La falsa marcha de los poderosos, sin el pueblo
Ante el anuncio de que Benjamin
Netanyahu iría a París para participar en la magna marcha de
repudio al atentado contra el semanario Charlie Hebdo, el gobierno
francés cobró inmediata conciencia de lo repugnante que habría de
ser, en ese contexto, la presencia del carnicero de Gaza, y le
pidió inútilmente que no fuera; para compensar en alguna medida
esa asistencia indeseable la cancillería francesa se vio obligada a
invitar al jefe de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas.
Ambos, a la postre, aparecieron flanqueando a François Hollande en
una foto truqueada en la que parecía
que encabezaban la marcha, por más que detrás de ellos sólo
había un discreto enjambre de guardaespaldas.
A ese encuentro fotográfico asistió
también Mariano Rajoy, en representación de un Estado que se dice
democrático y respetuoso de las libertades, pero pero que jamás
toleraría una publicación como Charlie Hebdo en su territorio. Sea:
las autoridades españolas no acribillan con ráfagas de Kalashnikov
a caricaturistas, artistas y opositores políticos molestos: sólo
los multan, censuran y encarcelan, como lo hicieron contra el
semanario satírico Jueves por caricaturizar a los ahora reyes Felipe
de Borbón y Letizia Ortiz, que ordenan la clausura de una exposición
del pintor Ausín Sáinz porque representó al propio Rajoy y a la
infanta Cristina con mierda sobre la cabeza (imagen que en las
páginas del semanario francés atacado habría sido rutinaria), o
que encarcelan a los abogados de los
presos etarras y hostigan judicialmente a todas las expresiones
del independentismo vasco radical pero no violento, o que impiden con
amenazas policiales la libre expresión soberanista de la población
catalana.
A Netanyahu –señalado como criminal
de guerra por el clamor internacional y responsable político de
miles de asesinatos de civiles inermes e inocentes, entre ellos,
siete periodistas–, a Rajoy y a otros de calidad moral similar,
como los gobernantes de Jordania, Túnez, Egipto y Turquía, no les
importó debilitar la de todos modos impresionante movilización del
domingo pasado en París y otras ciudades de Francia. Su presencia
allí no hizo pensar a nadie que han experimentado una súbita
conversión a los principios republicanos de la justicia y la
libertad de expresión, pero se agregó como argumento ralo a esos
espíritus mezquinos que han venido poniendo el acento no en la
barbarie intolerable de los asesinatos perpetrados en la oficina de
la Rue Nicolas Appert, sino en el mal gusto, la incorrección
política o hasta el racismo de los periodistas ejecutados. Cosas
veredes.
Las muestras de descaro ocurrieron
también a la distancia: Enrique Peña Nieto, bajo cuyo gobierno han
sido asesinados y desaparecidos un montón de periodistas, se
apresuró –el día mismo de los hechos– a enviar un tuit de
condena a la masacre de periodistas en la redacción de Charlie Hebdo
y a expresar sus condolencias a los
deudos de las víctimas. Mejor habría hecho en ahorrarse el gesto
porque los 127 caracteres de ese mensaje no le sirvieron de maldita
la cosa a nadie, pero obligaron a recordar que en ese mismo medio el
sujeto tardó nueve días en decir algo
acerca de la agresión contra los estudiantes de Ayotzinapa y 20 en
formular la primera expresión de
simpatía para con los padres de los muchachos muertos y
desaparecidos.
Aunque son numerosas las diferencias
entre la agresión de Iguala y el ataque de la Rue Nicolas Appert, es
claro que ambos episodios ameritaban, por su atrocidad, una respuesta
oficial inmediata y contundente. François Hollande –sean cuales
sean sus defectos, errores y miserias– tardó diez minutos en
reportarse por teléfono con el primer colaborador del semanario que
encontró, y media hora en apersonarse en el lugar de la agresión.
Tres días después, encabezaba las protestas. Peña, en cambio, pasó
diez días minimizando los asesinatos y las desapariciones de
normalistas con el argumento de que eran un asunto local de Guerrero,
aunque resultara evidente que eran, desde el primer momento, un
motivo de indignación nacional e internacional. A los dos meses del
episodio, algún asesor ocurrente le propuso que hiciera suyo el lema
Todos somos Ayotzinapa; obviamente, a esas alturas, fue uno de los
consejos más contraproducentes de cuantos le han facilitado.
Lo bueno es que, independientemente del
oportunismo de criminales, autoritarios, represores y descarados,
allá y acá, y cada cual a su propio ritmo, las sociedades han
respondido a la barbarie de manera contundente y masiva.
3 comentarios:
Totalmente de acuerdo con la nota. Es imposible que los presidentes de España y México se solidaricen a la distancia y repriman en casa. Hechos hipócritas y lamentables.
Soy mexicano que vengo de (nací en) un París para dos Françias: en aquél entonces, la BOTA imperialista NAZi mandaba y los PROLES resistían. COMO HOY en los dos MÉXiCOS: la BOTA imperialista YANQUI (un tío $AM con piel de Oveja Negra y Casa Blanca con Salón para Mamadas) MANDA y nos iMPONE títeres paleros, mientras los PROLES, no tan sólo RESiSTiMOS sino que ESTAMOS HASTA LA MAMi y PERDiMOS EL MiEDO.
Comparando con Françia, llevamos MÁS de 70 años de ATRASO en ésta prostitución llamada DEMOCRACiA. Prefiero MORiR a que siga éste NARCO GOBiERNO cacanietista...
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