- Héroes en terrenos execrables
- Quevedo y los proctólogos
Al pasar de los desahogos urbanos a los personales, uno topa con otros héroes poco reconocidos pero igualmente merecedores de homenaje: los proctólogos. Hay que tener agallas para convertir a la región más vilipendiada y despreciada del organismo en materia de intervención, reflexión y estudio. Se requiere, supongo, de una gran entereza para sobreponerse al propio desagrado inicial frente al objeto de trabajo, a los prejuicios ajenos, a la incomprensión y a la perspectiva de una vida de burlas -abiertas o furtivas- para escoger la especialidad y decirse ante el espejo, comunicar a los papás, informar al ser amado, la ardua decisión: “Quiero ser proctólogo”.
La duda corroe a buen número de personas: ¿Qué motivaciones pueden conducir a un médico general a especializarse en una disciplina que a los profanos suele resultarles temible y despreciable hasta que empiezan a sentarse sobre un almohadón de hemorroides (o sobre algo aun más espantoso), y que a partir de ese momento se les aparece como salvífica? ¿Cómo son los logotipos de las agrupaciones profesionales de proctología?. Pues vean los de la mexicana, la brasileña, la francesa, la italiana, y la española.
Mascavidrio, un bloguero venezolano, dice sobre el profesionista y sobre el órgano al que se advoca: “Para mí, un humor. ¿Ustedes se imaginan a uno en una fiesta, contando chistes mientras se toma un güiskisito y comiendo pasapalos, contando cómo le sacó del culo un carrito de juguete a un tipo que ´se sentó accidentalmente´ en él? (...) La funcion más interesante del cuerpo la descubrió El Conde del Guacharo, proctólogo extraordinaire: ´´El culo es como el freno'e mano del cuerpo, porque cuando uno se va a caer por un barranco, ¿qué es lo primero que hace? -Apretar el culo´”.
Que tiene ojo de culo es evidente, / y manojo de llaves, tu sol rojo, / y que tiene por niña en aquel ojo / atezado mojón duro y caliente, escribió el gran Quevedo. Son cada vez más escasas las ocasiones en que la medicina y la literatura se juntan a tomar un café bien conversado, como dicen los colombianos. Algunos médicos se han vuelto escritores, pero no consigo imaginarme a un poeta o a un novelista realizando con éxito una operación de vesícula, y menos extirpando un tumor rectal. Quién sabe cómo ande el conocimiento de los productos del Siglo de Oro en los círculos proctológicos, pero cometo el atrevimiento de ofrecer a sus integrantes, a manera de homenaje preventivo, el pequeño tratado, muy conocido en otros rumbos del quehacer humano, Gracias y desgracias del ojo del culo, en el que el patizambo genial hace elogio de esa parte de la anatomía para tratar después, y condolerse de, algunos de los agravios posibles que se hacen en su contra. Ni los autores latinos, tan afectos a escribir sobre cochinadas, dejaron, que yo sepa, un texto comparable:
No se espantarán de que el culo sea tan desgraciado los que supieren que todas las cosas aventajadas en nobleza y virtud, corren esta fortuna de ser despreciadas de ella, y él en particular por tener más imperio y veneración que los demás miembros del cuerpo; mirado bien es el más perfecto y bien colocado dél, y más favorecido de la naturaleza, pues su forma es circular, como la esfera, y dividido en un diámetro o zodíaco como ella. Su sitio es en medio como el del sol; su tacto es blando: tiene un solo ojo, por lo cual algunos le han querido llamar tuerto, y si bien miramos, por esto debe ser alabado, pues se parece a los cíclopes, que tenían un solo ojo y descendían de los dioses del ver. (...) Bien mirado es más de ver que los ojos de la cara, que aunque no es tan claro tiene más hechura. Si no, miren los de la cara, sin una labor, tan llanos que no tienen primor alguno, como el ojo del culo, de pliegues lleno y de molduras, repulgo y dobladillos, y con una ceja que puede ser cola de algún matalote, o barba de letrado o médico. (...) Demás de que hablaremos que es más necesario el ojo del culo sólo que los de la cara; por cuanto uno sin ojos en ella puede vivir, pero sin ojo del culo ni pasar ni vivir.
Algunos intentos por mejorar la imagen de la profesión resultan contraproducentes, si no es que aterradores. Véase, si no, la semblanza del ilustre proctólogo peruano Wilfredo Febres Acosta, redactada por el doctor Hernán Espejo: “Lo recuerdo vívidamente curando heridas con mandil largo, a veces en mangas de camisa, sólo agarrando pinzas y tijeras, con una limpieza y elegancia propias del artífice. Su mejor anestésico era su comprensión y bondad; a veces me decía: Tú introduces tus tubos sin que lo sientan tus pacientes y yo debrido heridas sin causar mayor dolor´”.
La proctología moderna tiene por divisa la Oración de Harry E. Bacon (algo así como un juramento hipocrático acotado a su aplicación local en esfínter y recto, propone mi escandalosa ignorancia), pero es un documento que escapa a los alcances del profano. Por su parte, el texto de Quevedo no puede considerarse de manera alguna un tratado proctológico, pues se constriñe a abordar los daños accidentales o dolosos causados por el propietario de la abertura corporal (las 17 Desgracias), pero no menciona almorranas, fístulas pólipos, tumores malignos, ulceraciones ni otros padecimientos que ya existían en su tiempo, supongo, y que combaten, en el nuestro, los diligentes proctólogos. Con todo, tal vez les sería útil a éstos que tomaran una de esas frases quevedianas y la colocaran, en pergamino, acrílico o letras lapidarias, en un sitio destacado de sus consultorios, porque esas líneas memorables son, cuando menos, una vindicación formidable de la excelencia y dignidad del tracto al que dedican sus empeños.
4 comentarios:
hablando de escatología, este artículo me recordó un mail que alguna vez me envió uno de mis mejores amigos, conteniendo este link, un artículo de salvador elizondo
http://www.eluniversal.com.mx/graficos/confabulario/sep11-2004.htm
aprovecho para felicitarlo por su columna de hoy 29 de marzo en la jornada. soy una gran fan de sus artículos y navegaciones...gracias por la lucidez
(ps. puedo agregarlo a mi blogroll?)
Hola! Llegando aquí después de leer tu columna publicada hoy jueves en La Jornada.
Entiendo que eres un crítico de la Iglesia, o quizá de "cierta" Iglesia, pero me salta sobremanera esta afirmación: "Bien ha de saberlo él, que amaba a Hitler antes de hacer carrera en el amor a Dios, y que estuvo vinculado en sus años mozos al peor infierno terrenal del siglo XX."
Entiendo que para hacer una afirmación así, se tiene que contar con fuentes diversificadas. Dices bien, en sus años mozos, Ratzinger estuvo en el ejercito nazi, claro, obligado como cualquier joven -casi niño- alemán. Aplicando tu lógica, entonces el filósofo Jürgen Habermas, que estuvo enlistado en las filas del ejercito nazi, también "amaba a Hitler" antes de hacer carrera en el amor a la sabiduría.
No me extraña que en la Jornada se publiquen esas despropociones. Recuerdo una sorprendente editorial con el título "El Papa nazi".
Las reacciones no sólo son patrimonio de la derecha.
Saludos
Sergio Rubén Maldonado.
Gracias, illgirl, por la referencia de ese texto maravilloso de Elizondo, prefiguración de los tiempos calderónicos. Y sí, agrégame, que tus blogs ambos dos están chidos.
Sergio: si a precisiones vamos, Ratz no estuvo en "el ejército nazi" (eso no existió nunca) sino en las Juventudes Hitlerianas (Hitler Jugend), en el servicio de trabajo público del III Reich (ReichsArbeitsDienst) y, al parecer, a fines de la II Guerra Mundial, cuando ya no era tan "casi niño", fue asignado a una batería antiaérea de la Wehrmacht. Ratz ha dicho que "lo forzaron", pero jamás ha pedido perdón, como sí lo hizo Gunter Grass, quien tuvo andanzas muy similares.
Una buena cantidad de "casi niños" gringos están hoy en el bote o han sido degradados y escarnecidos por negarse a combatir (tan forzados por el gobierno de Bush como lo fue el hoy pontífice por el régimen nazi) en Irak. "Yo amaba a Hitler", confesó, con enorme integridad, Ignmar Bergman en sus memorias.
Hombre, si a Ratz no le gustaba Hitler, tendría que dejarse de puerilidades ("¡Ay, es que me forzaron!") y disculparse al menos por su cobardía; y si sí le gustaba, por haber sido nazi o filonazi. En tanto no lo haga, considero legítimo concluir indistintamente que el hombre es un gran pusilánime o bien un borrego voluntario en el rebaño del Fuhrer.
Un tanto al margen del hilo argumental, no deja de ser estremecedor que a la vuelta de los años encontremos al joven nazi-a-la-fuerza encabezando una institución (la Conregación para la Doctrina de la Fe) heredera de la Santa Inquisición, que comparte con el nazismo la intolerancia, la vocación represiva, la supresión ciega de humanos discordantes y la aversión al pensamiento libre.
No te discuto a Habermas. No me negarás tú, en cambio, que Heiddeger era bastantito nazi, lo que no impidió que fuera, además, un gran filósofo. Esto viene a cuento porque estoy de acuerdo contigo en que "las reacciones no sólo son patrimonio de la derecha". Ppor ejemplo, Neruda fue estalinista, jamás pidió perdón por haberlo sido y ello pone una indeleble mancha de vergüenza en la vida del poeta chileno.
Pero Neruda dejó una obra memorable que ha hecho sonar campanas en millones de cerebros y corazones, Grass es toda una invitación al viaje, Heiddeger puso a pensar a un chingo de filósofos de primera línea, Bergman nos ha llevado en un viaje al centro de la persona... ¿Y Ratz? ¿Pero qué ha hecho este tipejo, además de reprimir, prohibir y vivir de, en y para el poder?
Por burro yo:
Heidegger Heidegger Heidegger Heidegger Heidegger Heidegger Heidegger Heidegger Heidegger Heidegger Heidegger Heidegger
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