12.6.07

Ladrillos de Shanxi

Los pies de los esclavos


La noticia fue difundida, pero no mereció grandes despliegues en la prensa mundial: en Shanxi, en el norte de China, la policía rescató a unos treinta individuos que trabajaban en condiciones de esclavitud en una fábrica de ladrillos. No recibían paga alguna, eran obligados a laborar turnos de hasta 20 horas, se les alimentaba con pan y agua, carecían de condiciones mínimas de higiene y alojamiento y eran vigilados de manera permanente por vigilantes asesinos y perros de seguridad. Uno de los guardias mató a martillazos a un trabajador que, al parecer, pretendió insubordinarse.
Cuando fueron rescatados, los infelices estaban llenos de quemaduras, moretones y deformaciones producidas por las condiciones terribles del trabajo en el horno de ladrillos, y hubo que rasparles con un cuchillo la capa de mugre que tenían adherida al cuerpo. La ladrillera era operada por Wang Binbin, hijo del secretario local del Partido Comunista Chino y esa circunstancia impidió durante un tiempo que el abuso fuera descubierto y castigado. Los afectados, casi todos migrantes campesinos sin permiso para trabajar en las ciudades, eran reclutados con engaños en las estaciones ferroviarias. En China impera el denonimado hukou, un estricto control migratorio interno por medio del cual se otorga o se niega permiso de residencia en las urbes a las personas procedentes del campo. Los migrantes que carecen de la autorización correspondiente, indocumentados en su propio país, caen tarde o temprano en las redes de explotación ilegal en las que la paga mensual promedio es de cien dólares o menos, las jornadas exceden las ocho horas y las prestaciones laborales no existen. Es muy probable que los esclavos descubiertos a fines del mes pasado en Shanxi se encontraran en la circunstancia descrita.

En lo que
va del año decenas de trabajadores han muerto en accidentes en minas del país asiático que operan en condiciones ilegales o irregulares. En términos de desamparo laboral, Pasta de Conchos, en Coahuila, no es la excepción mundial, y hasta es posible que sea expresión de la norma.
Recientemente circularon denuncias de organismos sindicales internacionales sobre las terribles condiciones de trabajo en las fábricas que producen souvenirs para las Olimpiadas que habrán de realizarse el año entrante en el país asiático: entre otras, trabajo infantil, jornadas de 12 horas o más, meses de 30 jornadas sin días de descanso y horas extra forzosas y no pagadas. Las empresas involucradas, el Comité Olímpico Internacional (COI) y las autoridades políticas de Pekín negaron las acusaciones en una forma tan semejante y sincronizada que sonaron como una orquesta y fortalecieron, así, las sospechas.
Hace mucho tiempo que uno se pregunta cómo hacen las industrias chinas para producir todo un cosmos de baratijas y no tanto a precios inverosímiles: relojes digitales a diez centavos de dólar la unidad, pantallas de plasma con precio de mayoreo de 50 dólares, muñecos de peluche que cuestan menos que un refresco embotellado. Parte de la explicación reside, cómo no, en las economías de escala y en la innovación tecnológica. Pero circunstancias como la de la ladrillera de Shanxi encuentran su acomodo en las cadenas productivas, y es posible que algunos de los tabiques con los que están construidos los deslumbrantes edificios de la moderna Shangai, sede de las firmas exportadoras chinas más pujantes, hayan sido fabricados a precio de ganga por esclavos extenuados y lacerados. Más aun: esos ladrillos soportan algunas partes del edificio económico mundial, por el que transitan la mezclilla de Nacif, los zapatos deportivos Nike cosidos por niños indonesios que deberían estar en la escuela y no en la fábrica, las maquilas ensangrentadas. Nadie tiene idea en qué proporción y medida, y además es imposible sustraerse al consumo de porquerías baratas porque hace mucho tiempo que los sueldos están para llorar, así que más vale mirar hacia otro lado.


Shangai: juegos en la demolición

5 comentarios:

Gataza Gueden dijo...

Devastador. ¡Es que no vamos para ningún lado!. Tenemos las mismas condiciones laborales que en el siglo XIX o peor. ¿Qué tal la China comunista? Las más graves violaciones a los derechos humanos se cometen en el ámbito de lo laboral, que evidentemente, afecta todas las dimensiones de la vida humana. Devastador.

Colibrí dijo...

cuando me propongo poner atención en lo que estoy leyendo, me entra la preocupación de la inacción en pro del bien común en que estamos inmersos como humanidad. esto no es producto de un mundo globalizado, es causa de la crueldad que tenemos los seres humanos...y me acuerdo de lo leido aquí acerca de el holocausto armenio...esto no es de mundo globalizado es de naturaleza (in)humana

Pedro Miguel dijo...

Getsemaní: Me parece que sí vamos hacia algún lado, por más que el camino sea tortuoso; hace apenas un par de siglos, la esclavitud era legal y hasta políticamente correcta, y hoy, aunque siga existiendo, es impresentable.

Colibrí: es cierto, la barbarie es muy anterior a la globalización (hay que ver las masacres de pueblos enemigos que se aventaban los mesoamericanos...) Pero la globalización recicla viejas crueldades y las convierte en márgenes de ganancia y tasas de rentabilidad.

flo dijo...

En la mayoría de los rincones olvidados del mundo (paises pobres) la panorámica es desalentador y frustrante. Si se vive en el campo, si es la ciudad, el dolor es el mismo ¿cuànta es la diferencia entre los obreros que se desplazan somnolientas todos los días en los transportes públicos que antaño eran obligados y recluidos a la fuerza de peor manera que a los animales. Quizá la verdadera diferencia es que ahora cada uno se forma voluntariamente en la fila, por que la condicón de miseria siempre ha existido para la mayoría. Y admito que mi ignorancia me cuestionó sobre ¿cómo le hizo China para despegar su economía y estar a la alza?

Pedro Miguel dijo...

Flo: Marx decía, en referencia a la llamada acumulación originaria, que el capitalismo nació chorreando sangre y lodo, y este neocapitalismo chino no surgió de otra manera. En cuanto a la diferencia entre el horror del campo y el horror de las ciudades... ¡uf! Si no la hubiera, no habría migración del agro a las urbes. Es que en el primero la gente se muere de hambre y en las segundas al menos sobrevive.

Saludos cordiales.