4.4.13

Breve anecdotario
de las drogas / I


Mi amigo Juan Anzaldo pintaba para gran novelista pero fumaba demasiada mariguana y otras cosas y llegó un momento en que dejó de interesarse por los que le rodeábamos, como un fuera para platicarnos de sus viajes y experimentaciones con sicotrópicos insólitos, y se volvió aburrido, y después insoportable, y dejé de frecuentarlo. La última vez que lo vi me llegó con una historia corriente pero poco verosímil:

–Futa. La probé ayer y sí es cierto lo de la caca de conejo.

–¿Qué hay con ella?

–Que la pones a secar, te la fumas y se te viene encima el juicio final. Pero chingón.

–Lo dudo.

–¿No me crees?

–Bueno, todo es posible. A lo mejor te fumaste la caca de un conejo que había sido alimentado con mariguana. O con peyote.

Mi escepticismo le ofendió, a mí me molestó su entusiasmo crédulo y así fue que nos distanciamos. Sabrá Dios dónde y en qué ande el buen Juan Anzaldo. Hace unos días me acordé de él. Por si me lee, le dedico este pequeño anecdotario.


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Anamaría Ashwell: “El mito de los bardos gaélicos sobre una ‘gema’ que se agranda bajo la influencia de un ‘sapo’ o una ‘serpiente’ produciendo una iluminación universal en aquel que la consume, no es exclusivo de los bardos gaélicos e irlandeses que extasiados por esos poderes alucinatorios cantaron a la Diosa Blanca en tiempos medievales: la misma ‘gema’ se consumía y fue parte de los mitos fundacionales de casi todos los pueblos mesoamericanos” (La Diosa Blanca: gramática histórica del mito poético).


El primero al que se le ocurrió prohibir la mariguana fue al papa Inocencio VII, en 1484 (Cannabis: salud, legislación y políticas de intervención). Fue un legado religioso de la pugna entre Occidente y Oriente, apunta Juan Pablo García Vallejo en su Gacetta cannábica, “porque cada cultura consumía estimulantes distintos, unos consumían vino y los otros hashish, pero al mismo tiempo demonizaron cada una el estimulante consumido por la otra, los occidentales no consumen hashish ni los musulmanes, alcohol.”

La misma fuente asegura que Diego Rivera murió engañado, creyendo que la mota tenía orígenes mesoamericanos. Pero los primeros productos canábicos en el continente americano fueron las varias toneladas de cáñamo que venían cargando las carabelas de Colón, entre velas, redes y cuerdas. Hay que recordar que la Cannabis sativa, de la que se extrae la mariguana y el hashish es también fuente de fibras vegetales de usos diversos, desde el cáñamo que usaba mi abuela para envolver paquetes hasta papel y telas para prendas de vestir.

En efecto, la planta es originaria de las cordilleras del Himalaya. Parece ser que su uso se extendió hacia Europa desde tiempos muy remotos porque, a decir de Wikipedia, se ha hallado, en un antiguo cementerio situado en la actual Rumania, un brasero ritual con semillas carbonizadas de cannabis.

Se pachequeaban los asirios, los arios, los escitios, los tracios y también, a decir de Ibn Taymiyya (Le haschich et l'extase), los antiguos judíos, los cristianos primitivos (quienes usarían la mariguana como sacramento religioso) y los musulmanes sufíes, y se presume que la palabrea asesino deriva del árabe hassasin, que significa “fumador de hashish”. Un mariguano destacadísimo pudo ser el propio William Shakespeare: intrigado por la pachequez de algunos de sus sonetos (en particular, el 76), el investigador sudafricano Francis Thackeray escarbó en el jardín de la casa del bardo en Stratford upon Avon y se encontró unas pipas con restos de cannabis.

Según Francisco A. de Icaza, el conquistador español Pedro Cuadrado introdujo las primeras semillas de mariguana en Nueva España. Según Silvio Zavala, Juan de Zumárraga impulsó el cultivo de la planta porque “a los indios, para vivir bien, les ha faltado principalmente, antes de la llegada de los españoles, lana fina, cáñamo, lino, plantas y cuatropeas, mayormente asnal”.



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La diacetilmorfina fue lanzada por Bayer al mercado en 1898 con el nombre comercial de “heroína”. El nombre deriva de  sus “heroicos” efectos en la salud: Bayer la vendía para tratar la adicción a la morfina y como jarabe para la tos. Hacia 1899, producía cerca de una tonelada anual, que exportaba a 23 países. Ante la presión de la comunidad científica, que comprendió su poder adictivo, dejó de venderla en 1910, aún asegurando que no era adictiva. (Heroin and Contergan: Crisis Management at Bayer and Grünenthal, Ed. GRIN Verlag, 2008)


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Coca Cola nació en Atlanta en mayo de 1896, como uno de los muchos imitadores de la exitosa pócima francesa “Vin Mariani” que contenía también cocaína. Fue en esa fecha que el farmacéutico John Pemberton creó el “French Wine Coca” y comenzó a venderlo en la farmacia de Jacob  como un pseudo-fármaco (patent medicine, en inglés) con un anuncio que comenzaba así: “Para los desafortunados que son adictos al hábito de la morfina o del opio, o al consumo excesivo de estimulantes alcohólicos, el ‘French Wine Coca’ ha probado ser una bendición”.


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En 1977, en el marco de la Operación Cóndor, diez mil soldados, bajo el mando del general José Hernández Toledo (quien nueve años antes comandó a las tropas que asesinaron civiles inermes en la Plaza de las Tres Culturas), fueron enviados a las zonas serranas de Sinaloa, Durango y Chihuahua para combatir la siembra y el trasiego de drogas. Se recurrió a defoliantes y a violaciones masivas de derechos humanos. El general Hernández Toledopredijo el fin del tráfico de drogas en seis meses. Cientos de campesinos huyeron a otros estados y, con ellos, muchos narcotraficantes que continuaron su actividad en otras regiones del país. El entonces delegado de la PGR en la zona, Carlos Aguilar Garza, se convirtió en narco y fue asesinado en 1993.

Arturo Cano apunta que entre los saldos de la Operación Cóndor debe incluirse “el comienzo del fin de la producción de goma de opio y el principio del trasiego de cocaína, que a su vez fue base para el surgimiento de los poderosos cárteles del narcotráfico”.


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En  1997, en el curso de una recepción ofrecida por el entonces primer ministro Tony Blair, “alguien” ofreció al cantante Noel Gallagher mostrarle el inodoro que Downing Street  reservado para la reina Isabel. El músico encontró el lugar muy agradable (“la tapa estaba cubierta con terciopelo rojo, y todo”) y allí mismo se metió un perico de cocaína. Posteriormente, no tuvo empacho en confesar su travesura en un programa de radio de la BBC.



2 comentarios:

Unknown dijo...

Este domingo 7 de abril, asistí al cumpleaños de un familiar en casa de mi mamá. Una persona dio a leer en voz alta el contenido de su columna “Navegaciones” (publicado el pasado viernes 5 de abril de 2013 en la diario “La Jornada” p.38) a mi propia madre. Sin conocer su contenido, mi expectación y la del resto de los asistentes creció al esforzarse en mejorar su lectura y volumen de voz al mencionar mi nombre en las primeras palabras del artículo: “Mi amigo Juan Anzaldo...”.

Me preguntaron si conocía a Pedro Miguel. No lo conozco. Algunas veces he leído su columna desde hace años, pero no puedo ser muy su amigo, como me presenta. Tampoco he pretendido nunca ser novelista, pero sí editor de más de un centenar de libros que versan sobre la enseñanza y difusión de la lengua náhuatl, los derechos y cultura indígenas y los movimientos sociales, principalmente. He escrito múltiples reseñas y artículos de fondo que desde hace más de 23 años se han publicado en la revista Ce-Acatl, de la cual también soy editor, pero también en otras revistas como La Guillotina e incluso en la propia “Jornada del Campo”. He colaborado desde hace 20 años en diversas radiodifusoras como Radio Educación (XEEP-1060 kHz), Radio UNAM (XEUN-860 kHz), Radio Ciudadana (XEDTL-660 Khz) y en varias radios libres como Radio Comunal, La Ke-Huelga Radio, Regeneración Radio, Radio Zapote y otras del interior del país. En Estados Unidos colaboro en La Espina del Norte, de la Bahía de San Francisco, y en algunas ocasiones me invitan a participar en programas que se difunden en Dallas, Texas y en Miami, Florida. En 1995, una de nuestras producciones ganó el Premio de Literatura de la radiodifusora “La Deutsche Welle” (La Voz de Alemania).

La imagen que dibuja en su artículo de mi persona, o de un homónimo, es de alguien que “fumaba demasiada mariguana y otras cosas”, que se fue aislando de “los que lo rodeábamos” cansados de escuchar pláticas de “viajes y experimentaciones con sicotrópicos (sic) insólitos”, que lo hacen balbucear “historias corrientes poco verosímiles”. Que en su delirio fuma “caca de conejo” para lograr “el juicio final, pero chingón”, y lo peor, que “se volvió aburrido, y después insoportable”.

Después de conocer a muchas personas de todo tipo durante varias décadas, no me siento aislado. Al contrario me siento parte de un esfuerzo colectivo muy amplio, del cual quizás ni siquiera podamos darnos cuenta de su dimensión y trascendencia, y no sólo por su tamaño, sino por la alternativa que representa para una humanidad suicida en un planeta agonizante en muchas de sus regiones. Como formé parte de la Comisión de Seguimiento del Congreso Nacional Indígena de 1996 a 2001, me han invitado a dar algunas charlas en varias comunidades indígenas de Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Jalisco, Morelos, Estado de México y del propio Distrito Federal. En escuelas de la UNAM, IPN, ENAH, UAM, y en alguna universidad de Canadá y en organizaciones sociales en Nueva York, California, Arizona y en Oslo, Noruega. En todas ellas, nunca he abordado el tema de los psicotrópicos. Quizás haya algunos que se hayan aburrido o les resulte insoportable el tema de los derechos indígenas, pero nunca me he dedicado a platicar en público o en privado de mis “viajes” o alucinaciones. Nunca he experimentado con “sicotrópicos (sic) insólitos”. Nunca he fumado “caca de conejo” como tampoco aspiro a sentir “el juicio final, pero chingón”.

(continúa)

Unknown dijo...

Finalmente, resulta que Usted dejó de frecuentarme a mí, supongo que retirandome su “amistad”, cuando yo ni lo conozco. ¡Qué atención dedicarme a mí, o a mi homónimo (“el buen Juan Anzaldo” aún se mofa), el pequeño anecdotario con el que cierra el preámbulo al contenido de su columna semanal!

Sr. Pedro Miguel, pone Usted palabras que yo no he pronunciado, y las da por verdad ante su muy amplio auditorio. Pero su columna no sólo la leerán sus lectores habituales, sino que, como sucedió en la “pequeña anécdota” con la que comencé esta carta, muchos otros círculos de personas están atentos de lo que escriben quienes tienen la virtud de contar con un espacio privilegiado en los medios de comunicación masiva y que todos esos privilegiados debieran utilizar con responsabilidad y asumiendo cabalmente sus consecuencias.

Por mi actividad política y profesional, ya en otras ocasiones he sufrido en carne propia el enorme daño que hacen los libelos y las falsedades: es demoledor para el esfuerzo que se realiza de manera cotidiana, lenta e incluso riesgosamente, con mucho trabajo y sacrificio. Fácilmente se dicen palabras que desacreditan a las personas ante su familia, sus hijos, su propia madre, amigos, compañeros de trabajo y lucha, etc. Incluso su columna podría ser utilizada en el ámbito profesional en el cual me he desarrollado en los últimos 30 años, dado que dependemos de nuestro trabajo, la edición de nuestros libros, para subsistir día con día. Por supuesto que esto también representa daños económicos al perder la confianza de los lectores y distribuidores, radioescuchas y demás público de conferencias en comunidades, universidades y más aún en redes sociales. Es un hecho que su columna pone en riesgo mi participación en las futuras reuniones convocadas por el EZLN, del cual formé parte del Cuerpo de Asesores del Diálogo de San Andrés, durante los años 1995-96, dado que una de sus primeras normas es evitar el consumo, cultivo y trasiego de cualquier tipo de estupefacientes, y Usted me está pintando como un drogadicto atascado de mariguana “y otras cosas”, perdido en “sicotrópicos (sic) insólitos”, como la propia “caca de conejo”, que sólo atina a balbucear “historia corrientes, poco verosímiles”.

Son muchas las vertientes que involucra este conflicto, en el plano ético, de daño moral, profesional, social, económico y político en que de la noche a la mañana nos vemos envueltos.
Por tal motivo, le exijo que inmediatamente desmienta sus dichos y publique el desmentido correspondiente en su blog, en la página electrónica de “La Jornada” del día viernes 5 de abril de 2013 (donde está cerrado su artículo para “comentarios” y no pude subir esta carta) y en la edición impresa de su próxima columna, de manera respetuosa y con el espacio similar al escrito publicado originalmente (2 párrafos y seis diálogos al inicio de su columna), a reserva de emprender las acciones legales que a mi derecho corresponden.

Para sus lectores: poner mucha atención sobre las licencias novelística del autor Pedro Miguel de cada uno de sus escritos, a juzgar por lo que sobre mi persona, o mi homónimo, ha escrito. ¿Cómo es que es tan interesante siempre especular sobre nombres, datos, encuentros, a veces con y a veces sin referencias que permita corroborar lo dicho por este autor? Recuerdo con agrado las decenas de entregas del famoso aliento de Cortés encerrado en un frasquito y los tantos temas que de manera tan libre aborda el autor, ¿pura fantasía?
Atentamente,

Juan Anzaldo Meneses
Editor
Centro de Estudios Antropológicos Ce-Acatl, A.C.
ceacatl2010@gmail.com