En
tiempos de Peña Nieto la redistribución de la riqueza se realiza
así: los priístas de arriba saquean el erario y mandan a los
priístas de abajo a saquear el Chedraui.
La
caricatura es ilustrativa de lo ocurrido en la primera semana de este
año, cuando el pueblo se lanzó a manifestar pacíficamente su
descontento por el brutal incremento al precio de la gasolina, una
medida que favorece al grupo en el poder y a los intereses privados a
los que la reforma energética cedió la industria petrolera pero que
conlleva, de manera inevitable, un brusco deterioro del nivel de vida
de la mayor parte de la población.
Las
protestas fueron muy pronto seguidas por actos de rapiña y
vandalismo que en su coordinación y precisión dejaron ver de
inmediato la mano que mecía la cuna. A diferencia de los saqueos
espontáneos perpetrados en momentos de oportunidad como inundaciones
o terremotos, o de los que cometen masas desesperadas en
circunstancias de carencia alimentaria, los ataques de días pasados
a comercios establecidos fueron convocados en las redes sociales,
dispusieron de transporte y logística, contaron con la protección
de corporaciones policiales (como puede verse en diversos videos de
dominio público) y, de acuerdo con numerosos testimonios, se ofreció
a sus participantes recompensas en efectivo, además del botín que
obtuvieran.
En
forma simultánea, un enjambre de cuentas de Twitter conocidas por
proferir amenazas de muerte en contra de diversas personas ocuparon
su tiempo en propalar información falsa sobre supuestos episodios de
violencia, particularmente en el Estado de México, con imágenes que
en realidad provenían de lejanos conflictos bélicos. Esos mismos
bots difundieron supuestos volantes de Morena con recetas para
fabricar explosivos y otros llamados apócrifos a la violencia.
En
diversos escenarios de protestas genuinas se recurrió al viejo guión
priísta que Enrique Peña Nieto recuperó desde el primer día de su
administración y que tiene viejas raíces en el Batallón Olimpia
(1968) y los “Halcones” (1971): grupos de choque enviados por el
poder público fueron infiltrados entre los manifestantes para crear
confrontaciones con las fuerzas de seguridad. Uno de los casos más
evidentes (consta en video) es el de Nogales, Sonora, en donde la
intervención de un grupo de golpeadores culminó con disparos de
armas de fuego de la policía estatal en contra de la multitud, y en
el que de milagro no hubo muertos. En otros, como Ixmiquilpan, el
régimen ni siquiera pasó por la provocación antes de lanzar una
represión feroz en contra del pueblo insurrecto.
Los
saqueos de Estado, las campañas para sembrar el terror en la
sociedad y las infiltraciones de protestas pacíficas tienen todo el
sello de un régimen que va más allá del PRI propiamente dicho y
que ha incorporado como piezas orgánicas al PAN, al PRD y a otras
patentes electorales y sin la participación del poder público no se
explica la sincronía y organización con la que ha operado el
vandalismo.
¿Para
qué? Bueno, si no es para inhibir, desalentar, distorsionar y
desvirtuar las extendidas manifestaciones de repudio mediante el
terror, como en efecto se logró parcialmente en el Estado de México
podría ser, como último recurso, para crear el escenario adecuado
para estrenar la Ley Reglamentaria del Artículo 29 e imponer un
estado de excepción muy conveniente en tiempos en que el priísmo
tiene ante sí la perspectiva de catástrofe electoral que el peñato
ha construido con inaudita perseverancia.
Paradójicamente, al empecinarse en reconstruir la presidencia priísta omnímoda, Peña Nieto se colocó a sí mismo como el jefe nato del partido tricolor con todo lo que eso conlleva: las redes clientelares y lumpenescas, los oxidados aparatos de control corporativo y los ya mencionados grupos de choque permanentes o ad hoc que desde 1968 han sido empleados para golpear en forma colateral a las protestas populares.
Es pertinente, por ello, demandar al propio titular del Ejecutivo que se ponga fin a los saqueos, provocaciones, campañas de desinformación y siembras de pánico y que el gobierno respete escrupulosamente los derechos de la ciudadanía a la manifestación pacífica y a la libre expresión de su descontento. Con ese propósito se ha elaborado una petición en Change.org que puede consultarse aquí.
Paradójicamente, al empecinarse en reconstruir la presidencia priísta omnímoda, Peña Nieto se colocó a sí mismo como el jefe nato del partido tricolor con todo lo que eso conlleva: las redes clientelares y lumpenescas, los oxidados aparatos de control corporativo y los ya mencionados grupos de choque permanentes o ad hoc que desde 1968 han sido empleados para golpear en forma colateral a las protestas populares.
Es pertinente, por ello, demandar al propio titular del Ejecutivo que se ponga fin a los saqueos, provocaciones, campañas de desinformación y siembras de pánico y que el gobierno respete escrupulosamente los derechos de la ciudadanía a la manifestación pacífica y a la libre expresión de su descontento. Con ese propósito se ha elaborado una petición en Change.org que puede consultarse aquí.
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