Hay motivos para el optimismo. El remedo contemporáneo del
espíritu renacentista consiste en intercambiar los espectáculos en la pantalla
del hogar, que lo mismo avienta escenas porno que Discovery Channel, que
aspectos en primer plano de la matanza material y moral de los iraquíes por
parte de gobiernos que ahora parecen un tanto despistados. “El mundo está mejor
y más seguro sin Saddam”, escribe la embajadora británica en México, Denise
Holt, mientras los bombazos en Irak confirman la persistencia de la guerra y
cuando los terroristas islámicos pescan, en las renovadas aguas del rencor y el
odio contra Occidente, nuevos voluntarios para el martirio asesino. Los
ciudadanos de Estados Unidos y de Europa pueden creerse los embustes de sus
gobiernos, estar tranquilos y seguir observando en sus televisores el
espectáculo de “un mundo mejor” mientras devoran cápsulas de viagra como si
fueran palomitas de maíz, pasadas por el gaznate con ayuda de bebidas
energetizantes, y mientras intercambian imágenes digitales y codifican sus
vidas en la pantalla mágica del asistente digital personal (PDA, por sus siglas
en inglés). No hay que ser integrista, y ni siquiera musulmán, para percibir el
olor a decadencia en los discursos de los gobiernos invasores. Lástima que el perfume
de la diplomacia occidental no alcance a respirarse en los centros de detención
que los ocupantes estadunidenses y británicos mantienen en el país invadido, y
en los que ocurren episodios como éste:
“Khreisan Khalis Aballey, de 39 años, y su padre, de 80,
fueron detenidos en su domicilio (por las fuerzas de la coalición). A Khreisan
le colocaron una capucha y esposas y lo obligaron a permanecer casi ocho días
de pie o de rodillas de cara a una pared mientras lo sometían a interrogatorio.
Lo privaron del sueño colocando una luz muy intensa junto a su cabeza mientras
se escuchaba una música distorsionada. Sus rodillas sangraban, de modo que
trató de mantenerse de pie la mayor parte del tiempo y, hacia el final, según
dijo, una de sus piernas tenía una hinchazón del tamaño de una pelota de
futbol. Su padre estaba encerrado en una celda contigua y podía escuchar sus
gritos.” Ese testimonio fue recabado y difundido por Amnistía Internacional en
su comunicado del 23 de julio de 2003, en el que se documenta, además, algunos
de los loables esfuerzos de los ocupantes para mejorar la vida de los iraquíes:
torturas, malos tratos, asesinatos de niños de 12 años y robos --sí, robos,
como los que sufren los usuarios de microbuses en la ciudad de México--: “Unos
oficiales estadunidenses aceptaron que había pruebas de que otros oficiales
habían cometido un delito al llevarse más de 3 millones de dinares (unos 2 mil
dólares estadunidenses) de la casa de una familia. Los oficiales dijeron que
proporcionar resarcimiento a esta familia resultaría difícil y llevaría
bastante tiempo, ya que no tenían manera de averiguar dónde estaba estacionada
la división cuyos miembros habían sido acusados de este delito”. Sin embargo,
apunta el documento, “en el marco de las reformas del sistema judicial
implantadas por las potencias ocupantes, los tribunales iraquíes ya no poseen
jurisdicción civil o penal sobre ningún miembro del personal de la coalición”.
Ante esos incómodos señalamientos de Amnistía Internacional,
los cruzados contra el terrorismo pueden contar con dos defensores inesperados
que justifican, con argumentos impecables, la guerra sucia: no hay por qué
aplicar “las leyes internacionales a los guerrilleros de Chechenia y Al Qaeda”.
Estos últimos “fueron llevados a Guantánamo y sacados de los tribunales de
Estados Unidos”. Por las dudas, dice, “no estoy haciendo ninguna crítica”,
porque “no se puede hablar de leyes de la guerra contra un enemigo que no
respeta ninguna ley”. Son las declaraciones del general argentino Ramón Genaro
Díaz Bessone, quien defendió de esa manera el secuestro, la tortura y el
asesinato de miles de opositores por la pasada dictadura militar. En una parte
de la entrevista con Canal
Plus, Díaz Bessone citó, en defensa de su posición, las bombas atómicas lanzadas
por Estados Unidos en Japón y los recientes bombardeos a Irak, en los que
murieron civiles no beligerantes. En el mismo documental, el general Benito
Bignone formuló una defensa de la guerra preventiva aplicada
por George Bush y Tony Blair contra Irak: “Si usted quiere que no le pongan una
bomba en su casa, por más guardia que tenga igual se la van a poner. La única
forma de evitarlo es matar al tipo que le va a poner la bomba antes de que la
ponga”. Lástima que los ingleses derrotaron en las Malvinas a esos genios. Más
bien habrían debido contratarlos como asesores para sus ministerios de Defensa
y de Propaganda. Es posible incluso que hoy, en vez de debatirse entre
extradiciones y procesos, esos teóricos memorables aparecieran en la BBC para
defender la inmaculada inocencia de Blair.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario