En
el Estado de México el PRI ha puesto en juego el catálogo de
mapacherías para impedir el triunfo de la oposición en las próximas
elecciones estatales del 4 de junio: derroche de recursos públicos
para repartir dádivas entre los electores, presencia intensiva de
miembros del gabinete para hacer campaña por el aspirante del
peñato, uncimiento a los intereses de la facción gubernamental de
las decisiones de la autoridad electoral local y apoyo y aliento a
candidatos sin ninguna posibilidad real de triunfo pero capaces de
restar votos a la única candidatura de verdadera oposición: la de
Delfina Gómez Álvarez.
Un
componente adicional para desorientar y engañar a la voluntad
popular es que en esta ocasión el grupo en el poder concurre al
proceso electoral con dos candidaturas significativas: una explícita,
la del Alfredo del Mazo, y una furtiva, la de Josefina Vázquez Mota,
una funcionaria leal al régimen neoliberal, beneficiada durante tres
años con subsidios presidenciales nunca bien aclarados, y que podría
ser una suerte de “Plan B” en caso de que no surtan efecto todos
los recursos empeñados para impulsar al representante oficial del
jurásico de Atlacomulco y éste se vaya al fondo en las preferencias
electorales.
Por
el lado del PAN la reacción ha cerrado filas en torno a Josefina
Vázquez Mota hasta el punto de que uno de sus más notorios
malquerientes, Felipe Calderón, acudió entusiasta al lanzamiento de
su candidatura. Las artes de la guerra sucia empleadas por el panismo
en 2006 –la calumnia repetida hasta volverla tendencia de opinión,
la siembra de pánico, la descalificación mercadológica– ya están
siendo desempolvadas para aplicarlas en contra de Delfina Gómez, y
no sólo por sus creadores originales sino también por la dirigencia
priísta. Previsiblemente, esa clase de campaña crecerá y se
intensificará conforme se acerque la fecha de los comicios y veremos
una vez más cómo la inmundicia arroja pedazos de sí misma en
contra de sus adversarios.
La
corrupción, la violencia, el quiebre del estado de derecho, la
impunidad, la pobreza y la marginación que caracterizan al Estado de
México son, al mismo tiempo, la gran debilidad y la gran fortaleza
del régimen ante estas elecciones: por un lado, es evidente que es
en esa entidad en donde el régimen neoliberal ha alcanzado sus cotas
máximas de inviabilidad, pero por el otro la extremada
descomposición institucional y social genera un terreno propicio
para operar los mecanismos de distorsión de la voluntad popular
–desde el acarreo y la compra de votos hasta el manoseo cibernético
de los resultados– y para cometer, al amparo de autoridades
obsecuentes y omisas, toda clase de infracciones a la legalidad
electoral y a la legalidad a secas.
Las
posibilidades de vencer los operativos referidos y de impedir la
perpetuación del régimen en la entidad –sea por la vía de Del
Mazo o de Vázquez Mota– dependen, por un lado, de que para el
grupo en el poder resulten más perniciosos que benéficos los saldos
causados por décadas de sembrar pobreza, corrupción y violencia;
por el otro, de la concreción orgánica del hartazgo y de una toma
de conciencia masiva entre la ciudadanía mexiquense que se concrete
en una insurrección cívica por la vía de las urnas: una proeza
social y ciudadana posible.
Resulta
fundamental en esta circunstancia comunicar que la recuperación del
Estado de México para sus habitantes es una tarea posible, a
condición de que los propios mexiquenses están dispuestos a
emprenderla llevando a Delfina Gómez a la gubernatura. Debe
entenderse que la lucha electoral de Morena no es por el cargo del
ejecutivo estatal sino por hacer posible el acceso al gobierno a los
sectores mayoritarios de la población y por poner a su servicio los
organismos públicos que actualmente se encuentran al servicio de
poderes fácticos legales o ilegales. Y es de gran importancia,
asimismo, hacer ver a la ciudadanía la trascendencia de una derrota
local del régimen en el escenario nacional. En efecto, si se logra
el triunfo de una candidatura realmente opositora al PRI en su
principal semillero de sufragios, en la cuna del equipo que hoy
detenta la Presidencia y en la raíz de su poder mafioso, la suerte
del régimen para 2018 estará prácticamente sellada.
Ni
los mexicanos ni los mexiquenses tienen porqué estar condenados a
vivir bajo la podredumbre impune de los gobernantes ni en la pobreza,
la informalidad, la violencia, los feminicidios, la resignación y el
cinismo. Otra vida es posible.
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