A veces te odia
porque eres judío
y otras veces te
odia porque eres palestino.
(Antes, hallaba insoportable
que fueras numantino, albigense,
bruja, negro o gitano.)
Puede ser que te
deteste
porque resistes y
defiendes tu tierra
o que te abomine
porque reclamas tus derechos.
Busca exterminarte
porque te niegas a cambiar de religión
o porque abrazas
otra religión
o porque no tienes
religión alguna
o porque comes tal cosa, o porque no comes tal otra,
o porque bebes cerveza,
o porque no consumes cerveza de su marca.
Si eres pobre te
odia casi siempre;
si eres indio y
campesino hará cuanto pueda
por borrarte de la
estadística;
si eres mujer que
hace lo que quiere,
si eres hombre que
llora sin vergüenza,
si organizaste un
sindicato libre,
si eres joven y quieres estudiar,
si eres viejo y pretendes jubilarte,
si eres joven y quieres estudiar,
si eres viejo y pretendes jubilarte,
si no vendiste tu
dignidad,
si te le ríes en su
cara,
si lo descubres,
si buscas
destronarlo,
querrá tu
destrucción.
Así es eso. Y no cambia
aunque aprenda a
comer en juego de seis cubiertos,
aunque se ponga una
corbata,
aunque se diga
democrático
y haga todo lo
imaginable
por limpiarse la
sangre y la mierda
en su tina con grifos de oro.
Así es eso.
Tú tienes dos deberes:
no dejarte matar de
forma alguna
(tiene tantas
maneras,
desde el secuestro y
la tortura
hasta la compra y
las adulaciones)
y no acabar siendo
una cosa
semejante a eso que
te odia.
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