Cientos
de hondureños, salvadoreños, nicaragüenses y dominicanos están siendo enviados
al territorio ocupado de Irak para participar en la pacificación y
normalización del país invadido. Se desplegarán en el centro y sur y estarán
bajo el mando de oficiales españoles y polacos que son, a su vez, las mascotas de
los militares estadunidenses que controlan (¿controlan?) el territorio iraquí.
Según las versiones oficiales, los pobres centroamericanos tomarán parte en
tareas de desminado, reconstrucción y sanidad. No es difícil, en consecuencia,
imaginarlos reventados por las minas, agobiados en trabajos de albañilería o
aplicados en la remoción y traslado de restos humanos en descomposición.
Los
presidentes y los parlamentos de Honduras, Nicaragua y El Salvador argumentan
que la presencia de efectivos de sus países en el Irak derrotado es buena para
que esas pequeñas naciones centroamericanas empiecen a adquirir presencia en el
concierto de la modernidad global. Pero es más probable que los asesores de
George W. Bush hayan pensado en la necesidad de dar argumentos y cobertura al
término coalition, empleado
por su jefe cuando anunció la intención de invadir Irak y que el Departamento
de Estado haya salido a comprar voluntades entre los habitantes débiles de su
patio trasero. Unos cuantos millones de dólares en ayuda militar y un viaje con
gastos pagados a Las Vegas para congresistas tropicales son suficientes para
adquirir un hato de reclutas desnutridos --pero maquillados de tropas de elite--,
ponerlos bajo el mando del sargento Aznar y anunciar al mundo que la comunidad
internacional participa con entusiasmo en el avasallamiento armado de Irak.
Enhorabuena.
Por lo
que se refiere al grado de convicción de estos novísimos guardianes de la
democracia y la paz mundial, es bueno recordar el dato de sus emolumentos:
además de sus salarios regulares recibirán un bono extra de 200 dólares diarios
mientras permanezcan en tierras iraquíes, es decir, de fines de este mes a
marzo del año entrante: casi 50 mil dólares para cada uno de estos soldados de
la libertad. Para poner en contexto esa suma --una hora de festejos en casa de
Bill Gates o una década de salarios en el bolsillo de un jardinero mexicano--
cabe recordar que en Honduras el producto interno bruto (PIB) per cápita es de
2 mil 600 dólares anuales, según los datos de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés); 53 por ciento de la población
está por debajo del nivel de pobreza y 28 por ciento de la población
económicamente activa (PEA) se encuentra desocupada. Los datos correspondientes
a El Salvador son: 4 mil 600 dólares de PIB anual per cápita, 48 por ciento de
pobres y 10 por ciento de desempleo; Nicaragua registra un PIB de 2 mil 500,
pobreza de 50 por ciento y 23 por ciento de desempleo. República Dominicana es
la privilegiada de la coalición: PIB de 5 mil 800, pobreza de 25 por ciento y
desempleo de 15 por ciento (www.cia.gov/cia/publications/factbook, datos de
2001). En suma, para los soldaditos centroamericanos que consiguieron visa a
Irak la aventura les significa la oportunidad de cambiar radicalmente su
horizonte económico. Multiplicada por unos 700 integrantes de la Brigada Plus
Ultra, como ha sido bautizado el rebaño, la cantidad arroja 35 millones de
dólares que saldrán, al parecer, de las arcas españolas, las cuales, a su vez,
endosarán la factura a Estados Unidos. Una baba de perico, si se considera que
el precio de la destrucción de Irak fue calculado en 60 mil millones de dólares
por círculos legislativos de Washington.
Los
problemas vendrán cuando esos 35 millones de dólares de carne centroamericana
mal entrenada y equipada, y desconocedora, entre muchas otras cosas, del idioma
y las costumbres iraquíes, se revelen como el punto más débil de las tropas de
ocupación, y los integrantes de la resistencia nacional descubran que sus
agresores les han regalado al menos un puesto de tiro de feria con patitos de
hojalata para que afinen su puntería.
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