21.7.09

Déjenlas en paz

Jacinta Francisco Marcial, en la cárcel

Si se miran las cosas con una actitud optimista y positiva, habría que concluir que el país se encuentra estancado porque sus funcionarios públicos —policías, ministerios públicos, jueces, procuradores, embajadores en Washington, presidentes de la República— son tan, pero tan tontos, que se tragan la historia de agentes judiciales secuestrados por mujeres indígenas desarmadas: érase una vez, en el pueblo queretano de Santiago Mexquititlán, un tianguis al que asistían tres malvadas vendedoras de aguas frescas; cuando vieron llegar al sitio a seis heroicos pero ingenuos integrantes de la Agencia Federal de Investigaciones, concibieron la idea de privar de la libertad a uno de ellos para exigir rescate, pusieron manos a la obra y en menos de un día habían logrado su avieso propósito; un mes más tarde, las crueles comerciantes fueron capturadas con pleno respeto a sus derechos y a sus garantías individuales, confesaron su delito y un juez honorabilísimo y perspicaz condenó a una de ellas a 21 años de cárcel, como castigo ejemplar que sirviera de escarmiento a todas las vendedoras de aguas frescas del país. De ser así las cosas, algún día, y siempre y cuando se observen los principios de disciplina fiscal, libre mercado y mano firme, lograremos elevar el coeficiente intelectual promedio de nuestros gobernantes, éstos caerán en la cuenta de su error y pedirán perdón con honesto arrepentimiento.

Por desgracia, hay razones para el pesimismo, es decir, para suponer que la complacencia de las autoridades ante los numerosos atropellos sufridos por Jacinta Francisco Marcial, Alberta Alcántara y Teresa González no es producto de la estupidez crédula, sino parte de un patrón general de violaciones a los derechos humanos, de un designio para amedrentar de antemano a una población potencialmente levantisca y de un pacto de impunidad para beneficio de las verdaderas y auténticas bases sociales del calderonato: los contingentes militares y las corporaciones policiales.

Vicente Fox terminó su sexenio en medio de síntomas agudos de ingobernabilidad y en esa circunstancia no se le ocurrió nada mejor que estrenar con anticipación la “mano firme” de la promesa calderoniana. En Lázaro Cárdenas, en Texcoco-Atenco y en Oaxaca, el gobierno foxista, aliado con los poderes priístas o perredistas locales, reprimió, torturó, violó, secuestró y criminalizó las luchas sociales; en paralelo, convirtió a la Procuraduría General de la República, sucesivamente administrada por Rafael Macedo de la Concha y por Daniel Cabeza de Vaca, en un instrumento para golpear a adversarios políticos y en una fábrica de culpables, cuyas indagatorias atropellantes y abusivas hubieron de terminar, en muchas ocasiones, disueltas en la torpeza exasperante de un “usted disculpe”, o peor, ni siquiera en eso.

Calderón llegó al cargo sin el capital político ni la legitimidad que tuvo Fox —éste sí ganó las elecciones— y ha sido mucho más patente, y patética, su dependencia de los aparatos de fuerza coercitiva del Estado, hasta el punto en que pretendió convertir los operativos policiaco-militares en herramientas de propaganda electoral para hacer frente a unos comicios de medio término que mucho tuvieron de referendo sobre su gestión. Crecientemente alejada del empresariado mafioso que lo impuso en el cargo, la presidencia calderonista exhibe una debilidad política que da grima y difícilmente podría subsistir sin tanquetas, regimientos, puestos de mando, centros de arraigo, patrullas y demás emblemas de la fuerza bruta.

Miente Arturo Sarukhán: la violación a los derechos humanos no es cuestión de casos aislados sino una constante porque, en su circunstancia, el grupo gobernante no puede darse el lujo —aunque quisiera— de castigar los excesos y atropellos de guardaespaldas, protectores, carceleros, informantes, comandantes, sargentos y demás ángeles de la guarda, su dulce compañía: el calderonato hará lo posible por no sancionar de manera alguna las violaciones a los derechos humanos cometidas por policías y militares y por no corregir aberraciones de la justicia como las acusaciones inverosímiles, los abusos manifiestos y las sentencias injustas contra Jacinta Francisco Marcial, Alberta Alcántara y Teresa González. Pero si no hay margen para esperar de este régimen respeto la legalidad, cabe al menos exigirle que no ofenda a la inteligencia de los mexicanos y que no pretenda hacernos creer el cuento del secuestro de un pobre policía judicial por unas malévolas vendedoras de aguas frescas. Tengan un poquito de vergüenza, retiren las acusaciones contra ellas y ya déjenlas en paz.

Jacinta Francisco Marcial, Alberta Alcántara y
Teresa González, presentadas como delincuentes

8 comentarios:

LaSusodicha dijo...

Mi queridísimo Pedro Miguel: pedirles a esa runfla de mal nacidos que tengan un poquito de vergüenza, es igual que pedirle peras al olmo. Hace mucho que en México ya rebasamos las fronteras de lo surreal. No dudes ni tantito que alguna mente maquiavélica (de esas que pululan en t.v. azteca ó televisa) esté ya elucubrando alguna historia de amor con miras a convertirla en otro mega-hit estilo "Los ricos tambien lloran"...¿qué tal "Los AFI también lloran"?, claro, la historia deribaría en cruentos romances entre malvadas tiangueras y honorabilísimos AFIs protagonizados por cuerazos de actores, ¿no?...una vez más, reír para no llorar.
Abrazo.

Bogador y caminante dijo...

Posibilidad de exigir al régimen respeto a la legalidad siempre la tendremos. Fuerza para obligar al régimen a respetar la legalidad es la que nos hace falta.

¡Construyámosla! ¿Cómo? Uniendo las luchas del pueblo (y para ello es útil dar a conocerlas, como tú lo haces)

pk dijo...

carajo, capitán:
ya déjenlas en paz!

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salud por la valentía de los que luchan al escribir!
soy un alto admirador.
abrazo fuerte, capitán.

maría de lourdes aguirre beltrán dijo...

Pero eso sí, los responsables de la horrenda muerte de los niños de Hermosillo, nunca pisarán la cárcel.
Y el negocio de las guarderías subrogadas seguirá como si nada.
Las cárceles seguirán llenas de chivos expiatorios pobres.
Y los gobernantes sin concicencia se seguirán dando vida de reyes.

¡¡Qué pena!!

Fausto dijo...

Triste pero cierto: la realidad supera a la ficción más retorcida que alguien pudiera imaginar. Ni Kusturica, ni Von Trier, ni Gondry en su viaje más osado pensarían en algo así.

Es el México en el que vivimos y el presidente al que aceptamos...

Felicitaciones

María dijo...

Un paìs GORE , ese es Mèxico .

Pedro Miguel dijo...

Pues no sé qué más decir. Mejor les mando abrazos.

LuisD dijo...

Inteligencia y vergüenza.
Si se tratara de personas como tu o como yo te diría que lo que pides (pedimos) no son imposibles, solo es tener caracteristicas elementales en un ser humano con dignidad y responsabilidad, pero si se les pide eso a la mayoría de los integrantes de la clase politica mexicana, te diría que si es pedir imposibles.
Parece que para ser politico en este país es indispensable la desvergüenza y la carencia de conciencia social, y los pocos que no son asi son vistos como bichos raros indeseables, indignos de la clase politica mexicana.
Si tan solo se cumplera el estado de derecho y la seguridad juridica.... Dejenme seguir soñando.
Saludos, felicidades y gracias por todos tus textos.