Es
compositor de narcocorridos,
creció en la colonia Margarita, en Culiacán, y se llama Lenin
Ramírez. Cobra por heroificar a “cualquiera que quiera su
parcelita de poder”, se abstiene de participar en actividades de
tráfico de drogas y se ha fijado reglas de trabajo: toca en las
fiestas de los narcos y se retira, no se mete con sus mujeres, no
habla de venganzas ni en contra de otros cárteles y no se hace
compadre de los delincuentes. Sobre todo, tiene las cosas claras: “el
gobierno pretende culpar a los músicos que interpretan o componen
los narcocorridos,
y los prohíbe; los criminaliza porque a alguien tiene que culpar,
aunque la responsabilidad de que no haya empleo y buenos salarios, y
gente armada en las calles, sea de la autoridad”. Eso cuenta en
entrevista que le hace Javier Valdez Cárdenas para La
Jornada. Emir Olivares, por su
parte, recoge en su reportaje
sobre el tema un señalamiento muy significativo de Juan Carlos
Ramírez-Pimienta, académico e investigador del fenómeno de la
narcomúsica:
“En el periodo del milagro económico no hay registro de [los
narcocorridos].
El género renace cuando comienzan las crisis, a partir de los años
70...”
Ahora
los militares urden una venganza colectiva por la emboscada del 30 de
septiembre en Culiacán, en la que cinco elementos del Ejécito
Mexicano fueron asesinados por presuntos narcos auxiliados por
policías locales y hay temor porque ya se sabe cómo se desarrollan
esas cosas: con tenazas al rojo vivo se extraerá información
(verdadera o falsa) de algunos inocentes y cualquiera que participe
de alguna forma en esa narcocultura de la que hablan los
textos referidos (algo así como toda la población sinaloense) será
visto como sospechoso y estará en peligro de sufrir atropellos
graves. De nada servirá la advertencia de Ramírez-Pimienta en el
sentido de que los aficionados al narcocorrido entienden
perfectamente la diferencia entre canciones y realidad y “no es que
los escuchemos y vayamos a sacar un cuerno de chivo para matar
a alguien”.
Pero
tanto las palabras del cantante como las del investigador están
cimentadas en una terca realidad. No hay trabajos, y los que hay son
tan precarios como los que ofrece y quita Grupo Lala, la misma
empresa lechera que en su lugar de origen, La Laguna, sacia la sed de
sus vacas dejando sin agua a la población, lo que ha generado
movilizaciones y protestas sociales durante una década. Hace unos
días, en Mazatlán, Grupo Lala echó
sin liquidación a varios trabajadores de distribución porque
éstos, obligados a laborar turnos de hasta 15 horas, no cumplían
con las cuotas de ventas que les exige la empresa. O como las plazas
de confianza en el DIF y las eventuales del ayuntamiento de Guasave,
a cuyos titulares les retrasan los
pagos durante cinco quincenas.
Aunque
Peña Nieto y Meade Kuribreña se llenen la boca hablando de avances
y negando que haya crisis, casi tres millones de sinaloenses padecen
rezago social y alimenticio y, aunque la entidad es una de las que
ostentan mayor desarrollo agrario, es también una
de las más hambrientas, según datos de la propia Sedesol. Y por
más que Aurelio Nuño fanfarronee con sus “escuelas de calidad”,
las de Escuinapa y Rosario hacen falta
maestros, energía eléctrica y están plagadas de insectos.
En
suma, Sinaloa es una muestra clara de la estrecha relación entre la
generación de pobreza y marginación en la que han estado empeñadas
las presidencias neoliberales y el florecimiento del narco y
otras actividades delictivas.
Con
sus reformas “modernizadoras” Salinas echó del campo a millones
de personas sin ofrecerles más horizonte de subsistencia que la
mendicidad, la migración o la delincuencia. Los gobiernos sucesivos,
priístas y panistas y otra vez priístas, asociados con grandes
corporaciones dedicadas a la sobreexplotación de la población y de
los recursos naturales, han hundido a la mayor parte de los mexicanos
en una vida miserable.
En
tales condiciones, la pretensión de derrotar a la criminalidad
organizada por medio del Ejército y de las policías es una
hipocresía monumental que pretende encubrir un hecho incontestable:
los gobernantes neoliberales han convertido a la delincuencia
organizada en todo un sector de la economía. Las actividades
ilegales generan cientos de miles de empleos, aportan una porción
sustancial de divisas y constituyen un sostén fundamental al sistema
financiero por medio del lavado de decenas de miles de
millones de dólares; sin ellas no habría habido ni siquiera el
ínfimo crecimiento del sexenio presente y del anterior. Ah, pero los
narcocorridos tienen la
culpa de todo.
__________
Foto: Javier Valdez Cárdenas. El cantautor Lenin Ramírez, de Culiacán, Sinaloa
1 comentario:
LOS NARCO CORRIDOS SON DE MAS TIEMPO ATRAS DE LOS 70S, PERO ALGO SI ES CIERTO, SALINAS FUE EL QUE SACO A LA GENTE DEL CAMPO A DELINQUIR, NO HABIA DE OTRA, LA VENGANZA AZTECA FUE MAL ENCAMINADA, PERO, AHORA YA EL PUEBLO ESTA AGARRANDO CONSCIENCIA DE SU PAPEL HISTORICO EN LA SOCIEDAD Y LAS COSAS TIENDEN A COMPONERSE CON EL TRIUNFO DEL CAMBIO VERDADERO, MUY BUEN REPORTAJE.
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