Harto de la maldad y del canibalismo, decidió dar una lección a los humanos. Pidió que lo desplumaran, lo decapitaran y colocaran su cadáver en una pick up cargada de pollos. Después de un trayecto urbano exasperante, su cuerpo llegó al destino y fue colocado, junto con otros restos mortales, en el rostizador. En vez de cocinarse y dorarse, ardió con rapidez al contacto de las llamas y sus cenizas cayeron al fondo del horno, en donde resucitó, indemne y con su plumaje espléndido. Luego emergió del aparato y la emprendió a picotazos contra el encargado del establecimiento y le dijo cabrón, se te hacía fácil empalar y destazar a unas pobres aves indefensas, pero conmigo no te la vas a acabar, pinche humano sádico, porque yo no soy un pollo sino el mismísimo Fénix.
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