En recuerdo de Galo
Ahora que Estados
Unidos y Europa amenazan con darle un coscorrón aéreo a Milosevic si sigue
haciendo ascos a un acuerdo con los kosovares albaneses, salta a la vista toda
la miseria de la política occidental en otras tierras martirizadas: el Sahara
Occidental, Chipre, Timor.
La primera de esas
naciones es un caso candente, no sólo porque el 31 de marzo vence el mandato de
la misión de las Naciones Unidas encargada de organizar el referéndum de
autodeterminación (Minurso) sino también porque este sábado 27 de febrero se
cumplen 23 años de la proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática y
esos nómadas sabios, generosos y heroicos no podrán festejar el cumpleaños
nacional en la paz soberana de sus desiertos.
Lo que hizo el rey
marroquí Hasán en el Sahara Occidental, en octubre de 1975, se parece mucho a
la invasión lanzada por Sadam Hussein en 1990 contra Kuwait. Las reacciones
internacionales a ambos sucesos fueron, en cambio, radicalmente opuestas. Ello
no sólo se explica porque las agresiones ocurrieron en contextos mundiales muy
distintos sino también porque los saharauis, a diferencia de los kuwaitíes, han
sido y son pobres de solemnidad.
El Estado español
tiene una responsabilidad enorme por la actual indefensión de estos árabes
africanos e hispanohablantes. Tras la independencia de Marruecos, en 1956, los
saharauis iniciaron su lucha para independizarse de España. La monarquía
alauita les cortó los suministros y las municiones y, como recompensa, el
régimen de Franco otorgó a Rabat el control de la actual provincia de Tarfaya,
de población saharaui, y que hasta entonces se encontraba bajo dominio español.
Rosa Montero resume la vergüenza: "Eran nuestra colonia (...) y les
prometimos la independencia. Pero les traicionamos, les vendimos a Marruecos y
les dejamos abandonados mientras Hasán les invadía militarmente (...) La
mayoría escaparon, huyeron al desierto. Hasán les persiguió, bombardeando con
napalm a los fugitivos: desoladas columnas de mujeres, de ancianos, de niños.
Es una de las atrocidades de la historia, una brutalidad de la que casi nadie
se hizo eco. A fin de cuentas, los saharauis apenas suman un cuarto de millón,
y además son pobres como ratas" (El País, 16/07/95).
A estas alturas,
cuando los civiles saharuis llevan ya más de dos décadas refugiados en Tinduf,
una planicie seca y árida del sur de Argelia en la que no sobreviven ni las
culebras, Hasán sigue saboteando la realización de un referéndum de
autodeterminación que originalmente estaba previsto para 1992 y que desde
entonces ha sido postergado en varias ocasiones.
Ahora se acerca un
momento político decisivo para la ex colonia española y además hay que festejar
su cumpleaños como Nación, como una más entre las nuestras. Y es que las
historias del viejo Sahara Español no sólo calan hondo en la gente de este
hemisferio por los valores de justicia o por la capacidad de indignación. Hace
ya tiempo entendí que estos saharauis eran nuestros y que nosotros éramos suyos
y que hay unos canales discretos, pero poderosos, que comunican a Iberoamérica
con Iberoáfrica y con Iberoasia, y por los que transita una hermandad y una
ternura que deben manifestarse de manera más eficiente.
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