29.2.12
La censura en Facebook
Con la novedad de que Facebook censuró esta foto, obra de Manuel Álvarez Bravo, que colgué en mi muro. Supongo que algún subordinado del cardenal ha empezado a trabajar en la empresa de Mark Zuckerberg en el área de control de contenidos. Junto con la foto desapareció el sabroso intercambio de comentarios que se desarrollaba al pie de la imagen.
Paradójicamente, en Facebook han empezado a proliferar anuncios y sugerencias de amistad y seguimiento hacia muchachitas de nombre turco o polaco, en ropa muy escasa y gesto de orgasmo made in China, de esas que te invitan a la Webcam, presumibles víctimas de las redes de tráfico de personas que pululan en el mundo.
O sea que el "cara de libro" empieza a volverse un putero, pero eso sí, disfrazado de convento.
Tal vez haya que empezar a pensar en abandonar el Facebook. En lo inmediato, tengo curiosidad por ver hasta dónde llega el celo censor de sus responsables. Estén pendientes.
28.2.12
Cómo destruir un
país en 10 pasos
El proceso puede realizarse mediante la participación de operadores sucesivos y a lo largo de varios sexenios.
1. Para empezar, tómese el poder público por medio de elección, conjura, fraude o una combinación de los tres métodos en proporciones indistintas.
2. Proclámese, con el argumento de la “modernización”, la obsolescencia generalizada del estado de bienestar; pregónese la eficiencia, competitividad y rentabilidad de la empresa privada por sobre cualquier otra forma conocida o por conocer de producción, administración y distribución.
3. Sobre la premisa anterior, transfiérase cuanta propiedad pública sea posible a manos de particulares; la transferencia habrá de realizarse de tal modo que asegure la incondicionalidad de los favorecidos al régimen político. Redúzcase de manera artificial el precio del trabajo (los topes salariales son un buen procedimiento) a fin de dar veracidad a la promesa de rentabilidad de la iniciativa privada.
4.Elimínese toda protección a la industria, la agricultura y los servicios de origen nacional y ábrase el mercado doméstico a la participación de corporaciones extranjeras; renúnciese a cualquier negociación que pudiese garantizar condiciones de competencia equitativa para entidades y firmas locales.
5. Conviértase a desempleados, desplazados y miserables que resulten de las operaciones anteriores en un gran ejército electoral de reserva, movilizable por medio de los programas e instrumentos de beneficencia que remplazarán a los obsoletos derechos en materia de educación, salud, alimentación, vivienda, empleo, cultura y otros rubros.
6. Una parte de este material humano será empleada como carne de cañón electoral para asegurar la perpetuación del régimen. Canalícese parte del sobrante hacia territorio de Estados Unidos, desde donde esa masa enviará grandes remesas de dinero; empléese esos recursos para maquillar los indicadores económicos. Otra parte irá a la economía informal o a la economía criminal y podrá aprovecharse para crear estructuras igualmente informales de control social o instrumentos de desestabilización selectiva de regiones en función de las necesidades políticas del grupo gobernante. A la postre, esas estructuras servirán también como coartada para la adopción de medidas autoritarias, para la obtención de fondos no declarables destinados a la promoción de las patentes propias en competencias electorales e incluso para omitir obligaciones legales básicas del Estado en el combate a la delincuencia.
7. Establézcase un régimen fiscal de privilegios para los mayores conglomerados empresariales, increméntese impuestos a la población en general –especialmente, la asalariada– y endurézcase la persecución fiscal contra ella. Oriéntese la obtención de recursos a la sobreexplotación de las dos o tres compañías que aún sean de propiedad pública y permítase la concesión generalizada de contratos ventajosos mediante el pago de cuotas no contabilizadas a los funcionarios encargados de otorgarlos.
8. Permítase y promuévase la explotación de los cargos públicos, ya sea con la obtención de percepciones muy superiores a la media, mediante el logro de gratificaciones no previstas en la ley o por ambas vías. Aliéntese la participación de parientes y familiares de altos funcionarios en el manejo de concesiones, contratos y otros instrumentos de vinculación monetaria no formal entre el sector privado y el poder político.
9. Entréguese potestades y facultades en materia de economía, comercio, seguridad, migración y otros rubros a potencias extranjeras o a organismos internacionales dotados de realismo y visión de futuro. Enviése a un secretario de Gobernación a atestiguar, con sonrisa bobalicona cuando una funcionaria extranjera anuncie operativos de exterminio de delincuentes, con tropas foráneas, en territorio nacional.
10. Proclámese, para despistar al enemigo, que el país avanza a pasos firmes y sólidos por el camino del esplendor económico, de la plena cobertura en servicios de salud, de la democracia funcional, del estado de derecho restablecido y la seguridad pública recuperada. Decórese, por último, con protestas de fe democrática e interés por los pobres.
26.2.12
Ciencia ficción con emoticons
Analizaron el extraño organismo de una mujer que estaba satisfecha con el tamaño de sus (.)(.), el más raro aun de un hombre que se sentía a gusto con las dimensiones de su .|. , y lograron, por fin, aislar el gen de la serenidad.
23.2.12
Detiene la PGR a Lucila
Bettina Cruz Velázquez
Lucila
Bettina Cruz Velázquez, integrante y cofundadora de la Asamblea de
los Pueblos Indígenas del Istmo de Tehuantepec en Defensa de la
Tierra y el Territorio, fue detenida por la PGR, sin orden de
arresto, el 22 de febrero en el municipio de Sta. María Xadani,
Oaxaca. Fue incomunicada y trasladada a Tehuantepec, en donde le
fueron presentados cargos por "privación ilegal de la libertad” de funcionarios de la
CFE. En el momento de su captura, Cruz Velázquez abandonaba una reunión, justamente con empleados de esa paraestatal.
El
21
de octubre de 2011 Lucila Bettina y Maribel González Pedro
fueron amenazadas
de muerte, cuando unos 50 trabajadores de una empresa
adjudicataria de una granja eólica llegaron a tierras pertenecientes
a la comunidad zapoteca de Unión Hidalgo en el Estado de Oaxaca. Los
miembros de la comunidad indígena se oponen a la construcción de la
granja eólica en sus tierras. Argumentan que la construcción se
está levando a cabo sin su consentimiento previo, libre e informado,
tal y como establece la declaración de las Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas y están preocupados por el
impacto de la construcción en su tierra y su agricultura.
Amnistía
Internacional señaló: “La
información disponible sugiere que está siendo blanco de
acusaciones injustas en represalia por su trabajo por los derechos de
comunidades indígenas”, exigió a las autoridades que garanticen
que Lucila Bettina Cruz Velázquez no será sujeta a tortura u otros
malos tratos, y se asegure que tenga acceso a un abogado de su
elección y que pueda mantener contacto con su familia. Asimismo, el
organismo humanitario internacional convocó a la ciudadanía a que
pida a la PGR y a la Segob el pleno respeto a los derechos de Lucila
Bettina.
De acuerdo con información del CIESAS, la activista social detenida es doctora por la Universidad de Barcelona
en Planificación Territorial y Desarrollo Regional.
22.2.12
Haberlo sabido antes...
No es plagio sino shopping:
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sólo están hechos para propietarios de negocios, también pueden
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simplemente ahorrarse tiempo.”
De la justicia a
la propaganda
Parece ser que la oficialía de partes de la Procuraduría General de la República ya se ha vuelto la principal instancia de propaganda electoral. Hace años que el calderonato utiliza a esa institución para propinar golpes de imagen a los partidos rivales del suyo y esa tendencia se agudiza conforme crecen los indicios de que el blanquiazul será desalojado de Los Pinos. El tricolor, por su parte, contrataca, anuncia una demanda contra la hermana no tan cómoda de Calderón por recurrir a los billetazos para imponerse en la interna panista e inicia acciones contra los ex gobernadores de Baja California Ernesto Ruffo y Eugenio Elorduy.
El trámite prescribe que esas torcidas pintas electorales en las ventanillas de la PGR y de la Fepade deben ir precedidas por el antecedente de una filtración, como las instrucciones giradas por radio por un presunto representante de La Familia Michoacana para que una localidad entera votara tricolor, y el telefonema en el que Cocoa ponderaba los efectos persuasivos de los tales billetazos entre delegados panistas.
Lo peor de este modus operandi electoral es que las acusaciones cruzadas tienen visos de ser ciertas y que la subcultura del fraude es hoy patrimonio común de panistas y priístas –también ha causado estragos en procesos internos perredistas– y que, en consecuencia, los arsenales de ambos bandos estarán muy bien avituallados para resistir varios meses de contienda negra.
En tal circunstancia, la dependencia encargada de la procuración de justicia tendría que actuar con estricto apego a derecho y sancionar a tirios y a troyanos con igual rigor. Pero parece más probable el cumplimiento de las supuestas profecías mayas sobre el fin del mundo que la actuación imparcial de procuradores y fiscales nombrados por Calderón, y si uno no logra imaginar a la PGR y a la Fepade presentando cargos contra Cocoa no será por un escepticismo hipertrofiado.
No fueron distintas las cosas, por supuesto, cuando los presidentes salidos del PRI se encargaban de poner y quitar procuradores –no se recurría, entonces, a la incriminación del adversario político con tanta frecuencia como ahora, pero sí que se otorgaba impunidades automáticas a los correligionarios–, pero la edad del asunto no elimina el problema de ir a comicios en ausencia de órganos independientes y creíbles de procuración de justicia, ya sea justicia electoral o justicia a secas, que ésta también tiene aplicaciones muy útiles en el debilitamiento de bandos rivales: todas y cada una de las imputaciones penales contra los funcionarios detenidos en el marco del michoacanazo fueron inventadas, como se demostró posteriormente, con la liberación de la totalidad de los acusados. Pero eso era lo de menos, porque el daño ya estaba hecho.
La persistencia del dedazo presidencial en ese cargo es tan escandalosa como lo fue la sumisión de la extinta Comisión Federal Electoral –antecesora del IFE, presidida por el secretario de Gobernación– al presidente en turno. Por eso, pase lo que pase en las urnas en julio, debiera ser tarea prioritaria del próximo gobierno y del próximo Legislativo la restitución de la autonomía de procuradores y ministerios públicos, particularmente en el caso de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales.
20.2.12
16.2.12
Homero y la intención de
prohibir los narcocorridos
Tal vez en México, en los infiernos regionales que genera la guerra por el narcotráfico, no haya en gestación un valor artístico de rango homérico, pero no se puede dar nada por seguro. Lo que se escucha ahora parece, en su mayor parte, deplorable, y acaso lo sea: no ha pasado por el tamiz del tiempo, que envía 49 de cada 50 creaciones a la basura –seamos optimistas– y atornilla la restante al muro de la posteridad. Nada tiene que ver, en el proceso de descarte, si la obra es producida bajo cuerda o si es producto de un acto de libertad. Recuérdese, para seguir con el ejemplo, que en la etimología de Homero se encuentra “rehén”, y que una elucubraciones biográfica afirma que era uno de esos descendientes de prisioneros de guerra a los que se confinaba al papel de memorizar, seguramente al gusto de sus patrones, las tradiciones épicas.
Así que no hay nada nuevo en la condición de quienes se dedican a componer y ejecutar narcocorridos: historias y proclamas musicalizadas que plasman hazañas verdaderas o imaginarias, aunque ilícitas, amenazas reales y bravuconadas evidentes, por lo general en el cauce del viejo romance castellano. Buenas, malas o pésimas, las que sobrevivan de esas composiciones ún día cobrarán un significado inseparable del resto de la cultura. En todo caso, los cantos serán más longevos que sus autores, a juzgar por los muchos narcocorridistas asesinados.
Además de los riesgos propios del oficio, hay una tendencia a criminalizar, literalmente, las letras. Hoy por hoy, los narcocorridos chorrean incorrección política porque suelen exaltar, o cuando menos no juzgar, las andanzas de los criminales, en un contexto sociopolicial y militar en el que esa clase de protagonistas son descritos, con razón, sin ella o con alguna, como los máximos enemigos de la sociedad, de la Patria y del orden cósmico.
Recientemente se reactivó una vieja iniciativa panista (de 2007) de reformas a los códigos Penal Federal y Federal de Procedimientos Penales para castigar con penas de hasta cuatro años de cárcel a quienes compongan o ejecuten piezas del género, el cual es situado en el mismo rango de gravedad que la colocación de cartulinas con mensajes junto al cuerpo de un ejecutado, las narcomantas o los videos sangrientos subidos a Youtube en forma anónima, masiva e imparable. Entre abril y mayo, los gobiernos de Chihuahua y Sinaloa ya habían adoptado medidas persecutorias de facto –es decir, sin fundamento en ley alguna– contra esta clase de canciones. El secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, ya había adelantado, en un tuit, su respaldo a la persecución: “Narcocorridos son apología del delito y promueven salidas falsas. Hay que enfrentarlos con cultura de la legalidad. Bien por @malova2010”, emitió el entonces vocero de Seguridad Nacional del calderonato, en referencia al gobernador sinaloense, Mario López Valdez.
El argumento central de los partidarios de la censura es que el narcocorrido implica, en automático, apología del delito e incitación a la violencia, señalamiento que no es necesariamente cierto. Para citar a los clásicos, La camioneta gris y Contrabando y traición son narraciones de hechos carentes de juicios de valor que encomien personajes o acciones; la segunda es incluso un tanto moralizante: traidor o contrabandista, pero no ambas cosas, porque “la traición y el contrabando / son cosas incompartidas”.
La masificación suele llevar aparejado un poco de fealdad, y el narcocorrido no escapa a la regla. Las composiciones actuales del género casi nunca alcanzan la riqueza narrativa de aquellas que datan de hace tres o cuatro décadas. Ciertamente, hoy en día es más frecuente que entonces el encontrar canciones que son meros mensajes ominosos, relinchos de exaltación al pesado o picudo y descalificaciones procaces de grupos delictivos adversarios de quienes contratan al compositor y/o al cantante de la pieza. Pero las consideraciones estéticas no animan ni a los sicarios que cosen a plomazos a los narcocorridistas díscolos ni a los legisladores que pretenden, más benevolentes, llevarlos a la cárcel, y los jilgueros caídos en años recientes no fueron víctimas de críticos musicales radicalizados y determinados a imponer el buen gusto por la vía armada. Se pretende, en cambio, vetar una forma de expresión artística y un discurso.
La prohibición, de ser formalizada, abriría un temible espacio de ambigüedad legal y un margen para la discrecionalidad, el atropello y la barbarie de Estado porque, sinceramente, no parece probable que las agencias de la Procuraduría empiecen a contratar masivamente a peritos filólogos que determinen si el presunto cuerpo del delito cabe en la categoría de narcocorrido; ¿qué tal una historia de narcos escrita en una métrica latinizante y cantada a ritmo de gregoriano que escapara a la definición genérica de corrido, y por ende de la del subgénero en cuestión? Por añadidura, alguien tendría que hacerse cargo de esclarecer –y ojalá que lo hiciera bien– a partir de qué punto la referencia a hechos delictivos se convierte en apología del delito. ¿Y si alguien omite la letra y se limita a una ejecución meramente instrumental de las composiciones de Los tucanes de Tijuana? ¿Será juzgado por delito de evocación?
Hay otro problema: la prohibición de temas relacionados con infracciones a la ley nos deja, a ojo de buen cubero, sin un tercio de la lírica tradicional. Visto desde los anteojos de Felipe Calderón o mentalidad similar, el cancionero popular mexicano es el Código Penal musicalizado: secuestro, estupro, homicidio agravado, feminicidio, lesiones que tardan más de 15 días en sanar, resistencia de particulares, violación, parricidio, rebelión, motín, asonada… Ah, pero nos quedaríamos con Cri-Cri, Agustín Lara y La Zandunga.
Por lo demás, si en verdad se piensa que se puede reducir la violencia y el crimen eliminando del discurso social las referencias a esos fenómenos, habría que empezar por implantar la prohibición en la televisión y la radio comerciales, los medios con mayor cobertura y penetración. Y algo hace suponer que, incluso si fuera correcta, esa medida no se aplicará nunca o no, al menos, mientras dure la configuración actual del grupo político, empresarial y mediático que detenta una parte del poder real: la otra es de los narcos.
En suma, si la persecución de una forma artística es punto menos que imposible, la prohibición de temas es una verdadera memez. Si los personeros del actual régimen –o los del próximo– se imaginan que penalizar el narcocorrido es una forma eficiente de coadyuvar al fin de la violencia, debilitar a la criminalidad, restañar el tejido social, o cosas semejantes, en verdad no tienen la menor idea de nada y actúan movidos por el impulso residual de la reacción inquisitorial –cómo le encantaba al Santo Oficio prohibir canciones pecaminosas– o bien tienen en la cabeza algo más perverso: dotar a las autoridades de instrumentos legales que les permitan cometer toda clase de atropellos e incrementar sus márgenes de discrecionalidad. Por ello, la iniciativa no sólo es un amago a los narcocorridistas, sino también a cualquier persona que sepa silbar y/o tocar guitarra, a estudiosos y académicos que pretendan hurgar en el género (o en cualquier asunto relacionado con el narco) y, en general, a la producción cultural de las regiones en las que el trasiego de drogas es el sector económico principal, que no son pocas.
Señores legisladores, políticos y gobernantes: olvídense de esta necedad. Los caminos de la cultura suelen ser inescrutables y lo peor que se les puede ocurrir es hacerlos patrullar por la Policía Federal o la Marina. Mejor impulsen de manera efectiva las actividades artísticas, creen empleos para letristas, arreglistas e intérpretes y diversifiquen las oportunidades laborales de muchos de ellos que, hoy por hoy, no tienen más posibilidad de subsistencia que jugarse el pellejo y trabajar para el ego y la comunicación social de los capos. Si hubiese vivido en el México de 2011, Homero sería uno de ésos.
Letras, plagios, infortunio
1. Historia del escándalo, contada por Roberto Ponce (Proceso)
2. Desgracias literarias – Gabriel Zaid
3. Un premio mal habido – Guillermo Sheridan
4. Comunicado:
En días recientes se me ha atacado en diferentes medios impresos y electrónicos porque utilicé párrafos de diversas fuentes en unos artículos que escribí hace años, y que representan una parte ínfima de los que he escrito.
No voy a negar que la falta que se me atribuye sea cierta. Niego sin embargo que éstos, mis artículos, sean producto de un plagio, lo sustancial de ellos parte de ideas y recuerdos propios, con un estilo personal que se puede rastrear en toda mi obra, y si en los casos señalados refieren algo ya escrito, investigado o conocido, no constituyen la médula de mi argumentación, y el propio sistema universal del derecho de autor lo admite como una conducta lícita, apuntando que la falta se limita a no haber entrecomillado o citado la fuente, sobre todo si ésta se realiza fuera del campo educativo o de la investigación científica.
Sin embargo, no pretendo justificar, ni disculpo lo hecho, al contrario, me disculpo con quien pudiera sentirse ofendido con ello, pero sí creo necesario acotar mi error, pues no medré con esos párrafos, ni me adjudiqué el mérito de algún descubrimiento excepcional, ni los presenté en ninguna instancia académica, y nada tienen que ver con ningún libro que me hubiese hecho merecedor a cualquier premio.
Quiero, al dar esta explicación, fijar una posición que se me ha reclamado, y por ello le he pedido al rector de la UNAM, Dr. José Narro Robles, la separación de mi cargo para que se mesuren en su exacta dimensión las faltas que pude cometer en el pasado, y reivindicar mi obra literaria y mi trabajo como editor y funcionario de la cultura.
Sealtiel Alatriste
5. Carmen Aristegui entrevista a Sealtiel Alatriste
6. Sobre el plagio – Octavio Rodríguez Araujo
14.2.12
“¿Qué querían que hiciera?”
El 27
de diciembre de 2002 Tv Azteca envió al cerro
del Chiquihuite a una treintena de efectivos armados y encapuchados
que irrumpieron violentamente en las instalaciones de transmisión de
CNI-Canal 40, redujeron a los vigilantes y técnicos que allí se
encontraban, los esposaron y amordazaron y, pistola en mano, los
obligaron a firmar un “acta de entrega” de las instalaciones. El
entonces abogado de CNI, Fernando Gómez Mont, dijo que aquello era
expresión de “la voluntad arbitraria de un grupo privado que
entrenó a un grupo especial para tomar la antena transmisora”, por
la cual empezó a ser emitida la señal de Tv Azteca. Poco después,
la mañana del Día de Reyes de 2003, en la nueva sala de prensa de
Los Pinos un funcionario de Canal 40 le pidió a Vicente Fox, a la
sazón presidente de la república, que interviniera para hacer
respetar la ley. El de Guanajuato le
replicó con la que habría de convertirse en
una de las frases emblemáticas de su administración y de sí mismo:
“¿Y yo por qué?”
A unos meses de partir hacia un destino
incierto, y a la vista de las ruinas humeantes dejadas por su
administración en el territorio nacional, Felipe Calderón pronunció
una pregunta de orfandad ética y primitivismo
intelectual comparables a los del “¿Y yo por qué?” de Fox:
“¿Qué querían que hiciera?”, se interrogó en voz alta el
michoacano, tras justificar la guerra en la que metió al país
porque no era conveniente “que invitara a pasar [a los criminales],
que los saludara y les ofreciera un cafecito, o qué”.
¿Y qué queríamos que hiciera? Bien,
la respuesta no puede ser tan sintética como la pregunta. Para
empezar, tras la inmundicia de Estado que fue la elección de 2006,
era recomendable que se abstuviera de tomar y ejercer la presidencia
sin antes cerciorarse de que la había ganado. Si hubiera aceptado un
recuento voto por voto ni siquiera habría necesitado de algo tan insensato como esa guerra para tratar de obtener un poco de
legitimidad.
También habría sido pertinente, antes
de tomar la determinación fatídica que tomó, estudiar a fondo el
fenómeno de la delincuencia organizada, hacerse asesorar por
expertos en la materia, tratar de comprender los vínculos entre
criminalidad, economía, salud pública, educación, cultura y
rezagos sociales. Si se hubiese tomado la molestia, habría
entendido, por ejemplo, que el narcotráfico es un asunto policial,
en tanto que la fármacodependencia es un tópico de salud pública,
y no habría necesitado formular una justificación propagandística
tan absurda y parodiada como esa de “Para que la droga no llegue a
tus hijos...”
Habría podido leer algo de historia
para enterarse que el principal promotor del narcotráfico en el
mundo es Estados Unidos, y no sólo por tener en su sociedad el
principal mercado de estupefacientes lícitos e ilícitos, sino
también porque su gobierno es y ha sido, en México y en el resto
del mundo, un importante operador del trasiego de drogas. Si se
hubiese asomado aunque fuera a los libros de texto de secundaria,
acaso habría caído en la cuenta del papel que ha desempeñado
Washington en la historia mexicana y no habría cometido el disparate
de confiar la seguridad nacional al país que ha sido desde siempre
la principal amenaza para ella.
Calderón también habría podido
cumplir con las leyes y hacer frente a la corrupción monumental que
campea en la administración pública; habría podido promover la
creación de empleos dignos y bien pagados para reducir el enorme
margen de reclutamiento de que goza la criminalidad; habría podido
ordenar la persecución enérgica del lavado de dinero; habría
podido pedir una investigación seria y confidencial de los vínculos
con la delincuencia que se atribuyen a varios integrantes y ex
integrantes de su gabinete de seguridad; habría podido empezar por
la depuración del personal fiscal, policial y militar en los
puertos, aeropuertos y aduanas; habría podido emprender una
persecución más pareja de los cárteles para evitar que lo
acusaran –como ahora lo acusa medio mundo– de proteger al del
Chapo Guzmán; habría podido promover marcos y protocolos de
respeto a los derechos humanos para las fuerzas de seguridad civiles
y militares; habría podido combatir al crimen organizado en vez de
fingir que lo enfrentaba. Habría podido actuar con patriotismo,
honestidad, eficiencia y visión de Estado.
Por supuesto, nadie le
pidió nunca que entregara el país a la delincuencia ni que “la
invitara a un cafecito”. Para combatirla y hacer cumplir la ley
habría podido hacer muchas cosas sensatas y positivas pero decidió,
en cambio, hacer una carnicería.
12.2.12
Pedro Pardo y la imagen
de México en el mundo
El
mexicano Pedro Pardo obtuvo
el tercer puesto del World Press Photo por una imagen sobre
la guerra entre cárteles de la droga en Acapulco. Colaborador
de La Jornada Guerrero y
Afp, fue galardonado en la categoría “Historias
Contemporáneas” por
una instantánea sobre la lucha contra el narcotráfico en México
tomada para la agencia francesa.
La foto muestra parte de cinco cuerpos hallados
en el interior de un taxi, ubicado junto a otro cadáver que se
encuentra en el suelo y que es revisado por un equipo forense.
Felipe
Calderón ha gastado muchos millones de dólares de dinero nuestro
para difundir patéticas tomas de sí mismo sobre la Pirámide de la
Luna, en Teotihuacán, volando en globo o chapuceando en una cueva,
en The Royal Tour. Pero la imagen de México que prevalece en el
mundo no es la de un político bobalicón incrustado en escenarios de
agencia de viajes, sino la de un país empujado –en
gran medida, por la perversidad del gobierno calderonista– al
infierno de la guerra y la destrucción: ni paisajes de ensueño ni
grutas misteriosas ni vestigios portentosos de civilizaciones
extintas, sino deudos destrozados por el dolor, masas encefálicas
derramadas sobre el asfalto, cuerpos descuartizados, hedor de muerte.
“¿Y qué
querían que hiciera?”, se
preguntó hace unos días el todavía gobernante al tratar de
justificar la guerra que emprendió. Para enfrentar y combatir a la
delincuencia habría podido hacer muchas cosas, empezando por cumplir
con las leyes y hacer frente a la corrupción monumental que campea
en la administración pública; habría podido promover la creación
de empleos dignos y bien pagados para reducir el enorme margen de
reclutamiento de que goza la criminalidad; habría podido ordenar la
persecución enérgica del lavado de dinero; habría podido pedir una
investigación seria y confidencial de los vínculos con la
delincuencia que se atribuyen a su secretario de Seguridad Pública,
Genaro García Luna; habría podido empezar por la depuración del
personal fiscal, policial y militar en los puertos, aeropuertos y
aduanas; habría podido mantener las decisiones de seguridad en el
ámbito de la soberanía nacional, en vez de entregárselas a
Washington; habría podido combatir al crimen organizado en vez de
fingir que lo enfrentaba. En fin, habría podido hacer muchas cosas
sensatas, pero optó por hacer una carnicería.
El país ha reaccionado con dolor y rabia desde que se vio a dónde
conducía la estrategia calderonista, y ante los reclamos, las voces
del régimen han sostenido que las decenas de miles de bajas de esta
guerra son causadas por criminales que “se matan entre ellos”.
La veracidad de ese aserto oficial queda perfectamente demostrada
en una de las gráficas tomadas por Pedro Pardo en Acapulco:
11.2.12
El producto
En la sex shop tricolor
tienen un nuevo producto
que más que nuevo, es reducto
del jurásico esplendor;
no siendo buen orador,
se recomienda que no hable;
por su caída notable
es la marca comercial
de este juguete sexual
“El Muñeco Desinflable”.
10.2.12
Definición de ridículo
9.2.12
Las esponjas no
saben de empatía
Hay la fantasía tecnológica de capturar las vivencias de una persona en algún medio –digital, supongo– para luego reproducirlas en la cabeza de alguien más. Es, refuromulado en clave tecnológica, el viejo sueño de tener acceso a lo que siente el otro –sentimientos, sensaciones, percepciones– en una circunstancia determinada: ver lo que el otro ve, disfrutar lo que disfruta y aterrorizarse con sus terrores. Conectar dos cerebros, dos conjuntos de glándulas suprarrenales, dos sistemas táctiles, dos narices, cuatro ojos y otros tantos tímpanos, en tiempo real o diferido, para entender, para espiar, para robarse el gozo como si fuera un acceso inalámbrico o para compadecer, que significa sufrir en armonía.
En el imperio de la fantasía hay personajes –mediums, telépatas y otras profesiones– dotados de un poder psíquico para sintonizar la mirada y el sentir ajeno, así como sistemas que permiten captar, almacenar y/o reproducir la circunstancia interior de alguien.
Algunas de estas potestades son realidad desde hace muchos años. La telefonía y las grabaciones de audio, primero analógicas y ahora digitales, permiten asomarse a lo que escucharon unos tímpanos ya difuntos, o bien husmear en los sonidos que reverberan a miles de kilómetros de distancia. La vista también ha logrado, por medio de la fotografía, el cine y las transmisiones de video, brincar las barreras del tiempo y de la distancia. Cuando nos sentamos a ver una peli obtenemos, en esencia, una exacta reproducción de lo que entró a los ojos del camarógrafo. Bueno, eso ocurre al menos en las cintas previas a las técnicas de efectos especiales por medios informáticos; desde su advenimiento podemos, además, vislumbrar lo que ocurre en la imaginación del director.
El sonido estereofónico y de 5.1 canales dan mayor verosimilitud a una cinta. Las tecnologías de visión estereoscópica, por su parte, incrementan el realismo de las tomas y hacen más poderosa la inmersión. Los otros tres sentidos han corrido con menos suerte que la vista y el oído. La llamada 4D ha buscado incorporarlos de alguna manera a la experiencia cinematográfica mediante vibraciones y otros movimientos inducidos en el asiento del espectador, la propagación de olores en la sala, y así, y empiezan a popularizarse dispositivos de llamada realidad virtual que permiten la interacción del usuario con entornos meramente sintéticos.
Tal vez algún día el desarrollo tecnológico logre crear algo más que esos pastiches de realidad que son, en el fondo, muletas dea una imaginación perezosa y atrofiada. Y es que es un tanto pasmoso que nos empeñemos en la fabricación de cachivaches inmersivos de realidad virtual y 3D cuando tenemos interconstruido un mecanismo para vivir lo que viven los otros. Se llama empatía y permite transmitir, de una persona a otra, el sueño, el llanto, la risa, la tristeza, el hambre, la excitación sexual, la comezón, el sufrimiento de la pérdida, la irritación ocular, la rabia, el placer del arte, el desprecio, la ternura, la intriga y el terror, entre otras cosas. Puede disparar la conmiseración pero también la envidia; viene de fábrica con adaptadores para todos los sentidos y múltiples lenguajes, y no sólo permite compartir las percepciones sino también las vivencias, y hasta las experiencias. Más aun. La empatía permite brincar la barrera de las especies y adentrarnos por el dolor de una cucharacha rociada de insecticida que en vano trata de escapar al entumecimiento progresivo de las extremidades y al adelgazamiento de las percepciones, que en su caso, hasta donde sabemos, son harto escasas.
Se afirma que somos la única especie dotada de la malignidad suficiente para hacer del sufrimiento un espectáculo. Y sí. Contra esa aptitud lanza una advertencia ética formidable el martinico Aimé Césaire:
Y sobre todo, cuerpo mío, alma mía, cuídense de cruzarse de brazos en la actitud estéril del espectador, pues la vida no es un espectáculo; porque un mar de dolores no es un proscenio, porque un hombre que grita no es un oso que baila.
A reserva de que llegue el tiempo en que sea posible entrar al cerebro de un lobo y ver qué siente, además de cansancio, una vez que ha terminado de triturarle las vértebras a una cabra viva, no parece haber, fuera de lo humano, una contención moral parecida al arrepentimiento, y éste no viene si no lo convoca la empatía con la víctima de la maldad o del simple infortunio. Las lágrimas del cocodrilo son un fenómeno real, pero no brotan por remordimiento tras el asesinato, sino porque las mandíbulas presionan las glándulas lagrimales del reptil cuando éste tiene que abrir tamaña bocota para engullir una pieza de mediana a grande.
Pero quién sabe. Circula por ahí un video (y no parece actuado) que muestra a un pobre leopardo que mata a una mona; cuando empieza a comérsela, sale de los entresijos del cadáver un pequeño crío aterrado. En vez de considerarlo un inesperado postre, el felino deja a un lado su cena, se ocupa de buscar un refugio adecuado para el changuito y se pone a cuidarlo. Sin llegar a tal extremo, la adopción de cachorros huérfanos es una práctica común entre los mamíferos, aunque los huérfanos sean de otra especie.
Pero la generosidad es una de las posibles consecuencias de la empatía y no la requiere. En diciembre pasado unos científicos alemanes dijeron haber descubierto un gen (el llamado COMT-Gen en su variante COMT-Val) que permite generan una enzima que desactiva, a su vez, sustancias cerebrales como la dopamina, y cuya presencia o ausencia en el ADN de alguien determina su mayor o menor tendencia a dar. Esta molécula podría ser una treta de la naturaleza para propiciar la preservación de especies gregarias, como la nuestra. Porque en depredadores solitarios, como las arañas, la generosidad es más bien una amenaza a la supervivencia.
En todo caso, no parece probable que la empatía, ese contagio vivencial que permite ponerse en el pellejo de otra persona o en el caparazón de otro organismo, y que es punto de partida para acciones tan rebuscadas como depositar flores en la tumba de alguien, sea una herencia natural demasiado antigua.
El South African Journal of Science publicó hace poco un descubrimiento al parecer trascendente: fósiles de esponja que datan de 760 millones de años y que serían las primeras formas de vida animal en este planeta. El descubrimiento haría retroceder el surgimiento de esa forma de vida en 100 o 150 millones de años. Se trata de unas esferitas porosas y diminutas –del tamaño de un grano de polvo– que vendrían a ser nuestras abuelas más lejanas. Al contemplar sus restos en el microscopio no da la impresión de que hayan tenido ni un jodido asomo de empatía por alguien o por algo. En cambio, alguna podremos tener para con ellas, con los pobres peces que se aventuraron fuera del caldo oceánico y con los próceres simiescos que habitaron el suelo, se irguieron y fueron bípedos. Y podemos sentirla incluso con seres que aún no existen pero que amamos, como nuestros descendientes remotos que un día tendrán que abandonar este planeta y buscarse otro sitio para vivir.
Sólo por si las dudas, acudí a Luneta y a Sócrates y les leí los párrafos anteriores en busca de alguna reacción insólita, pero temo que la palabrería no les significó nada o, en todo caso, nada nuevo. Me observaron con canina indiferencia y se guardaron sus comentarios. Ellos lo que quieren es un hueso y un apapacho. Al final de la lectura los agasajé con ambas cosas, en compensación por el aburrimiento. Con todo, sé que me quieren.
7.2.12
La maldición
Desde la tarde del domingo, los principales diarios nacionales dieron cuenta de la inmundicia que fue la elección interna en Acción Nacional: acarreos –con pases de lista y repartos de tortas, cómo no–, compra de votos, robo de urnas, guerra de filtraciones, rasurado del padrón, urnas embarazadas, coacción de votantes desde instituciones públicas –como el ayuntamiento de Monterrey– y bloqueos de caminos para impedir el acceso a centros de votación. Hubo incluso balazos al aire para amedrentar a fucionarios de casillas y ciudadanos. Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Juan José Hinojosa y otros próceres panistas se revolverán en sus tumbas.
Está por verse eso de que el PAN “marcará la historia de México” llevando a una mujer a la Presidencia; en lo inmediato, el partido marcó su propia historia con una caída plena e inocultable –a pesar de las inverosímiles fotos de reconciliación entre los precandidatos– en la cloaca de eso que se llamaba “la subcultura política” del mapacheo... en sus propias filas.
Era inevitable. Ya en 2006 la presidencia foxista y las cúpulas empresariales decidieron torcer la voluntad popular mediante las campañas sucias, el uso descarado de recursos públicos y, en última instancia, el acomodo alquímico de sufragios para darle a Felipe Calderón una falsa ventaja de 0.56 por ciento sobre López Obrador. La práctica del fraude electoral es adictiva y no se puede mantener las formas democráticas al interior de una organización política si ésta no las respeta hacia afuera. Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero Arroyo fueron miembros prominentes del grupo –junto con Elba Esther Gordillo, Vicente Fox, el ex embajador estadunidense Anthony Garza y algunos capitanes empresariales– que impuso a Calderón en la Presidencia en 2006 y algo o mucho tuvieron que haber aprendido en aquel episodio trágico.
Lo peor de todo es que, a juzgar por resultados, el cochinero no era necesario: habría bastado con dejar que los votantes panistas sufragaran en paz y sin interferencias para que Vázquez Mota obtuviera la candidatura presidencial, tal y como lo delineaban los sondeos de popularidad. A lo sumo, los apoyos ilegítimos desde oficinas públicas le sirvieron al ex secretario de Hacienda para trepar del tercer al segundo puesto y para dejar relegadísimo a Santiago Creel, quien no encontró otro consuelo para su 6 por ciento que el de haber jugado “democráticamente, de manera austera, con una campaña limpia y de propuestas”. Así es la vida. En 2005, Creel, el entonces favorito presidencial de la primaria panista, se tronó 25 millones de pesos mensuales en espots televisivos, y también perdió.
La irregularidad era innecesaria, pero probablemente no sea inofensiva, pese a la determinación impostada de “unidad” entre los contendientes y de los abrazos para la foto entre ganadora y perdedores. Es de esperar que muchos ciudadanos hayan observado el cochinero de las internas del domingo y que saquen sus conclusiones ante la candidatura presidencial de Vázquez Mota
En 2006 Acción Nacional se embarcó en una traición a las reglas democráticas que seis años antes le habían permitido poner a uno de los suyos en Los Pinos. Ahora, ese partido parece condenado a reproducir el fraude, a vivir con él, a proyectarlo, a convertirlo en parte de sus esencias. Podría parecer una maldición, pero no. Se trata de la asimilación del partido por el régimen al que combatió durante décadas y al que ahora sirve como logotipo de un frente electoral bicápite. Porque en el fondo, en los intereses que los mueven y en la propuesta de país que enarbolan, en PAN y el PRI son, básicamente, lo mismo.
6.2.12
2.2.12
Isabel y su calle
El joven sudamericano me atendió con una amabilidad inusitada en cualquier latitud, se tomó la molestia de aclarar todas y cada una de mis dudas sobre la tarjeta de video que le estaba comprando y me ofreció ayudarme en la instalación del artefacto si me surgía un contratiempo. Esto ocurrió en un pequeño local de piezas electrónicas en la calle de Isabel la Católica, no lejos de donde esta soberana medieval se cruza con Venustiano Carranza, en una de esas extrañas maromas que llevan a personajes históricos disímiles a ayuntarse en la nomenclatura urbana.Unos cientos de metros al sur de allí, rumbo a Arcos de Belén, abre sus puertas un café propiedad de maronitas de origen libanés; del otro lado de la calle una cooperativa de zapotecos ofrece variados textiles de sobriedad impactante y cinco locales después se encuentra la pastería de León Kopeliovich. Allí se ofrece el modelo clásico, el minero, de carne con papas, más otros, de invención del propietario, como el de mango con queso filadelfia. León pone en sus productos la misma pasión que en la escultura (porque también es escultor) y los cuida desde que son ingredientes básicos hasta después de ser despachados: aconseja al comprador la manera correcta de recalentarlos y brinda una cuidadosa descripción de las envolturas y sus detalles, para que pueda identificarse cuál es cuál. Kopeliovich es amable y de plática fácil y cuida la venta de un paste de 20 pesos con el mismo empeño con que alguien cuidaría un contrato de construcción por 15 millones de dólares.
La presencia de estos negocios pequeños, pero bien llevados, en una arteria que lleva por nombre Isabel la Católica, es una esperanzadora paradoja. Supongo que en los cánones del tiempo en que fue bautizada esa vialidad, Isabel de Castilla era una heroína, forjadora principal del Estado español, consumadora de la reconquista cristiana de la península y triunfadora de varias guerras: la que encabezó contra la infortunada Juana de Trastámara, su sobrina; la que emprendió contra los herejes, de la mano de la Santa Inquisición; la que llevó a cabo contra el reino nazarí de Granada; las campañas de Italia y la intervención contra los turcos en Cefalonia, entre otras. Sin contar, por supuesto, con la que dejó apenas encaminada en este hemisferio, y que habría de ser la más sangrienta de todas: la de la Conquista de América.
Adicionalmente, el régimen encabezado por Isabel de Castilla y su marido, Fernando de Aragón, ordenó la expulsión de España de los judíos (Edicto de Granada, 1492), de los gitanos (Pragmática de Medina del Campo, 1499) y de los musulmanes (Pragmática de 1502). La destrucción del Sefarad y del Andalus conllevó prácticas que hoy en día se denominan crímenes de odio, xeonofobia, racismo y limpieza étnica. Desde la perspectiva de la ética desarrollada en el siglo XX –el término genocidio lo acuñó el polaco Raphael Lemkin en 1944 para definir lo que hicieron los turcos contra los armenios–, la obra de gobierno de Isabel y Fernando cabría entera en el Estatuto del Tribunal de Núremberg para crímenes contra la humanidad: “asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y cualquier otro acto inhumano contra la población civil, o persecución por motivos religiosos, raciales o políticos”.
“Por haber nacido en otra parte...”
- Francisco de Goya
Pero Isabel era una señora medieval que no se enredaba en asuntos morales que ya planteaban, en su época, humanistas como Pico della Mirandola (1463-1494), quien en su admirable Discurso sobre la dignidad del hombre formuló una moral basada en el derecho inalienable a la discrepancia, el respeto por las diversidades culturales y religiosas y el derecho al crecimiento y enriquecimiento de la vida a partir de la diferencia, y vio en el cristianismo no un violento ariete de la intolerancia –como lo viven los Bush, Ratzinger, Calderón Hinojosa y otros cristianos– sino un punto de convergencia y un territorio de paz filosófica para todas las doctrinas.
A la soberana lo que le interesaba era erigir la grandeza de su reino, y además debía lidiar con la rebeldía de su hija Juana (llamada “la Loca”, acaso por eso mismo) y con la legendaria vacuidad de su esposo, Fernando, quien se la pasaba haciendo hijos bastardos y al que hasta en retrato se le nota lo pendejo. Su divisa real era “Tanto monta...”, en referencia a que da igual cortar el nudo gordiano que desatarlo; hoy se diría que el fin justifica los medios o, en mexicano del bajo dialecto tardío, haiga sido como haiga sido. La dictadura franquista cambió el sentido del lema y lo reconvirtió en un insospechado alegato de igualdad de género para los Reyes Católicos, que eran sus ídolos: “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”.
Al parecer, Isabel montaba mucho más que el marido. Mi abuelo nunca se aventuró fuera de su pueblo, pero de algún modo supo que en un monumento funerario de la Capilla Real de Granada se hace alusión a la diferencia. Y sí: en la hermosa escultura que cubre el sepulcro de ambos, Domenico Fancelli los representó difuntos, lado a lado; Fernando carga con el peso de un espadón enorme que jamás blandió en vida, mientras Isabel voltea ligeramente la cabeza hacia el lado opuesto, en un gesto, diríase, de eterno desdén conyugal hacia su nimio marido. En la foto de mármol, la testa coronada de Fernando se proyecta hacia arriba, como si no pesara, mientras que la de su esposa se hunde de manera evidente en la almohada. Y decía mi abuelo que ese detalle representa la inteligencia superior de las mujeres en general, o de esa mujer en particular, y creo que tenía razón.
Fernando II de Aragón
Semanas atrás, un fulano de cuyo nombre no quiero acordarme fue videograbado cuando golpeaba a un empleado y después expuesto a la opinión pública. El agresor resultó ser judío. Claro que entre los judíos, como entre cualquier otro grupo humano, hay uno que otro canalla, como esos gentiles o goyim que llamaron “extranjero” al golpeador de marras. Lo malo es que esa forma de pensar es gobierno. Hace unos días, al responder a un joven que lo interpelaba en Guadalajara, Calderón soltó esta lindeza: “Aquí, la ley no es ni del Chapo, ni de Los Zetas, ni del Golfo. Aquí, la ley es la que nos damos los mexicanos, y no permitiremos que otra ley se imponga sobre la ley de los mexicanos”. Por caridad, que alguien le explique al señor la diferencia entre nacionalidad y legalidad, le haga saber que El Chapo no es sueco ni los Zetas, tamiles, que los del Golfo no se llaman así por el Golfo Pérsico, y que la delincuencia organizada no se castiga con pérdida de la nacionalidad.
La gran mayoría de los seres humanos –protestantes, judíos, musulmanes, maronitas o budistas, zapotecos o argentinos, anarcosindicalistas o conservadores, albañiles, joyeros o sobrecargos, cofrades del Santo Sepulcro o bisexuales– está compuesta por buenas personas. A la larga, la hibridación, el contagio y el enriquecimiento de la vida a partir de la diferencia son principios más fuertes y vitales que el integrismo cristiano, islámico o cualquier otro. Y en las calles de Isabel la Católica, por las que pululan comerciantes de todas las raíces, incluida, por supuesto, la mexica (que no es más y no es menos que la purépecha, la la vasca o la china), uno evoca la convivencia pacífica del Sefarad, El Andalus y España antes de que los Reyes Católicos decidieran que no bastaba con ostentar el control político ni con derrotar militarmente al emir o al califa, sino que era bueno y justo, además, suprimir lenguas, religiones, culturas, hablantes y creyentes. Si la reina se enterara de lo que ocurre en su calle, sus huesos brincarían de susto bajo la escultura de Fancelli.
¿El peso de la inteligencia?
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