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Deseos para Elián


Queda la esperanza de que estos 150 días de odisea --más los que faltan-- se sedimenten en la memoria de Elián como una aventura en Disneylandia; de alguna manera lo han sido, si se piensa que el combate singular que ha venido librándose en torno al pequeño náufrago es un ritual estrechamente emparentado con la fantasía: auto sacramental, lucha libre, carrera espacial, película de George Lucas.

Elián fue secuestrado dos veces consecutivas: por su madre, primero, y por sus remotos parientes de Miami, quienes trataron a toda costa de mantener al niño en su poder como una manera de recuperar sus propias inocencias infantiles, cuando todo lo estadunidense era bueno, el comunismo era malo, y cuando no les había llegado la hora de los fichajes por la policía y de las actividades dudosas para subsistir en un medio social y económico tan implacable como corrompido.

El enojo del mar se encargó de poner fin al primer rapto. La estupidez del Servicio de Inmigración y Naturalización generó el segundo, que duró muchos días y que fue interrumpido, a la postre, por la policía. La mafia cubanoestadunidense de Florida y Washington --que no es el conjunto de la comunidad cubana en Estados Unidos, ni mucho menos-- ya tiene argumentos para denunciar que el comunismo se ha apoderado de la Casa Blanca y que Bill Clinton y Janet Reno están a punto de entregar un infante desvalido a las fauces comeniños de Fidel Castro.

Ojalá que Elián sea capaz de abrirse paso, con el tiempo, por el laberinto de afectos fingidos, manoseos afectivos, abusos y maltratos a los que ha estado sometido; que logre superar el desgarramiento entre el pretendido amor materno y la irresponsabilidad suprema, entre el mimo manipulador y el aprovechamiento como estandarte emocional de una mafia que ha perdido su infancia para siempre y que quiso recuperarla mediante el rapto; que su periplo accidentado se convierta en factor de serenidad y no en confusión permanente.

La sociedad y la clase política estadunidenses, por su parte, empiezan a descubrir que han llevado demasiado lejos su alianza histórica con la mafia cubana --que no abarca, ni mucho menos, a todos los isleños radicados en el país vecino-- y que en el empeño anticastrista han llegado a hacerse cómplices de un caso claro y prolongado de maltrato infantil, de secuestro y corrupción de menores y de usurpación de una patria potestad incuestionable que hoy se expresa --todavía arraigada y amenazada-- en los jardines de la Base Andrews.

Michael Moore, comentarista de televisión, cineasta y columnista, ha escrito un testimonio conmovedor de esa conciencia incipiente en su Carta a Elián (http://www.michaelmoore.com), del 31 de marzo, en la que desea al menor un pronto regreso a su país y a su gente verdadera, un disfrute pleno del amor paterno y una visita libre y adulta a Estados Unidos para cuando se hayan eclipsado los actores políticos que tanto lo han maltratado en estos meses. Así sea.

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