Hartos de sus belicosos vecinos quichés, los kakchiquekes abrieron las puertas de su capital a las fuerzas españolas y tlaxcaltecas que traía consigo Pedro de Alvarado, quien pudo lanzar, desde allí, sus campañas contra diversos pueblos mayas que resistían la Conquista. No habían terminado de destruir el poderío de Gumarcaaj cuando ya los españoles esclavizaban a sus primeros aliados y depredaban sus construcciones para usar las piedras en la edificación de un primer intento de capital, en Tecpán, en tierras de la propia Iximché. Los kakchiqueles pasaron a la resistencia y Alvarado no se tocó el corazón para destruirles su principal centro urbano. Fue una ciudad de vida breve, poco más de medio siglo: fundada hacia 1470, para 1524 era ya asiento de los poderes coloniales, y dos años más tarde era pasto de las llamas. Debe haber sido un sitio muy hermoso.
31.7.11
30.7.11
Del verbo andar
“Anda en un sitio” quiere decir que respira, duerme, camina, desayuna y vive (así se en forma temporal) allí.
“Anda con…” significa que comparte con ese alguien su organismo, su tiempo, su andar.
“Sus andanzas” es lo mismo que sus vivencias.
Andar puede ser sinónimo de vivir y de amar. La vida y el amor son móviles.
“Lázaro, levántate y…”
28.7.11
El riesgo
27.7.11
Otra vez, no más sangre
Hoy alertamos sobre el peligro de que el Poder Legislativo realice un periodo extraordinario de sesiones que, de llevarse a cabo, permitiría la aprobación de una ley de seguridad nacional autoritaria, policial y militarista, y de una reforma laboral que le quitaría derechos fundamentales a los trabajadores y agravaría la catástrofe social de la que se nutre la delincuencia.
Uno y otro proyectos, lejos de contribuir a la paz, alentarían la guerra y la violencia en el país. Traerían aún más sangre. Por ello, en caso de que se apruebe la realización del periodo extraordinario, convocaremos a la movilización ciudadana para impedir cualquier reforma legal que se pretenda imponer al vapor y de espaldas a la población.
Colectivo No Más Sangre.
Eduardo del Río (Rius), Jesusa Rodríguez, Liliana Felipe, Bruno Bichir, Édgar Cortez, Rocío Culebro, Antonio Helguera, Elisa Godínez Pérez, Nelly Muñohierro, Jesús Ramírez Cuevas, Gabriel Ramírez Cuevas, Antonio Helguera, José Hernández, María Villa, Pedro Miguel, Rafael Barajas (El Fisgón), Adrián F. Luján, René Sánchez Galindo, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros
25.7.11
En interés del fan
Amor perfecto garantizado, seguro contra el desencanto, confianza en que cada día cantará mejor: ahora que lo pienso, a uno, como fan, le conviene que sus cantantes favoritos estén muertos. Conste que no lo digo por Facundo Cabral ni por Amy Winehouse, la infortunada chica inglesa a la que El Señor llamó a su lado hace unos días, sino por Maria Carta, Jacques Brel, y otros de mi querencia, y que esto no es una incitación al homicidio de Lennon (que de todos modos ya no se puede) ni de nadie más.
20.7.11
Los Chacarilla Boys o
de la amnesia chilena
José Bengoa*
No hay peor enfermedad social que la falta de memoria histórica. Chile la sufre de modo agudo. El 9 de Julio de 1977 un grupo de 77 jóvenes nacionalistas de extrema derecha subió al cerro Chacarillas, al lado del San Cristóbal en el acto más fascista de todos los tiempos de la historia de este país. Emulaban a los 77 soldados de La Concepción en la Guerra con el Perú. Bosques de banderas y antorchas al mas puro estilo del nazismo hitleriano iluminaban la noche de invierno. Pinochet en un momento de inspiración arrebatadora leyó su famoso discurso. “Mi corazón de viejo soldado , decía, revive con profunda emoción el coraje insuperable de Luis Cruz Martínez…que en plena soledad de la sierra peruana, supieron demostrar con la entrega de sus vidas, que nuestra Patria y los valores permanentes del espíritu están por encima de cualquier sacrificio personal que su defensa pueda demandar”.
En esos mismos días eran torturados en el “Palacio de la Risa”, así llamada la Villa Grimaldi, miles de chilenas y chilenos. Se las violaba, aterrorizaba, y luego se las iba a tirar al mar, como a Marta Ugarte, una de las primeras que en esos mismos días apareció flotando en las playas de Longotoma. Mientras los jóvenes subían en medio de antorchas, los gritos de horror se escuchaban en los subterráneos del poder entusiasmado. “..las limitaciones excepcionales que transitoriamente hemos debido imponer a ciertos derechos, han contado con el respaldo del pueblo y de la juventud de la Patria, que han visto en ella el complemento duro pero necesario para asegurar nuestra Liberación Nacional”, dijo el General en medio de los aplausos de los jóvenes patriotas en medio de la noche de Chacarillas.
“El complemento duro pero necesario” da escalofríos y ganas de vomitar. Todos y todas quienes allí estaban sabían muy bien a qué se refería el General. Era explícito.
¿Quiénes subieron a Chacarillas? Ayer fue el cambio de Gabinete. El listado del Mercurio señala el número 15: Andrés Chadwick, hoy Ministro Vocero de Gobierno, número 38, Cristián Larroulet, Ministro del triunvirato de La Moneda, y 39 , Joaquín Lavín, defenestrado Ministro de Educación y resucitado Ministro de Planificación Nacional. La lista es larga y sería un ejercicio de “buena memoria” publicarla con letras de molde. El número 47 es el actual Presidente de la Cámara de Diputados, y el número 20 es el dueño de la Universidad San Sebastián, emblemático modelo de lo que debe ser la educación universitaria “con fines de lucro”. El número 17 se reía ayer a mandíbula batiente en La Moneda, al ver como sus “Chacarillas Boys” se tomaban finalmente La Moneda, en el asalto al Poder, que esa noche lluviosa del invierno del 77, los 77 cabalísticamente ( como es propio de los fascismos corrientes) habían prometido solemnemente, Juan Antonio Coloma, se llama.
Ninguno de estos “Chacarilla Boys”, han hecho autocrítica alguna, pedido perdón, han pasado “colados” en medio de las tormentas. “No sabían” es lo que más mentirosamente han tratado de balbucear. ¿Qué no sabían? Todos los que vivíamos en Chile lo sabíamos detalladamente. ¿Ud Presidente no sabía y no sabe a quienes está metiendo en La Moneda?.
¿Nadie se acuerda cómo sacaban a miles de personas en las madrugadas de ese año 77 a una cancha de futbol a las seis de la mañana, congelada, y les pegaban, los fichaban , los denigraban y dejaban como estropajos? ¿Nadie se da cuenta que aplastaron un siglo de luchas obreras con el terror? ¿Nadie se acuerda que el próximo Ministro del Bienestar Social escribió el panfleto más deleznable de nuestra Historia Literaria, “La Revolución Silenciosa”? ¿Por qué no lo vuelven a publicar?
Pero lo peor es la confusión ideológica del momento. Y de los que alguna vez estuvieron en el lado de los perdedores. Hay quienes han dicho y siguen diciendo que ya la derecha no es la misma. Que Piñera es una nueva derecha. Se les fundió la memoria. Hay otros, de la otra banda, que acaban de decir que en Chile hay “dos derechas”. Con respeto personal, pero andan mas perdidos que el teniente Bello. Muy triste. Es una campaña la de los antiguos perseguidos de confundirlo todo. Los errores, desvaríos, silencios, de un Ricardo Lagos o una Michelle Bachelet, no tienen ni un punto de comparación con lo que se vivió en esos días y que fue aplaudido por las actuales autoridades del país.
Escucho desde mi mente deprimida los aplausos en Punta Peuco. En Bucalemu un difunto se da vueltas de alegría en su tumba. Los fantasmas están presentes, más que nunca. Gozan de buena salud. Se ríen con su sonrisa regordeta y a todo color digital, de la Historia de nuestro país. Y no me critiquena los cabros que agarran piedras y destrozan el “mobiliario urbano” del Alcalde de Santiago. Cuando no hay espacio para la Memoria y las razones, solo hay piedras.
Vergüenza me da. Vergüenza me da de ser chileno.
__________
* Licenciado en Filosofía con estudios de postgrado en Antropología y Ciencias Sociales. Sus principales campos de estudio han sido la Historia y Antropología de los indígenas y campesinos chilenos y latinoamericanos, temas sobre los que ha publicado varios libros. También ha escrito numerosos artículos en revistas y en publicaciones de difusión general sobre temas rurales, indígenas y de cultura, y desarrollado diversas consultorías en las materias de su especialidad. Su experiencia en el sector público incluye el liderazgo del proceso que da origen a la Ley Indígena y a la Comisión Nacional de Desarrollo Indígena en Chile. Es miembro de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Ha sido Rector y profesor Universitario en Chile, México, Perú, Ecuador, Estados Unidos, España y Francia. Actualmente trabaja en Rimisp como Investigador Asociado y Coordinador del Programa Colaborativo de Investigación sobre Movimientos Sociales, Gobernanza Ambiental y Desarrollo Territorial Rural.
19.7.11
13.7.11
Otro camino de Santiago
10.7.11
9.7.11
Herejía del día
7.7.11
Los modos de la ausencia
Yamina del Real - De la exposición El cuerpo deshabitado... o en busca del cuerpo perdido, Museo Archivo de la Foografía (MAF), República de Guatemala 34, Centro Histórico, DF.
El robo de una persona hace su ausencia doblemente atroz, ya sea que lo perpetre un manojo de canallas ávidos de rescate, un cónyuge enfermo de destrucción, una corporación ansiosa de explotar esclavos o un régimen asesino. La sustracción de un cuerpo vivo, de una voluntad y de una soberanía personal conlleva la imposición violenta de la zozobra sobre todo su entorno, y no se diga en la víctima, si es que ésta sobrevive a la experiencia. Quitar a alguien de donde está (o de su tránsito) y llevarlo a un sitio secreto implica cortar de tajo, y a veces para siempre, el funcionamiento de un aparato emocional colectivo, de una red económica y social que se paraliza, agoniza y a veces muere, aunque a fin de cuentas la persona sustraída sea devuelta a la libertad.
Apropiarse de un menor con el propósito que sea —por venganza afectiva, con fines de explotación, para sustraerlo a lo que el ladrón considera “malas influencias”— se traduce, además del desgarramiento amoroso, en el torcimiento irreparable del presente y el futuro.
Secuestrar para obtener rescate o una reivindicación cualquiera es el establecimiento de una dictadura total sobre la víctima y su entorno, una imposición odiosa y arbitraria en la intimidad y en la exterioridad de la persona.
En el norte y en el sur del planeta se realiza, día tras día, la captura de hombres y mujeres, niños y adultos, para destinarlos a la mendicidad, a la explotación sexual, a trabajos forzados o para convertirlos en carne de cañón en conflictos armados. Hay el rapto como antesala del asesinato —el levantón, tristemente célebre, y tan recurrido—, que tiene como propósito matar dos veces: crear un margen de espacio y tiempo para exprimir la humanidad de la víctima hasta sus últimas gotas antes de desechar la cáscara de un organismo que ya no tiene utilidad. Y hay, por último, esa apelación al horror perpetrada por un poder cobarde e incapaz de enfrentar a sus adversarios con las reglas y en el terreno que él mismo ha definido: la desaparición política.
Vivimos tiempos muy oscuros y la única lección posible de humanidad que puede sacarse de esto es que nadie —nadie—, ni los criminales que roban vidas ajenas, merece el secuestro, el levantón, la reducción a la esclavitud o la desaparición. Quien desee ausentarse, que lo haga por decisión propia.
Desaparecer. Todos nos hemos visto asaltados alguna vez por esa fantasía insensata y deliciosa. Partir de súbito y sin dejar rastro, dejar atrás a ese montón de gente a la que queremos y que sin embargo, o que por eso mismo, nos resulta insoportable. Tomar un autobús, un avión, caminar hasta que duela el costillar y los zapatos se rompan, aligerados de contexto, independizados de identidad, mínimos de pertenencias. Con la ilusión de una tábula rasa imposible, porque al irse uno lleva consigo la cicatriz de sus dolores, la caja de herramientas de su sabiduría, las manías y las orientaciones que, a diferencia de tantas menudencias materiales, sólo desaparecen cuando el destino final de la mudanza es el cementerio.
Cuando se acaricia la idea de desaparecer se juega también con el escenario de la muerte propia: inseparable de la figuración de la ausencia es el deleite sádico (o sadomasoquista) por el sufrimiento imaginado de quienes se quedan atrás. El conjunto es coronado por la ilusión infantil de lo nunca hollado, eso que, pensándolo bien, es un manojo de deseos y recuerdos antiguos dispuesto para construir, en el futuro imaginario, una nueva tierra del Edén, una utopía que no va hacia adelante sino de regreso al útero.
Para quienes se quedan, la desaparición es demoledora. Un fallecimiento es un martillazo en el sistema nervioso de parientes y amigos del difunto, pero una ausencia inexplicable dinamita las certezas de todo el entorno social porque la muerte, así sea súbita, es previsible, en tanto que la evaporación de una persona guarda un misterio mayor que el más allá: ¿Hasta cuándo? ¿Por qué? ¿Por quién? ¿Dónde está? ¿Está? —se vuelven preguntas lacerantes que provocan la hipertrofia inmediata de la imaginación; la imagen del ausente puede encajar igual en una playa brasileña, en la barriga de una boa, en un callejón de Budapest infestado de adictos, en los brazos de Circe, en un calabozo inmundo en el que resuenan los gemidos de los torturados, en una habitación apacible y triste, pero siempre remota.
La desaparición sin causa aparente de alguien es corrosiva incluso si el faltante es enemigo o adversario, porque entonces quedará en nosotros la sospecha de que su falta es parte de una trampa en curso —siempre en curso por años, por décadas, por toda la vida— que habrá de culminar en un retorno indeseado.
La vida del ausente adquiere una poética a toda prueba, aunque sea banal. Recuérdese aquel diálogo de Érase una vez en América en el que Deborah (Elizabeth McGovern) le pregunta al viejo Noodles (Robert De Niro), aparecido tras décadas de ausencia: “¿Qué has hecho todos estos años?”, y su frustrado amor de juventud le responde: “Dormirme temprano”.
o en busca del cuerpo perdido, Museo Archivo de la Foografía
(MAF), República de Guatemala 34, Centro Histórico, DF.
* * *
Hay una ausencia inofensiva, temporal y buena, que es la de las vacaciones. Este navegante incurrirá en ella en lo que resta de julio. Volvemos a leernos en agosto.
6.7.11
Encuentro en el Alcázar
Sicilia y Calderón se han reunido
y causa expectación de gran tamaño
este cónclave inédito y extraño
por Internet y tele difundido.
No es fácil de entender, y no es sencillo,
eso que está pasando en el Castillo.
Llegan desde Chihuahua y de Morelos,
de Michoacán, Durango y otros lados
los que han perdido seres muy amados
—padres, hijos, hermanas y hasta abuelos—
a reclamar la afrenta y el abuso
al que la guerra ideó, y al que la impuso.
—Si crees, Calderón, que delincuentes,
son todos los difuntos de tu guerra,
entérate que yacen bajo tierra
nuestros seres queridos y parientes,
víctimas inocentes de tu gesta,
y que se está muriendo gente honesta.
Siendo interlocutor y contraparte,
le demanda el poeta al asesino:
“De llevar al país por el camino
de la muerte, debieras disculparte”
y el otro le responde entre desplantes:
“Debí haberlo llevado desde antes”.
Sigue, a continuación, cada agraviado
dando palabras al dolor inmenso
pero, ante ellos, Felipe se hace el menso,
se entretiene en el mouse y en el teclado
y en vez de ponderar tantos horrores,
en el Twitter apunta seguidores.
Insisten los presentes agraviados.
Cuenta su historia María Elena Herrera.
LeBaron lo interpela, y no hay manera.
Se menciona a los niños chamuscados.
Falsa la voz del gobernante suena
cuando dice “Ay, qué trágico, qué pena”.
“Si no paras ahora esta matanza,
Felipe, pues la historia va a ponerte,
como el Ejecutivo de la muerte
cuando se te examine en la balanza”,
dijo Javier Sicilia, exasperado
de hallarse frente a un tipo tan cerrado.
Respondió Calderón, intransigente:
—Pues sé que mi estrategia es atinada
y no voy a cambiar nada de nada.
Allí se vio de forma transparente
que aquella pavorosa profecía
reverendo camote le valía.
Feliz va el infeliz a su transporte
al concluir el encuentro, porque sabe
que como tolerante, en lo que cabe,
exaltado es ahora por su corte:
“sensible”, “dialogante” y “muy humano”
se lleva como elogios en la mano.
El bando de la paz, nada contento
se llena de sospechas y temores.
Incluso se desgranan los rumores
que Javier ha vendido al movimiento.
No ocurre tal: es que, si se dialoga,
la mala fe a la buena siempre ahoga.
“No hay esfuerzo de más ni gesto vano
—se decía Javier para sí mismo—
si logro, con paciencia y humanismo,
tocar el corazón de este fulano”.
Pues bien, Javier Sicilia, ya lo viste:
en Calderón tal víscera no existe.
5.7.11
Vía cerrada
Claro que hubo fraude. Una pequeña porción de sus expresiones fue documentada en testimonios, en fotos y video; pudo verse el recurso gubernamental volcado a favor del candidato oficialista, Eruviel Ávila, y la colaboración de Televisa en sus actos de campaña, y el reparto de despensas no se realizó precisamente clóset adentro.
Sin duda, las dos vertientes electorales de la oligarquía, la blanquiazul y la tricolor, disponen de aparatos formidables para confundir a la opinión pública, disimular los fracasos gubernamentales e imponer como verdad cuentas alegres y falsas; ciertamente, las maquinarias de inducción de sufragios son aplastantes y están bien aceitadas, y los controles verticales son capaces de coptar a la mayor parte de las dirigencias sociales estructuradas y a un sector enorme de los tejidos sociales; las cúpulas institucionales tienen capacidad para infiltrar, comprar y desvirtuar oposiciones verdaderas y construir otras, ficticias y a modo, que medran entre las facciones principales y que cobran caros sus servicios, como lo ilustró puntualmente Elba Esther Gordillo hace unos días. En las instancias en las que gobiernan, en fin, PRI y PAN están en condiciones de realizar elecciones de estado, y la más reciente de ellas ocurrió en el Estado de México.
El fraude preelectoral hizo innecesario, allí, la realización de un fraude el día de las elecciones, y el tenebroso dominio del Grupo Atlacomulco salió refrendado y fortalecido de cara a las elecciones del año entrante, si es que el país aún está para bollos, o si es que el calderonato no consigue cancelar los comicios como parte de su huída hacia adelante.
A la vista de resultados, es innegable, sin embargo, que la candidatura de Alejandro Encinas generó expectativas desmesuradas para los medios de los sectores de la izquierda que se aglutinaron en torno a ella, y que la lógica con la que fue diseñada y aplicada careció de anclajes suficientes en la realidad.
La dirigencia formal del PRD, en manos de los chuchos, cree, o dice creer, que México se encuentra instalado en una democracia funcional en la que para obtener triunfos en las urnas basta con convencer a la mayoría del electorado. Como en Suecia, más o menos. Parece ser que eso no es una mera visión táctica, sino estratégica, porque el fin último es incrustarse en el poder al precio que sea, incluido el de dejar tirado en el camino el perfil ideológico. El movimiento lopezobradorista, que tiene por objetivo central la transformación del país, percibe que, además de obtener intenciones de sufragio, se requiere de una organización capaz de contrarrestar el formidable músculo mediático del régimen, descubrir y obstaculizar las prácticas clientelares de control del voto y defender la voluntad popular de distorsiones y fraudes.
En la primera de esas lógicas, la manifiesta superioridad conceptual y política del discurso de Encinas, sumada a las pifias y la vacuidad del aspirante priísta, habría debido ser suficiente para obtener, si no una victoria electoral, cuando menos un resultado cerrado. Si a eso se le agrega la catástrofe ocurrida en pleno cierre de campañas en Ecatepec y Nezahualcóyotl, ocasionada no por las lluvias sino por la insensibilidad, la ineficacia y la arrogancia de los gobiernos estatal y municipal priístas, habría debido ser inevitable el triunfo de la coalición Unidos Podemos Más. Pero no fue así, y la estructura del Movimiento de Regeneración Nacional se quedó sin materia para la movilización en defensa de la legalidad electoral.
Está claro que la proliferación de agravios no conduce en automático al surgimiento de una voluntad popular de transformación social ni, por ende, al fortalecimiento de propuestas democráticas capaces de actuar en este sentido. Al contrario, la desigualdad, la marginación y la pérdida de derechos con frecuencia generan estados de postración de los que se alimentan los aparatos gubernamentales de control electoral. Pero es claro también que la mera denuncia –pública o judicial-- de las violaciones a la norma democrática, por groseras y evidentes que sean, no reduce la funcionalidad del mecanismo fraudulento. Es decir, y hay que decirlo como conclusión parcial y tentativa, para los movimientos que aspiran a recuperar el país del dominio oligárquico y delictivo bajo el que se encuentra, la vía electoral está cerrada, y hay que ponerse a imaginar la manera de abrirla.