“Unidad
nacional” es el mantra del momento entre quienes han instigado y
consumado la mayor fractura nacional en décadas: la generada por las
reformas estructurales, con la educativa y la energética, en primer
lugar. “Unidad”, claman los políticos y funcionarios que
incendiaron al país con el gasolinazo del mes pasado. “Patriotismo”,
exige, en su fiesta de Querétaro, el grumo de partidos que ha
gestionado los episodios más recientes de claudicación nacional.
Unidad y patriotismo son ahora los productos de temporada, las marcas
registradas comercializables recién descubiertas por los sectores
políticos y empresariales que han exacerbado la división de México
entre un puñado de magnates y una mayoría de miserables, los que
han traducido al español mexicano los dictados de la OCDE, el FMI y
el Banco Mundial, y los que en el pasado reciente elaboraron
coartadas para justificar la violencia genocida en la que Felipe
Calderón sumió al país.
Quienes
han hecho carrera promoviendo en México los antivalores neoliberales
de rentabilidad, competencia y productivad; los que por décadas
entonaron alabanzas al proceso de integración supeditada del país a
la economía estadunidense; quienes han impulsado una modernización
sangrienta, antipopular, generadora de pobreza y marginación; los
que han exigido e instrumentado acciones de represión en contra de
los movimientos sociales; quienes han pedido mano dura contra la
delincuencia mientras se dejan consentir en los salones controlados
por delincuentes de cuello blanco; los que han buscado criminalizar a
los estudiantes de Ayotzinapa, a los profesores de la CNTE, a las
comunidades en resistencia; los telectuales que han
descalificado como “populismo” las luchas en defensa de los
intereses nacionales; quienes querían mantener en la cárcel a
Nestora Salgado; esos cuyos servicios a un poder público lacayo les
ha sido generosamente recompensado con contratos y prebendas; los
mexicanos a los que les resulta ajena la crisis habitacional en el
país porque poseen residencias de lujo en Estados Unidos; esos que
han medrado con la obsecuencia de gobiernos que entregaron al
extranjero las riquezas del subsuelo y las empresas antaño de
propiedad pública; Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña, que
vendieron o regalaron el mercado nacional, la independencia
diplomática, la soberanía, la seguridad nacional y la estructura
energética de México a las necesidades e intereses de las
transnacionales, hoy medran con los impulsos nacionalistas y con la
indignación social provocada por las arremetidas antimexicanas de
Donald Trump. Y las diversas caras y logotipos de la antipatria
política, empresarial, mediática e ideológica, convocan en defensa
de la patria a una sociedad a la que por décadas han traicionado,
defraudado, saqueado, manipulado, empobrecido, mentido y masacrado.
Los
más recientes episodios de esta indecencia son el enésimo llamado
de Peña a la unidad, ahora “en torno a la Constitución” y la
marcha “apartidista, pacífica y respetuosa” en rechazo a las
iniciativas del gobierno estadunidense y en demanda de “buen
gobierno”. El primero es un nuevo intento por legitimar las
reformas estructurales que representan la más reciente adulteración
al pacto social expresado en el documento constitucional; el segundo
viene siendo un nuevo ensayo de un conocido manojo de membretes de la
derecha empresarial y antipopular, ahora agrupada en una cosa
denominada Vibra México, por capitalizar el justificado enojo que
cunde en el país en contra de la administración Trump. Tan
descarado resulta ese oeneginismo reaccionario que ni siquiera
se tomó la molestia de buscarle un sufijo “.org” a su página
web, la cual puede encontrarse con el dominio corporativo “.com”.
Es comprensible que universidades privadas se hayan sumado a la
convocatoria. Pero, por razones que escapan al entendimiento, la
rectoría de la UNAM aceptó agregar los nombres de esa prestigiosa institución pública a un conjunto de grupos facciosos y
oligárquicos que buscan convertir la movilización en un nuevo
instrumento de mercadotecnia o, cuando menos, de lavado de imagen.
Está
difícil que desde el 12 por ciento de popularidad que se labró a
pulso y con tesón, Peña logre encabezar algo más que la suma de
las cúpulas que dominan de mala manera las instituciones y lo que
queda de la economía; en cuanto al llamado a salir a las calles
formulado por Vibra México, no se debe escatimar la cobertura
mediática ni la estruendosa capacidad de promoción de que gozan las
OAVG (organizaciones a veces gubernamentales) convocantes. Pero de
seguro el país mayoritario ofendido, despojado, maltratado y
reprimido, no estará allí.
1 comentario:
¡Uf! Pienso lo mismo. La unidad que se necesita es para derrocar a un sistema, para ello necesita ser convocada desde fuera del sistema, que haya mínimos esenciales en torno a los que unirse con un fin bien específico y por una duración limitada. ¿Pero quién podrá consolidar este llamado y su proceso? No veo quién, o quiénes, ni por dónde. Muestra de ellos es la pululación de candidatos independientes.
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