13.1.10
Va de nuez: natura vs. cultura
Del Facebook:
"Me quedo frío", dice ZeetobÁ Espinosa, y no se refiere al clima imperante, sino a un artículo en el que se expone que leer es antinatural.
A Pedro Miguel le parece que el aserto es evidente: fuera del ámbito de la cultura (no digo humana, porque es pleonasmo) la lectura no existe. "Uno se encuentra con cada palabra que no ha sido bien empleada", replica él, aparentemente en referencia a lo que es "natural".
Tercia Tomás Emilio Pellicer Larrea y, para organizar la paradoja, tuerce un poquito el significado de los términos: emplea "naturaleza" en una acepción distinta a la de "conjunto, orden y disposición de todo lo que compone el universo" (#3 de la Real Academia), que era a la que nos referíamos: él, al decir "naturaleza humana", se refiere más bien a "esencia y propiedad característica de cada ser" (#1).
Creo que la cosa se puede ordenar más bien así: desde un punto de vista ontológico, si queremos entender las cosas en su totalidad, lo humano es, por supuesto, parte de la naturaleza: de ella venimos y en ella nos desenvolvemos.
Pero esa noción no nos sirve para entender por qué hacemos cosas tan antinaturales como usar zapatos, escribir poesía, twitear, volar, bucear, preguntarnos por el origen del universo, habitar en condominios o vivir más de 28 años porque, en estricto rigor natural, uno a los 30 ya cumplió con su función en este mundo, no le sirve a Madre Natura para maldita la cosa y debiera morirse lo más rápido posible. Ustedes disculpen, pero la naturaleza no imita al arte (como se dice por ahí) sino a Mengele.
Debemos entonces abandonar el terreno de la ontología y entrar en el de la epistemología (teoría del conocimiento) o, acaso, en el de la fenomenología, para reconocer que esa "naturaleza" (en su acepción primera) humana consiste en negar a la "naturaleza" (en su significado tercero) y construir un a manera de habitat, fuera del cual la simple supervivencia es del todo inconcebible. Uno de los nombres de ese entorno sintético es cultura: viene al pelo para rimarlo --y contraponerlo, de paso-- con natura. En él desarrollamos construcciones tan irrenunciables como el lenguaje, el comercio, la religión la ciencia, los deportes, las ciudades mesoamericanas, las catedrales góticas, las chambritas del bebé, los cepillos de dientes, los conciertos de rock (aunque a mí me vienen mejor los de jazz) y los drivers para la impresora.
Creo que la reflexión puede ser útil para superar un poco esa horrenda culpa colectiva que se nos ha inoculado por vivir en forma antinatural y para contrarrestar en alguna medida la carga negativa que le ha sido imbuida a ese calificativo: "antinatural". Pues sí: los humanos somos antinaturales y, procurando no dar un pisotón a los generalizados reclamos ambientalistas que recorren el mundo, y que sus razones tienen, habría que agregar: "Y a mucha honra", porque nuestro trabajo nos ha costado.
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