En enero del año pasado, en La Habana, Fidel Castro y Juan
Pablo II emanaban hacia el mundo un impresionante poder residual y, en ese
momento, combinado. El signo ideológico contrario de los dos cruzados resultaba
superficial y anecdótico ante el tamaño de sus respectivas convicciones, sus
certezas absolutas y la vasta inteligencia y experiencia política sedimentadas
en cada uno de ellos. También impactaba la capacidad de mando de estos
profetas, sobrevivientes de sus gestas, y la seguridad con que predican el
sacrificio del prójimo, ya sea para impedir el derrumbe del último reducto del
socialismo --antes se hablaba de su construcción--, ya para dar mantenimiento
al camino que lleva al Cielo. La infinita preocupación de estos ancianos por el
bien de la Humanidad no deja espacio para el disenso. Juan Pablo es infalible
por derecho canónico; Fidel es el único y el último predicador vivo de una
utopía terrenal que resultó mucho más ancha y pesada que su propia pista de
aterrizaje.
Parecía, entonces, que el pontífice y el presidente buscaban
en el otro no un factor de renovación, sino la ratificación de su inmovilismo.
Así era. A Castro no le cabe en la cabeza la tolerancia si no es hacia
entidades tan autoritarias --la jefatura vaticana, en ese caso-- como sus
propios engendros políticos, o más. Wojtyla, por su parte, es capaz de tomarse
la foto hasta con los correligionarios de Gierek y Jaruzelski, con tal de que
le permitan desarrollar, sin trabas, sus actos masivos de mercadotecnia
espiritual.
Ambos han mostrado recursos abundantes para seguir fieles a
sí mismos en un mundo en donde se impone con rapidez el culto cínico y
desparpajado (dicho sea sin juicio de valor) al bienestar y a la soberanía
individual y egoísta, en el que la Historia se vuelve historieta y la Moral,
moraleja, y en el que las rutas de la trascendencia --socialismo, paraíso-- se
diluyen en un océano desordenado de necesidades vitales inmediatas y búsquedas
compulsivas de satisfacción placentera. Hoy se piensa más en instalar
MacDonalds cerca de los más hambreados que en cumplir la obligación de cubrir
sus necesidades proteínicas y calóricas; actividades que antaño resultaban
cargadas de contenidos trascendentes --el culto religioso, el sexo-- se
desplazan al ámbito del esparcimiento.
Parecía milagroso que estos dos exponentes arcaicos del
imperativo moral no perdieran la brújula en el planeta frivolizado,
indiferenciado e irreverente de fines de milenio. Ahora, sin embargo, y en
forma casi coincidente, los dos profetas muestran signos de agotamiento. La
genialidad política de uno y otro, su capacidad de preservar sus dogmas y sus
obras respectivas, parece llegar a su fin.
El paso de Juan Pablo II de abogar por la impunidad para
Pinochet es una estupidez de Estado que coloca en graves problemas a la
institución eclesiástica latinoamericana: en las reglas católicas el Papa es
infalible, y he aquí que Wojtyla se pronuncia en contra de la justicia
elemental y a favor de los asesinos y torturadores. ¿Qué "razones humanitarias" pueden
sustentar semejante pronunciamiento? El Pontífice no puede rectificar, porque
es infalible. Ahora sólo le queda convocar a un concilio que establezca un
nuevo misterio (es decir, una verdad sólo asequible por la fe) y que coloque el
supuesto derecho del sátrapa chileno a permanecer impune en el mismo rango que
la virginidad de María.
Mientras tanto, en La Habana, y casi en las mismas fechas,
tiene lugar una versión bufa, caribeña y ojalá incruenta, de los procesos de
Moscú; un montaje jurídico de persecución ideológica y política contra algunos
que quisieron pensar con su propia cabeza y fueron formalmente acusados, por
ello, de colaboración con el enemigo. Es una injusticia grave y ofensiva, pero
es también un disparate que va a hacerle mucho daño a lo que queda de la
Revolución. Los verdaderos enemigos de ésta encontrarán, en los fársicos
procesos de La Habana, mucha más gasolina de la que habrían podido
proporcionarles --si fuera el caso-- los acusados.
El deterioro de la inteligencia política es un espectáculo
muy triste.
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