Calderón fue a la capital del imperio a implorar en forma tangencial e indirecta que le quitaran de encima a Carlos Pascual. La negativa rotunda llegó horas después y el peticionario hubo de regresar cargado con el peso de la humillación y ya no dijo ni pío.
Algunos piensan que sería bueno echarle una mano en el predicamento y recordarle que tanto la legislación nacional como la internacional establecen el derecho pleno de un gobierno a exigir, de inmediato y sin ofrecer explicaciones, el retiro de un representante diplomático cualquiera (artículos 33 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y 9° de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas). Pero la ayuda no procede, senadora Green, porque Calderón no lo ha pedido ni la pedirá, y tampoco parece probable que apele al nacionalismo en demanda de respaldo para hacer frente con dignidad y patriotismo a la soberbia del Departamento de Estado.
Sería mucho descaro. Antes tendría que explicar a la sociedad nacional ese oscuro capítulo en el que un equipo coordinado por el ex embajador Tony Garza lo ayudó a treparse a la Presidencia en circunstancias particularmente difíciles: su triunfo electoral fue cuestionado (lo sigue siendo) por un tercio del país, Fox lo odiaba (lo sigue haciendo, al parecer) y si logró salirse con la suya fue gracias al poder de Televisa y demás socios, la obediencia militar al mando civil, la falta de escrúpulos del PRI y, last but not least, la “mano invisible” de la embajada gringa a la que, a la postre, los cables de WikiLeaks publicados en La Jornada han dado visibilidad.
Por cierto: a la sociedad mexicana le encantaría saber, antes de comprometer respaldo patriótico alguno, quiénes integraron el equipo coordinado por Tony Garza que intervino en la transición Fox-Calderón (http://bit.ly/ekDR8S); qué hicieron, qué exigieron, qué impusieron y qué les fue concedido. ¿Fue por esa puerta vergonzante e inconfesable que nos metieron la Iniciativa Mérida? ¿Fue por ahí que se introdujo la contrarreforma energética enviada desde Los Pinos al Congreso en abril de 2008? ¿le dieron al actual sedicente constitucional el nihil obstat a cambio de que hundiera al país en una “guerra” tan conveniente para la industria, las finanzas y el gobierno de Estados Unidos?
¿Qué es lo que refrena a Calderón y le impide protagonizar un nuevo berrinche para dar cauce a su ojeriza contra Carlos Pascual? ¿Por qué se limita y sacrifica, de paso, y de nueva cuenta, la soberanía nacional, y nos obliga a contemplar esta nueva humillación? ¿Podría tener Roberto Gil Zuarth, u otro funcionario del primer círculo, la amabilidad de explicárnoslo?
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