Si las elecciones en Colombia hubieran sido ayer miércoles, habría ganado un político de ascendencia lituana, dos veces alcalde de Bogotá, ex rector de la Universidad Nacional, profesor de lenguas romances, cantante de rap, matemático y pedagogo de 58 años de edad que ha confesado padecer mal de Parkinson con la misma naturalidad con que el día de su boda se subió a un elefante, vestido de domador, y se casó con Adriana Córdova ante un rabino, un sacerdote, siete tigres y trescientos invitados que lo vitoreaban desde las gradas del Circo de Los Hermanos Gasca.
Aurelijus Rutenis Antanas Mockus Šivickas no es hombre de guardar secretos: hace casi dos décadas, para mostrarse tal cual es, el entonces rector universitario se bajó los pantalones y enseñó el trasero a los estudiantes que lo abucheaban, acción sin duda temeraria que, en menos de lo que demora contarlo, le permitió silenciar la rechifla y ganarse un histórico aplauso. En esa ocasión, poco faltó para que rompiera con sus nalgas el barómetro de popularidad. Vaya curioso comienzo para una muy curiosa carrera política. Al desnudo.
Para la campaña de 2010, el hoy candidato por el Partido Verde ha ideado una estrategia que explora nuevas tácticas electorales: jamás hace promesas, desconfía de la publicidad y busca apoyo a través de la red social de Facebook y el contacto directo con los votantes. Prefiere dar la cara. Tiene un don muy apreciado por los colombianos: el de la palabra. Y es un político que sonríe: casi el único. Todos los días monta bicicleta —no sólo los domingos, ante las cámaras de los fotógrafos. No se siente cómodo en los mítines. Se viste raro, digamos que con personalísima audacia. Lleva barba rubia, sin bigote, al estilo amish —como el leñador Abraham Lincoln. Ayer encabezaba las encuestas de intención de voto con alrededor de 40 por ciento y casi 10 puntos por encima del cafetero Juan Manuel Santos, aspirante oficialista del Partido de la U, quien hasta la semana pasada daba por segura su victoria. El ex ministro de Defensa de Álvaro Uribe ahora está preocupado. “Me diferencio de él (Mockus) en muchas cosas. Primero, yo me quité la barba. Yo creo en Dios. Y creo en tener un Ejército”, dijo Santos al calificar el repunte de su contrincante como “un fenómeno mediático”. Por cierto, la familia Santos es copropietaria del influyente periódico El Tiempo. A esa explicación le sobra ligereza.
La fuerza de Antanas Mockus radica en su discurso. De verbo fácil, notable sentido del humor y gran poder de convicción se ha hecho escuchar en un medio desgastado por la habitual falta de imaginación de los políticos. El eficiente Álvaro Uribe, por ejemplo, ha impuesto un estilo de mando demasiado serio para un país que bien merece un descanso, un aliviane, una sonrisa después de tantos balazos. Mockus dice a quien lo quiera oír: “Me encantaría que cada mañana, cuando un estudiante se levanta para ir a clase, comprendiera que allí, en su colegio o universidad, se juega la soberanía del país, la diferencia de poder futuro. No soy blando, soy un duro limpio. Lo que construyó el gobierno de Uribe no lo vamos a destruir”.
Sobre las FARC ha sido categórico: cero negociaciones. “Un canje (de rehenes) lo que generaría es el mismo ciclo. Es malcriar. Es enseñar a las FARC que sus métodos son efectivos. Y uno lo primero que tiene que hacer ante fenómenos como el terrorismo es demostrar que la sociedad no cede ante el terrorismo. Creo ser capaz de poner lo mejor de mí, pero sobretodo de convocar a la gente para que ponga lo mejor de sí. No bastará con que haya policías y soldados, se necesita justicia y rechazo social”.
No es frecuente encontrar en América Latina un político que hable así. “Colombianos: Debemos abrirnos a la posibilidad de ver cómo es el otro, lo complejo que es, lo bello que es, lo generoso que es. Es ir descubriendo que gran parte de nuestras desconfianzas son injustificadas, e ir descubriendo seres hermosos. Hay que comprender la ley. En vez de Publíquese y cúmplase, las leyes terminarán diciendo Publíquese, explíquese, compréndase y cúmplase”.
“Si usted va a votar por mí, pero no lo está haciendo en conciencia, mejor no vote por mí. Vote por aquel o aquella que le diga su conciencia. El juego limpio tiene un enorme efecto moral sobre el enemigo. Hoy la lucha en Colombia no es entre bandos, sino contra el todo vale, contra justificar violar la ley en aras de conseguir un fin supuestamente superior. Los recursos públicos son sagrados. Como pedagogo, rechazo la idea de que alguien es irremediable”.
El excéntrico pero sabio Antanas Mockus tendrá que cuidar sus espaldas si quiere mantenerse a flote: cuando se sube tan rápido y tan alto, la caída suele ser irremediablemente estrepitosa.
Eliseo Alberto