Llamar antes de entrar, con voz muy suave;
andar con tiento,
caminar despacio:
el reptil anda suelto,
blande su cola destructiva
y anida en el amor, en el hermano.
Cada cual, cada pecho, cada palma,
una estela de escombros va dejando.
Cada cabeza es una bomba atómica
despierta en la quietud, pero que sueña
con entonar el canto
de su propia explosión,
con estrenar ahora mismo
un final inmediato.
Estamos, inocentes destructores,
en una red de paz que se convierte
en un campo minado
y más nos vale irnos con tiento,
caminar despacio,
quitar a cada término la carga
de uranio.
Es mejor ser corteses: aún somos lagartos.
26.10.10
Destrudo
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