- Nin, Guillén, Neruda, Vallejo...
- Sostiene Plaqueta: atrocidades telefónicas
En mayo de 1937, en Alcalá de Henares, Andreu Nin, dirigente del Partido Obrero de Unificación Marxista, fue torturado y asesinado por comunistas españoles que obedecían órdenes del Kremlin. Ese mismo año, mientras la República se enfrentaba al criminal alzamiento franquista y a sus propios horrores internos, Rómulo Gallegos publicaba en Venezuela Pobre negro, John Ronald Reuel Tolkien daba a la luz El hobbit, en Inglaterra, aparecía simultáneamente en México y en Valencia España, poema en cuatro angustias y una esperanza, de Nicolás Guillén, y Pablo Neruda publicaba España en el corazón: himno a las glorias del pueblo en la guerra, volumen cuyo título espantoso hace poco honor a algunos de los hermosísimos poemas que contiene.
En mi opinión, habría que esperar dos años a que la poesía latinoamericana se manifestara en toda su inmensidad ante la herida mundial de la nación destruida: España, aparta de mí este cáliz, de César Vallejo, fue publicado en París en 1939 de manera póstuma. Muy menor resultó el texto del cubano en relación con los de sus colegas peruano y chileno, pero para entonces Guillén ya tenía asegurado su propio nicho de grandeza en la sensualidad -corrijo: en la cachondería- de los ritmos afroamericanos y en la delirante originalidad de sus situaciones, poéticas mucho más que folklóricas, en las que había empezado con muy buen pie -Motivos de son (1930) y Sóngoro cosongo (1931)- y que lo aproximan, aunque no lo integran, a las letras de la negritud de los francófonos Aimé Césaire, martiniqueño, Léopold Sédar Senghor, senegalés, y otros.
En el año de marras, hace 69, Guillén presentó también su poemario Cantos para soldados y sones para turistas, del que la cultura de protesta de los años sesenta extrajo un texto que repitió hasta la náusea en canciones, pancartas y carteles: "No sé por qué piensas tú, / soldado, que te odio yo, / si somos la misma cosa / yo, / tú".
De la revista paraguaya decimonónica Cacique Lambaré
Ya que hablamos de cantos para soldados, este columnista decidió emprender un proceso de arrepentimiento profundo tras las críticas devastadoras que le formularon personas ínclitas e insignes por su texto sobre los himnos nacionales. El primer paso consistió en memorizar las letras y las melodías correspondientes, y para auxiliarse en ese afán salutífero descubrió la ayuda inestimable del teléfono celular, adminículo inventado por el imperialismo, pero susceptible de regeneración si se emplea con un propósito noble. Resulta que esos cantos para soldados están hoy disponibles en forma de tonos para celulares; así, cada vez que se recibe una llamada del comisario político (o de la novia o novio, o del acreedor, o del veterinario para avisar que ya dio de alta al perro), el comunicador portátil se expresa con los tonos del himno nacional que se haya programado. El chistorete tiene dos inconvenientes: que no es gratuito, porque hay que pagar una tarifa por cada tono que se descarga, y que puede obligar al usuario a ponerse de pie en circunstancias inconvenientes: pienso, sobre todo, cuando uno transita por las curvas del segundo piso del Periférico.
El decadente y cínico escribidor decidió además complementar su redención con la escucha regular de otros mensajes positivos que refuerzan valores de los que no debió mofarse nunca. Por eso, ahora, cada vez que alguien marca el número de su celular, el aparato se ilumina (literalmente), vibra (literalmente) y se pone a quemar la brisa con soles de primavera para plantar la bandera con la luz de tu sonrisa.
Este navegante no cree que pueda llevar su rectificación revolucionaria tan lejos como para justificar la ejecución de Andreu Nin, o como para saltar de alegría cada vez que el régimen cubano ejecuta a un enemigo de la patria, o como para brindar su entusiasta apoyo crítico a mi general Videla; por lo pronto, ofrece a sus venerables y severos himnófilos, en último gesto de disculpa y desagravio, esta variedad de sitios en los que pueden encontrar tonos para celulares (los hay para Nokia, Sony-Ericsson, Motorola, Samsung, Toshiba, Philips y Nec, y en diversos formatos) con todos los himnos nacionales que se les ocurran, incluidos, por supuesto, el de Riego y La Bayamesa, los acordes de La Internacional, el Himno de Riego, A las barricadas, Avanti popolo y también, por supuesto, Hasta siempre, comandante, y con ello da por concluida su participación en un intercambio que ha resultado encantador. Patria o muerte, pues, y sostiene Plaqueta:
Atrocidades telefónicas. Lo más detestable de las empresas que no ofrecen información y servicios eficientes por Internet (o sea, la mayoría), es que hay que hablar por teléfono. Horror.
Primero está la vieja pesadilla de los conmutadores. Uno quiere, directamente y sin rodeos, mentarles la madre porque el producto adquirido con ellos venía lleno de gusanos, o simplemente desea informes acerca de un maldito precio-servicio-o-lo-que-sea. Pero no, es imposible comunicarse con un ser humano sin antes escuchar una serie de grabaciones laberínticas que, con voz nasal y repugnante (me pregunto si para los castings pondrán un anuncio en el periódico que diga "se solicitan mujeres gangosas, con timbre desagradable, para cinta de conmutador"), empiezan a recitar un montón de opciones absurdas.
Lo más triste es que, cuando al fin uno logra comunicarse con una persona-persona, resulta que se le ha adiestrado para tener todavía menos criterio que la máquina precedente. Y, por si no fuera suficiente enervación, recita un larguísimo protocolo de amabilidad aprendido de memoria. Para morirse.
Maldito sea el que inventó esa estupidez mercadológica de las cacareadas atenciones verbales para con el consumidor. Es una pérdida de tiempo, y peor vía telefónica. Ya no se puede ni llamar a soporte técnico sin que se metan en la vida de uno: "Muy buenas tardes tenga usted, mi nombre es Hermenegildo y es para mí un placer atenderle, ¿con quién tengo el gusto?" ¿El gusto? ¿Cuál gusto? ¿Y qué cojones le importa cómo me llamo? ¡Yo sólo pretendo obtener unas migajas de soporte técnico! Impersonal, llana, cruda, simple asesoría. No quiero que me esté diciendo "estimada Plaqueta" mientras me explica cómo zarandear el módem para hacerlo funcionar. ¡Déjenme en paz!
Ya ni cuando no contestan o la llamada no entra está uno a salvo. Han sustituido los ruiditos de siempre por horrorosas grabaciones, igualmente sobrecargadas, confusas y gangosas: "Número ocupado, si desea que Telmex marque por usted, marque 1 y cuelgue" (no se había visto semejante fomento a la holgazanería desde la invención del abrelatas eléctrico). Y la peor: "Estimado cliente, su llamada no puede ser contestada, debido a que el número que marcó está descolgado".
¿Cuántas horas de vida nos ahorraríamos si volvieran al clásico bip bip bip bip bip?
2 comentarios:
Es un hecho, las columnas de la jornada van en franco declive...
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