30.11.09
“Nada personal”
En octubre de 1998 ocurrió algo que hasta entonces parecía imposible: Pinochet fue detenido en Londres y sometido a un proceso de extradición a España, en donde era requerido por el juez Garzón. No sé qué me hizo recordar el artículo que redacté entonces, a trompicones, en la primera notebook que tuve en mi vida (una horrible Mac de monitor monocromático) mientras cambiaba pañales y calentaba biberones. De seguro lo escribí pensando en el futuro de la cría entonces recién nacida.
Pinochet ya reventó --en buena hora-- pero el texto adquirió vida propia, todavía anda por ahí y de cuando en cuando nos encontramos y nos saludamos. Lo he visto adjudicado a Galeano o he leído con sorpresa, junto a mi crédito, que soy salvadoreño, o chileno, e incluso que fui víctima de la dictadura instaurada el 11 de septiembre de 1973 en el país austral. Me siento honrado por esos equívocos y se me dio por invitar al artículo a que conozca este blog.
Y ahora, General, en los últimos años de su vida, la cárcel. No importa que sean sólo unos días ni que la institucionalidad democrática chilena, en pleno acceso de síndrome de Estocolmo, clame por la liberación de su verdugo. Lo que importa, general Augusto Pinochet Ugarte, es que su impunidad uniformada pierda, por una vez y para siempre, esa condición de absoluto, que su arrogancia no abandone este mundo invicta, que la Constitución dictada por usted, dictador, para protegerse las espaldas, no le sirva de nada en este trance.
No es nada personal. Tomo prestado el título de esa telenovela, general Pinochet, para expresarle que estas letras no las dicta el odio, sino un mero sentimiento de alivio porque finalmente se ha impartido en usted una mínima dosis de justicia.
Por crueles que hayan sido en su pasado, los ancianos merecen, si no respeto, cuando menos compasión. Cuenta usted con la mía, y me hago cargo de lo duras que han de ser para usted, General, estas horas de arresto londinense, la estancia en esa trampa que usted mismo se puso. Pero sería muy bueno para la humanidad que usted, que va a morir en unos pocos años, lo haga dentro de una prisión. Compréndame, no es nada personal, no es afán de venganza sino deseo de que la impunidad absoluta en este continente fallezca junto con usted, es decir, pronto.
La humanidad, General, necesita la derrota definitiva de usted. La requiere con urgencia para que nunca más vuelva a ocurrir un 11 de septiembre, para que el exterminio político no vuelva a pasear por las calles, a dirigir el tránsito, a congelar los corazones y los cerebros y los sexos. Si Franco hubiese ido a tiempo a la cárcel habrían sido menores las posibilidades de usted de atropellar a su país como lo hizo. Si esta detención bajo la que ahora se encuentra hubiese ocurrido hace una década o un lustro, habría habido menos margen para las atrocidades de guerra que hoy se cometen en los Balcanes.
Tal vez el gobierno británico o el español se dejen llevar por el pragmatismo de las relaciones internacionales y dejen sin efecto el arresto y la solicitud de extradición. Pero también es posible que los procesos de Madrid prosigan, tengan éxito, y usted termine encerrado en una celda por el escaso tiempo que le queda de vida. Así sea. En ese caso, General, le deseo sinceramente un juicio justo, apegado a derecho y, en la medida de lo posible, un calabozo limpio, cómodo y digno.
Ojalá que nadie lo golpee, General, que nadie lo humille. Que no le confisquen su casa y su coche ni le destruyan su biblioteca. Que no le venden los ojos ni lo tiren al suelo para darle patadas y culatazos. Que no lo cuelguen de los pulgares, ni le administren descargas eléctricas en los testículos, que no le arranquen la lengua, que no le hundan la cara en una pila de agua con vómito ni lo asfixien metiéndole la cabeza en una bolsa de plástico, que no le revienten los globos oculares, que no le quiebren los huesos de las manos, que no le introduzcan ratas hambrientas en el ano, que no lo violen, ni lo mutilen, ni lo hagan volar en pedazos con una carga explosiva; que no lo quemen vivo, ni hagan desaparecer su cadáver, que no disuelvan su entierro a macanazos, que no secuestren a sus hermanos ni les arranquen los pezones a sus hijas.
Es decir, General, ojalá que no le hagan nada de lo que sus subordinados hicieron, bajo las órdenes y la responsabilidad de usted, a miles de chilenos y chilenas y muchos otros ciudadanos de Argentina, de España, de Francia, de Alemania, de Suecia. No. Que le organicen un juicio justo y que le preparen una celda limpia y cómoda en la que pueda pasar sus últimos años sin padecer frío ni hambre. No es nada personal. Es que si eso se consigue, general Augusto Pinochet Ugarte, la humanidad habrá dado un gran paso hacia el rencuentro consigo misma.
29.11.09
Iztapalapa: Y va de nuevo
Por algo se llama lucha, por algo se llama resistencia. Cuando no es por un lado, es por otro; cuando pensamos que ya salimos avantes de alguna situación, entonces es la cargada por otro lado, pero el chiste aquí no es tanto resistir, aquí el meollo es quebrantar leyes una y otra y otra y otra vez para ver en qué punto nos doblamos, nos quebramos, nos decepcionamos, nos violentamos, o de plano tiramos la toalla.
Es cierto, mucha de la mentalidad del mexicano no solo tiene que ver con el individualismo, sino con el desencanto, ¿para qué intentarlo, si de nada sirve? Pues bien: hasta en eso también estamos haciendo lo posible por revertir mentalidades.
Rafael Acosta vuelve a ser, "casualmente", foco de los reflectores y no por su obra de teatro (apenas hoy me enteré que por ese lado le andan llenando el seso de caldo flaco), sino porque Rafael Acosta tomó en la madrugada de hoy -¿por qué siempre en la madrugada?- las instalaciones de la delegación Ixtapalapa y también, "casualmente", había medios de comunicación ahí... con él... a esas deshoras. ¡Qué curioso!: me recuerdo al suceso de los campanazos de Catedral, otro evento en donde también había cámaras listas, prestas y acomodadas para grabarlo todo, absolutamente todo. Y también es curioso porque para constar la presencia de gente de los medios en un acto llevado a cabo en la madrugada, es para preguntarse qué tanto han metido las manos a raíz de las elecciones de julio pasado y qué tanto están confrontando también a la sociedad... pero buéh... si lo hicieron en 2006, que no lo hagan ahora y mañana y pasado mañana.
No se negará que éste último madruguete tomó por sorpresa, tanto que... ¡chin!: no hubo espectáculo ni para las televisoras y hoy, a casi 6 meses de las elecciones de julio, no se puede evitar recordar a un Rafael Acosta que, cada que tomaba el micrófono en plena campaña, arengaba con sacar a los traidores. Hoy él se ha convertido en un traidor y por más que los medios se gasten y desgasten generando la falsa realidad de que Acosta ganó, bien es sabido cuál fue la mecánica básica bajo la cual se promovió el voto en Ixtapalapa: 'Votar por Rafael Acosta es votar por Clara Brugada'. Así se informó a la gente, así se tocaron muchas puertas, así estuvieron muchos medios alternativos ayudando a esa difusión en toda la demarcación, acalorándose, empapados, registrando en todo momento desde la titánica labor ciudadana, hasta la compra de votos. Podría decir que fue así de sencillo, pero fue todo, menos sencillo, al contrario: ¡cómo le está costando a esta demarcación no permitir una imposición ilegal cuya raíz tiene el nombre de la magistrada María del Carmen Alanis Figueroa!
Así pues y tal y como lo dijo Brugada la tarde de hoy: allá va Ixtapalapa de nuevo, a volver a batallar, a tocar puertas, a informar contra-corriente, a no permitir la imposición y en mucho de esto tendrá que ver desde la ALDF, hasta el mismo Jefe de Gobierno de nuestra ciudad capital... y no: yo no descarto ni por asomo un intento de intromisión del TRIFE y no precisamente para hacer cumplir la ley, eso es lo que menos les importa a las instituciones mexicanas. ¡Qué vergüenza!
Las imágenes de hoy:
Lo que antaño fue simpatía y respeto, hoy es sonoro desprecio...
28.11.09
Un ladrón llamado Teletón
La general opinión
dice que por estos días
se pone a hacer fechorías
un peligroso ladrón
que se llama Teletón,
negocio muy lucrativo
de corte televisivo
que hace un escarnio malsano
con el sufrimiento humano
y es dizque caritativo.
Resulta, de tal manera,
que los televisos éstos
evaden montón de impuestos,
pues no tienen llenadera,
y con su voz plañidera,
qué negocio tan bonito,
van, de poquito en poquito,
por medio de donaciones
juntando muchos millones
en su propio cochinito.
Más que cochino, es marrano
semejante manoseo
del legítimo deseo
de ayudar al ser humano;
si vas a echar una mano
hazlo por tu propia cuenta,
que tu alma estará contenta,
mas no le des tu dinero
al Teletón embustero
que a todos nos hace afrenta.
En afán de rectitud
está muy bien asentado
que corresponde al Estado
garantizar la salud.
Pero, con gran prontitud,
aparece el Teletón,
oculta esa obligación
con su rollo chantajista
y así le ayuda al panista
a seguir siendo chambón.
Por eso, en la mera fecha
que el Teletón se transmita,
no regales tu lanita
ni ayudes a la derecha.
Abre mejor una brecha
de decencia y de razón:
dale a la televisión
allí donde más le duele:
nomás no enciendas la tele
¡y ni un peso al Teletón!
27.11.09
Recurso contra cobros de la CFE
Es mala idea no pagar los recibos de consumo eléctrico que expida la Comisión Federal de Electricidad (CFE) sin emprender, al misimo tiempo, una acción legal que proteja al consumidor en cuestión de cobros excesivos e ilegales y de órdenes de corte del servicio. El Frente Amplio de Abogados en Defensa de los Servicios Públicos elaboró un machote para interponer la queja correspondiente ante la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco); bajen el formato de la página del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), imprímanlo, llénelo y vayan a entregarlo a la Profeco. Eso dará protección legal --al menos, mientras esa instancia toma una decisión-- a quienes se nieguen a pagar los recibos de la CFE.
26.11.09
El último suspiro
del Conquistador / XII
A lo largo de casi tres semanas había dormido al lado de Jacinta y esa noche, solo en su cama del pequeño hotel Trafalgar, Andrés no pudo conciliar el sueño. Quería buscarla y al mismo tiempo quería no volver a verla. Se sentía utilizado, remolcado en un proyecto delirante que no tenía nada que ver con su vida ni con sus intereses y que, sin embargo, le alborotaba el duende de la curiosidad. Le dolían los recuerdos de las salidas ingeniosas y de las carcajadas de Jacinta, de sus enojos súbitos, de su capacidad para hablar del mismo tema durante toda una tarde, de sus pechos pequeños y duros y de su discurso — observador y narrativo al mismo tiempo— durante los encuentros sexuales.
—Pareces comentarista de futbol —bromeó él en una ocasión, cuando Jacinta, entre jadeos, le hacía una descripción pormenorizada de lo que estaba ocurriendo entre los cuerpos de ambos. Ella se enfureció y se escabulló de la cópula, y pasaron cuarenta amargos minutos en los que se negó a aceptar las disculpas de Andrés, a tocarlo, a dejarse tocar y a pronunciar palabra. Al cabo de un rato, cuando él a su vez empezaba a mosquearse y a considerar que estaba siendo víctima de una reacción exagerada, Jacinta se congració de golpe:
—Perdóname —dijo con tono humilde— ; es que para excitarme y venirme tengo que estar bien consciente de lo que hacemos, tengo que darme cuenta que estoy metida en algo maravilloso.
Él le creyó con desgano la explicación, volvió a disculparse, terminaron lo que habían dejado a medias y luego cayeron rendidos de cansancio y tan relajados como hojas de lechuga pasadas por agua hirviendo. Pero ese pleito había ocurrido unos días días antes, todavía en su departamento de París, y ahora él tenía la sensación de que habían transcurrido diez años desde entonces. Estaba en el Distrito Federal, solo en un hotel del centro, y no podía dormir.
Rufino vagó unos días por el mercado, durmió entre montones de verdura pasada y eludió a quienes intentaron usarlo sexualmente. Poco después, la dueña solterona de un changarrito de tacos consideró que era demasiado angelical como para que anduviera tan sucio; lo llevó a su casa, lo hizo que se bañara, le compró ropa y le dio trabajo de mozo y afanador. Rufino respondió con responsabilidad y eficiencia a esa benefactora, cuyo nombre nunca se tomó la molestia de averiguar, y a la que en lo sucesivo llamó “La Seño”, y se organizó una vida aceptable en la que nadie le demandaba pruebas de hombría. Su benefactora le asignó un cuartucho abandonado al fondo del jardín de su casa y poco a poco Rufino lo hizo habitable. No le importó ganar una miseria porque tenía aseguradas la vivienda y la comida. Con la paga de sus primeras cinco semanas compró unas cuantas piezas de ropa, lo más neutras posibles; con lo que ganó en las siguientes tres consiguió un espejo usado en el que pudo contemplar su desacomodo de cuerpo completo, y al cuarto mes empezó a adquirir prendas de mujer.
Una eternidad vaporosa visitada de cuando en cuando por nociones desvanecidas: la figura de su escudo de armas ganado a sangre y fuego; las aves acuáticas del Lago de Texcoco; la rabia postrera en los ojos de Cuauhtémoc, al pie del árbol en el que fue ahorcado; las largas jornadas de navegación, asaltadas por la impaciencia del destino; el sexo casi lampiño de Tecuichpo Ixcaxochitzin, llamada Flor de Algodón, pero bautizada Isabel; el cuello blanco de doña Catalina Suárez, su primera esposa; los panoramas apacibles en los alrededores de la Tenochtitlan, idólatra y paradisíaca; los gestos y las armas poco fiables de sus propios capitanes y soldados, más levantiscos que los mismos indios vencidos; la apuración de humillaciones y disgustos en la Corte de Sus Majestades... Pero el punto ciego, la isla de nada en la mar de nada, la ausencia y la negrura completas y perfectas, se llamaba Huitzilan, el lugar de su primer encuentro con el señor Moctezuma. ¿Qué hay allí, qué no hay, qué denso tejido de sombras se cernía sobre ese sitio?
Iván sentía la mordida interna de la abstinencia. Conforme avanzaba por las cuadras de República de Brasil, su cuerpo se cubría de sudor y metro a metro le resultaba más difícil la coordinación necesaria para dar un paso. Recordó entonces al vendedor de drogas que trabajaba, como cobertura de su ocupación real, de acomodador de coches en un estacionamiento de la Rinconada de Jesús, hoy Plaza Primo de Verdad, por el rumbo del metro Pino Suárez. Al llegar a Donceles dio vuelta a la izquierda y caminó hacia el oriente, con las energías a la baja. Cuando divisó el amasijo torcido de piedras que un día fue el Templo Mayor de los aztecas, esa antena doble que permitía enviar mensajes siniestros a Tláloc y a Huitzilopochtli, tuvo que recostarse en un muro. Sus rodillas se doblaron sin que pudiera evitarlo y se quedó acuclillado en esa esquina, sintiendo que sus tripas tiritaban y que la cáscara del mundo tenía demasiadas espinas.
A la mañana siguiente, molido por la vigilia, Andrés se dirigió a una cafetería próxima al hotel, con la esperanza lacerante de toparse con Jacinta en las calles del centro. Compró el periódico, se resignó a desayunar solo y sintió vergüenza por estar comiendo cuando leyó la noticia de la huelga de hambre que protagonizaban diversos grupos de trabajadores electricistas, como uno formado por once mujeres, madres varias de ellas, en demanda de que el gobierno les devolviera su fuente de trabajo, liquidada un mes antes por orden presidencial. Se preguntó si su retorno a México, precisamente en ese momento de convulsiones y confrontaciones forzadas por los gobernantes, no tendría una significación singular en su vida.
Atrapado en esas reflexiones, desembocó en una página cuyo titular secundario lo dejó noqueado: “Primeras colisiones de partículas en el acelerador del CERN”. Sufrió un ardiente reflujo gástrico, impulsado por la rabia, al caer en la cuenta de que él habría podido estar allá, cerca del Gran Colisionador de Hadrones, esa dona sagrada de 30 kilómetros de circunferencia y tres teravoltios de potencia, y que se había perdido el momento histórico. Vio, a un lado de la nota, la foto de Steve Myers, director de Aceleradores y Tecnología, en una conferencia de prensa en la que trató de explicar la importancia de aquel suceso.
Meses atrás, cuando fue a gestionar su estancia, se había cruzado en un pasillo con ese funcionario. El texto mencionaba también a Luis Álvarez Gaumé, a Fabiola Gianotti, a Álvaro de Rújula y otros funcionarios e investigadores del CERN cuyos nombres le resultaban familiares y admirados. Andrés se sintió miserable por estar tan lejos y tan en la nada, con su carrera profesional en la incertidumbre y distanciado de la mujer que era su única razón para estar en México. Le quedaba claro que, a fin de cuentas, él era el único responsable de su propia situación, pero no podía dejar de experimentar una vasta cólera contra Jacinta. Dejó la mitad de la porción de chilaquiles que había ordenado, dejó el periódico abierto sobre la mesa, dejó en ella un billete muy sobrado para cubrir el consumo y salió de la cafetería con una idea clara en la cabeza: "No quiero volver a verla nunca”.
24.11.09
Recuento en el Zócalo
En tres años algunos han fallecido, otros se han cansado y no pocos se han desencantado. La mala noticia es que, después de este trienio de hostilidad y acoso sistemáticos por parte del gobierno de los grandes empresarios, de esos mismos empresarios, de los medios (des)informativos asociados, de las burocracias partidistas, de las delincuencias de cuello blanco organizadas y de segmentos clasemedieros que aún muestran síntomas de la indigestión de mentiras sostenida a lo largo de tres años, este movimiento cívico y ciudadano, pacífico y resistente, nacional y popular, se encuentra reducido a su mínima expresión.
La noticia buena es que esa mínima expresión es enorme, que alcanzó para llenar el Zócalo dominguero y cincuenta metros más allá, por las bocacalles de las afluentes, y que ya no es la masa de individuos exasperados, esperanzados y con los arrebatos a flor de piel, como ocurría hace tres años y aun antes, desde los tiempos horrendos del desafuero foxista. Ahora la mayor parte de la gente acude organizada, se toma las cosas con tranquilidad y ha aprendido a esperar en todas las escalas: desde el arranque del mitin hasta la llegada al poder en el ámbito federal. Hasta ahora, menos eso último, se han ido logrando los objetivos fijados: la supervivencia ante la ofensiva oligárquica, en primer lugar, pero también el reclutamiento de militantes, la organización, la resistencia a intentos antinacionales como el que emprendió Calderón en abril del año pasado para rifar entre sus socios y sus cuates la carnita —puesto en esos términos sí lo entenderá la sofisticada senadora Ortuño— de la industria petrolera.
Fuera de esos logros de gran calado, el movimiento —ha cambiado tanto de nombre que ya nadie sabe cómo se llama, y no importa— ha sido un factor tan básico de preservación de la estabilidad nacional que si los gobernantes formales se dieran cuenta tendrían que venir a dar las gracias. Esto no gusta de un lado ni del otro, pero es la verdad simple: sin la formidable máquina de canalización de exasperaciones y de conversión de descontentos en propuestas que es el fenómeno del lopezobradorismo, probablemente el mecate estaría ya roto por varios de sus puntos más delgados: miseria, inseguridad, desempleo, cinismo, corrupción y demás herencias en vida que nos deja el calderonato. Sectores de aquel lado (algunos se dicen de éste) insisten en que somos “violentos” cuando no “extremistas”; un triunfo más y nos acusarán de fundamentalistas, si no es que ya lo han hecho. En otros entornos dicen que canalización equivale a mediatización; de allí a que el movimiento sea considerado parte orgánica y utilísima del régimen sólo hay dos pasos; esos simpáticos pasitos leninistas hacia atrás que tanto lucen en los salones de baile, y que acaban por sacar al intérprete del local de esparcimiento.
Estos gobernantes panuchos acusan de ignorante y desinformado al Premio Nobel Stiglitz porque éste les recriminó su torpeza criminal ante la crisis y responden al noble gesto del historiador Womack (quien elogió cálidamente las luchas del Sindicato Mexicano de Electricistas) vaciando camiones de aserrín en las puertas del Gobierno del Distrito Federal justo en las horas en las que esa dependencia otorgaría un reconocimiento al historiador de Harvard. Del lado constructivo y propiamente gubernamental, parece ser que las facultades de la presidencia usurpada ya no dan más que para organizar desfiles de 20 minutos (sí, claro, el aserrín era para absorber la bosta de los caballos empleados en la fugaz exhibición). En cambio, en el aspecto depredador, los grandes negocios siguen viento en popa y, con conciencia o sin ella, o a veces de un modo y a veces del otro, el calderonato persiste, con éxito mediocre, por fortuna, en llevar adelante sus medidas de destrucción nacional.
Las cúpulas de las instituciones formales se caen a pedazos como consecuencia de la descomposición inducida por sus ocupantes y éstos son, mientras más perdidos y repudiados por sus antiguos cómplices, más peligrosos. Pero abajo hay un segmento enorme de sociedad organizada. Eso es algo que habíamos añorado durante muchos años y constituye, en medio de la incertidumbre de estos tiempos oscuros, una gran noticia.
23.11.09
Los nombres verdaderos
(uno + de Neruda)
Yo me llamaba Reyes, Catrileo,
Arellano, Rodríguez, he olvidado
mis nombres verdaderos.
Nací con apellido
de robles viejos, de árboles recientes,
de madera silbante.
Yo fui depositado
en la hojarasca:
se hundió el recién nacido
en la derrota y en el nacimiento
de selvas que caían
y casas pobres que recién lloraban.
Yo no nací sino que me fundaron:
me pusieron todos los apellidos:
me llamé matorral, luego ciruelo,
alerce y luego trigo,
por eso soy tanto y tan poco,
tan multitud y tan desamparado,
porque vengo de abajo,
de la tierra.
(El mar y las campanas, 1973)
22.11.09
Otra vez los campanazos
21.11.09
18.11.09
El último suspiro
del Conquistador / XI
Jacinta llegó al hotel pasadas las cinco de la tarde y desde que entró a la pequeña recepción tuvo una mala corazonada. Pidió la llave de la habitación, subió y confirmó que su hombre no estaba allí, y supo de inmediato la razón por la cual se había ido. Se sintió furiosa consigo misma por haber propiciado el alejamiento de Andrés, se desesperó al preguntarse si lograría recuperarlo y se vio forzada a poner en la balanza, con plena honestidad, las razones por las cuales quería estar con él y los motivos por los que su ausencia le dolía: sentía, por una parte, una atracción animal y una empatía inmediata; se excitaba sólo con verlo y su presencia apacible la ponía de buen humor; pero, además, sabía que, por su profesión, Andrés le resultaba necesario para averiguar qué cosa había en realidad adentro de un frasco que había robado años atrás de la casa de un viejo almero chiapaneco. “Lo primero tal vez sea irreparable, pero lo segundo se soluciona fácil”, pensó, entre sollozos, en un rápido ensayo por enderezar su circunstancia; “lo que tengo que hacer es conseguirme otro científico”.
Tomás sabía a lo que iba y se dejó conducir. Pero algo lo intranquilizaba: en las varias décadas que pasó al lado del Conquistador, no había vuelto a guardar un alma, y se sentía inseguro. Tal vez en ese tiempo se le habría perdido la destreza, e ignoraba si los frascos de vidrio soplado de los castilla funcionarían de igual manera que los tiestos de barro que los de su oficio utilizaban hasta la llegada de los hombres barbados.
Cuando Iván salió de la bodega, dejando tras de sí el cadáver de don Rufina, le cayó encima todo el peso de su acción: se dio cuenta de que no podía regresar al pequeño departamento en el que ambos habían vivido, que no tenía a dónde ir y que, en su arranque de rabia homicida, había tirado por la borda su vida cómoda de los últimos años. Sin saber a dónde dirigirse, salió del mercado de La Lagunilla por Rayón, avanzó hacia el este, dobló a la derecha en Carmen y se perdió, en dirección al sur, entre el gentío que se disolvía en la tarde dominical.
En un café Internet de la zona, Jacinta abrió una cuenta de correo electrónico y, acto seguido, en alguna de las páginas de contactos de la red, insertó un anuncio y lo frimó con el seudónimo Circe:
“Mujer joven, profesionista, guapa, apasionada y loca, busca hombre de entre 30 y 40, de buena presencia, de preferencia científico, y sin compromisos, o bien, un Odiseo dispuesto a olvidar a su Penélope (y a su Telémaco, si existe). Escribir a enfrascada@gmail.com”.
17.11.09
Qué sigue
Los cárteles políticos dominantes han construido en la Cámara de Diputados el blindaje financiero de sus plazas fuertes. Creen que, al hacer acopio de enormes presupuestos aplicables a la compra de votos, sus posiciones estatales, municipales y legislativas serán inexpugnables. Priístas y panistas han dispuesto de los dineros públicos no para propiciar la reactivación de la economía ni para crear empleos ni para combatir la pobreza ni para cimenetar el desarrollo, sino para garantizar los privilegios de sus respectivos funcionariatos, incluido, por cierto, Felipe Calderón, a quien el PRI, habiendo podido hacerlo, no le recortó a la mitad los dineros que consume, y que podrían ser llamados inútiles si no fueran empleados en forma tan peligrosa.
Antes de servirse ellos mismos, los oligarcas políticos pusieron en la mesa de los oligarcas económicos platillos suculentos: exenciones diversas, regímenes de excepción, pagos diferidos... Lo bueno, dicen en las oficinas contables de Televisa, es que el gasto en que se incurre para hacerse de unos cuantos diputados federales resulta plenamente deducible, aparte de redituable. ¿Quiere usted pagar menos impuestos o, mejor aun, no pagarlos? Puede negociar paquetes con los jefes de las bancadas principales, o bien adquirir legisladores exclusivos o, cuando menos, contratar a algunos (parece que los del Niño Muerde se dejan rentar por hora de votación) para que cuelguen en la legislación una cláusula ahorradora con dedicatoria a persona (in) moral determinada.
Gracias a estos y otros negocios, el país llegará al año entrante con menos dinero para educación, salud y cultura, con más desempleados y con más hambrientos. También, con más policías y más cárceles y más pertrechos militares. Así se construye el México que Calderón delineó desde un principio, pero eso no necesariamente significa que haya alguien al mando: a juzgar por sus notorias pérdidas de control, el hombre ya cayó en la cuenta que el adjetivo “pelele” no era una descalificación malévola y ardida sino una descripción precisa, no le gustó verse en ese espejo y decidió proclamar su propia independencia personal con respecto de quienes lo pusieron en el cargo. Pero, a juzgar por las negociaciones en el Legislativo, los verdaderos mandantes de Calderón ni siquiera se tomaron la molestia de responder con detenimiento sus expresiones de machismo; simplemente, echaron a andar a sus diputados y le recordaron, de esa manera, quién manda.
Pero esos son los líos oligárquicos y tal vez ni siquiera valga la pena adentrarse por sus detalles, porque todo proceso de descomposición genera escenas que quitan el hambre. Para los movimientos opositores, el momento es, aunque incierto, grandemente auspicioso, porque el golpe del felipato contra Luz y Fuerza del Centro y contra el Sindicato Mexicano de Electricistas ha forzado una redefinición a más de las resistencias ciudadanas al régimen oligárquico: ahora se nota la desorganización causada por la suma y el crecimiento brusco, pero lo más importante es que el movimiento (parece ser que se ha hecho merecedor a ese nombre genérico, y además no tiene otro) y sus concentraciones en el Zócalo ostentan presencias nuevas: telefonistas organizados y otros contingentes sindicales, organizaciones campesinas, La Otra Campaña y, sobre todo, chingos y chingos de jóvenes entusiastas y enérgicos, cuya escasez había sido un dato notorio y preocupante en la resistencia lopezobradorista.
Ahora lo que sigue es lograr que esa gran confluencia de voluntades de recuperación nacional se dé a sí misma un rumbo claro y preciso para crecer, ganar el consenso aun con el viento en contra de los medios (una tarea difícil, pero no imposible) y convertirse en opción de poder. El hervidero de los gusanos en las cúpulas de las instituciones secuestradas y descompuestas será escandaloso, pero no novedoso. Lo que sigue es acordar la manera de ponerle fin.
16.11.09
Felipe, el rabioso
Parece que el nuevo deporte de los opinadores consiste en escudriñar el origen de las rabietas de Calderón. Cuatro ejemplos.
15.11.09
14.11.09
12.11.09
Apunte de arqueología personal
El último suspiro
del Conquistador / X
Estando sin estar, flotando en nada, él tuvo la revelación de sus dos nacimientos. El primero: fue parido en la villa de Medellín, Extremadura, un mes de julio, por doña Catalina Pizarro; se crió débil y enfermizo, a orillas del Guadiana, hasta que, a la edad de 14, fue enviado a Salamanca, de donde regresó al hogar paterno con el título de bachiller, pero sin llegar a licenciado. Unos años más tarde viajó a La Española, en donde se ganó la pobreza como escribano. En busca de fama y oro fue a conquistar Cuba al lado de Diego Velázquez, y estando en esa isla, a los 25 años cumplidos, se vio, en el curso de un sueño, cubierto de ricos paños y servido por personas extrañas que lo llamaban teutl, que quiere decir Dios, para su honra y alabanza. Ese mismo día fue dado a luz por segunda ocasión: muchas leguas al occidente de Cuba, en la lejana Tlatelolco, la princesa Papantzin, hermana de Moctezuma Xocoyotzin, regresó del mundo de los muertos para figurarlo, atroz y sanguinario, vencedor de los mexicanos. Oh, madre Catalina que me hiciste débil y astuto; oh, madre Papantzin que, para infortunio de tu pueblo, me pariste fuerte y asesino.
—Carajo —exclamó Jacinta, con fastidio, al escuchar la grabación en su celular. La compañía francesa no había podido realizar el cobro de ese mes y la había dejado sin línea. Hacía ya cuatro horas que había hablado con Andrés para decirle que la esperara en el hotel, pero el taxi en el que viajaba se quedó atorado en un enorme atasco vial en Viaducto e Insurgentes.
—Ni modo, señorita, no es mi culpa —dijo el conductor, dándose por aludido.
—No me refería a usted, ni al tráfico. Es que mi celular no funciona —aclaró ella.
—¿Tenía una cita importante? Porque no va a llegar, ¿eh?
Jacinta le pagó la tarifa que marcaba el taxímetro, se apeó y empezó a caminar, entre una masa desusada de peatones, hacia el norte, con la esperanza de llegar hasta la glorieta Insurgentes para tomar el metro. A su lado, unos chavos de no más de 19 pasaron bailando y cantando algo que parecía rap:
“Escucha Felipe / que ya te lo dije / que debes respetar / el sentir popular / te apartas de la ley / quieres hacerme güey / mira lo que provocas / estas gentes no son pocas / y van a estar un rato / defendiendo al sindicato / y van hasta el final / con el paro nacional”.
“Y esos hombres que llegan en la barca,
a tu patria infeliz traen la guerra;
y dueños y señores absolutos,
con las armas, al fin, serán de ella:
publicarán con su victoria el nombre
del Hacedor del cielo y de la tierra,
y arrojarán los ídolos de barro
donde la luz del sol nunca penetra.”
Una habitación de hotel puede ser el sitio más divertido del mundo, pero también el más tedioso. El número de Jacinta sonaba abandonado y al cuarto intento, Andrés se desesperó. Se movió rápido para evitar recuerdos cachondos que lo hicieran vacilar, empacó los pocos enseres personales que había sacado de su maleta, pensó que en algún momento tendría que recuperar las cajas que había dejado en casa de Eduviges, bajó a la recepción del hotel, liquidó la cuenta, advirtió a la empleada que no se trataba de desocupar la habitación “porque la señorita va a regresar”, caminó cincuenta metros y se registró en el Trafalgar, un hotelito más barato y pinche que el que acababa de dejar.
Se dejó vencer por la curiosidad y se dirigió al Zócalo a ver la concentración que estaba anunciada para ese día en solidaridad con los electricistas. A las tres de la tarde la plaza estaba semivacía, pero le impresionó el número de telefonistas que ingresaban por la calle de Madero. “Vinieron todos los que hay en el país”, pensó. Se quedó parado en la esquina del Hotel Majestic, viendo pasar las multitudes que llegaban; por allí entraron miles y miles de electricistas con camisas rojas, varias brigadas del movimiento lópezobradorista, contingentes de La Otra Campaña, grupos campesinos, destacamentos de partidos políticos, montones de universitarios, varios sindicatos independientes... Andrés recordó sus primeras asistencias a manifestaciones, cuando era aún un puberto, en solidaridad con los indios alzados de Chiapas.
Mientras estuvo en Europa cursando el doctorado, Andrés recibió cartas y mensajes de amigos suyos en los que le refirieron los crecientes descontentos sociales y políticos que crecían en el país, y mencionaron que un signo distintivo de las movilizaciones era la ausencia de jóvenes. Esa tarde, sin embargo, Andrés vio miles y miles de caras de chavos de quince, de veinte y de veinticinco. A las seis y media, cuando ya oscurecía, los contingentes seguían desfilando, más bulliciosos los últimos que los primeros, la plaza principal de la República estaba repleta y nuestro personaje tenía las piernas recorridas por calambres. Extrañó a Jacinta y cayó en la cuenta que ese día era el primero, en las varias semanas que tenían de conocerse, que habían pasado separados. Se preguntó cuánto tiempo más podría resistir sin verla.
A don Rufina la tomó por sorpresa la agresión de su pareja. Más que dolor en los afectos o en el cuerpo, sintió extrañeza cuando Iván le arrojó una bacinica de peltre repleta de llaves. El conjunto debía pesar siete u ocho kilos y el golpe en el pecho dejó a don Rufina sin aire y sin equilibrio. Tras arrojarle ese objeto, Iván ni siquiera la volteó a ver. Siguió buscando algo, algo, mientras avanzaba hacia ella, y no tardó en encontrarlo: un gato hidráulico un tanto destripado, con la pintura roja craquelada y el émbolo de fuera. Se agachó, lo recogió, lo tomó de la parte delgada y se abalanzó sobre don Rufina, quien, tendida en el suelo, no atinaba más que a mover las extremidades como un cangrejo indefenso cuando lo echan a la olla del caldo.
Don Rufina trató de protegerse el rostro interponiendo la mano al primer golpe del gato hidráulico pero sólo logró que su metacarpo, impulsado por el arma improvisada que blandía Iván, se despedazara al chocar contra su malar izquierdo. El impacto fue tan violento que le separó las vértebras cervicales y el sufrimiento fue mínimo. Perdió el conocimiento entre convulsiones, sus músculos intercostales y abdominales se paralizaron (eso la hizo emitir un ruido de lavadora de vajillas en fase de carga) y luego vino una hipotensión por vasoplejía generalizada. Iván observó atentamente cómo el organismo de don Rufina ejecutaba aquellos rituales hasta que —¡sí, sí ocurría eso!— estiró la pata y luego se quedó laxo.
Iván sonrió, emocionado al descubrir que el refrán refería un hecho verdadero, y luego decidió irse de allí. Realizó un rápido repaso por el local, fue escogiendo cosas pequeñas y ligeras que pudieran tener algún valor, hizo un atadijo con ellas, se paró un momento junto al cadáver de don Rufina, que yacía cerca de la puerta de entrada, echó una mirada rápida a los bultos que ella acababa de llevar a la bodega, sopesó una caja de cartón del tamaño de un directorio telefónico, la abrió, vio un frasco viejo en su interior y tiró la caja, con desgano, sobre el cuerpo de su víctima. El frasco salió de su envoltorio de papel periódico, rodó sobre el vientre de la difunta, aterrizó en el suelo sin romperse y se quedó como acurrucado entre los miembros exánimes de don Rufina.
—Ay, pinche Rufino —le dijo, a modo de despedida—. Si por lo menos hubieras sido vieja, chance y te habría llegado a querer.
10.11.09
Al paro nacional
Ni el más convencido, y ni siquiera el más vendido de los opinadores del régimen, podrá negar la insensibilidad, la arbitrariedad y el desaseo legal empeñados en la extinción de Luz y Fuerza del Centro y en el intento de liquidar al Sindicato Mexicano de Electricistas. “Impresentable” o “indefendible”, llaman a esa organización gremial los voceros oficiosos del calderonato, pero se abstienen de medir el grado de indefendibilidad del poder público para el cual trabajan o el de aliados políticos tan preciosos como Marín, Ruiz, Gordillo o Romero Deschamps; “corruptos”, acusan a los trabajadores porque éstos han logrado salarios decentes y condiciones de trabajo dignas, pero se callan la boca y escurren la pluma ante los hechos de un régimen que reparte contratos más que sospechosos y que los privilegios y los lujos de sus integrantes; “violentos”, claman ante la decisión de los electricistas sindicalizados de resistir el decreto de su extinción, pero omiten toda referencia al uso de la policía y de Lozano Alarcón —una fuerza de choque en sí mismo— por parte del gobierno espurio; “subversivos”, gritarán mañana a quienes respalden el paro nacional convocado por los trabajadores afectados, pero no dirán una palabra sobre una medida gubernamental adoptada a contrapelo del orden constitucional y de efectos evidentemente desestabilizadores. Los soldados mediáticos del régimen —para parafrasear la autodefinición de Azcárraga papá— insultan y calumnian a placer al SME y a sus integrantes, pero no tienen un solo argumento para justificar el decreto emitido el 10 de octubre por Felipe Calderón. Y no lo tienen porque no lo hay.
Salvo, desde luego, la toma de la Presidencia de la república mediante una maniobra no demasiado diferente a la que tuvo lugar en junio pasado en Honduras, ninguna de las muchas cosas abominables perpetradas a partir de 2006 por la mafia gobernante había sido tan claramente lesiva para el interés nacional, y ninguna había sido adoptada en forma tan abusiva, como la extinción de Luz y Fuerza. La resistencia social al decretazo tiene, por ello, motivos y posibilidades tan amplios como la lucha ciudadana contra la privatización de la industria petrolera. O más.
Y es que, más allá de la apreciación sobre la circunstancia de Luz y Fuerza o sobre la naturaleza del SME , el paro nacional convocado para mañana por esa organización puede ser visto y adoptado por sectores que trascienden a las izquierdas partidistas, cívicas y sindicales, como su primera gran oportunidad de confrontar al régimen y de explorar la posibilidad real de marcarle un alto.
El abuso sistemático de los gobernantes, la mentira regular de sus corifeos, la frivolidad y la insolencia de los juniors de Morelia, han logrado hartar a mucha gente que no necesariamente está enlistada en el movimiento lopezobradorista ni en ninguna otra de las expresiones de oposición real al calderonato. La perspectiva de establecer en las leyes nacionales la figura del referéndum revocatorio es, por hoy, demasiado incierta y difusa; el voto de castigo en 2012 contra una clase política que se sabe servir con la cuchara grande del plato de dineros públicos resulta lejano y, a la vista de los fraudes electorales operados desde el poder en meses recientes, infructuoso.
El paro nacional, aquí y ahora, es, en cambio, una vía concreta para iniciar la recuperación del poder usurpado a la ciudadanía por sus supuestos representantes y una manera concreta (y pacífica, y civilizada) de recordarles a gobernantes, funcionarios y legisladores, que la sociedad no está manca. Cabe esperar, por eso, que funcione y que tenga eco. La disuasión social frente a los secuestradores de las instituciones es fundamental para devolver al país al cauce de legalidad, convivencia armónica e imperio de la ley del que fue apartado en 2006. La de mañana es una gran oportunidad para ensayarla y, a no dudarlo, una de las últimas.
9.11.09
Sobre el desarrollo jumano
"al igual que muchos familiares y mexicanos que estamos consternados con este tipo de mensajes que tiene la vida y nos arranca a los seres útiles para el desarrollo jumano.sirve para crecer, ejemplo de vida juan c ...amilo, se que si no nos estas viendo si nos estas sintiendo por alguna parte del universo en donde se a ciencia cierta que ya te asignaron alguna parte para organizar amorosamente sus contenidos y disfrutemos de una mejor comunicación con el. gracias por tu ejemplo y se que cada uno de nosotros desde su trinchera sabrá dignamente asumir y poner nuestro granito de arena, dios te vendiga juan camilo por tu valor, ejemplo y entraga que hasta la última línea supiste mantenerte de pié."
Vayan nomás a echar un lente y absténganse de agredir, que de este lado sí hay civilidad y modales:
8.11.09
Posicionamiento
del Grupo Sur
LUZ Y FUERZA DEL CENTRO
Y EL
SINDICATO MEXICANO DE ELECTRICISTAS
El pasado 10 de octubre, el régimen que encabeza Felipe Calderón decretó la “extinción” de la entidad pública Luz y Fuerza del Centro (LFC) y la liquidación de sus trabajadores, agrupados en el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Fue una medida violatoria de la Constitución que tendría que dar lugar al juicio político y la destitución del presidente en funciones, según los términos de los artículos 110 y 111 constitucionales.
Al margen de las implicaciones legales referidas, el golpe de mano del 10 de octubre contra Luz y Fuerza LFC y contra sus 44 mil trabajadores sindicalizados fue la culminación de una estrategia injusta, grotesca y tramposa de destrucción deliberada de una empresa propiedad de la nación, así como un intento descarado por convertir en botín de empresas privadas la infraestructura de fibra óptica de LFC y sus posibilidades de ofrecer servicios de triple play por medio de su red eléctrica. Se ha perpetrado una intromisión inaceptable en la vida interna del sindicato. La maquinaria mediática del régimen ha emprendido el linchamiento propagandístico de los trabajadores y la formación de un consenso basado en las distorsiones oficiales sobre la paraestatal. Por añadidura, se ha buscado criminalizar las conquistas laborales y presentarlas como consecuencia de prácticas corruptas. En esa medida, la desaparición arbitraria de LFC y el despido masivo de sus trabajadores fue un acto hostil contra el conjunto de la población, de las oposiciones sociales y políticas y de las izquierdas del país: el régimen no tolerará obstáculos ni frenos a un nuevo ciclo de desarrollo neoliberal, al empeño de desmantelar las conquistas laborales y al designio de depredar lo que queda de propiedad pública. Ante la imposibilidad de crear nueva riqueza, la oligarquía gobernante busca apropiarse, mediante el despojo, de la riqueza ya creada.
El golpe contra LFC busca privar a la nación en general de conocimiento y tradición obrera acumulados durante décadas por el SME, en lo que constituye un nuevo capítulo de la devaluación deliberada de la población nacional vía contenciones salariales, deterioro de los sistemas educativo y de salud, pérdida de derechos y conquistas, erosión de las condiciones de vivienda, seguridad, transporte, etc. Es una nueva ofensiva que pondrá en peligro derechos y conquistas más generales, la autonomía universitaria y la presencia del Estado en la salud y en la educación, como se perfila en la “reforma fiscal” recientemente aprobada. La forma (discrecionalidad, arbitrariedad) y el fondo (inconstitucionalidad, sentido antinacional) de la medida denotan un golpe al Estado de derecho.
En el entorno de hegemonía corporativa ejercida por el poder público sobre los sindicatos, el SME; sin estar exento de vicios propios de ese contexto, ha sido un factor de articulación para las izquierdas y las causas progresistas, un punto de confluencia ineludible entre las luchas sociales y las instituciones, entre las resistencias civiles radicales —Atenco, Oaxaca, el zapatismo—, las luchas universitarias y el movimiento lopezobradorista. Para el calderonato, se trata de un símbolo a destruir, y de un articulador de sus propios empeños: el de aislamiento político, el de linchamiento propagandístico y mediático, el de acoso jurídico y el represivo.
Por ello, la ofensiva oficial contra el SME y el decreto de extinción de LFC han creado una posibilidad de ruptura política sin precedente desde el inicio del ciclo de gobiernos neoliberales. Las medidas del régimen constituyen un acto de desestabilización y una declaración de guerra contra el proyecto nacional enarbolado por las izquierdas de este país a lo largo de un siglo.
Esta ofensiva genera la necesidad de una convergencia amplia de las oposiciones, las resistencias y las disidencias —políticas, regionales, sectoriales, de clase— en torno a la solidaridad con los electricistas. En el momento actual, todos los segmentos políticos y sociales que se definen como de izquierda y progresistas, tienen el deber de incorporarse a la lucha por la defensa de LFC y del SME, por encima de diferencias ideológicas y programáticas.
La violencia empleada por el régimen para liquidar a LFC y al SME hará inevitable la radicalización de las medidas de resistencia. Se ha hecho evidente la necesidad de medidas contundentes y de alcance nacional capaces de detener la ofensiva del gobierno. La organización sindical de los electricistas ha convocado a un paro nacional para el próximo 11 de noviembre. Será una jornada crítica y decisiva de la lucha por la soberanía popular, la democracia y la defensa del sector energético —petróleo y electricidad— de México. Los integrantes del Grupo Sur llamamos a todos los sectores progresistas, populares y de izquierda a empeñar todos los esfuerzos de unidad en la acción para lograr el éxito del paro nacional y de las otras medidas de resistencia que se realicen para impedir la extinción de Luz y Fuerza del Centro y la desaparición del Sindicato Mexicano de Electricistas.
Carlos Payán, Guillermo Almeyra, Cristina Barros, Víctor Flores Olea, Armando Bartra, John Saxe Fernández, Marco Buenrostro, Elvira Concheiro, Héctor Díaz Polanco, Gerardo de la Fuente, Rosa Elena Gaspar de Alba, Epigmenio Ibarra, Massimo Modonesi, Lucio Oliver, Pedro Miguel, Consuelo Sánchez, Gabriel Vargas Lozano, Mario Zepeda, Sergio Zermeño
5.11.09
El último suspiro
del Conquistador / IX
campanario del Hospital de Jesús, en México, D.F. Foto de Tzitzimitl
Iván se quebró en el primer encuentro con aquel cliente mayor, una vestida que pedía y daba más ternura que placer y que no hizo nada por humillarlo ni por hacerlo sentir como un vendedor de su propia dignidad, que era como el propio Iván se sentía. Y además iba mal del cuerpo: todas las células de su organismo ladraban por una sustancia que no estaba ahí pero que había dejado su recuerdo doloroso e imperioso. En esas condiciones, Iván no encontró otra salida que llorar su desgracia en los brazos de don Rufina, y ésta no halló nada más pertinente que consagrarse a reconstruir a aquel muchacho.
—Vente a vivir conmigo —le dijo—. Yo te protegeré, te daré de comer, te llevaré a una clínica para que te saquen esa porquería del cuerpo.
—Tú lo que quieres es coger gratis —dijo Iván con pronunciación dificultosa, atrapado entre un sollozo y una temblorina.
—Qué tonto eres —le explicó ella, sin inmutarse, mientras le rascaba el cuero cabelludo—. Más bien te estoy ofreciendo amor gratis. Si tú no quieres, no hay sexo.
Horas después, don Rufina llevó a Iván, casi de la mano, a un centro de desintoxicación. Cuando lo dieron de alta, lo hizo partícipe de su negocio y pagó sin regatear las deudas contraídas por el joven. En cuestión de mes y medio, Iván estaba limpio de drogas y de deudas, y aunque don Rufina no lo retuvo a su lado, se fue quedando con ella, y de cuando en cuando hasta se acomedía a darle un poco de placer. Pero no pudo conciliar sus emociones contrarias: sentía gratitud hacia la mujer y en cierta forma la quería, pero al mismo tiempo le daba vergüenza el permitirse tales afectos con uno que, por más vueltas que le diera, era hombre, un pinche puto que se había aprovechado de un momento de debilidad para enamorarlo. Iván se sabía y se sentía machito, y si hasta entonces había acompañado en la cama a algunos (bueno, a muchos) hombres, aquello había sido un mero asunto profesional, cámara, por dinero para unas dosis: su vicio era la jeringa, no el puñal, cómo creen. A don Rufina le tenía agradecimiento pero también la odiaba: le revolvía el estómago el verse a sí mismo adoptar actitudes de niño necesitado de afecto ante una mamá con pito y huevos. Y le cagaba, le cagaba, porque se conocía, y sabía que tarde o temprano iba a cobrarle a su benefactora toda la degradación que le había hecho sentir.
Bernal Díaz del Castillo afirma que Hernán Cortés abandonó Sevilla, harto de las muchas personas que allí le importunaban, clausuró la casa que poseía en la ciudad y se refugió en Castilleja de la Cuesta, un pueblito de los alrededores, en la residencia de su amigo Juan Rodríguez, en donde, a decir de López de Gómara, se le agravó la cagalera que venía padeciendo desde tiempo antes. Consta que en su último destino en vida estuvo acompañado por el doctor Cristóbal Méndez, su compadre, por fray Pedro de Zaldívar, prior del monasterio de San Isidoro, y por una Juana o María de Quintanilla, “probablemente curandera” que fue llevada de Valladolid, según consta en la biografía del Conquistador escrita por José Luis Martínez. En ese mismo texto se cita que, tras la muerte de Cortés, el administrador Juan Galvarro pagó a esa mujer 50 ducados “por su trabajo”, sin que quede claro cuál fue, y que se le proporcionó un vestido de luto. Después de eso, Juana o María de Quintanilla desaparece de la historia.
Andrés vagó por las calles del centro, almorzó quesadillas de longaniza en la fonda más insalubre que encontró y decidió tomar distancia con respecto a Jacinta. Se sentía saturado por los enredos truculentos en los que ella lo metía y necesitaba pensar y descansar. Pero no quería desaparecer de su radar, así que se sentó en una banca de la Plaza de la Ciudadela y marcó en su teléfono celular el número de ella. “Qué locura —pensó—, estamos usando enlaces de Francia para llamadas locales en el DF. Tengo que conseguirme un teléfono mexicano.” Ella respondió y no le dio margen de nada:
—Ya salimos del hospital —le dijo a boca de jarro—. Vamos camino a casa de mis papás... bueno, de mi mamá... Es que... pasaron cosas que... luego te explico. La dejo en la casa y me voy para el hotel. Tenemos que ir a La Lagunilla a buscar el frasco, ¿eh?
—Me voy a cambiar de hotel —repuso Andrés, con tono que quería ser resuelto.
—¿No te agrada ese? —terció ella, captando algo que no era—. ¿Por qué no me esperas a que llegue y lo platicamos? A veces me gusta que me tomen tantito en cuenta, ¿sabes?
—Está bien —dobló él la cerviz—. ¿A qué hora nos vemos en el hotel?
—Me has seguido por la mitad del mundo —le recordó don Hernando—. Has trastocado tus humanas horas de sueño para velar las mías. Abandonaste tu pueblo, a tu familia, para venir en pos de mí. Y ahora te niegas a un trabajo tan holgado y sencillo como vestirte de mujer.
—Yo me llamaba Kan, que es nombre de varón, y tú me bautizaste Tomás, que es en Castilla lo mismo que mi nombre, pero tal vez no: tal vez debiste llamarme serpiente, que es lo que significa Kan, y no gemelo. A ti te confundieron tu cura Jerónimo y tu Marina, porque en idioma mexicano Cóatl, que es Kan, quiere decir también gemelo, al igual que Tomás, que también es nombre de varón. ¿Por qué quieres que me vista de mujer si no lo soy?
—Para que pases inadvertido —se desesperó el Conquistador—. No han de saber que un brujo maya me acompaña en mis horas postreras. Podrían acusarte de haberme matado, podrían cortarte la cabeza. Quiero que llegues a Castilleja vestido de mujer, que vestido de mujer abordes una nao de regreso a las Indias, y que te pierdas para siempre.
Cuando don Rufina entró a la bodega, le hizo falta la luz. La tarde en las calles estaba muy luminosa, así que le resultó insuficiente la iluminación natural que llegaba al recinto por medio de dos tragaluces de bloc de vidrio. Dejó sus bolsas en el piso para encender el interruptor y vio a Iván, sentado en el sofá que ella misma había rescatado de la basura. Le notó un brillo inusual en los ojos y una tensión en los músculos que se dejaba adivinar a través de la ropa. Le preguntó qué hacía allí y el joven no le respondió.
—Ay —comprendió de golpe—. Ya te volviste a meter quién sabe qué cochinada.
Iván se incorporó sin prisa y hurgó con la mirada por entre el caos de objetos de la bodega. Identificó las formas de un tripié de aluminio, de un bambineto manchado, de una cacerola de hierro colado, de una caja sin abrir de videocasets Betamax, de un portaviandas de aluminio: nada útil. Caminó hacia don Rufina con la vista clavada en los anaqueles de la pared y entonces dio con una bacinica de peltre repleta de llaves viejas y, sin reflexionar sobre la incoherencia del conjunto, lo sopesó con las dos manos, lo encontró lo suficientemente masivo y, sin decir palabra, se lo arrojó con violencia a su pareja. El trebejo rebotó en mitad de su tórax, esparciendo su contenido por el piso de media bodega con un tintineo de metales como el que hacen las máquinas tragamonedas cuando sale bellota triple. Ella, desprevenida, trastabilló por el golpe, cayó al piso y le gritó, aterrada:
—¡Iván! ¿Pero qué te pasa?
3.11.09
Buenos negocios
En un país en el que el precio del trabajo ha experimentado una depreciación sostenida durante casi tres décadas, resulta meritorio que un grupo de profesionistas sean capaces de mantener los niveles de sus percepciones y emolumentos, e incluso de mejorarlos, especialmente en época de crisis. Es eso precisamente lo que hicieron los gobernantes y legisladores panistas y priístas que han venido concibiendo, negociando, discutiendo, afinando y aprobando la Ley de Ingresos del año entrante. Lo bueno de detentar el poder es que desde él es posible tasar los honorarios correspondientes al oficio y cobrarlos directamente de las arcas nacionales sin necesidad de realizar trámites engorrosos.
Ciertamente, el cucharón con el que se sirven los presupuestos en Los Pinos y San Lázaro no incluye únicamente salarios, prestaciones, automóviles y choferes, teléfonos celulares, computadoras, masajes, seguros médicos, compras de corbatas y de calzones, boletos de avión (o aviones propios y rentados), restaurantes, misas de difuntos y borracheras; el dinero que estos eficientes profesionistas van a sacar de nuestros bolsillos servirá también para asignar, a quienes les lleguen al precio, contratos multimillonarios de servicios públicos. Imagínense qué porcentajes están dispuestos a pagar los tiburones internacionales por el correspondiente al servicio de la infraestructura de Luz y Fuerza, o por el que permita la explotación del triple play sobre los despojos de esa entidad paraestatal, ofrecida a los carroñeros como prueba de control y dominio presidencial. Los recursos para tales operaciones (que son sólo unos ejemplos de la alta competitividad lograda por la corrupción nacional) saldrán, a fin de cuentas, del alza de impuestos que acaban de recetarnos.
Otro buen negocio para tiempos de crisis es tener una gran empresa y no pagar los impuestos correspondientes. Como lo reconoció el propio Felipe Calderón hace unos días, bajo su desgobierno es posible hacer negocios, obtener utilidades, omitir las obligaciones fiscales correspondientes —o cubrirlas a tasa de ganga de 1.7 por ciento, cuando el común de los mortales paga el 28 o más—, eludir la cárcel, mantenerse en las secciones de sociales (y hasta en la nómina de invitados especiales a las recepciones y faramallas de Los Pinos) y ser señalado como ciudadano modelo, héroe de la productividad y prócer de la beneficencia.
Pero el mejor de todos es el negocio de permitir el anterior, es decir, el de ser funcionario público —presidente más bien ilegítimo, secretario de Hacienda, director del Servicio de Administración Tributaria o coyote menor—, hacerse el que la Virgen le habla cuando se trata de cumplir con el deber de cobrar los impuestos pertinentes a quienes se les deben favores políticos (¿Te acuerdas de la campañota en medios que te organicé en 2006? ¿Y quién crees que les pagó a los creativos que acuñaron aquello del “peligro para México”?) y ponerse a idear, en tiempos de trabajo pagados con el dinero de los contribuyentes reales, maneras de transferir a esos mismos contribuyentes reales el costo de las omisiones propias en el cumplimiento de las obligaciones derivadas del cargo.
Transacciones de esta clase, y otros, seguirán siendo posibles mientras la sociedad lo permita. Cabe suponer que en un momento próximo, a pesar de los aparatos mediáticos que han garantizado la cobertura de tales negocios, la mayor parte de la ciudadanía caerá en la cuenta de que éstos, además, son delitos y que no hay país que pueda darse el lujo de permitir, por tiempo indefinido, la comisión flagrante de violaciones a la ley. Y actuará en consecuencia.
1.11.09
Invocación
Cenizas entrañables, queridos huesos, polvo enamorado: vengan con bien al mundo, a esta su casa, a la mesa de los vivos. Siéntense en las sillas limpias que hemos dispuesto para ustedes, entíbiense el alma con la flama de las veladoras, sacien la sed y el hambre, reposen en nuestras camas el cansancio de la muerte, que es tan agotadora. Disfruten de nuestro amor y nuestra memoria, única protección que podemos ofrecerles en su extremo desamparo. Ustedes que nos dieron vida, país, calor, dirección, fortuna, claridad o palabra, acéptennos el vaso de agua, el ramo de sempasúchil y el plato de calabaza. No es mucho o es muy poco, pero esos son los símbolos de amor en la lengua franca que comunica este mundo con la oquedad que ustedes deshabitan.
Salgan de las tumbas o del cielo, reúnan su momento de partículas dispersas en una voluntad para estar y déjense querer en estos pocos días de encuentro y reunión entre quienes existen y los que han sido. Dejen atrás por un rato sus experiencias intensas y terribles en el forense, en el sarcófago o en el crematorio, y recuerden que en el mundo hay algo más que la muerte: este ámbito, demasiado simple (o demasiado complejo) para ustedes, que los llora, los ríe, los quiere, los critica y los recuerda. Depongan el desinterés abrumador que han desarrollado respecto del sol, el pasto, las coronillas de los bebés, las noticias del diario y el destino de sus parientes y sus enemigos. Pongan algo de su parte; vuelvan por un instante a querernos y a detestarnos como solían antes de su partida y disfrutemos todos, ustedes y nosotros, de esta comunión nocturna.
Es posible que ustedes, los que viven en la muerte, puedan murmurarnos al oído algo que nos ayude a lidiar con esos muertos en vida que perdieron el sentido del sufrimiento ajeno, que aprendieron a obtener placer con el dolor del prójimo y que, sin necesidad ni razón, se empeñan en provocar explosiones demográficas en el lado de ustedes a expensas de los inocentes de este lado. Tal vez esta noche tengamos como invitada a nuestra mesa y huésped de nuestra casa a una existencia humana truncada antes de su tiempo natural por las bombas, las balas o el cuchillo, que se anime a compartirnos la sabiduría de su desencanto profundo mientras aspira la fragancia tenue y extraña del sempasúchil, y acaso logremos escuchar, como entre sueños, una clave para impedir que su suerte se repita en otros.
Padres y madres, abuelos, hermanos, cónyuges, hijos, colegas, condiscípulos, amigos y compadres fallecidos: ésta es la noche en que ustedes han de ser paridos por la tierra en que descansan. Vengan a nuestros brazos para que puedan limpiar de rencores su alianza con la muerte, para que renueven su mortaja, para que mañana vuelvan a la tumba o a la dispersión de sus moléculas reconfortados por el calor humano, con esperanzas nuevas y armados de paciencia para enfrentar el transcurso lodoso de la eternidad. Disfrutemos juntos del pan con azahar, porque después ustedes y nosotros estaremos solos durante todo un año. Vengan, no importa, con su salitre y su gusano, con su herida y su gloria, con su dolor y su redención, con su estar perdidos en ninguna parte, con su grave problema de haber muerto, con sus aposentos a perpetuidad o sus fosas comunes, con su nada: quiérannos un poquito y déjense querer ahora, mientras los de acá seguimos vivos, porque un día nos iremos también, y esto va a quedarse más solitario que una Presidencia.
Ustedes vienen subiendo del fondo de la tierra o bajando del cielo o transitando de un entorno muy sutil situado al lado de nosotros, o no vienen de ninguna parte porque no se han ido nunca y han permanecido aquí, con discreción de partículas elementales, mezclados en el aire, los tomates y el polvo de las casas. Se acercan a la ofrenda por los senderos de pétalos amarillos y van dejando atrás el aire de fetos ciegos y ensimismados con el que empezaron el viaje. Ya reencarnarán, en nuestro interior y a nuestro alrededor, con todos sus gestos, sus atributos, sus mañas, sus malas palabras y su grandeza de antes. Ya casi están aquí.
Nazcan, nazcan, nazcan, nazcan.