31.10.07

Los fusilados de Oviedo



Lancé la red a la Red, caí en un foro de asuntos locales de Ujo (concejo de Mieres, Asturias, España) y encontré una discusión encendida entre los defensores de la memoria y los partidarios del olvido. Entre los primeros, Blanca Alvarez González (no confundir con la escritora homónima, también asturiana, del mismo nombre, pero natural de Cartavio, Coaña), ha transcrito allí cartas conyugales, paternas, maternas o filiales, escritas antes del paredón desde la cárcel de Oviedo, tras la caída de Asturias en manos de los fascistas. Son letras dignas y gallardas de personas buenas: republicanos capturados o individuos que no tomaron parte en la contienda y a los que algún enemigo o rival denunció como “rojos” ante los esbirros de Franco. A la fecha siguen enterrados en fosas comunes. Me dolió mucho la lectura y sentí pudor por husmear en correspondencia ajena. Pero conforme avanzaba en las líneas fui entendiendo que entre los destinatarios de esas viejas cartas estamos también tú y yo y todos nosotros, y pensé que ceder la palabra a esos asesinados por el fascismo es la mejor ofrenda que se puede hacer a los muertos en este día. Gracias por traerlos de regreso, Blanca.



“Constituye este lóbrego edificio cinco amplias galerías, con tres pisos cada galería y cinco chaflanes, que en tiempos normales son destinados a talleres de trabajo. Cada piso tiene 14 celdas individuales o sea 42 celdas en cada galería y que con arreglo a lo que nos dicen las matemáticas es cárcel para 210 reclusos. En la actualidad estamos en la Cárcel Provincial de Oviedo unos 4.000 reclusos sociales más unos 100 comunes. Convergen en una pequeña plazoleta donde se alza un edificio reducido de proporciones y de forma de quiosco que desempeña una doble finalidad: como oficina de trabajos para organización interior y como capilla (por cierto que no estaba en los cálculos de aquel arquitecto, que ésta había de ser muy insuficiente). La impresión que me causó la prisión no fue grande, a pesar de no haber tenido que jamás dormir una sola noche en una. No obstante me la causa, lo que pasa en el interior. Yo que toda mi vida estuve en casa al calor del hogar y recibiendo el mimo, primero de mis padres y hermana y más tarde de mi amada esposa. Yo que jamás tuve que preocuparme de nada que se refiriese al aseo, comidas etc., me veo sumido de golpe en un infierno de lo que yo nunca me pude imaginar. Antes de yo ingresar en la prisión preventiva de Pola de Lena, ya me doy perfecta cuenta de lo que ha de ser el infortunio de la prisión, ya que los que me han detenido, dan a demostrar con su falta de civismo, que ya en la cárcel nada bueno puede ocurrir. Las palabras groseras que oigo, me hacen dudar que sean pronunciadas por personas que por sus puestos y posición no deberieran proferirlas. Dudo si estarán en su sano juicio. Jamás mis oídos han percibido frases tan insolentes, ni en los más despreciables fondos sociales se oye esto. Hay frases que hieren como la bala más mortífera, palabras éstas que de haberlas percibido en otra ocasión que no fuera la de hallarte amarrado, hubiesen sucedido cosas que nunca estuvieron en mis cálculos. Temí cuando fui apresado de no ser llevado a ninguna parte y ahora pienso cuánto más valía que me hubiesen tirado de aquel puente en que me amenazaron tirarme. Cuánto más y mejor hubiese sido que dándome cuenta del refinamiento en los procedimientos que se habían de emplear, me hubiesen matado en el momento en el que fui cogido por la horda. Con ello me hubiese evitado de ver cosas tan vergonzosas e inhumanas como las que voy a procurar describir... Al menor ruido o desliz que cometamos, somos duramente recriminados o castigados a la ‘leona’ cuya celda es en la forma de emparedamiento. No es posible sentarse y en este lugar es muy fácil que al más mínimo descuido ser mordido por las ratas, gigantescas y que parece están de acuerdo con nuestros opresores. En la celda nos contamos mutuamente nuestra vida y la tragedia que se cierne sobre nuestro hogar, posición de cada uno y condiciones en que queda la familia, motivos por los cuales estamos condenados a la última pena. En una de las celdas a que me refiero al principio, de unos diez metros cuadrados y que son individuales, somos metidos quince individuos. En este pequeño espacio hemos de permanecer encerrados durante 21 horas diarias, las tres restantes son las destinadas al paseo o patio. Los penados a muerte ocupamos la planta baja de cada galería. Las órdenes son severísimas y la puerta sólo no es abierta un momento para recoger el rancho.
A. V.
1/07/1938 desde la Celda 11 de la Cárcel Modelo de Oviedo” (carta a sus padres)


“[...] La vida carcelera en estos trances se hace odiosa y como tal no importa la privación de la vida más que por la familia, en cuyo punto vienen todos nuestros pensamientos, todos los sueños. A los toques de corneta, se reciben en la cárcel todas las órdenes: diana, fajina, paseo, retreta y por último silencio, más esto que nos mandan a las nueve de la noche lo vulneran nuestros guardianes a las dos de la mañana con bastante impertinencia. Lo interrumpen con ruidos de cerrojos, lo cual nos anuncia que al día siguiente varios compañeros ya no acuden a las órdenes de corneta [...]”.
R.C.
Cárcel Modelo de Oviedo, 20 de junio de 1938 (carta a su esposa)
“Cárcel de Oviedo, abril 1938. Para mi querida compañera y para mis queridos hijos: En mis últimos días os escribo estas líneas de recuerdo para vosotros. [...] He sido detenido en alta mar en un barco cuando pretendíamos llegar a Francia para poder juntarme con vosotros. [...] Solo deseo que os queráis mucho y que en la vida seáis ejemplo de honradez y virtud. [...] No quiero que guardéis luto por mi y no os preocupéis dónde reposan mis huesos. [...] Tú, mi querida compañera, no dudes en juntarte con un hombre que pueda hacerte feliz y olvidar tanto como has sufrido. Recibir muchos besos de este que mucho os ha querido
J.R.A.
Cárcel de Oviedo, abril 1938.”
“Queridísimo cariño: Primeramente unas letras todas llenas de cariño de tu nena, y quiero que me perdones por no haberte escrito antes. No ha sido porque no he querido, sino que me ha sido imposible. [...] Quiero que al leer estas letras, y a pesar de todo el dolor que te puedan causar mis palabras, que tan duras son al llegar de una persona que tanto te quiere, ahogues las lágrimas en tu garganta, piensa que no me acusan de ningún crimen, sino por mi idea política. Por esto quiero que te sientas tranquilo y sereno que no te tiemble la voz al leer lo mismo que a mí no me tiembla el pulso al escribirlo. [...] Recibe todo el cariño que sabes te tiene tu nena, y un millón de besos y abrazos de tu cariño. Adiós.
De.


“A todos los trabajadores metalúrgicos y al pueblo en general.
Compañeros:
Habiendo pasado mi vida de luchador a vuestro lado para vosotros son, pues, mis últimas palabras. Somos muchos los socios del Sindicato que estamos pronto para ser fusilados. Por defender nuestros ideales de enmacipación social. Hoy, ha sido fusilado el inolvidable compañero Higinio Carrocera, mañana lo seremos nosotros y formaremos legión las miles de víctimas escogidas por el fascismo para saciar su sed de muerte. Todo esto lo hacen para que el pueblo trabajador no pueda triunfar en la lucha contra el fascismo, pero el pueblo sabe que el triunfo del despotismo fascista es el triunfo del crimen, así como la muerte de todas las libertades populares. [...] Vamos a ser fusilados, no podremos ver la terminación de la guerra, pero estamos plenamente convencidos que el triunfo del pueblo sobre el fascismo será total, y los que tengáis la suerte de salvaros podréis dedicaros a reorganizar nuestro Sindicato, baluarte siempre, de las inquietudes populares. La descarada intervención del fascismo internacional en la guerra española no han de demostrar que los ideales de los trabajadores deben traspasar el marco de las fronteras e ir a una acción internacional, para acabar con las injusticias sociales. En el cargo que me habéis nombrado, como miembro del Comité del Sindicato, me siento orgulloso con haber desempeñado dicho cargo si he sabido cumplir con vuestros mandatos. Solo pido a la hora de la muerte, que los compañeros que queden, sepan hacer justicia y sigan adelante con nuestras ideas enmacipadoras. ¡Adelante metalúrgicos!¡Adelante compañeros!¡Adelante mujeres idealistas! Todos por el triunfo de nuestras ideas! ¡Viva el Sindicato! Vuestro compañero
J.R.
Escrito en la cárcel de Oviedo comienzo del día 8 de Mayo de 1938.”
“Con gran emoción y sentimiento te escribo, querida hija, mis últimas letras, pues espero de un momento a otro ser fusilado. Hija, no recibiré más tus besos infantiles ni te pondrás más sobre mis piernas jugando como niña mimada, todo lo recuerdo en estos últimos días de mi vida. Tengo un gran pesar, que te pido me perdones: no haberte dado la pluma que el día de nuestra despedida me pedías. Como a tu hermano te ruego seas buena para tu madre y con él para que podáis vivir queriéndoos mucho como os quise siempre. [...] Te aconsejo como a tu hermano que hagas lo posible para que en tu edad de mocita seas una joven libertaria, que luches contra el fascismo que asesinó a tu padre. Me despido sin saber donde estás con tu madre y hermano, pues no he recibido ninguna noticia vuestra desde que te di mis últimos besos. [...] Recibe de tu padre a la hora de morir, muchos besos y abrazos nunca me olvides... Tu padre,
H.R.A.Viva la República!”


“Querida hijita: Tu papá te pide que quieras mucho a tu mamá, a tu hermanito y a los abuelos y tíos. [...] Que no te engañen los que hoy matan a tu padre, queriendo haceros ver que si nos mataron fue por crímenes que cometimos. Te advierto esto por si el fascismo fuera el que venciera en la lucha que hoy está entablada, no creo que esto suceda. Pero si la maldad pudiera más que la razón, te pido desde esta celda en que me encuentro condenado a muerte que no ayudes en nada a esa organización. [...] Lo mismo tú que tu hermano estais sin bautizar, pues no he querido bautizaros porque no creo. Pues si siguieran la doctrina que predican, no consentirían que en el mundo ocurrieran las cosas que pasan, pero si vosostros os quereis bautizar podeis hacerlo. Lo que sí te pido es que no seas falangista y, si te obligan a hacerlo, te esforzarás por hacer lo menos que puedas en favor del fascismo. [...] Bueno hijita, quiere mucho a los abuelos y tíos, a tu hermano y no disgustes nunca a mamá, esto es lo que te pide tu padre a las puertas de la muerte.
Te besa tu papá
No.G.
“Cárcel Modelo de Oviedo 3/7/1938
Queridos padres: Me alegraré que cuando reciban éstas mis últimas líneas estén bien en compañía de mis hermanos y de mis hijos, a quien hasta los últimos momentos no dejé de pensar y preocuparme por la suerte que correrán. [...] Sé que me espera la muerte segura. Pero no por ser un ladrón ni tampoco un criminal, se me fusila por ser español y defender a mi patria. [...] Así que ánimos, pues tú, madre, has cumplido con tu obligación. Cuántas madres quisieran honrar a España con cuatro hijos comunistas, pero no has hecho nada más que lo que tenías que hacer como española.
Y para terminar un Viva a la República.
Firma: Ig. Te.


“Mi querida compañera: Salud. [...] Querida mía, no te extrañe, que te trate así porque es la última vez que lo hago y espero me perdones si alguna vez te he hecho sufrir en algún momento porque veinte años que vivimos juntos por necesidad habíamos de discrepar en algo. Pero muero con la seguridad que me has sido fiel y me querías con todo el cariño de una buena compañera y una buena madre para nuestros queridos hijos. [...] Procura que una vez que triunfe la República que hagas los posibles para que a nuestros hijos les enseñen como corresponden a mis ideales. A ver si no llegan a ser tan esclavos de la vida como yo lo fui. [...] Si alguna vez encuentras algún hombre que te quiera de verdad, que no sea para hacer burla de ti, no dudes por hacerlo compañero tuyo y que te ayude en todo lo que haga falta para criar a nuestros hijos queridos. [...] [...] Besos y abrazos de éste tu
F. (Hasta la eternidad)”
“Querido no.: Todos los seres, llegados a su desarrollo siente una necesidad que en muchos de ellos, el no saciarla, les trae trastornos. Dicha necesidad consiste en que el macho precisa de la hembra y viceversa. En el macho es más fácil cubrir la necesidad sin que sufra por ello el desprecio de sus semejantes, como por ello en la hembra. Pero debe tener precauciones sino quiere verse más despreciado aún que la mujer, pues existen enfermedades que dejan inútil para siempre a la persona que tiene la desventura de cogerlas. Para no enfermar es necesario se tenga mucha limpieza y no abusar demasiado de los organismos, te advierto de esto para que no tengas que lamentarte más tarde. Lo mejor para evitar las enfermedades es poner el remedio antes de que existan. En éstas el remedio está en cortejar a una muchacha y conseguir de ella consentimientos para cubrir esa necesidad, tomando precauciones que hay muchas, y sobre todo, en tus tiempos, para que no quede en estado. Y así podeis estar libres de uniros si quereis, pero nunca debes hacer de menos a esa mujer propagando ‘que si esto, o lo otro’. ¡Bueno hijo mío, salud!
¡Viva la República! ¡Viva el comunismo!
No.G.
Cárcel Modelo, segunda galería, celda número 11. Oviedo, abril del 38.”


“Carta escrita a su hijo de tres años en la Cárcel Modelo 2a Galería celda 11. Oviedo abril del 38.
Querido hijo: Tan sólo puedo dejarte estas cuatro letras y con ellas unos consejos, ya que personalmente no puedo hacerlo en los momentos que los precisarás. Sólo consejos es la herencia que vuestro padre puede dejaros. [...] Cuando sepas leer eso ya sabrás las causas de la muerte de tu padre, no te pido que vengues mi muerte, solamente por ser tu padre el que ha sucumbido bajo el despotismo de una organización de criminales, cual es el fascismo, sino en bien de la humanidad entera, lucha contra la fiera que quiere bañar el mundo con sangre. No hagas caso de lo que te cuenten, pues hoy su propaganda es ‘no se fusilarán más que los que estén manchados de sangre’, mienten descaradamente, matan porque sí, porque quieren, por el gusto de matar, no importa que esté o no, manchado de sangre. [...] No creo que llegues a vivir en régimen fascista, pero por si la desgracia así aconteciera, no permanezcas en España más que el tiempo preciso en preparar el viaje para una nación democrática y, lleva contigo a tu madre y hermana. Nunca seas fascista, nunca hagas causa común con los que mataron a tu padre y te privaron de su ayuda y cariño, sigue los consejos de tu madre y no la disgustes, en agradecimiento a los sacrificios para alimentaros y vestiros tuvo que pasar.
Quiérela mucho.”


“Oviedo, Cárcel Modelo 18/2/1938
Queridos padres: Les deseo toda clase de felicidades, siempre, hasta la hora de la muerte, a ustedes, y a mis hermanos y demás familia. Que tengan más suerte que yo, hasta el fin de la vida. Yo muero, pero muero con mucha honra, no muero por criminal, ni asesino ni ladrón, muero por ser de izquierdas, por dar el pecho en la guerra, y defender el Gobierno legal y nuestros intereses, que todos debemos defender, la paz, la justicia, como hombres ciudadanos, no como esos asesinos, destructores de la humanidad proletaria. Esto que os sirva de ejemplo para todos, no hay que tener consideración con ellos, no la tienen con nosotros, ni de viejos, ni de jóvenes, ni de mozas ni de niños, todos somos igual. Así que teneis buen espejo, no mirar atrás, adelante siempre. Salud y República. Viva el Frente Popular. Vivan las Juventudes Unificadas. VivaR.C.G.


“A mi queridísima esposa: En estos momentos recibo tarjeta de mi hermana y en ella me dice que te has quedado desde el lunes aquí en Oviedo. ¡Pobre Parmenia! Ya sé a qué te quedas. Sé que esperas quedar viuda de un momento a otro. También sé que no dormirás ni un solo momento y que acaso estés vigilante por las cercanías de la cárcel esperando que llegue el momento del desenlace fatal, mas no haces bien, querida. ¿Qué crees adelantar con ello? Nada. Me verás acaso muerto, acribillado a balazos, recibiré tus besos cariñosos, tus lágrimas resbalarán por mi rostro de cera. Claro está, te lo agradezco mucho, pero no quisiera por nada, que estos terribles trances los hubieses presenciado. Por el mucho cariño que nos hemos profesado, quisiera haberte evitado todo eso. Mis pensamientos en estas noches de insomnio sólo conciernen en ti, en nuestro hijo y en mi hermana. En otra carta que os dejo ya veréis mis deseos. Habeis cumplido cual heroínas, y aunque no habéis conseguido los fines que perseguíais, cual yo lo sabía, debeis estar orgullosas. Muero por un ideal del cual no reniego y vosotros no quedais sumidos en el fango, pues yo no soy ningún criminal, como tampoco lo fueron mis padres y tus hermanos que ya hoy están situados en el plano que en esta semana iré yo a parar. Besos sin fin a mi hijoto querido, a mi hermana y sus hijos, recuerdos a tus hermanos y familia. Y tú ten presente lo que siempre te he querido.
Amador
Celda 11. 2 de julio de 1938”

“Prisión de Oviedo, 27/9/1938. Galería 4 Celda 46.
A mi querida esposa: Salud. Ante estos momentos de angustia y dolor te escribo estas cuatro letras desde capilla. Te digo, que muero sereno, tranquilo y orgulloso, porque sé que el triunfo está próximo. Querida, si cincuenta vidas tuviese, cincuenta vidas daría por defender las libertades democráticas del pueblo español. Te pido de que no me llores, la República hará justicia. Cuida a nuestra hijita y dale la educación que yo deseo, dile siempre por qué murió su padre. Mis últimas palabras ante el piquete serán, de Viva la República. Son las 5, 30 de la madrugada y me falta sólo una hora.
Besos y abrazos de tu
M.


“Querida madre: Deseo que cuando recibas esta estés bien de salud en compañía de mis hermanos. Mamá, he recibido el paquete y el mensaje en el que me dices que quieres venir a verme aquí. No tienes que preocuparte, estoy bien en lo que cabe, con muchas otras mujeres de ahí, todas nos conocemos y nos ayudamos, yo soy una de las más jóvenes y las mayores nos cuidan. Tú preocúpate de ti y de los nenes que te necesitan, los otros con un poco de suerte, dentro de poco te ayudarán a salir adelante. Mamá, la vida aquí es muy triste, nunca pensé verme entre cuatro paredes y mirando a través de las rejas, tenía tantas ilusiones y planes para el futuro, y me veo aquí contando les baldoses de un patio intento no volverme loca, en esta falta de libertad en esta situación de indigencia, hacinadas y sin ninguna intimidad ni siquiera para poder llorar a solas. Os recuerdo tanto a vosotros, a mis amigas, a toda los conocidos que hasta hace poco eran parte de mi vida, echo de menos la libertad de poder moverme y respirar sin este agobio, me cuesta tanto habituarme al olor de este aire viciado que me ahoga. Madre, no quiero que vengas aquí porque no puedo soportar el pensar de verte y de no poder abrazarte y dejarte marchar sin saber si volveré a verte. Intento resignarme pensando que por muy larga que sea mi condena soy joven, no he cometido delito alguno así que no te preocupes, espero poder salir pronto de aquí. Muchos besos para todos con cariño de tu hija
P.G.de.

“A mi muy querido José: cuando aún eres un niño, tu padre por “virtud” de unos patentes criminales, muere asesinado por el hecho de sentencia, un ideal y practicar el bien. Cuando eso leas y te des cuenta de ello, ya quizá hayas leído quienes fueron Franco y el Gobierno de la República, yo seguí al Gobierno en cuanto a sus nobles órdenes han dictado. Tu nombre no queda mancillado a pesar de ser asesinados tus abuelos paternos y tu padre, también ha caído víctima de las asesinas balas fascistas. Muero asesinado por ser republicano, y con el puño en alto daré el pecho a las balas, no soy un asesino, tampoco robé. Siempre tuve que trabajar para comer, y con aquello trabajaba para forjarte un porvenir. No lo pude conseguir y ello se lo debes a tus enemigos y mis asesinos. Tu buena madre te dirá quiénes son. No te digo nada de la calidad de esta guerra, ya que primero tengo que tener cuidado que estas líneas no me las encuentren y lo segundo porque los más autorizados ya lo harán. Por alguien sabrás quién he sido yo y quiénes han sido tus abuelos. Ahora te quiero hacer saber que tu mártir madre y mi buena hermana han hecho por mí más de lo que estaba a su alcance en estos tiempos de terror. Respétalas y haz feliz a tu madre, obedeciéndola y no dándole disgustos que demasiados ha llevado ya con lo que en estos tiempos ha pasado. Sé bueno, estudioso y abomina la ociosidad, que es la mejor arma para la adquisición de vicio. Sé consciente y honrado, que tu conducta jamás dé lugar a que nadie puede decir de ti. Camina siempre por el sendero de la legalidad y del derecho, fíjate bien con los amigos que te acompañas y ten en cuenta que la amistad ha llevado, o por lo menos contribuido, a llevarme al sepulcro, los secretos díselos sólo a tu madre. Creo firmemente que me obedecerás y marcho por esto tranquilo. Pero no creas que voy llorando a la tumba, no, la vida ya la aborrezco en estas mazmorras sombrías. Sólo siento no poder dar a tu madre y a ti el bien que mereceis... Pero como sé que mi sangre ha de ser el tributo al ideal, la doy generoso, porque sé que mi sangre y la de estos mártires, ha de ser la que ahoga a nuestros viles asesinos. Con mi adiós final y besos en tus mejillas tiernas me voy a la tumba. ¡Viva la Escuela Libre!
A.V.
Celda número 11 - primera Galería - Cárcel Modelo 20/6/1938
Que nunca las armas de los obreros se vuelvan contra los obreros mismos!
Guerra a los asesinos de Falange ! abajo la esclavitud! Vivan las reivindicaciones proletarias!”


“A mi querida hermana: Sólo dos líneas para despedirme de ti, de tu compañero y de tus queridas hijas. Besos a todos - besos mil. Hermana: mi compañera e hijo hoy están desamparados, ayúdalos. Ya sé que lo harás y os doy las gracias. He de ser breve, ya que si escribo mucho, nada llegará a vuestras manos. Os dejo un escrito del cual haréis uso a fin de ver si rescatais algo de lo mucho que nos han robado. Tú ten paciencia, no te sumas en la desesperación, ya que ello es peor y puedes dejar huérfanos a tus hijos. En lo presente: resignación. Esto se ve acabarse con nuestro triunfo y cuando él llegue si veis vacilar a los hombres, levantaros vosotras en contra de todos y haced una justicia estricta. Todos nosotros os damos hoy las gracias. No te describo los horrendos crímenes que aquí se hacen, por no poder, pero ya algún día lo sabreis, por plumas que lo han vivido. Esto para ellos se acaba y yo no les daría a esos criminales mayor castigo, que el que ellos nos dan a esta legión de inocentes. Hay varios libros de cuentas y si podeis lo cobrais todo. Bueno querida hermana, da un abrazo a no., besos a las niñas, muchos besos, recuerdos a la madre y hermanos y a cuantos por mí se han molestado en particular a A. Y tú muchos besos de tu hermano que muere por un ideal justo y noble.
A.V.C.
Cárcel Modelo- Primera galería- Oviedo.”
“Querido, muy querido hijo de mi alma: en estos últimos momentos tu madre piensa en ti, en mi niñito de mi corazón que es un hombre, un hombrecito, y sabrá ser todo lo digno que fueron sus padres. Perdóname hijo mio, si alguna vez he obrado mal contigo. [...] Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabes, hijo mío. Sólo te pido que seas muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. [...] Tu padre y yo vamos a la muerte orgullosos. No sé si tu padre habrá confesado y comulgado, pues no le veré hasta mi presencia ante el piquete. Yo sí lo he hecho. Hijo, que no se te borre nunca el recuerdo de tus padres. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la enseñaron a mí. Te seguiría escribiendo hasta el mismo momento, pero tengo que despedirme de todos. Hijo, hijito mio hasta la eternidad, recibe después de una infinidad de besos el beso eterno de tu madre.
B.”


Las verrugas de Venus (III)

Ahora sí, entramos de lleno a la quevediana imitación:



A UNA DAMA EXTREMADAMENTE PÁLIDA

Ilustración: Rafael Barajas, El Fisgón


Si el blanco es el color de la pureza,
químicamente pura te declaro.
Parece tu pellejo, de tan claro,
anuncio comercial de mayonesa.
Un hecho es tu belleza,
un hecho de pigmentos muy avaro.

Si algún hombre insolente
observa fijamente
tu formidable piel alabastrina,
sufre desprendimiento de retina.
Juego de sol y nieve, tu conquista
ha de emprenderse a riesgo de la vista.

Víctimas del error, ciertos señores,
dicen que no te inmutas tú con nada
y algunos piensan que eres descarada
pues jamás se te suben los colores.
Tiene la culpa Dios —¡el muy travieso!—
que en ti no puso barro, sino yeso.

Hace tu piel indiscreciones serias
y tu composición no disimula
pues es muy evidente que circula
no sangre, sino leche, en tus arterias.
El Cupido divino
que me flechó, seguro que era albino.

Divina transparencia:
yo te querré hasta el fin, y no me importa
que, de colores corta,
a mis ojos lastime tu presencia.
Y si agoto las rimas y me estanco,
te seguiré cantando en verso blanco.



29.10.07

Almejas


Los españoles recibieron ayer por la mañana un regalo precioso: en una década la esperanza de vida se les incrementó más de dos años, para situarse en 80.23. Eso dijo el Instituto Nacional de Estadística, que concedió existencias promedio de 83.48 a las mujeres, y de 77 años menos 15 días a los hombres. Tal vez la desaparición de ETA, el fin de las misiones militares a países como Afganistán y la prohibición de las pamplonadas contribuirían, así fuera por disminución de los ataques cardiacos, a sumar unos días a estos indicadores espléndidos. No está nada mal, si se considera que un español nacido en 1900 tenía derecho a permanecer en este mundo, en promedio, 35 años. Gonzalo Queipo de Llano, José Sanjurjo, Emilio Mola y Francisco Franco, incidieron, y mucho, en esa insoportable brevedad del ser, pues la guerra que emprendieron en 1936 provocó, en el trienio siguiente, que uno de cada 50 españoles (medio millón) ingresara a la estadística de manera precoz. Pero eso ya pasó y de algo tenía que servir la democracia, la integración a la Unión Europea y la proliferación de transnacionales bancarias y energéticas con sus negocios más jugosos aquí que allá.

No es ironía ni envidia: según datos de nuestro INEGI, la longevidad de los mexicanos (o su capacidad de sobrevivir a la economía) ha tenido un incremento tan espectacular, o más, que la española: de 1930 a la fecha, la esperanza media de vida pasa, en este lado del Atlántico, de 33 y 34.7 (hombres y mujeres), a 72.6 y 77.4, respectivamente, en el año 2006. Aquí la guadaña no era operada por alzados fascistas, sino por enfermedades contagiosas y materno-infantiles. Es significativa la diferencia entre Baja California y el Distrito Federal, con existencias promedio de 75.5 años, y Chiapas, Veracruz y Guerrero, en donde la vida dura 24 meses menos. Hay que tomar estos números con alguna cautela porque la institución que los emite fue convertida –y quién sabe si haya intenciones de devolverla a su función original— en el principal centro de producción alquímica de Foxilandia: recientemente, Julio Boltvinik y Araceli Damián hicieron ver que si los números del INEGI sobre reducción de pobreza fueran ciertos, los campesinos mexicanos vivirían como los suizos.

El panorama global no deja, por cierto, mucho margen al optimismo: el paso de un suazilandés por este planeta globalizado dura menos de la mitad (33 años) que el de un japonés (82), y el abismo sigue creciendo. O Dios se desempeña con una indolencia inaudita o la economía mundial es extremadamente canalla.

Como sea. Por primera vez en la historia, los españoles han sobrepasado el umbral de longevidad de los loros y los elefantes; si no hay un exceso de silicón en los datos, los mexicanos se aproximan a esas marcas.

En junio, en el zoológico de Australia, falleció Harriet, una tortuga gigante de las islas Galápagos que perteneció a Charles Darwin y que tenía unos 175 años. Poco antes, en Calcuta, exhaló su último suspiro Adwaita, otro quelonio monumental que fue obsequiado al general inglés Robert Clive en 1775; hagan cuentas. Pero la fugacidad de la vida humana –a pesar de la democracia y la penicilina— se pondera con más claridad frente a una almeja descubierta hace unos días en las costas de Islandia por científicos galeses. La vida de este bicho puede datarse con precisión porque ostenta en su concha anillos anuales de crecimiento, tan precisos y confiables como los que se ven en el corte transversal de un árbol: 410 años. Durante su existencia el molusco pudo abarcar sucesos tan distantes entre sí como los montajes originales de Shakespeare y la ejecución de Saddam Hussein. Pero, para bien o para mal, a las almejas no les interesan las noticias, ni el teatro, ni ingresar a la Unión Europea, ni falsificar cifras sobre pobreza, y nadie les ha comunicado el angustioso peligro que los platos de paella representan para su especie. Pensándolo bien, tal vez esa falta de obligaciones y de tensiones explique, al menos en parte, su longevidad: padecen mucho menos estrés que el que sufren los mosquitos, los venados y los ministros del Interior, y su ocupación básica en este mundo es aspirar y expulsar agua salada a través de las valvas. El problema es que en el bando humano son muy pocos los que se interesarían por vivir cuatro siglos de una manera tan aburrida.

Las verrugas de Venus (II)

Exhumado en 2007, este texto de 1988 adquiere una significación entonces insospechada: hace dos décadas no se había puesto de moda el fenómeno delictivo de la pedofilia, acaso porque la pornografía infantil era inexistente o marginal. Es probable que ya existiera la explotación sexual de menores asociada a los servicios turísticos, pero de eso se sabía poco. Sin embargo, el abuso y la violación de niñas y niños era ya, como lo es ahora y como lo ha sido siempre, una práctica frecuente y estaba --igual que hoy en día-- mayoritariamente a cargo de padres, tíos, hermanos, profesores y confesores. Es un tanto irresponsable la alharaca que arman las autoridades con respecto a los gravísimos peligros que acechan a los niños en Internet, habida cuenta que son mucho mayores las probabilidades de que sufran una agresión sexual (o muchas) en el hogar, en los grupos de catecismo, en la escuela y en los pasillos del edificio. Pero eso es otra historia.

QUÉJASE DE LO CONTRARIO QUE EN EL ANTERIOR

Ilustración: Rafael Barajas, El Fisgón

Infeliz robacunas: ¿qué señales
de amor habrate dado ese mocoso
que intercambias de modo tan morboso
mis pantalones, ay, por sus pañales?
Adúltera: con falta de criterio
cometes infanterio, no adulterio.

Suerte que no medraste en el pasado:
Herodes pudo haberte vuelto viuda
o al Niño Dios, perversa testaruda
en su pesebre habrías fornicado
(con lo cual de pasada, y de seguro,
a Roma le jodías el futuro).

Sé que detestas el imperialismo
porque a los Niños Héroes dio muerte.
Niño perdido” es mucha mala suerte
y en “niño envuelto” ves canibalismo.
Un inocuo manual de pediatría
en tus estantes es pornografía.

Confundes con libido y con pasiones
los primarios instintos maternales;
resultado: las partes genitales
cual pila bautismal te las supones
y así, cuando consumas la conquista
de un infante, te crees Juan Bautista.

Tal vez supongas tú que estoy ardido
pero aventajo a mi rival, señora,
en biografía y más que en una hora:
a diferencia de él, yo ya he nacido
y si en duelo apostamos nuestra vida
por arma escojo el espermaticida.

Si tu amado babea
no me vengas con que es por tus encantos.
No por amor a ti le vienen llantos.
¿Sueña contigo? No: la cama mea.
Es un juego, el amor, de toma y daca
y en él te toca ahora limpiar caca.

Mas por cobrar tu amor, perversa mía,
soy capaz de comprarme una sonaja
o de hacerme soldado en la más baja
graduación del sector de infantería.
Y más aun: de ahora en adelante
mis requiebros serán da-gú de infante
y voy a referirte mis amores
usando nada más versos menores.



26.10.07

Las verrugas de Venus (I)

Los que en 1988 enfrentaban una usurpación, hoy, ante una nueva presidencia espuria, en vez de hacerle frente le dan el trasero. Cómo han cambiado los tiempos a ciertas personas, pero eso no viene al caso. En diciembre de aquel año, El Fisgón, Miguel Luna y el que postea, publicaron un humilde regalo navideño titulado Las verrugas de Venus, que pretendía ser, además, un modesto homenaje a Quevedo con motivo de nada en particular.

Uno de esos textos --el primero, en el orden del librito-- apareció el año pasado aquí y en el papel. Ya no tiene caso que se presenten en esa secuencia; además, alguna mano hay que meterles y acaso algún fragmento habrá que agregarles.

Visto a la distancia, tal vez lo que sigue resulte algo más Bataille que Quevedo. Aunque me horroriza un poquito, a lo hecho, pecho, y ya ni modo. Se titulaba "Sobre un rival en edad provecta", pero hoy es pecado de lesa corrección política burlarse de los rivales de amores por su edad avanzada, y además el nuevo título se corresponde mejor con el contenido.


QUÉJASE DE SER TRAICIONADO

CON UNO QUE PRONTO SERÁ CADÁVER



Ilustración: Rafael Barajas, El Fisgón

Entiendo que mi vida es, por contraste
con la del nuevo amor que tienes, breve:
él, siglos sobre el mundo lleva nueve;
amor buscabas, prehistoria hallaste.
Comprendo que te hartaran mis defectos
pero los vivos somos imperfectos.

El “hasta que la muerte los separe”
en ustedes es cosa consumada.
Reza, para sentirte penetrada,
que pronto el rigor mortis se la pare.
A tu sicoanalista me anticipo:
lo tuyo es necrofilia más que Edipo.

Me tienes por cobarde
pues, desplazado, no lo reto a duelo.
Es que es muy cruel matar al bisabuelo
y además, ya es muy tarde:
ya lo mató la Muerte, mentacata.
Tendría yo que usar bala de plata.

Los gusanos en él aposentados
Pueden mudarse a ti, mujer traidora,
y como prueba firme que te adora,
zopilotes tendrás por entenados.
Tú, la que se horroriza de ladillas,
vas a ser infestada de polillas.

Con él te echaste un polvo, me presumes,
y eres muy literal, pues ha concluido
su vida, y hoy en polvo convertido,
bien consumatum est, te lo consumes.
Cuidado, presuntuosa:
como el sida, la muerte es contagiosa.

Creyendo que el asunto te prestigia,
vas de luna de miel por el Estigia.

¡Habrase visto cosa más impura

que la ensalada que haces con tu amigo!
Tú con él me traicionas, y él, contigo,
le pone cuernos a su sepultura.

24.10.07

Geografías exageradas

Arriba: Timbu; abajo: Shangri-Lá


  • De Timbu a Timbuctú
  • ¿Cómo llego a la Cochinchina?

Hiperbórea es, en la mitología grecorromana, la residencia invernal de Apolo. Esas tierras en las que el sol no se oculta nunca, podrían evocar las andanzas de algún extraviado por las regiones árticas, aunque en éstas es el verano, y no el invierno, el que se caracteriza por los días larguísimos. Ha de ser difícil dormir bajo esa luz terca y constante. Si la muerte y el sueño se parecen un poco, algo en común tendrán los insomnes y los inmortales. Tal vez por eso los antiguos griegos dieron en considerar que los hiperbóreos gozaban de vida eterna, aunque esa condición no los hiciera particularmente civilizados. Contaba el borracho Sileno que fueron los primeros en ser visitados por habitantes de un continente ignoto situado al otro lado del mar y que los extranjeros se asustaron tanto por el primitivismo de los hiperbóreos que se fueron de regreso a su lugar de origen y a Hiperbórea no volvieron jamás.

Hiperbórea no existe y lo más probable es que Sileno, para pesar de los briagos, tampoco haya existido nunca, aunque algunos afirman que el filósofo Sócrates se parecía tanto a las representaciones de ese personaje mitológico que habría podido ser su reencarnación. En cambio, en su novela Horizontes perdidos (1933), el muy corpóreo James Hilton, habitante de tumba conocida, se basó en el pequeño reino budista de Bután, situado en la cordillera del Himalaya entre India y China, para situar allí la mítica Sambhala de las tradiciones hinduístas. Muy exagerada por la fantasía de Hilton, la capital butanesa, Timbu, se convirtió en Shangri-La, donde el tiempo se detiene entre la paz y la frescura. En Bután no existen semáforos, está prohibido fumar cualquier sustancia, incluido el tabaco, su ciudad principal no llega a los 75 mil habitantes y de ello se infiere que en esa nación el estrés debe ser más bien escaso. El nombre de Shangri-La se ha popularizado tanto que hoy miles de balnearios tercermundistas de medio pelo se llaman de ese modo.


Sileno y Sócrates


Por ahora dejaré fuera de esta geografía exagerada a La Atlántida, a Macondo y a Comala; omitiré El Dorado, Cibola, Quivira, nombres de ciudades inexistentes en cuya búsqueda perecieron, ahogados o flechados por indios, innumerables exploradores. El más embustero de ellos fue un fray Marcos de Niza, quien fue a contarle al virrey Antonio de Mendoza que en el territorio de Nuevo México había descubierto una ciudad más grande que Tenochtitlan, en la que la gente comía en vajillas de oro y decoraba sus casas con turquesas, perlas gigantes y esmeraldas.

En cambio, cuando a uno lo mandan a la Cochinchina, en realidad lo están enviando a una región vietnamita que se ubica entre Camboya, el mar de China y el golfo de Tailandia. En ella se ubican el célebre delta del Mekong y Ciudad Ho Chi Minh, antes Saigón (púdrete, Nixon), y fue bautizada Cochinchine por los franceses en 1787. Su población más antigua es de origen malayo-polinesio, fue habitada por hindúes, se la disputaron khmers y vietnamitas, fue gobernada por chinos y en 1858, tras el asesinato de unos misioneros europeos, España y Francia organizaron una expedición de castigo que culminó con la ocupación, por parte de las fuerzas francesas, de las ciudades de Saigón y Da Nang.

Timbuctú es otro de los sitios que, de tan lejanos, se vuelven casi imaginarios en el habla española aunque, pensándolo bien, no está tan lejos: queda en las costas occidentales de África, en Malí concretamente, aguas arriba del Níger con respecto a la capital del país, Bamako. Entre otros contrastados fragmentos sobre esa ciudad prohibida, Laetitia recoge este viejo proverbio malinés: “El oro viene del sur; la sal, del norte, y el dinero, del país del hombre blanco; pero los cuentos maravillosos y la palabra de Dios sólo se encuentran en Timbuctú”. Las construcciones viejas de la ciudad son de madera y pisón, que es lodo cimbrado con argamasa, y durante siglos estuvieron prohibidas a la vista de los no mahometanos. A los primeros europeos que conocieron la urbe no les fue nada bien: el explorador escocés Alexander Gordon Laing, llego a la ciudad en 1826, fue expulsado de ella y murió asesinado en el desierto próximo. Luego el marinero francés Paul Jubert sobrevivió a un naufragio en las costas de Senegal, fue hecho prisionero, conducido a Timbuctú y vendido allí en calidad de esclavo; falleció un tiempo después en Marruecos.

El lugar era la puerta de entrada al Sahara y allí, en el aire seco, los camelleros tuaregs, fundadores de la ciudad en tiempos de la dinastía Mandinga, se reunían para organizar las caravanas. La ciudad data del siglo X de esta era y alcanzó su máximo esplendor entre el XIV y el XV, cuando llegó a contar con cien mil habitantes de todas las procedencias: beréberes, árabes, bambas, mauritanos y tuaregs, organizada cada etnia en un barrio propio. Lo más célebre de Timbuctú es la Mezquita Sankore, posteriormente convertida en universidad islámica. Recientemente Paul Auster dio el nombre de la ciudad a una novela que narra, vista con los ojos de un perro (Mister Bones), la agonía del vagabundo Willy G. Christmas, quien se prepara a partir a un Paraíso que se llama igual que la vieja población tuareg, la cual fue declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad (1988).


Muchedumbres en Katmandú

Otra ciudad que evoca aventuras espirituales o carnales es Katmandú, la abrumada capital nepalesa| de quien el viajero Enric Cardona dice que “provoca odio o amor a primera vista; caótica por sí misma, es imposible controlarla con el mapa, la brújula o la guía; las calles carecen de nombres y en ellas se despliegan una infinidad de casas newaris de ladrillo rojo y ventanas finamente talladas en madera”. Coincide con él Natalia Benosilio, quien cuenta así su experiencia: “La llegada a Katmandú fue caótica como lo es toda esta fascinante ciudad asiática. Al atravesar el portal de salida del aeropuerto, una lluvia de ansiosos, bulliciosos e insistentes nepaleses, nos atacaron ofreciéndonos toda clase de servicios, desde hoteles, transportes, etc. Primero, nos pareció graciosa la situación (...) luego, nuestras caras se fueron transformando y la ira comenzó a invadirnos, ya que estas personas parecían no comprender la palabra ‘no’. Finalmente, intervino la policía y con métodos poco didácticos, como son los macanazos, logró alejarlos de nosotros”. Cardona dice: “Parece como si aquí no hubiera pasado el tiempo y la gente siguiera viviendo al estilo de la Edad Media”. Se equivoca, porque según el doctor Joshi, director del Centro de Investigación de Zoonosis e Higiene de Alimentos de Nepal, “hay un alto grado de contaminación del agua en los cinco ríos del valle de Katmandú y también del aire, a causa de los vehículos automotores y las industrias”. Algo de esa contaminación se le deberá al auge turístico de la ciudad, detonado por los orientalismos hippies de los años sesenta del siglo pasado.

Algo extraño ha de pasar con las toponimias agudas terminadas en u: acabemos el periplo en Xanadú, extinta capital veraniega del imperio de Kublai Kan, descrita por Marco Polo y convertida en sinónimo de localidad opulenta gracias, en buena medida, al poema en el que S. T. Coleridge (me quedo mil veces con Wordsworth) habla de cúpulas señeras, millas y millas de tierras feraces, abundosos árboles de incienso y no sé qué más. Esa imagen fastuosa fue reforzada por Orson Welles, quien bautizó Xanadú el palacio del Ciudadano Kane, y por Lee Falk y Phil Davis, autores del comic Mandrake el Mago, quien se suponía originario de esa ciudad difunta.

Dejo a Timbuctú en grado de me gustaría, aunque no iré nunca a Timbu ni a Katmandú ni a la Cochinchina. Encuentro que dentro de las paredes de una habitación es dable realizar viajes portentosos y que se puede vivir las más emocionantes aventuras en un corazón próximo. Pero allá cada quien.


Timbuctú: vida cotidiana

23.10.07

Beck y otras cosas

El locutor

Glenn Beck no necesita de mayores presentaciones. Este cristiano renacido se manifiesta a favor de la tortura moderada, cree necesario incrementar el número de tropas de su país en Irak, considera que el calentamiento global es un embuste digno de Goebbels y piensa que la Casa Blanca es blandengue en la persecución de mexicanos indocumentados. Beck es un típico producto del dolor y el resentimiento: hijo y hermano de suicidas (su madre se quitó la vida cuando él tenía 13 años), con un pasado rebosante de alcohol y drogas, y padre de una adolescente con severas discapacidades, se entiende que haya terminado refugiándose, como el propio George W., en un patrioterismo racista y de gatillo fácil y en un integrismo cristiano que le otorga un servicio de banda ancha para comunicarse con el Señor. Lo más alarmante no es que existan mentalidades como la de Glenn, sino que su programa radial sea transmitido por 267 estaciones y ocupe el tercer sitio en las preferencias de la audiencia, y que al locutor se le defina con el suave eufemismo de “neoconservador”. La ultraderecha republicana ha causado estragos en la conciencia estadunidense.

De los asuntos situados al sur del Río Bravo: Beck suele decir al aire que la canción Tequila (The Champs, 1958) es el verdadero himno nacional de México, se regocija con chistes sobre una refinería que produce “mexanol”, un combustible fabricado con cuerpos de trabajadores migrantes, y se toma el trabajo de explicarle a Felipe Calderón, mapa en mano, que Estados Unidos y México son dos países distintos y que el panista no tiene, en consecuencia, ningún derecho para reclamarle nada a la nación vecina por los maltratos que sufren los extranjeros ilegales en territorio estadunidense. De esto último no hay por qué escandalizarse: es sólo un canalla mediático que se insolenta ante un gobernante impuesto y débil que de cuando en cuando, y para cubrir algunas apariencias, emite reclamos carentes de credibilidad y de autoridad moral a sus socios estadunidenses, quienes, por lo demás, no lo toman muy en serio que digamos.

En un artículo reciente publicado por la revista Sinpermiso, George Lakoff y Sam Ferguson proponen abordar el flujo migratorio de México hacia Estados Unidos como un asunto salarial, como un problema de derechos civiles y como una crisis humanitaria. “Los inmigrantes indocumentados permiten a los empleadores pagar bajos salarios, lo que a su vez permite la oferta de bienes de consumo baratos que encontramos en WalMart y McDonalds; son parte del movimiento hacia el estilo de vida barato, donde los empleadores y consumidores pueden ahorrarse dólares fácilmente, a pesar del costo humano”. Adicionalmente, “los millones de personas que viven aquí y que han entrado ilegalmente son estadunidenses a todos los efectos; trabajan aquí; pagan impuestos aquí; sus hijos van aquí a la escuela; la mayoría de ellos está asimilada dentro del sistema estadunidense, pero son forzados a vivir en las sombras y en la clandestinidad por su estatus legal. Se les niegan derechos civiles básicos.”

Y lo más esclarecedor: “Tal vez el problema puede ser mejor entendido como una crisis humanitaria. ¿Pueden las migraciones y desplazamientos masivos de personas desde sus hogares, a una tasa de 800 mil personas al año, ser considerada como otra cosa? Una cantidad desconocida de personas han muerto atravesando las condiciones extremas del desierto de Arizona y Nuevo México; los pueblos han sido despoblados y se han perdido formas de vida tradicionales en las zonas rurales de México; muchos padres se sienten forzados a dejar a sus familias en su intento por mantener a sus hijos. Como una crisis humanitaria, la solución debe incluir a la ONU o la OEA.”

Para terminar: hace ya una década, don Fernando Lázaro Carreter tronó, y con razón, contra el desafortunado oxímoron crisis o catástrofe “humanitaria”, que se puso de moda con la desastrosa situación que imperaba por esos años en Ruanda, y acusó a los “atropellados comunicadores mal avenidos con el idioma español” de “ignorar cuadrupedalmente que lo humanitario es lo que ‘mira o se refiere al bien del género humano’, y más esencialmente, lo que se siente o se hace por humanidad”. El extinto académico dijo entonces que lo que tenía lugar en el país africano era “una catástrofe humana. Pero la tentación de alargar los vocablos, distorsionando su significado, atrae a los malhablados como a las moscas un flan”.


El filólogo

22.10.07

El Capitán, en mi barrio



Carlos Payán:
Periodismo y sociedad


Conferencia del director fundador de La Jornada

Miércoles 24 de octubre, 7 de la tarde,
en el local del Campo Xóchitl
(ex módulo de RTP, sobre Corregidora)
Círculo de Estudios Por la Restauración de la República


20.10.07

La muerte de Shakespeare

A diferencia de la narración de unos posts más abajo, ésta no es cómica, sino trágica o, si así les parece, tragicómica. Hace unos años Payán leyó el manuscrito y me dio un par de ideas que me permitieron mejorarlo mucho. Luego Héctor Díaz-Polanco lo publicó en la revista Memoria y de allí lo tomo prestado.
Para casi toda la gente la mención del escritor inglés evoca verdades profundas del alma humana, intrigas sórdidas en la corte y urdimbres de amor sin salida. A mí me recuerda más bien un punto breve y trágico en el que se cruzaron la guerra fría, el totalitarismo, la fauna tropical guatemalteca y la insensatez humana. Disculpen la irreverencia; es que conocí a Shakespeare en vivo mucho antes de leer una obra de Shakespeare, y por eso el nombre no me trae a la mente al cisne de Avon sino al perico de mi papá. Era un ejemplar soberbio de los habladores de cabeza amarilla y lengua negra, vivía en una estaca, la estaca estaba clavada a un pilar del corredor, un largo corredor de plafones de madera machihembrada que empezaba en el zaguán, pasaba por tres patios interiores y recorría todo el largo de la casa, hasta llegar al huerto y al gallinero; la casa estaba en el centro de la ciudad, la ciudad era la capital de Guatemala y Guatemala era un país ínfimo –lo sigue siendo— en el que se enfrentaban una dictadura militar cruel y estúpida y una guerrilla de adolescentes. Mi padre simpatizaba con la segunda.

Estaba fresca la Revolución Cubana, la experiencia parecía repetible y la iconografía rebelde fascinaba a los intelectuales jóvenes de Centroamérica. Pero no se podía jugar con la ceguera represiva del gobierno: la posesión de un libro de Marx, una cita verbal de Lenin o una foto de Mao podían terminar en un arresto, en una sesión de tortura, en una desaparición forzada y/o en una ejecución extrajudicial. Y como en aquella atmósfera de desconfianza no se podía hablar con nadie ni se podía dar, sin correr graves riesgos, rienda suelta a las pasiones revolucionarias, mi padre dio en platicarle a Shakespeare sus sueños socialistas . Y no sólo eso: también le enseñó los acordes del himno cubano y las primeras estrofas de La Internacional. Shakespeare, como buen hablador de cabeza amarilla, aprendió rápido toda aquella retórica subversiva. De su pico robusto empezaron a brotar, con aire de jingle de comercial, “un fantasma recorre Europa”, “arriba, pobres de la Tierra”, “adelante, cubanos” y otras frases entonces memorables. Cuarenta años después, o tempora, o mores, muchos ambientalistas habrían considerado políticamente incorrecta, si no es que delictiva, la manipulación ideológica de individuos pertenecientes a especies en extinción. Pero en aquellos tiempos todo era más simple y la ética social de mi padre y sus amigos se reducía a unos cuantos puntos: ayudar al prójimo, ver que los endecasílabos estuvieran bien hechos, hacer la Revolución y hacer travesuras, siempre que el último de esos preceptos no contradijera demasiado a los anteriores.

El problema era que la transformación social no iba a lograrse recitando el Manifiesto Comunista y entonando cantos de lucha, sino a balazos, y resultó inevitable que los muchachos de la insurgencia empezaran a pedirnos pequeños favores. Más temprano que tarde, el hueco formado por la madera del plafón y la teja de dos aguas de mi casa se convirtió en una espléndida bodega clandestina de armas.

En su afán por aniquilar la estructura de los rebeldes en la ciudad, las patrullas del Ejército se ayudaban con delaciones, pero también daban palos de ciego: no era infrecuente que realizaran capturas callejeras al azar o que allanaran residencias seleccionadas con el método científico de Tin Marín; el exigirles que mostraran una orden judicial habría sido, en aquellas circunstancias, tan atinado como sugerirles que se pusieran desodorante.

Cuando aparecieron por nuestro barrio no fue seguramente consecuencia de un chivatazo, y menos de una investigación. Como quiera que haya sido, una mañana la cuadra de la casa amaneció bloqueada por dos transportes militares. El rumor de espanto procedente de la calle pasó del zaguán a la sala, de la sala al jardín de enfrente, de allí al comedor, luego a la cocina y al patio de lavado, y acabó rebotando en las macetas del huerto de mi abuela: “están cateando”. Florecieron entre mis padres, mis abuelos, mi nana y un tío que andaba de paso (ahora que lo pienso, es posible que aquel hombre, cuya pista se me perdió unos meses después del episodio, ni siquiera fuera pariente nuestro sino un militante clandestino refugiado en la casa), cálculos frenéticos y cuchicheos reconfortantes: tal vez los soldados no se fijaran en nuestra residencia, y en caso contrario las armas estaban muy bien escondidas, no había problema, sólo era cosa de aguantar los nervios y poner nuestras mejores caras de tontos mientras los uniformados revolvían un poco nuestras pertenencias. Pero cuando los ánimos empezaban a calmarse, a mi padre se le torció la cara y se puso pálido. “Shakespeare”, musitó. Los adultos se voltearon a ver unos a otros con gestos demudados y yo alcancé a entender que estábamos en problemas. Tras unos segundos de un silencio en el que casi podía escucharse el zumbido de las neuronas trabajando a todo vapor, mi abuelo levantó los hombros y se dirigió a mi nana con voz de entierro: “Llévate al perico a la parte de atrás y haz de cuenta que es una gallina”.

Ella apretó los labios, fijó la vista en el piso y asintió con la cabeza. De inmediato, aquella orden críptica me desencadenó la imagen de la tragedia. Mi nana era la encargada, cuando se requería, de matar a las aves de corral y el sacrificio se realizaba siempre en el huerto trasero. El sentido de la frase de mi abuelo me resultaba evidente, por más que en ese momento no comprendiera la relación entre el inminente cateo y la necesidad de ajusticiar a Shakespeare. De cualquier forma, la gravedad en las caras de los adultos no daba margen para inconformarse ante aquella sentencia de muerte.

En otras circunstancias, los miembros de mi familia se habrían preocupado por apartarme de la ejecución, pero en aquellos momentos no había tiempo para prevenir traumas infantiles y nadie se ocupó de mí. Acompañé en silencio a mi nana cuando se subió en una silla para alcanzar al loro, que nos veía desde su estaca sin entender nada, la seguí por el corredor y cuando llegamos al huerto me quedé unos pasos atrás de ella. La mujer acarició al perico y esperó unos momentos el milagro de que los soldados pasaran de largo por la puerta de nuestra casa, pero no tardaron en escucharse los golpes impacientes en la aldaba del portón. Mi nana tomó al loro por las alas con una mano, le puso la otra alrededor del pescuezo e hizo un movimiento rápido como si exprimiera un trapeador. Oí un “crac” casi imperceptible y luego, una voz rasposa que gritaba en la entrada de la casa: ¡Ésta es una operación de cateo, señores! ¡Concéntrense en el patio!

La inspección duró unos cuarenta minutos, y en ese lapso los rasos en tropel rompieron las macetas de mi abuela, destriparon los muebles de la sala y los colchones de los dormitorios, hurgaron un poco en las ollas de la cocina y golpearon las paredes con las culatas de sus rifles en busca de oquedades secretas. A ninguno de ellos se le ocurrió despanzurrar el plafón de madera machihembrada del corredor ni pedirle documentos de identidad a mi presunto tío. Tampoco repararon en el cadáver aún tibio de un hablador de cabeza amarilla que yacía, con la lengua afuera del pico, en un rincón del huerto. Al final de la diligencia el sargento que los comandaba cambió el tono de voz y le pidió a mi nana, en forma querendona y comedida, algo de beber para sus hombres, a quienes se les desató la sed con tanto polvo que levantaron. La mujer, sin poder aguantarse el llanto, les sirvió unos vasos de agua. El militar llamó aparte a mi padre para preguntarle el motivo de las lágrimas.

“No es nada –dijo mi progenitor, marinado en culpas—. Es que se nos acaba de morir un animalito que queríamos mucho”.

Los uniformados partieron en busca de nuevos sillones que despanzurrar y de candidatos más meritorios que nosotros para la desparición, el tormento y el rellenado de fosas clandestinas. Cuando se cerró la puerta a las espaldas del último soldado, los miembros de la familia nos congregamos en silencio en torno al cadáver de Shakespeare. Mi abuelo lo tomó en el hueco de sus manos y lo fue pasando, lentamente, frente a cada uno de nosotros. Mi padre se retiró en dirección a la cocina, volvió unos instantes después, empuñando un cucharón de servir sopa, se arrodilló en la tierra húmeda del huerto y empezó a cavar con el instrumento una pequeña tumba ovalada. A los demás se nos escurrieron de los ojos unos lagrimones espesos, lentos y siempre silenciosos. Mi abuelo depositó el pequeño bulto de plumas verdes y amarillas en su última morada y mi padre se puso a echarle encima cucharadas despaciosas de tierra fresca. No tuvimos que ponernos de acuerdo para murmurar, todos a un mismo ritmo fúnebre, los acordes de La Internacional.



Posdata: otros loricidios

19.10.07

Bienvenida

Cristóbal

No suelo practicar arqueologías de mí mismo. La que sigue no lo es tanto, espero, y prometo que es una de las pocas que se leerán en este blog:

Breton nunca me cayó muy bien que digamos pero casi desde que salí de la infancia me gustó su divisa: “Trasformar el mundo, dijo Marx; cambiar la vida, dijo Rimbaud, y estas dos concepciones para nosotros son una sola”. Tras una historia escolar turbulenta me vi colocado, en el bachillerato, en un colegio excelente, pero poblado por niños ricos y mayoritariamente pendejos. Poco a poco fui hallando correspondencias y afinidades en principio ocultas en aquella masa y logré individualizar a Roberto, a Javier, a Jeanine, a Sophie, a Emilio, a Gail, a Ludmila, a Cristóbal y a un cuate muy ilustrado de quien no recuerdo el nombre, pero sí que vivía por el rumbo de Plateros, era vegetariano y tenía un Renault 10. Ellos me salvaron de la soledad total: de una u otra manera, y con distintas intensidades, compartíamos la cláusula de Breton. Creo que, de no haber sido por esas presencias, mi paso por ese antro educativo habría sido algo muy semejante a la vida de Simeón el Estilita.

Ya iré hablando de cada uno de ellos. Ahora Cristóbal, desde Santiago de Chile, ha tenido a bien o a mal exhumar un texto mío de aquella época, un texto inevitablemente horrible pero que refleja, mal que bien, la fuerza con la que ese Toro del Sur se impactó en mí (dejemos que los otros cuenten sus experiencias respectivas) y me proyectó al mundo. No era necesariamente que supiera más que yo, o que nosotros, sino que se relacionaba con sus saberes de una forma distinta, con el hemisferio derecho agudísimo y tierno, por más que en el círculo de estudios se empeñara en defender ortodoxias y que fuera un alumno mucho más sistemático que yo, que era un desastre. Él podía convertir un piano en una sábana de seda para la ninfa, en una cobija para el mendigo, en una batería antiaérea para el combate. Iba con fluidez de la poesía a la música, de la música al marxismo y de allí a la locura amorosa característica de la edad. Sintonizaba con rapidez el metalenguaje de cada uno, transmitía en doce frecuencias distintas de manera simultánea y ejercía, de esa manera, un liderazgo entrañable que era la suma de sus afectos bilaterales. Se desenvolvía como un príncipe en sociedad, husmeaba con familiaridad de hermano en los frijoles de la cocina, tenía historias de distintos calibres listas para contar a fin de seducir a cualquier enemigo y usaba metáforas esplendentes para referirse, dignificándolas, a las cosas cotidianas.

Cuando el bachillerato terminó y se inició la diáspora por el mundo, aceptamos con resignación dos nociones contradictorias: que la hermandad era para siempre y que existía la posibilidad concreta de que no nos volviéramos a ver nunca.

La vida fluye. En algunos periodos, en efecto, no nos hemos vuelto a ver nunca, pero en otros hemos estado respirando muy cerca el uno del otro, y en todos ellos lo he sabido hermano porque compartimos el sentido de la paradoja, la facilidad para el asombro, el gatillo fácil para reírnos de cosas estúpidas y la complicidad a la hora de evocar nuestras andanzas, nuestros amores, nuetras paternidades, nuestras maneras de ganarnos el pan y el techo. Seguimos siendo, en lo fundamental, los mismos.

En aquella época me dejó la vida llena de sonidos y luego me amplió la colección en envíos ulteriores. Ahora viene a México. Hace más de 30 años, él mismo interpretó los fundamentos de su bienvenida y algo de eso se ha conservado de manera milagrosa en el interior de unos cassettes rotos y manchados. Desde el fondo de los tiempos, Cristóbal: