Se encuentran. Se sorprenden mutuamente y uno de ellos pregunta si va en serio.
Va en serio y no: juegan, pero se juegan un futuro que puede no ser nada, un simple encuentro, una agenda cargada, pero llena de momentos en blanco para tentar a la suerte, para tirar los dados, olfatearse y preguntarse: “¿quiénes somos?”
Se hallan en medio del encuentro. Son una boca y un oído, intercambian papeles: son un oído y una boca. Son cuatro pies que se fatigan juntos, son andar y esperar toda la tarde.
Cuando llega la noche se van comiendo, con cautela, el espacio que hay entre ambos; se tocan; retroceden y vuelven a acercarse el uno al otro, caminan juntos a la madrugada.
Por fin, bajo la luz recién nacida, se rinden a sí mismos, se acarician despacio, intercambian la almendra de cada uno, beben el agua de un orgasmo.
Y cuando se separan, cuando un despegue se interpone entre ambos, cada cual, por su lado se va, llevando al otro en la piel y en las manos y pasan muchos días de distancia y no quieren lavarse la presencia que traen enredada; como no hay besos, se intercambian letras y mantienen intactos los rituales que inventaron con prisa, días antes, y ya no se preguntan si va en serio.
6 comentarios:
Menganita
dijo...
Uffffffff... ¡Cañonamente canijo! (mugres distancias) sin embargo ya valió la pena, por lo que relata. Saludos señor! Mengana.
6 comentarios:
Uffffffff...
¡Cañonamente canijo! (mugres distancias) sin embargo ya valió la pena, por lo que relata.
Saludos señor!
Mengana.
tremendo...me cimbró!!! Una paradoja tomarse en "serio" el juego y no tamarse en "serio" la despedida...
Hermosísimo Pedro...Gracias!
Gracias Pedro Miguel.
Qué paradójico: una historia que sólo comparten dos, pero la compartimos todos.
Abrazos.
Precioso!!!
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