“Decir que Uribe negoció con el
narcotráfico y que por eso se redujo la
violencia durante su primer cuatrienio
es una blasfemia en México.”
Desde que los mexicanos decidieron
montarse en la tesis de que Colombia logró acabar con el
narcotráfico, con la guerrilla y con los paramilitares, y se les dio
por decir que a partir de entonces vivimos en un remanso de paz,
rodeados por el progreso y la concordia, andan buscando un nirvana
que no existe.
La percepción de que Colombia ya logró
salir del atolladero en el que ellos empiezan a entrar no acepta
mayor discusión, sobre todo en los altos círculos de la élite
política y empresarial mexicana, que poco se ha preocupado por saber
realmente qué es lo que sucede verdaderamente en Colombia. Cada vez
que uno trata de explicarle a un político mexicano del PAN o del PRI
que ese país al que tanto se aferran en realidad solo existe en sus
deseos, porque ni hemos ganado la guerra contra el narcotráfico, ni
hemos logrado acabar con la guerrilla, ni hemos podido desbaratar a
los narcoparamilitares, lo miran a uno con desconfianza. ¿Acaso
ustedes no lograron bajar los índices de violencia, le recuerdan a
uno de manera airada. Y si uno les responde aceptando que ese hecho
irrebatible, el de la reducción de la violencia, sin embargo no nos
ha significado la desaparición de los carteles ni de sus vínculos
con los paramilitares, los cuales a pesar de haberse desmovilizado
han vuelto a recomponerse y a asentarse como poderosos poderes
regionales, le responden a uno que eso no es cierto, que estamos
mintiendo. Según su versión idílica de Colombia, Álvaro Uribe
logró lo inalcanzable en los ocho años que duró en el poder:
acabar con el narcotráfico, porque se enfrentó como un león a esos
malhechores hasta doblegarlos. "A eso aspiramos todos -me dijo
un amigo mexicano-. A tener gobernantes como Uribe, pantalonudos,
capaces de doblegar al narcotráfico".
La percepción de que fue Uribe el que
luchó contra el narcotráfico hasta acabarlo está tan arraigada
entre los poderosos empresarios y políticos mexicanos que hasta la
ha acuñado en su imaginario un político como Enrique Peña Nieto,
quien va a ser elegido próximamente candidato presidencial por el
PRI y de quien se dice podría ser el próximo presidente de México.
Hace poco él le dijo a Silvana Paternostro, una periodista
colombiana que le hizo un perfil, que si él llegaba al poder en
México, no quería ser como Lula ni como Clinton, sino como Uribe.
Las cosas se le complican a uno cuando
se les riposta y se intenta dañar su Shangri-La. "Uribe sí
logró reducir los índices de violencia -me atreví a responderle a
un amigo mexicano que es priista y admirador furibundo del presidente
Uribe-. Pero eso no lo consiguió a través de la fuerza, como
ustedes creen en México, sino porque negoció con el narcotráfico
en Ralito. En ese momento, los jefes de los narcoparamilites que allí
se concentraron significaban el 70 por ciento del negocio del
narcotráfico del país", le advertí. Y de paso, le aclaré que
de no haber sido por las ONG internacionales, el Congreso colombiano
habría aprobado una ley de justicia y paz en la que a los
narcotraficantes se les habrían perdonado sus crímenes sin
necesidad de que los confesaran, ni entregaran sus bienes, ni reparan
a las víctimas.
Decir que Uribe negoció con el
narcotráfico y que por eso se redujo la violencia en Colombia
durante su primer cuatrienio es una blasfemia en México. Como
también lo es decir que la nueva mafia, a pesar de que ya no mata
como antes, ha logrado penetrar al Estado colombiano sin mayor
resistencia, hasta llegar a legalizarse.
Lo cierto es que después de miles de
conversaciones como estas, he tomado la decisión de desistir en el
intento por hacerles ver a los mexicanos lo poco que saben de
nosotros y lo desatinadas que resultan sus alabanzas. Por respeto a
su tragedia, no les voy a seguir cuestionando su insistencia en
mantener a Colombia como su Shangri-La. Así de envainados como andan
-todos los días los mexicanos se levantan con la noticia de una
nueva matanza en Guadalajara o en Monterrey-, es probable que
necesiten aferrarse a cualquier salvavidas, así esté medio
desinflado.
Es más: si quieren, les mandamos a
Uribe y a su trinca una temporadita para que se aireen comiendo
enchiladas en vez de arepas. Aquí, en la Colombia real, no se le ve
muy a gusto: su gobierno ha quedado reducido a sus justas
proporciones y, salpicado por tremendos escándalos de corrupción,
ha ido quedando al desnudo ante la opinión pública. Y si quiere
volver a recordar sus días de gloria, le toca ir a donde nadie sepa
esto.
(Revista Semana, 3 de diciembre de 2011)
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47 MESES DEL ASESINATO DE NUESTROS
HIJOS
VERÓNICA VELÁZQUEZ, JUAN GONZÁLEZ,
SOREN AVILÉS Y FERNANDO
FRANCO;
47 MESES DE UNA INJUSTA PERSECUCIÓN
POLÍTICA CONTRA LUCÍA
MORETT POR ELLO
LA ASOCIACIÓN DE PADRES Y FAMILIARES
DE LAS VÍCTIMAS DE SUCUMBÍOS
CONVOCA A QUE NOS ACOMPÁÑES ESTE
1° DE FEBRERO A LA 1 PM
EN LA PROTESTA
“CADA UNO POR LA JUSTICIA”
Frente a la embajada de Colombia en
México
(paseo de la reforma # 379, cerca del
Ángel de la Independencia)
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