Claro que una equivocación puede
tenerla cualquiera, y más con la presión de cámaras, micrófonos y
público. Lo imperdonable es la respuesta arrogante como cobertura de
la propia ignorancia, el pretender que con un torrente de palabras
sin sentido pueda taparse la laguna mental que se acaba de exhibir.
Fue justamente lo que hizo Enrique Peña Nieto en fin de semana
pasado, en la Feria Internacional del Libro, cuando presentaba un
libro supuestamente escrito por él. Más allá del torrente de
chistes que la pifia generó, principalmente en las redes sociales,
el gesto es de interés público por indicativo de lo que podría
esperar el país en caso de que este hombre llegase a ocupar la
Presidencia.
Ciertamente, un mínimo fundamento de
lecturas no es garantía de buen gobierno por quien lo ostenta:
tiranos, corruptos e ineptos ilustrados los ha habido a mares, y ha
habido, también, uno que otro que ha destacado como estadista a
pesar de su analfabetismo. Lo que de seguro no le va bien a la silla
de mando es el empecinamiento frívolo y soberbio que impide
pronunciar las dos palabras más sabias del mundo: “no sé”.
Independientemente de las graciosísimas
respuestas del aspirante presidencial priísta (“he leído algunas telenovelas”*, y cosas por el estilo), el episodio debiera llamar la
atención sobre la pasmosa incultura de buena parte de la clase
política o, al menos, de la que detenta las principales posiciones
del poder público. En cosa de horas, Vicente Fox y Marta Sahagún
fueron ampliamente superados en sus aportes al catálogo de autores
imaginarios (José Luis Borgues y Rabina Gran Tagora, los más
memorables) por el propio Peña Nieto, quien inventó a Carlos Krauze
(¿o habrá sido a Enrique Fuentes?), pero también por Ernesto
Cordero, fabricante de una célebre novelista denominada Isabel
Restrepo, y hasta por uno opinionero que resultó incapaz de decir,
al aire, el nombre de pila de Borges, víctima favorita de quienes
quieren hacer como que saben algo.
El terrible escenario de esta casa del
jabonero, en la que quien no cae, resbala, no sólo muestra que para
políticos y funcionarios no vale la pena leer ni las solapas de los
libros, sino también que no saben hablar, y a veces, ni pensar con
claridad. Un caso paradigmático es el de Felipe Calderón, quien en
enero pasado, después de cuatro años de insistir en que encabezaba
una guerra contra la delincuencia (sólo durante 2007 empleó el
término, pública e inequívocamente en 27 ocasiones, asociado a
“estrategia”, “combate”, frente”, “Fuerzas Armadas”,
“logística”, y así), de pronto se imaginó que no había usado
nunca la palabra “guerra”. Y así lo sostuvo.
Para la ciudadanía en general, y para
ese sector que participa en las redes sociales, la exhibición de
Peña Nieto en la FIL, con todo y sus secuelas, será, a su manera,
una prueba de fuego. Si el incidente se traduce en una caída
perceptible en la posición del mexiquense en las encuestas, ello
será indicativo de una sociedad vigilante, informada, y dispuesta a
exigir cuentas a sus políticos, y habrá que felicitarse, no por
animadversión al aspirante priísta, sino por una sociedad capaz de
reaccionar ante actitudes impresentables. Pero si, por el contrario,
después de su dislate Peña Nieto mantiene intacto su caudal de
votos potenciales, ello implicará una derrota de la sensatez social
ante el músculo propagandístico de la televisión y de las
corporaciones mafiosas de siempre, una falta de información más
escandalosa que la incultura del señor, y una preocupante
irrelevancia de las redes sociales.
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* Corrección: El audio del primer video de la conferencia que circuló era muy deficiente. Luego, Carlos Cañedo Chávez me hizo notar que el aludido no dice "telenovelas" sino "desde novelas". Formulo una disculpa.
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* Corrección: El audio del primer video de la conferencia que circuló era muy deficiente. Luego, Carlos Cañedo Chávez me hizo notar que el aludido no dice "telenovelas" sino "desde novelas". Formulo una disculpa.
1 comentario:
Creo que en la guerra, en el amor y en la encuestas, todo se vale. Y más si entramos en un época de elecciones, ya lo vimos en las presidenciales pasadas. Hoy, a como dé lugar, las encuestas van a mantener a Enrique Peña Nieto como "puntero". Por el contrario, si Adrés Manuel López Obrador hubiera cometido tal pifia, en esas encuestas ya se hubiera hundido, sin remedio. Por otro lado, me parecen más significativas las expresiones en las redes sociales, en este caso, respecto a Peña Nieto, donde fue avasallador y significativo el rechazo hacia él. Claro que, por otro lado, los monopolios de los medios de información, son otra cosa. El manejo de la información para manipular, o desorientar, o desconcertar, o desinformar a la masa es impúdico e inmoral. Bueno, el punto, considero, es que a partir de las redes sociales se puden hacer lecturas distintas a las que ya se nos han impuesto a través de encuestas y la televisión, para, de alguna manera, empezar a contrarrestar el "poder" de influencia de las "encuestas" y de los monopolios televisivos. No por nada, las redes sociales han tomado parte importante en las rebeliones en el mundo árebe, Inglaterra, etc., en donde, hasta ese momento, las encuestas y las televisoras oficialistas pintan de rosa el entorno social, político y económico.
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