11.3.03

Mexicanos y Patriots


En el fuerte Bliss, ubicado en las afueras de El Paso, Texas, y, por ende, a pocos kilómetros de Ciudad Juárez, tienen su sede las baterías de misiles Patriot, famosas desde hace 12 años porque interceptaron algunos de los trastos balísticos que Saddam Hussein ordenó disparar contra la población israelí y contra la base militar estadunidense de Dahrán, en Arabia Saudita.

Ahora que Colin Powell y compañía dicen tantas y tan gordas mentiras sobre el armamento iraquí habría que recordar que en ese entonces varios Scud que cayeron en territorio de Israel no iban rellenos de alto explosivo, como habría cabido esperar (y mucho menos de ántrax o de gas mostaza), sino de cemento. Por atraso tecnológico o por una inenarrable estupidez burocrática, los militares iraquíes utilizaron buena parte de sus vectores para pelear a pedradas una guerra en la que sus enemigos ensayaban los apuntadores láser, las bombas guiadas por televisión, la visión infrarroja y los radares de seguimiento del terreno. Hoy día los Patriots, producidos por la firma Raytheon, han sido perfeccionados y el Pentágono dispone de ellos en abundancia. Las baterías de estos artefactos antibalísticos, con sede en el fuerte Bliss, están siendo profusamente desplegadas por todo Medio Oriente, por si se da el caso de que Saddam aún cuente con uno que otro de sus oxidados misiles de origen soviético.

A decir de Mary Jordan, de The Washington Post, un dato digno de atención es que buena parte de los operadores de los Patriots son mexicanos o de origen mexicano. Tal es el caso del sargento Juan Delgado, de 27 años de edad, quien llegó de tres a Estados Unidos, obtuvo la ciudadanía el año pasado y hoy viaja orgulloso y sin conflictos rumbo al golfo Pérsico. Menos convencido se fue el también sargento Alfonso Villalobos, quien declaró que su familia en México cuestionaba sus actos. “Pero ahora estoy aquí y soy estadunidense”, se defendía el joven recién naturalizado.

Citada por Jordan, Jean Offut, la vocera del fuerte Bliss, dijo que “algunas unidades de Reserva y de la Guardia Nacional están conformadas 80 por ciento por mexicanos”, los cuales se alistan porque no pueden encontrar otros trabajos, porque desean hacer algo más que tareas de limpieza, porque el estatuto de soldado es una forma de eludir la discriminación o porque “los trámites para obtener la ciudadanía se agilizan” si el que la pide es veterano del ejército. En tiempos de Bush padre y de la primera guerra del golfo Pérsico, 4.7 por ciento del personal de las fuerzas armadas estaba formado por individuos de origen latinoamericano. Para 2000 ese porcentaje se había incrementado a casi 9 por ciento.

Esta historia de misiles antibalísticos y porcentajes puede terminar bien, como en el reciente reportaje de Mary Jordan, en el que la tía Mary McLaughlin, mexicana de 77 años y casada con un estadunidense de origen irlandés, acude a despedir a su sobrino Luis Francisco Soliz, quien parte a Medio Oriente en un avión militar. La anciana evoca las “generaciones de mexicanos” que han trabajado con orgullo en las fuerzas armadas, las condecoraciones que han obtenido y su satisfacción porque “los trabajos en el ejército siempre han mejorado nuestras vidas y por eso me alegra ver a Luis Francisco” partir hacia el golfo Pérsico.

Pero esta clase de historias también pueden acabar en una capilla de la empresa Funerales Eternos, ubicada en la calle Niños Héroes de Sabinas Hidalgo, Coahuila, donde el domingo fueron velados los restos de Rodrigo González Garza. El fallecido nació en esa localidad en 1977. Año y medio más tarde emigró, junto con sus padres, al “otro lado”, donde creció y, al igual que sus tres hermanos, se hizo soldado. A principios del mes pasado, en el marco de los desplazamientos de preparación para la guerra contra Irak, González Garza fue enviado a Kuwait. La noche del martes 25 de febrero, cuando realizaba un entrenamiento nocturno a bordo de un helicóptero UH-60 Black Hawk, el aparato en el que viajaba se estrelló a unos 50 kilómetros de la ciudad de Kuwait. “El amaba a su país aunque no nació aquí”, dijo a la prensa su hermano gemelo Ricardo, entrevistado en su casa de San Antonio.

A juzgar por las correlaciones de fuerzas con que nos inundan los medios, los soldados estadunidenses, incluso los de origen mexicano o latinoamericano, tienen pocas posibilidades de hallar la muerte en manos de los iraquíes. Los riesgos principales, como ocurrió en la pasada guerra, son los accidentes de trabajo, como el que mató a Rodrigo González Garza. El principal peligro que enfrentan es, más bien, ser convertidos por decisión inapelable de George W. Bush, un niño rico idiota que jamás pisó el terreno de combate, en asesinos irremediables.

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