26.3.08

Algo sobre Gutierre

Yo mismo, cuando aún era casi niño, urdí el equívoco: le pregunté a mi padre cuántos libros había que publicar para quedar registrado en la Historia de la Literatura, y él me respondió:

—Depende. Gutierre de Cetina se consagró sólo con dos poemas: un madrigal y un soneto.

Hasta la fecha no tengo claro a qué texto se refería con el segundo, porque los sonetos cetinianos son muchos, pero madrigal sólo hay uno, y lo bueno es que lo conocemos todos:

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

Una historieta que me encantaba, me horrorizaba y que semana tras semana devoraba (yo a ella, ella a mí) era Tradiciones y leyendas de la Colonia, que hacía Sealtiel Alatriste padre, unos espléndidos cuentos de espantos y aparecidos en la Nueva España. En una ocasión, contó la muerte de Gutierre de Cetina con algo de rigor histórico, mucho de imaginación y una novedad formidable: los diálogos iban, de principio a fin, en endecasílabos rimados de los que recuerdo menos de un par.

Ubiquémonos: el sevillano, nacido en 1520, vivió unos buenos años en Italia, en donde se contagió de petrarquismo y de soneto fecho al itálico modo; entre 1546 y 1548 anduvo en México; ya poeta insigne, y bien asentadas sus lecturas del italiano Petrarca, del valenciano Ausiàs March y del toledano Garcilaso, Gutierre retorna a Nueva España en 1556, viaja a la Puebla de los Ángeles, en donde seduce a Leonor de Osma; un rival o un marido celoso (algunos sostienen que era Hernando de Nava) lo manda asesinar y el encargo se cumple, justo bajo el balcón de la dama, en 1557. Qué pinche eres, Historia de la Literatura: tu mejor madrigalista se fue de este mundo con 37 años cumplidos, un amor pendiente y un puñal trapero clavado en la barriga.

El madrigal había sido escrito mucho antes, bajo el influjo amoroso de doña Laura Gonzaga. Creo que Sealtiel, en su historieta, trastocó algunas cosas con un gran tino narrativo, mejoró notablemente la vida del poeta y le arrancó los ojos claros, serenos, a Laura, para ponerlos en la cara de Leonor. Luego consignó que el homicida a sueldo fue capturado y condenado a la amputación de la mano que manejó el puñal. La mano asesina fue clavada en una pica en el centro de la Plaza de Armas poblana, el propietario murió desangrado y su madre, al amparo de la noche, acudió sigilosa a la plaza, de donde hurtó el despojo y se dedicó el resto de sus días, e incluso más, a vagar por las calles poblanas, lamentándose de la muerte de su vástago. Remataba el cómic:

... y dice la conseja
que aún pena por Puebla aquella vieja
.

Creo que algo de lo que me encantó de esa historia de espantos fue que culminara no con el ánima en pena del protagonista ni del coprotagonista ni del antagonista, sino con la de un personaje tan menor como la mamá del sicario.

Mi ignorancia y mi imaginación, conjuradas, construyeron el resto de un relato falso: que de toda la obra del sevillano sólo quedaban un madrigal y un soneto, que lo demás se había perdido en un naufragio, y que qué pena. Ya en la adolescencia empecé a experimentar un sueño recurrente: me topaba con Gutierre y el accedía a recitarme todos sus poemas desconocidos. Eran de una belleza orgásmica y, conforme avanzaba la declamación, a mí me crecía la angustia de recordarlos hasta que, plop, despertaba, y el recuerdo de aquellos versos extragalácticos se deshilachaba con rapidez y se disolvía en la nada. Llegué a la edad adulta con el embuste intacto hasta que alguien me hizo la maldad de explicarme que no, que la obra de Gutierre anda por ahí, en todos lados, en bibliotecas y librerías, y ahora, para colmo, hasta en Internet. Googleen y verán. Mi sueño obsesivo no volvió a presentarse, pero a cambio tuve el gusto de leer a un poeta más bien menor, con muchas líneas sueltas hermosas y no pocas fallidas, sonetos que arrancan en forma prometedora pero que se diluyen en el adocenamiento petrarquista y que, de conjunto, está muy por debajo de la dupla formada por Garcilaso y Boscán, sus precursores y modelos. O sea: con el madrigal habría sido más que suficiente.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es todo un placer leerte, como siempre.
Hoy que ví una pequeñita de "casi 10 años" con unos "ojos claros" preciosos, me vino a la mente este post, así que ahora lo leí con más calma, siguiendo los links, como buena alumna.
Lo bueno de la ignorancia es que disfruta uno más (o de manera distinta)...
Sin saber de influencias, perfecciones, purezas y "demases", disfruté algo más que el madrigal... Algunos de los sonetos me gustaron, como el de:

En esto podéis ver, señora mía,
la razón que tenéis de maltratarme,
que si vengo ante vos para quejarme
el temor me acobarda y me desvía.

Anda tan ciega ya mi fantasía
que llego alguna vez a aventurarme,
mas un no sé qué se viene a estorbarme,
y no es, aunque parece, cobardía.

Ved cuál debe de estar quien no se entiende:
que siendo causa vos del mal que siento,
de vos, que lo causáis, me cubro y celo.

Pues si mata el callar, decillo ofende,
¿qué remedio tendrá quien su tormento
le tiene a vuestros pies ya por el suelo?

Saludos con cariño,
Clandestina

Anónimo dijo...

Advierto que, amén de 2 q 3 opiniones políticas, compartimos otros intereses. Hace unos días, releyendo por milésima ocasión EL madrigal, (Antología Cátedra)me recordaba que el buen Gutierre (qué chanfle adquiere por mancar la zeta, ¿no?) había muerto en México. Y por milésima vez me hacía el propósito de averiguar cómo había estado. Ahora, gracias a su artículo, he ... (¿qué es lo que se hace con esos gusanitos: se les sacia, se les elimina?) satisfecho mi curiosidad; por lo que le estoy agradecido.

Pedro Miguel dijo...

Clandestina:

Cuando un texto y unos ojos lectores perceptivos logran un buen encuentro, las consideraciones literarias se quedan fuera de la cita. Y tan noble es la poesía que se deja disfrutar cuando es a secas buena. Fue el caso general del infortunado sevillano que en algún momento de su vida logró algo más que escribir sonetos gratos y correctos, como el que aportas. Desde luego, no hay luz más luminosa que la que, en vez de ir al vacío, alumbra en alguien.
Abrazo.

Recibí vía email el comentario de Federico y me tomé la libertad de ponerlo aquí para compartir con ustedes esa frase asombrosa sobre el chanfle.