11.5.99

Ustedes son europeos


Ustedes son europeos y uno de los deportes más extendidos y antiguos de su continente es entender. Los griegos lo inventaron y en los tiempos modernos Alemania, Francia, Inglaterra e Italia cuentan con unas formidables y robustas selecciones nacionales de comprendedores de todo: de la naturaleza, de la condición humana, de la sociedad, del lenguaje, de la economía, del alma, del resto no europeo de la humanidad, de las leyes que rigen éste y otros universos, de las propiedades de la luz, de las costumbres reproductivas de los chícharos, de las motivaciones de los criminales y de los resortes ocultos que mueven a los enamorados.

Ustedes han pregonado y enseñado al resto del mundo sus técnicas básicas del entendimiento: poner sobre la mesa todos los factores del problema, dejar de lado las vísceras y los intereses propios, dudar de lo que parece obvio y admitir y aprovechar los errores de observación y conclusión para afinar el juicio y la acción sucesiva. Los estadunidenses se consideran herederos de ustedes y de sus logros culturales. En los libros de historia de secundaria de Estados Unidos se afirma que ese país es producto --y culminación-- del desplazamiento histórico y geográfico de Occidente hacia sí mismo: de Grecia a Roma, de Roma al imperio carolingio, de allí a Gran Bretaña, para culminar en las nueve universidades del área de Boston, los edificios gubernamentales del Distrito de Columbia y las corporaciones postecnológicas de Silicon Valley y Seattle, sitios todos en los que corren ríos de dinero para financiar la comprensión de todos los asuntos imaginables e inimaginables.

Ellos y ustedes --ustedes, pues-- se empeñan en crear un mundo ordenado, estable, pacífico, democrático, legal, resignado al progreso, tolerante y limpio. Para ello, además de sus enormes recursos de comprensión, han creado y mantenido un aparato bélico impresionante, el mayor del mundo y de la historia, que se llama Organización del Tratado del Atlántico Norte, por más que en él haya lugar para naciones que no corresponden a esa delimitación geográfica (como Grecia e Italia) y países que (como Turquía) contrastan con el entorno más bien democrático y más bien respetuoso de los derechos humanos de Europa occidental. Se supondría que la intervención de ustedes en conflictos internos de Estados ajenos a ese club tendría que empezar por la comprensión y terminar --como último recurso-- con el empleo de la fuerza bruta o, si les ofende el término y quieren destacar los atributos de sus bombas y misiles de alta tecnología, la fuerza inteligente.

En Kosovo, ustedes analizaron la situación, concluyeron que, pese a las negociaciones diplomáticas estaba a punto de producirse una gran masacre y, en nombre de los derechos humanos, enviaron sus fuerzas aéreas a Serbia con la consigna de evitarla.

Esa acción creó las condiciones que el gobierno serbio necesitaba para expulsar en masa a los albaneses de Kosovo. Es probable que quienes lo pierden todo y logran llegar a alguna frontera sean los más afortunados, y que los que se quedan estén siendo víctimas de atrocidades. La segunda consecuencia de los bombardeos es la muerte de centenas o miles de ciudadanos serbios a causa de los fallos que, casi a diario, experimentan los proyectiles de ustedes. En tercer lugar, el ataque dejó sin margen de acción a los opositores democráticos al régimen de Belgrado: ¿Con qué cara pueden dirigirse ahora a sus conciudadanos los partidarios de una democracia a la estadunidense, a la británica o a la alemana, cuando en las cúspides de esas democracias surge la decisión de enviar misiles que están descuartizando a las personas? Para colmo, unas bombas aliadas tuvieron el mal tino de estrellarse en la embajada china en Belgrado y provocaron, con ello, cuatro diplomáticos muertos, abundantes escombros y una crisis internacional que sólo Dios sabe cómo acabará. Mientras tanto, esas bombas de ustedes han dado al traste con el tenue diálogo entre Pekín y Washington en materia de derechos humanos, y con ello han incrementado la indefensión de los disidentes y opositores chinos.

En suma, las acciones bélicas de ustedes han desatado un infierno de sufrimiento, destrucción, muerte e inestabilidad tan grave como el que pretendían impedir, o más. Ante la dimensión de la catástrofe que han creado con su intervención en Serbia, ustedes tendrían que asumir que sus sistemas de comprensión fallaron, en esta ocasión, tanto como los sistemas de guía de sus misiles, que ha llegado el tiempo de aceptar y enmendar sus propios errores y detener la guerra.

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