes sino de los intereses de grupos de poder empresariales, financieros, mediáticos o delictivos. Ahora, para retomar el rumbo, al país ya no le basta con hacer entender a Calderón que el Ejecutivo federal no es un juego, que la nación no es un set de guerra, que sus habitantes no son de hule, y que él ya no está en capacidad de resolver nada de nada, ni siquiera convocando a todos los bandos armados y con control de territorio a una ronda de negociaciones marca Mattel. Tampoco los otros integrantes de la mafia que gobierna podrán hacer gran cosa, por la simple razón de que aceptaron ser piezas en el tablero de un juego enloquecido cuyos resultados generan muertos, desempleados, miserables, resentidos y marginados de carne y hueso.
Si quiere volver a tener un país que sirva para vivir en él y no para morirse (de hambre o a balazos), la sociedad deberá organizarse al margen del jugador y de sus compinches, darles la espalda a los asesinos de todos los bandos e instaurar un proyecto de nación que mire hacia la vida y no hacia la muerte. Fácil no será, pero no hay, al margen de la violencia, otro camino. El jugador y sus cómplices seguirán absortos en su ocupación en tanto la gente no se plante frente a ellos y les comunique, en voz serena pero firme, que el juego ha terminado.
11.11.10
El último suspiro
del Conquistador / LXI
Repentinamente, se dio cuenta de que había algo después de la niebla, un algo poblado por cuerpos, por colores, por sonidos, por cosas demasiado fuertes como para hacerles frente desde el fondo de su inexistencia, y se aterró. Sintió, sin sentir, sensaciones que conocía, si es que conocer significaba algo, y vio, sin ver, escenas que no había visto nunca, e intuyó que se trataba de acontecimientos posteriores a la muerte, a esa muerte a la que siempre había temido. Pero ahora el temor era mucho más intenso: de alguna forma supo que la vida estaba cerca –¿qué podía ser “cerca” en aquel no espacio y en el no tiempo en el que se hallaba sumido?– y su eternidad se estremeció por el pánico a la vida.
Rufina intuyó de algún modo que, con ella, ningún hombre, después de Juan Riestra, sería capaz de conciliar el amor con el deseo. Comprobó, en cada nuevo encuentro, que algunos desarrollaban una vinculación afectiva, en tanto que a otros les producía una marcada atracción sexual. Unos y otros se avergonzaban de sí mismos y terminaban por abandonarla.
Le quedaba claro que su singularidad desencadenaba conflictos incontrolables en sus parejas y no ignoraba el peligro potencial que eso le representaba. Pero no tenía alternativa: o vivía en peligro o renunciaba a vivir, y optó por lo primero. Acaso algún día la gente llegara a ser capaz de comprender que Rufina era una persona como cualquier otra. Tenía la sensación de vivir en un tiempo adelantado.
–Es muy raro eso de odiar a la mujer con la que te acuestas –le dijo en una ocasión a un amante que le duró unos meses.
–Tú no eres una mujer sino un monstruo –le replicó él–. Tienes pito.
A Rufina se le resbaló el agravio porque, para entonces, se había acostumbrado a reacciones de esa clase y sabía que su intensidad sería siempre proporcional a la fuerza de la pasión sexual que ella despertara en sus parejas. Sin perder la ecuanimidad, pensó que un día algún hombre la habría de matar.
Y así ocurrió. Pero para entonces, Rufina ya estaba en paz con la vida.
La jefa de enfermeras del piso donde se encontraba internada Eduviges se mostró inflexible: si bien la paciente ya había sido retirada del área de cuidados intensivos e instalada en una habitación privada, una visita de siete personas al mismo tiempo era inadmisible.
–¿Cuántas, como máximo? –preguntó Jacinta con un tono gélido.
–Dos.
–Muy bien. Entraremos mi padre y yo –dijo en forma resuelta, mientras tomaba del brazo al sorprendido Tomás–. No tardamos –agregó, dirigiéndose al resto de los presentes.
–Necesito que me acompañe mi... mi ayudante... –musitó Tomás.
–Dos personas –insistió la jefa de enfermeras.
Por un momento, nadie supo qué hacer. Pero Jacinta cortó el nudo:
–Le... Te ayudaré yo –dijo, mientras levantaba del piso la mochila de Garcí.
Tomás vaciló, pero terminó por aceptar la sugerencia, y, llevando el frasco en los brazos, se internó por el pasillo, al lado de la muchacha. La funcionaria del hospital los escoltó.
La doctora Contreras se tensó y quiso decir algo, pero Manuel la retuvo con firmeza. Andrés y Sánchez Lora se miraron el uno al otro. El segundo sonrió, y dijo:
–Yo, la verdad, no sé qué carajos estoy haciendo aquí.
–Yo tampoco, replicó Andrés, más para sí mismo que para su interlocutor circunstancial.
Cuando Tomás y Jacinta entraron a la habitación, ella vio a su madre y pensó en ese lugar común de atribuirles a los cadáveres una expresión relajada. Lo que observó en la cara de Eduviges no era una expresión, relajada o no, sino la total ausencia de ella, un conjunto de rasgos que ya no obedecían a más estímulo que el del peso de los músculos faciales. Tuvo la sensación de estar observando a una muerta viva, a una mujer que había fallecido hacía días, aunque conservara la circulación. Un delgado tubo de oxígeno pasaba por la nariz, y de una comisura de los labios surgía una sonda igualmente discreta. Eso era todo: ni respiradores artificiales ni otros tubos. De cuando en cuando, aquel organismo entreabría los párpados, pero Eduviges Manzano ya no se encontraba en esos ojos.
–¿Podría dejarnos a solas un momento? –preguntó, con la mayor suavidad de que fue capaz, a la jefa de enfermeras.
Ésta emitió un gruñido a manera de respuesta, abandonó la habitación y cerró la puerta.
–¿Estás segura? –inquirió él, mientras colocaba el frasco, con sumo cuidado, sobre la mesilla de noche, al lado de la cama de Eduviges–. Me robaste un alma, pero no tienes que pagarlo a este precio, si no quieres.
–No importa –replicó ella–. Ese cuerpo ya no es mi mamá y ya no me sirve de nada.
–¿Sabes inyectar?
–No.
–Pues tendrás que hacerlo. En la planta del pie, para que no se note nada por si las cosas fallan –dijo él, mientras extraía de la mochila una ampolleta y una jeringa desechable y se las entregaba a Jacinta–. Cuando yo te diga.
A la aludida le temblaban las manos. Respiró hondo cuatro o cinco veces y, ya con el pulso más seguro, rompió el envoltorio de la jeringa, quebró la ampolleta, introdujo en ella la aguja, jaló el émbolo y se quedó a la espera de la orden.
El almero sacó de la mochila una larga tripa de hule que tenía, en un extremo, una mascarilla, a la mitad, un pequeño fuelle de plástico translúcido y en el otro extremo, un catéter grueso, como de veterinario. Ensambló las tres cosas, introdujo con destreza el catéter por el corcho del tapón del frasco y a continuación retiró el tubo de oxígeno de la nariz de Eduviges y extrajo de su boca la sonda. Jacinta no pudo dejar de sorprenderse con la habilidad que Tomás exhibía en tales acciones.
–Lo he hecho muchas veces –dijo, mientras colocaba la mascarilla en la cara de la descerebrada–. ¡Ahora!
Jacinta retiró la sábana, vio los pies desnudos de su madre y vaciló:
–¿En cuál de los dos?
–En cualquiera.
Aproximó la aguja a la planta del pie derecho, cerró los ojos y la clavó con fuerza. Cuando percibió que la punta de la jeringa había topado con un hueso, apretó el émbolo con rapidez.
Tomás tomó el pulso en el brazo de aquel organismo. Al dejar de percibir latidos, oprimió con fuerza la bomba de aire. El cuerpo de Eduviges brincó y se arqueó, y el frasco se rompió hacia adentro. Jacinta se sobresaltó.
–Ya está –dijo Tomás. En unos momentos despertará.
–¿Y qué haremos entonces?
–Nuestra labor habrá concluido, y lo mejor será alejarnos a toda prisa –respondió el almero, con una mueca indefinible.
9.11.10
Ya párenle
El que seamos estudiantes, periodistas, comerciantes, manicuristas, campesinos, médicos, maleantes, políticos, madres o padres de familia, monjas, contadores, cantantes, sexoservidores, transeúntes o policías, carece de relevancia. Ustedes dejen de asesinarnos, y punto.
Ya antes nos han mandado a decir, en narcomantas o en discursos en cadena nacional, que esta fiesta sangrienta es exclusivamente entre ustedes, que los muertos seguramente eran pandilleros, que la gran mayoría de los cuerpos pertenecen a sicarios, que el resto de los mexicanos no tenemos nada de qué preocuparnos. Qué alivio: matar sicarios o pandilleros es una tarea (gubernamental o delictiva) tan legal y rutinaria como poner un sello de recibido a los oficios que se presentan en una ventanilla. Como si no existieran el Código Penal ni la Declaración Universal de Derechos Humanos, como si nadie hubiera descubierto aún la axiomática procedencia moral y social del precepto “no matarás”, como si Sócrates hubiese hecho gárgaras de cicuta sólo para divertir al público, como si Jesús no se hubiera dejado clavar en un madero, como si un puñado de ilustres no se hubiera tomado la molestia de reunirse en Querétaro para emprender la engorrosa tarea de redactar una constitución, como si los infractores fueran reses y no personas.
Pero nos han mentido: aunque aseguren que no asesinan a quienes no estén involucrados en los asuntos de la delincuencia organizada, han seguido apareciendo, despedazados, maniatados y apilados en montón, albañiles, turistas, adictos en rehabilitación y muchachos que festejaban algo; hemos debido enterrar a bebés cosidos a balazos porque el ejército o la policía los confundieron con capos de la droga; tenemos estudiantes muertos haiga sido como haiga sido y estudiantes vivos con los intestinos de fuera por efecto de las balas policiales; seguimos padeciendo secuestros de individuos –respetuosos de la legalidad, o no, qué importa– porque ustedes necesitaban algún insumo para su fábrica de culpables, o porque querían una lana, o porque hicieron un casting macabro para producir un video que después divulgarían en Youtube, o porque requerían un cadáver llamativo para colgar de él una cartulina con garabatos ominosos.
Felipe Calderón sugiere, con extremado descaro, que nos acostumbremos a las masacres, y José Francisco Blake Mora tiene el cinismo de pedirnos que nos armemos de paciencia ante nuestro propio exterminio. Pacientes no podemos ser ni para escuchar o leer semejantes obscenidades: la inmensa mayoría de los mexicanos no tiene ganas de morirse, ni siquiera de catarro, y menos para abonar esta sanguinaria confluencia entre los intereses económicos y los intereses políticos de unos y de otros.
Algunos de ustedes querrán una montaña de dólares; habrá el que se afane en cumplir órdenes de Washington; otros desearán subsanar inseguridades personales presentando al respetable una fachada de resueltos e implacables; alguno más deseará llevar a México –en función de sabe Dios qué cálculos torcidos y perversos– a la ingobernabilidad total, al estado de excepción y a la dictadura; otros aspirarán a las tres cosas. Pero dense cuenta de que matar es un mal negocio, así sea porque con cada persona que asesinan pierden a un potencial consumidor de droga, a un causante al cual esquilmar, a un televidente, a un votante, a un trabajador explotado, a un ser humano con el cual interactuar en el sentido que sea. Busquen otros métodos de negociación y quédense sosiegos en sus oficinas gubernamentales, en sus residencias de insolentes millones, en el bote, en sus aviones privados, en sus haciendas, en sus podios de cartón o en sus escondrijos.
Tras veintitantos años de neoliberalismo depredador (el auge de la delincuencia organizada es parte orgánica del modelo), el único lujo que les queda a los mexicanos, en su mayoría, es la vida. Tengan por seguro que, si no estuviéramos firmemente anclados a ella –incluso a esta vida, que ustedes se empeñan en volvernos miserable–, les habríamos ahorrado el esfuerzo y ya habríamos acudido en masa a cortarnos las venas en los zócalos de todas las ciudades del país. Ustedes, matones de todos los bandos, háganle como quieran, pero detengan el baño de sangre. Dejen de asesinarse entre ustedes y dejen de asesinarnos, y punto.
7.11.10
Riesgo de una masacre
represiva en El Aaiún
(Recibido vía Francesca Gargallo)
LLAMAMIENTO URGENTE ANTE UNA POSIBLE MASACRE
A la Comunidad Internacional, a los Organismos Internacionales y medios de comunicación. A los amantes de la paz y la justicia
LA CIUDAD OCUPADA DE EL AAIUN ES UN INFIERNO
Las tropas de ocupación marroquíes instigadas por el Rey Mohamed VI, quien declaró sus intenciones de anexión en el discurso de conmemoración de la entrada ilegal en el territorio (Marcha Verde), ha provocado la represión en el Sahara Occidental.
A las 20:00 horas, (hora española), se han generalizado manifestaciones en toda la ciudad, habiendo el ejército marroquí tomado todas las calles de El Aaiún y decretado un estado de sitio militar, que reprime violentamente las manifestaciones saharaui de reivindicación nacional.
A esta hora se conocen el nombre de los siguientes heridos, a pesar de la escasa información de la que se dispone debido al bloqueo informativo: Abdallahi Toubali, Lehbib Lab, Damba, Laman Ahmed Salek, Salam Mohamed Ahmed, Salka Yeslem, Fatimetu Mohamed Ahmed, Ahmed Salek y Nayat Ahmed Salek.
En estos momentos las noticias que llegan de El Aaiún indican que Marruecos va a entrar en el campamento de Gdeim Izik para desmontarlo por la fuerza, lo que necesariamente provocará un genocidio contra la población civil desarmada, de consecuencias incalculables. Las tropas de ocupación, entre las que se encuentran todos los cuerpos desplegados en el territorio ocupado participan en la escalada. Las próximas horas van a ser cruciales en el desenlace de esta represión.
En distintos barrios de la ciudad de El Aaiún se están sucediendo manifestaciones que están provocando la agresión de la policía. Estos barrios y calles son: Calle Smara, Barrio Mattalla, Barrio Skeikima , Calle Mezwar, Barrio Erraha, Barrio El Amal, Barrio El Awda, Delante del Hotel Nagjir.
Mientras los ciudadanos saharauis coreaban eslóganes como “la badil, la badil”, se produjo una intervención atroz contra ellos y los heridos son incalculables. Algunos están en el hospital y de otros no se sabe nada aún.
La situación en El Aaiún es un infierno. Según testigos (ciudadanos de Smara), han podido contar a dedo, 172 vehículos militares (camiones Gacel), y otros de marca Toyota, repletos de efectivos del ejército traídos del muro defensivo de Amgale, pertenecientes a 6º Regimiento de Infantería motorizada. Desde hace unas dos horas, se dirigen hacia El Aaiún.
Distintos cuerpos de seguridad de las fuerzas represoras marroquíes están atacando en distintos puntos de la ciudad de El Aaiún Ocupado.
- Los manifestantes están siendo atacados con bombas lacrimógenas y están siendo golpeados con ferocidad, por partes de las fuerzas represoras marroquíes.
- Pasando el primero control policial hacia el campamento de Gdeim Izik, un helicóptero a efectuado tiros de metralleta al aire, aterrorizando a las personas cercanas al lugar.
- Uno de los organizadores del mokhayam ha sido brutalmente golpeado, en éstos momentos se encuentra en estado crítico en su domicilio particular, no puede mover su cuerpo, ni tampoco puede hablar ( Hamadi Eswayah).
- En el Primer control policial, cercano al campamento, ha sido detenido el ciudadano saharaui Abdallahi Toubali, quien ha sido salvajemente atacado por las fuerzas de seguridad y su estado es crítico.
Aunque no ha habido hasta el momento, en el día de hoy, una intervención en el campamento, alertamos que el régimen marroquí, está en éstos momentos, a punto de cometer una masacre en contra de la población indefensa saharaui.
AGUA CALIENTE Y ATROPELLOS EN MASA CONTRA CIUDADANOS SAHARAUIS
La policía y las Fuerzas Auxiliares marroquíes, están cerrando la entrada al Campamento saharaui y han agredido a los ciudadanos que se encontraban en sus coches. Les han lanzado agua caliente provocando accidentes e hiriendo a las personas que se encontraban sentadas en el suelo en símbolo de protesta.
MEYER, RETENIDO EN EL AVIÓN POR LA POLICIA MARROQUÍ A SU LLEGADA A EL AAIÚN
07-11-2010Willy Meyer ha aterrizado en el aeropuerto de El Aaiún pero varios policias han entrado en el avión y , tras forcejar y agredir a varios periodistas que viajan en el mismo avión, no permiten bajar a ninguno de los ciudadanos españoles. Mientras que el resto de pasajeros del avión han conseguido bajar con normalidad, el eurodiputado de IU, Willy Meyer, y tres periodistas españoles están siendo retenidos dentro del avión.
Los periodistas han sido agredidos por los policías marroquíes que, tras haber bajado el resto de pasajeros, han irrumpido dentro del avión de manera muy violenta.
El comandante del vuelo, Javier Guzmán, ha recordado a los policías que estaban en territorio español y , tras recriminarles su violencia y "actitud indigna", les ha exigido su salida inmediata del avión. Las autoridades marroquíes, tras empujar de nuevo a los periodistas, han abandonado finalmente el avión.
Desde el avión Willy Meyer y los periodistas españoles han podido ver como alrededor de 40 colonos con banderas marroquíes estaban informados de su llegada y les esperaban para increparles.
Todo indica que Meyer y los periodistas no van a poder visitar los campamentos saharauis, dónde parece que está teniendo lugar un gran despliegue por parte del ejército marroquí .
Willi Meyer ha mostrado su enorme preocupación por la posible "intervención militar para desalojar violentamente los campamentos y, una vez más, reprimir violenta y criminalmente la expresión pacífica del pueblo saharaui en defensa de sus derechos humanos."
Internacional: La violencia estalla en El Aaiún
LUIS DE VEGA / CORRESPONSAL EN RABAT, 07/11/2010 – 20.44h.- La tensión va en aumento en El Aaiún en las últimas horas. Decenas de jóvenes saharauis se manifiestan en la noche del domingo y colocan barricadas por distintas calles de la ciudad después de que los cientos de miembros de las Fuerzas de Seguridad marroquíes que controlan la ciudad no les dejaran salir en dirección al campamento de Gdeim Izik.
En algunos barrios como Raha, Aouda, Amal o Mezouar hay enfrentamientos de jóvenes manifestantes que gritan consignas a favor de la independencia del Sahara con agentes marroquíes, según los testimonios recogidos por ABC a través del teléfono. Algunas personas han resultado golpeadas en las cargas policiales.
"En estos momentos los jóvenes corren, gritan y cortan con piedras la avenida de Smara (una de las principales arterias). Los policías van armados pero se mantienen a distancia", explicaba esta tarde desde el lugar un vecino de El Aaiún a ABC al tiempo que se refiere a un cada vez mayor despliegue de agentes marroquíes por diferentes zonas de la ciudad. Poco después comenzaban los choques.
De fondo este corresponsal escuchaba las voces y el claxon de los coches que se unían a las manifestaciones de protesta. Esta misma situación fue descrita por un miembro del Consejo Real Consultivo para Asuntos Saharauis (Corcas), institución marroquí impulsada por el rey Mohamed VI.
Los agentes marroquíes impedían el acceso desde El Aaiún al campamento de Gdeim Izik donde, desde hace casi un mes, unos 20.000 saharauis reclaman a Rabat mejores condiciones de vida. El lugar se encuentra en el desierto, a una veintena de kilómetros del casco urbano. Los rumores apuntaban a una posible operación militar marroquí para desalojarlo, pero este corresponsal no pudo anoche confirmar nada directamente con vecinos del campamento.
Hasta allí pretendía también llegar el eurodiputado español de Izquierda Unida Willy Meyer cuando fue retenido en el avión que lo trasladó desde Las Palmas a El Aaiún por agentes marroquíes. Meyer viajó junto a tres periodistas canarios a los que también se obligó a regresar al archipiélago sin ni siquiera permitirles poner el pie en la pista del aeropuerto.
Todo esto ocurre horas antes de que en Nueva York las delegaciones de Marruecos y del Frente Polisario retomen contactos de manera informal convocados por Christopher Ross, el enviado personal del secretario general de la ONU.
Violentos enfrentamientos entre saharauis y fuerzas de seguridad marroquíes en El Aaiún
MADRID, 7 Nov. (EUROPA PRESS) - Efectivos de las fuerzas de seguridad marroquíes estarían protagonizando violentos enfrentamientos con grupos de saharauis en El Aaiún, según han informado fuentes del interior de la ciudad. Además, alertan de la "inminente" intervención contra los saharauis acampados en el campamento de protesta levantado a las afueras de la ciudad y sitiado por el Ejército y las fuerzas policiales marroquíes.
"Hay disturbios en todos los barrios. Los colonos (marroquíes) están encerrados en sus casas y hay peleas en plena calle", explicó Brahim Ahmed en declaraciones a Europa Press. Los enfrentamientos comenzaron sobre las 17.30 horas (18.30 hora peninsular española) y se prolongaban hasta la noche.
La situación es muy confusa, pero las fuerzas de seguridad marroquíes se habrían empleado con dureza especialmente contra los integrantes de una columna de vehículos que pretendía sumarse a la protesta del campamento.
"Hemos salido a El Aaiún para movilizar a toda la gente en todos los barrios", indicó Ahmed, representante del comité de organización del campamento, emplazado a unos 12 kilómetros de El Aaiún y asediado por cientos de efectivos policiales y del Ejército marroquí.
Ahmed relató que se había logrado reunir a unos 600 vehículos para desplazarse al campamento ante los rumores de una intervención de las fuerzas marroquíes.
Un primer grupo de unos 100 vehículos consiguió pasar el primer control de los cuatro que separan la ciudad del campamento de protesta, pero posteriormente las fuerzas de seguridad les cortaron el paso e incluso algunos coches quedaron totalmente aplastados. "Han aplastado varios coches tipo (Seat) 850 y 125. Puede haber víctimas mortales", aseguró Ahmed.
Mientras, continúan llegando efectivos marroquíes a las inmediaciones del campamento y esta misma tarde han ordenado a los saharauis mediante altavoces que evacuaran a las mujeres y los niños, lo que hace temer la entrada de los militares y policías durante la noche. Ahmed aseguró que los agentes de las Fuerzas Auxiliares ataviados con equipo antidisturbios se han desplegado en la parte interior del muro levantado por las propias fuerzas marroquíes para aislar el campamento.
El campamento de protesta de El Aaiún fue levantado el pasado 9 de octubre a unos 12 kilómetros al este de la capital de la antigua colonia española para protestar por las condiciones de vida que sufre la población saharaui en el territorio, ocupado por Marruecos en 1975.
En un principio, los saharauis imitaron la protesta de El Aaiún en otras ciudades como Dajla, Esmara o Bojador, pero las autoridades marroquíes han desmantelado violentamente estos campamentos de protesta.
Disturbios en El Aaiún mientras crece la tensión en el campamento de protesta
07 de noviembre de 2010 • 17:15.- Decenas de jóvenes saharauis han salido a las calles de El Aaiún (Sahara Occidental) para levantar barricadas y encender hogueras, en unas protestas que tratan de ser sofocadas por las fuerzas de seguridad marroquíes, mientras crece la tensión en el campamento de protesta de Gdaim Izik.
Según informaron a Efe testigos presenciales, unos 40 ó 50 jóvenes saharauis han levantado una barricada y encendido tres hogueras en la céntrica avenida Smara, mientras la policía trata de disolver las protestas con cargas esporádicas.
Los manifestantes gritan consignas favorables a la autodeterminación y piden la reapertura del acceso al campamento de Gdaim Izik, a unos 18 kilómetros de El Aaiún, donde más de 20.000 saharauis han instalado sus jaimas para reivindicar sus derechos socioeconómicos.
Protestas similares tienen lugar en este momento en alguno de los barrios con mayor población independentista saharaui como el de Matala o Mezzouar, en el este de la ciudad.
Fuentes saharauis explicaron a Efe que el despliegue militar y policial en torno a Gdaim Izik ha crecido en las últimas horas y que se han cerrado los controles de acceso al campamento, pese a que el lugar se mantiene dentro de una relativa calma.
En declaraciones a Efe, el portavoz del Gobierno marroquí, Jalid Naciri, destacó que "a ciertas personas, tanto marroquíes como extranjeras, que están deseando que esto explote, no les vamos a dar el placer de ver una intervención militar" para desalojar el campamento.
Asimismo, al respecto de las conversaciones que se mantienen con el comité de coordinación del campamento para su desmantelamiento, Naciri agregó que "las negociaciones son complejas, pero las desarrollamos de buena fe con el deseo de llevar a una solución".
Pese a la calma en Gdaim Izik, esta tarde sobre las 17.45 hora local y GMT se produjo un altercado cuando una caravana de coches con saharauis a bordo intentó atravesar por la fuerza un puesto policial.
Fuentes saharauis señalan que decenas de vehículos fueron destruidos por las fuerzas marroquíes, entre ellos uno en el que viajaba un miembro del comité de negociación con las autoridades marroquíes, Por su lado, la Asociación Sahara Marroquí señaló en un comunicado que al menos 12 policías resultaron heridos en el incidente, entre ellos algunos de gravedad, y añadió que fueron ingresados en el Hospital Militar de El Aaiún.
En un incidente similar murió el pasado 24 de octubre el adolescente de 14 años Nayem Elgarhi por los disparos de agentes de la gendarmería marroquí.
La tensión en la ex colonia española se ha disparado en las últimas horas después de que el rey Mohamed VI no hiciese en su discurso de la pasada noche con motivo del 35 aniversario de la Marcha Verde ninguna alusión explícita a la situación del campamento.
Además, estos disturbios llegan apenas unas horas antes de que comiencen en Manhasset (EEUU) las conversaciones informales entre Marruecos y el Frente Polisario para retomar las negociaciones oficiales para una solución definitiva al contencioso del Sahara Occidental.
Rabat defiende su iniciativa de autonomía como única solución al conflicto, mientras que el Polisario propugna la celebración de un referéndum en el que esté incluida la posibilidad de la independencia.
Los saharauis temen una intervención militar en el campamento a las afueras de El Aaiún
07/11/2010 BEATRIZ MESA (RABAT) .- El Ejército marroquí aumenta el cordón alrededor del campamento Agadym Izik, a las afueras de El Aaiún, donde más de 20.000 saharauis continúan acampados exigiendo mejores condiciones de vivienda y trabajo. Según fuentes saharauis en la antigua colonia española "se espera una intervención militar inminente". De hecho, esta misma tarde, han asegurado estas mismas fuentes a EL PERIÓDICO, las autoridades "cargaron contra un grupo de saharauis" que procedía de la ciudad de Smara para visitar a los familiares del campamento. "Nos tememos que a partir de ahora habrá una dura represión", han añadido.
La amenaza del desalojo se produce horas después del discurso que el Rey, Mohamed VI, dirigió a la nación el sábado por la noche con motivo del 35º aniversario de la Marcha Verde en el que volvió a defender la "marroquinidad de las provincias del Sur" y arremetió contra Argelia y el Polisario por "dañar" la integridad territorial del país. El monarca, en alusión directa al campamento levantado por los miles de saharauis que han tocado a rebato después de más de 30 años de discriminación, expresó su rechazo de que las "libertades de las que disfruta el país se vean vergonzosamente instrumentalizadas".
Tras las palabras del Rey, según fuentes saharauis, centenares de camiones antidisturbios y efectivos acordonan el campamento para intervenir de un momento a otro y disolver por la fuerza a los saharauis. Las autoridades han pedido por megafonía a primera hora de la tarde que mujeres y niños dejen las jaimas "si no querían que las consecuencias fueran aún peores", ha relatado Hassan Duihi, miembro del Comité de Protección de Presos Saharauis. A pesar de las amenazas, los saharauis "no abandonarán hasta que sus reivindicaciones sean escuchada", ha matizado.
Y en mitad de este revuelo que durante todo el fin de semana ha recibido otros empujones tras la expulsión de Marruecos de tres parlamentarios vascos que pretendían volar a El Aiún para conocer in situ el campamento y el impedimento igualmente al diputado por Izquierda Unida de Willy Meyer de desembarcar del avión en el aeropuerto de la antigua colonia española, Marruecos y el Polisario reanudan mañana las negociaciones en Nueva York para buscar una salida al eterno contencioso del Sáhara Occidental. Ninguno de los dos actores dan muestras de optimismo. El Estado marroquí insiste en seguir adelante con el proyecto de autonomía para el pueblo saharaui mientras que el Frente Polisario exige la autodeterminación tal y como recoge el Derecho Internacional y cada una de las resoluciones de Naciones Unidas.
Les hacemos llegar las notas de prensa recopiladas:
http://territoriosocupadosminutoaminuto.blogspot.com/2010/11/2310.html?spref=fb
http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=189255
http://www.abc.es/20101106/espana/marruecos-parlamentarios-201011062229.html
http://poemariosaharalibre.blogspot.com/2010/11/bardem-entrega-en-la-moncloa-un.html
http://www.publico.es/internacional/345232/la-dignidad-vive-bajo-las-jaimas
Es urgente la intervención inmediata por parte de toda persona que pueda poner un grano de arena para salvar vidas.
6.11.10
Relato
Se encuentran.
Se sorprenden mutuamente
y uno de ellos pregunta si va en serio.
Va en serio y no: juegan,
pero se juegan un futuro
que puede no ser nada, un simple encuentro,
una agenda cargada, pero llena
de momentos en blanco
para tentar a la suerte,
para tirar los dados, olfatearse
y preguntarse: “¿quiénes somos?”
Se hallan en medio del encuentro.
Son una boca y un oído,
intercambian papeles:
son un oído y una boca.
Son cuatro pies que se fatigan juntos,
son andar y esperar toda la tarde.
Cuando llega la noche
se van comiendo, con cautela,
el espacio que hay entre ambos;
se tocan; retroceden
y vuelven a acercarse el uno al otro,
caminan juntos a la madrugada.
Por fin, bajo la luz recién nacida,
se rinden a sí mismos,
se acarician despacio,
intercambian la almendra de cada uno,
beben el agua de un orgasmo.
Y cuando se separan,
cuando un despegue se interpone entre ambos,
cada cual, por su lado
se va, llevando al otro
en la piel y en las manos
y pasan muchos días de distancia
y no quieren lavarse la presencia
que traen enredada;
como no hay besos, se intercambian letras
y mantienen intactos los rituales
que inventaron con prisa, días antes,
y ya no se preguntan si va en serio.
5.11.10
Nos amábamos tanto...
En la desaparecida Yugoslavia, serbios, croatas, eslovenos, bosnios islámicos, montenegrinos, macedonios, albaneses kosovares, judíos y gitanos omnipresentes, lograron convivir en paz. Las hibridaciones no eran delito de alta traición y las mezclas eran vistas como fundamento de cohesión nacional. Entonces llegaron los propagadores de rumores: "Un musulmán envenenó el pozo y ha muerto un niño"; "fueron vistos unos croatas violando a una muchacha serbia"; "los kosovares quieren la independencia". En cuestión de meses, los envenenamientos fueron una profecía autocumplida, las violaciones se volvieron realidad, los independentismos encarnaron y los vendedores de orgullo patrio y los mercaderes de armas avanzadas hicieron su negocio de carne humana.
Hubo un tiempo en el que a nadie le importaba si la música era croata, serbia o gitana, o todas las anteriores, o ninguna. Independientemente de su etnia, lengua, religión y cultura, los yugoslavos cantaban y bailaban juntos Ajde Jano.
4.11.10
El último suspiro
del Conquistador / LX
–Buenos días –exploró una voz mitad medrosa y mitad intimidatoria–. Necesito hablar con el señor Ernesto Andrés Zetina Lorenzo para efectos de una comunicación oficial y confidencial. ¿Es usted?
El tono de solemnidad del tipo en la pantalla resultaba ominoso. Andrés sintió cierta inquietud, pero se calmó pensando que no debía nada ni tenía cuentas pendientes con la policía.
–Sí.
–¿Podría mostrarme una identificación en pantalla?
Eso lo alarmó. Tomó su carta de identidad universal y la mostró a la cámara.
–Señor, lamento ser el conducto de malas noticias...
–¿Qué pasó? –gritó Andrés.
–Hubo un... hubo un fallo en el sistema de guiado de caida libre...
Andrés escuchó, con una sensación de lejanía, el relato escueto y solemne: una vez que Jacinta saltó del avión, se descompuso el aparato de guiado que debía conducirla a una zambullida en un lago, y la llevó a estrellarse en las rocas de la orilla. La empresa lamentaba profundamente el trágico suceso y le ofrecía la asistencia necesaria para los trámites correspondientes a la recuperación del cuerpo y para el cobro del seguro.
–¡Ay, por el amor de Dios! –rugió Andrés, al comprender lo que Jacinta proponía. Los demás se quedaron paralizados en sus sitios, menos la doctora Contreras.
–Usted está loca –dijo ésta con voz gélida–. Salga inmediatamente de mi laboratorio y no vuelva a aparecerse por aquí.
–Doctora, ¿podría venir conmigo un momentito? –le rogó Manuel, con una voz suave pero firme, mientras la tomaba del brazo y la conducía hacia afuera del laboratorio–. Con su permiso –musitó, dirigéndose a los demás, cuando ambos franquearon la puerta.
Los que se quedaron adentro permanecieron callados. El único que se movía era Andrés, quien caminaba a grandes zancadas de un extremo a otro del recinto y se presionaba la cabeza con las manos, como si quisiera impedir que le reventara. Al cabo de unos momentos, Tomás, dirigiéndose a Jacinta, rompió el silencio:
–¿Qué le pasó a tu mamá?
–Está descerebrada –respondió Jacinta con un hilo de voz–. Tuvo un derrame y su cabeza ya no responde.
–¿Y su cuerpo? ¿Está bien? –inquirió el hombre.
–Viejo, pero conservado –dijo ella, mientras se tragaba un sollozo.
El maya antiquísimo se quedó pensativo por un momento. Se había prometido devolver a su Señor al mundo de los vivos, y cuando lo intentó, cuatrocientos años atrás, el Conquistador había reaccionado con una ingratitud extrema que ofendió a Tomás, y también con una furia que lo asustó. Extrajo el ánima vociferante del cuerpo en el que la había introducido, la devolvió a un frasco y la dejó allí, durante varios siglos –mientras él mismo, sus hijos adoptivos, y el sirviente Garcí, se preservaban unos a otros y se trasplantaban de uno a otro cuerpo–, sin tener claro qué hacer con ella, ni cuándo. Pero una joven estudiante le había robado el recipiente y Tomás concluyó que no debía dejar pasar mucho tiempo más antes de saldar aquella responsabilidad en forma definitiva. Esperó a una nueva transmutación, sus hombres se hicieron con el organismo de un individuo que se había quedado en estado de muerte cerebral en un hospital de Comitán, fue aposentado en ese nuevo cuerpo, y partió en busca de Jacinta, acompañado de Garcí, quien desde hacía décadas habitaba en la carne de un turista coreano que se había perdido en la selva. Ahora, pensó, tenía la oportunidad de deshacerse de una vez por todas de esa carga, y si a Don Hernando no le gustaba su nuevo cuerpo, ya sería su problema.
–Llévanos a donde se encuentra el cuerpo sin alma de tu madre –pidió a Jacinta.
–¡Esto es una traición, colega! ¡Una traición! ¿Cómo puede usted permitir que esa muchacha nos deje sin el objeto de estudio? ¿No se da cuenta de la relevancia de esta investigación? ¡Usted está traicionando a la ciencia! ¡Y me está traicionando a mí!
No había terminado de proferir la última exclamación cuando cayó en la cuenta de sus implicaciones. Calló de golpe, la cara se le puso roja como la salsa catsup y no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas por la vergüenza, por el enojo y por lo que había percibido como muestra de infidelidad: a fin de cuentas, y por lo que al frasco se refería, Manuel había optado por Jacinta.
El viejo científico, por su parte, soportó la andandada con los ojos semicerrados y una sonrisa burlona. Pero cuando observó el quiebre de la doctora Contreras, decidió aprovechar aquel instante de debilidad, el punto débil en la armadura de ella. Se le acercó, la tomó por los hombros, le plantó un beso en la boca y trató de meter la lengua en su boca.
La doctora Contreras apretó los dientes, abrió mucho los ojos y se apartó con violencia de Manuel, justo para hacer entre ambos el espacio necesario para que su mano abierta volara al rostro de él. La cachetada resonó en el pasillo y los lentes del científico salieron volando.
Por un momento, Manuel permaneció aturdido, despeinado y prácticamente ciego, sin saber qué hacer. Al verlo en semejante estado de indefensión, la científica experimentó una mezcla de remordimiento y de ternura. Recapacitó por un instante y luego se acercó a él y lo abrazó. Manuel, sin rencor, correspondió al movimiento corporal, apoyó su mejilla en la cabeza de ella y con una mano le acarició el pelo. Sus caras se buscaron despacio y cuando se encontraron de frente se dieron un beso lento, lento, tan lento que seguían besándose cuando los que se habían quedado en el laboratorio salieron casi en tropel. Jacinta observó de un golpe a la pareja y sintió una punzada de celos: ¿Qué hacía aquel hombre, que de súbito se había convertido para ella en una figura paterna, besándose con esa bruja?
La doctora Contreras se zafó con brusquedad del abrazo de Manuel. Éste trató de distinguir a los bultos a su alrededor pero no lo consiguió.
–Ah, chingá: mis lentes...
Varios de los bultos se inclinaron al suelo, husmearon en torno a él y poco después uno de ellos se incorporó, se aproximó y puso en sus manos los anteojos perdidos. Manuel se los calzó sobre al nariz y recuperó la visión del mundo. Volteó la cabeza a uno y otro lado, buscando a la doctora Contreras, y cuando la ubicó, se acercó a ella, le pasó un brazo por la cintura, la atrajo hacia sí con toda la fuerza de que fue capaz, y preguntó al grupo:
–¿Qué? ¿Ya nos vamos?
–Nos vamos –replicó Tomás, quien llevaba entre las manos el frasco, e iba flanqueado por Andrés y por Garcí– Dice Jacinta que el hospital donde se encuentra su mamá está a unos cuarenta minutos de aquí, y debemos apresurarnos.
–¿Pero cómo van a...? –quiso preguntar la doctora Contreras, pero su colega le plantó un beso en el cuello, ella se revolvió en su eje y ya no terminó la pregunta.
3.11.10
2.11.10
La buena muerte
La muerte es buena cuando llega como culminación natural de la vida, como fruto de azares que no están en nuestras manos o como desenlace de enfermedad inevitable. El dolor devasta, pero construye; la oquedad desespera, mas no envenena el alma, y el hueco hospitalario en la tierra se vuelve raíz de la existencia para quienes permanecen en la superficie por un tiempo más.
Pero la muerte es mala cuando ocurre como mandato de un tercero, como ejecución de venganza, acto de lucro, impartición de justicia, razón de estado, cálculo de intereses. La muerte que sobreviene por la maldad del otro deja sembrados odios inextirpables por los siglos de los siglos, rencores en clamor o en solitario, más ganas de matar. Quien asesina, ordena, propicia o tolera el homicidio, convierte la vida en campo de cultivo de la muerte y ensucia al mundo.
De esas segundas defunciones nos han llenado el país. Cuatro años de confrontaciones necrofílicas, cuatro años de programas y planes que apestan a muerte, cuatro años de faltas de respeto a las dos puntas entre las que transcurre la existencia.
Nadie llega con rencores al otro mundo. Ningún difunto ve con recelo al vecino, ni con envidia al prójimo, ni con afán de venganza a nadie. La Nada es indiferente, pero no discrimina: en el camposanto no existen clases sociales ni distingos morales ni jerarquías ni escalafones ni grados ni fronteras ni inocencias o culpabilidades. En todo caso, la costra de la Tierra es amorosa con todos sus hijos fallecidos y trata por igual al faraón y al albañil de la pirámide. Las lápidas y los monumentos son marcas para este lado, pero no se divisan desde el otro, en donde nada se divisa. La abominación constante más allá de la muerte es una ilusión estúpida. No hay nombre anidado en el recuerdo que no merezca el saludo universal que los vivos pronuncian en este día a los difuntos. No ha de negársele un pétalo de sempasúchil, una pizca de sal o un pan rosado a ninguno de los que no vendrán y que, sin embargo, permanecen entre nosotros.
Materia misericordiosa, Virgen de la Buena Muerte, agua subterránea: purifiquen la fosa, el tambo, la cajuela, el paredón, el cadalso, la crujía, la sala de tortura, el pedazo de asfalto donde cayó el asesinado. Devuélvanle en su tránsito a la tierra la inocencia y la desnudez del nacimiento. No permitan que siga la floración de cuerpos inertes en esos sembradíos.
Muertos buenos y muertos malos, muertas madres y muertos padres, hijas e hijos muertos, muertos narcos y muertos soldados, muertos corruptos y muertos probos, muertos inocentes y muertos culpables, muertos funcionarios y muertos hampones, muertos magnates y muertos muertos de hambre: ya pasó todo y en la nada de ustedes no hay asideros para el rencor. Sientan afecto; sean bienvenidos; tengan buen provecho.