5.8.03

General


Fuera de Guatemala dio la impresión que el asesino había brincado a la escena pública desde algún pudridero remoto y oculto. Que había vuelto por sus fueros después de 20 años de permanecer escondido, a resguardo del asco mundial y de las reivindicaciones de justicia que florecen en las decenas de miles de ausencias definitivas que dejó el general José Efraín Ríos Montt, nacido en junio de 1926 y egresado, cómo no, de la academia militar estadunidense de Fort Gulick, en tiempos en que los gringos todavía consideraban útil retener el control directo en la zona del canal de Panamá. Tras una década en la que los países centroamericanos y sus saldos sangrientos desaparecieron de los noticieros y los titulares internacionales, parecía que la región pasaba por una etapa de normalidad democrática ejemplar, tropical y aburrida.

Pero en Guatemala las cosas no son así. La clase política local, hoy día más corrupta que oligárquica, ha pretendido construir una “institucionalidad democrática” sobre la montaña de cadáveres que dejaron las dictaduras militares del pasado reciente, y de las que Ríos Montt es representante principalísimo. Como resultado lógico, desde 1994 el general asesino controla el Congreso y, desde 1999, la Presidencia de la República, por medio de Alfonso Portillo, una mascota tan bien entrenada que hasta sabe aparentar que se pelea con su amo. La fachada formal es endeble: Portillo llegó al poder con 60 por ciento de los votos, sí, pero en una elección en la que la suma de la abstención (60 por ciento) y los votos nulos y en blanco fue de casi 70 por ciento; el actual gobierno se sostiene, en suma, por el mandato de 18 por ciento del electorado. En ese contexto, y en ausencia de condiciones para chamuscar cuerpos humanos, su deporte favorito, el viejo genocida se ha divertido, mientras esperaba su oportunidad, realizando negocios y cometiendo diversas trapacerías legislativas. Como las instituciones judiciales se negaban a levantar la veda constitucional para los militares golpistas ansiosos de ejercer la Presidencia, Ríos Montt ordenó a sus huestes que salieran armadas a las calles para provocar pánico y doblegar a los magistrados. En el ínterin ordenó a su presidentito que se echara una siesta y dejara tranquilas a las hordas, e instruyó a su cancillercito, Edgar Gutiérrez, para que publicara en estas páginas un sesudo artículo en el que juraba que ni él ni Portillo tenían nada que ver con la asonada lumpengolpista y que cómo era posible y que Ave María Purísima y que qué barbaridad.

El general asesino no está de vuelta. Ocurre que, como el dinosaurio de Monterroso, siempre estuvo allí mientras duró el sueño de las buenas conciencias. Todos estos años, desde que hace 20 (el 8 de agosto de 1983) fue desalojado del poder, ha estado presente, actuante, orinándose en las fosas comunes en las que enterró a sus víctimas, armando comités de su partido en los alrededores de las 448 aldeas indígenas que borró del mapa con todo y sus habitantes, refocilándose en el recuerdo de la carne quemada y perforada de niños y mujeres, repitiendo las estupideces pentecostales que le metieron en la cabeza en una secta de Eureka, California --Gospel Outreach--, convencido de que Guatemala se apellida Ríos Montt y empeñado, como dice Rigoberta Menchú, en “ganar la inmortalidad a través del horror”. Ahora ha conseguido ser inscrito como candidato presidencial y ya se encuentra en campaña.

Corresponde a los guatemaltecos darle la razón y rebautizar a su país “Guatemala de Ríos Montt” o sacudirse de encima, de una vez por todas, al viejo e impúdico genocida aferrado a gobernar el país que arrasó hace dos décadas. En ese entonces, Manuel José Arce, desde el exilio, lo describió en un poema que dio la vuelta al mundo y que sigue difundiéndose, hoy, en Internet: “Usted merece bien ser General,/ llena los requisitos, General:/ Ha bombardeado aldeas miserables,/ ha torturado niños,/ ha cortado los pechos de las madres/ rebosantes de leche,/ ha arrancado testículos y lenguas,/ uñas y labios y ojos y alaridos./ Ha robado, ha mentido, ha saqueado,/ ha vivido / así, de esta manera, General./ General / -no importa cuál-:/ para ser General/ como usted, General,/ hay una condición fundamental:/ ser un hijo de puta, General.”

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